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A través del mar rojo - El Éxodo

"Pero Moisés dijo al pueblo: “No teman. Manténganse tranquilos, y verán la salvación que el Señor les dará hoy. Porque esos egipcios que hoy ven, nunca más los verán. El Señor peleará por ustedes. Estén tranquilos'" (Éxodo 14:13, 14).

El Éxodo es la experiencia más dramática y gloriosa del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Este acontecimiento es el modelo divino de cómo Dios derrotó a los enemigos de los hebreos e introdujo victoriosamente a los israelitas en la Tierra Prometida. También es un símbolo de la salvación y la redención en Cristo.

Desde el punto de vista humano, los hijos de Israel se encontraban en una situación desesperada, de la que no podían librarse por sí mismos. Solo Dios podía salvarlos. Lo mismo ocurre con nosotros y el pecado: estamos en una situación desesperada. Necesitamos algo aún más dramático que el Éxodo: la cruz de Cristo y lo que él hizo allí por nosotros.

Los acontecimientos relacionados con la salida de Israel de la tierra de Gosén, mencionados en Éxodo 12 y rememorados en el cántico de Moisés, alegremente entonado en Éxodo 15, son sobrecogedores y asombrosos. Las señales, prodigios y milagros redentores de Dios alcanzan su apogeo en ese contexto.

Pero, ni siquiera eso es comparable con lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, de lo cual el drama del Éxodo fue una mera prefiguración.

I. VAYAN Y ADOREN AL SEÑOR

En la noche de Pascua, el juicio divino fue ejecutado sobre quienes no estaban cubiertos por la sangre (Éxodo 12:1-12). Nadie escapó debido a su posición, educación, estatus social o género. El castigo alcanzó a todas las familias, desde el faraón hasta los esclavos, e incluso a los primogénitos de los animales. El orgullo de Egipto estaba por los suelos.

Lee Éxodo 12:31 al 36. ¿Qué extraña petición hizo el faraón y por qué, incluso cuando dio permiso para que los hebreos se fueran?

Cuán interesante es la petición del faraón a los hebreos cuando les permitió ir a adorar: «Y bendíganme a mí», o «rueguen a Dios por mí» (DHH).

¿Por qué pediría eso el rey de Egipto, un presunto «dios» en la Tierra y entre su pueblo? 
Parecía que había comprendido el poder del Dios de los hebreos y deseaba beneficiarse de él. Sin embargo, ¿cómo podía Dios bendecirlo mientras estaba sumido en la rebelión, la terquedad, el pecado y el orgullo? Aunque dio finalmente su consentimiento, no fue por sumisión a la voluntad de Yahvé, sino por la derrota que había sufrido. No estaba arrepentido, como lo revelarían sus acciones posteriores. Simplemente, quería detener la devastación que estaba destruyendo su reino.

Faraón fue humillado y dio permiso a Israel para salir de Egipto ante las trágicas consecuencias de la peor plaga. Permite ahora lo que se negó a conceder tantas veces antes, cuando demostró que no le importaba el sufrimiento que sus acciones acarreaban a su nación.

Comprensiblemente, el pueblo egipcio también deseaba que los hebreos se fueran. Por favor, váyanse o «todos moriremos», dijeron.

Mientras tanto, Dios hizo provisión para que los israelitas no salieran de Egipto con las manos vacías, sino con lo que necesitarían para lo que resultó una experiencia mucho más prolongada que lo previsto. Los egipcios dieron a los hebreos preciosos artículos para apresurar la salida de ellos del país. Por otra parte, lo recibido eran salarios negados a los israelitas durante siglos de esclavitud. Seguramente los egipcios consideraron aquello como algo muy módico con tal de sacar a los hebreos de su tierra.

¿Cuántas veces nos hemos «arrepentido» de ciertas acciones solo por sus consecuencias y no porque sintiéramos que, en sí mismas, fueran incorrectas? ¿Por qué ese tipo de arrepentimiento no es verdadero? ¿Cómo podemos aprender a arrepentirnos de pecados por los que, en cierto sentido, no afrontamos consecuencias negativas, al menos a corto plazo?

II. LA CONSAGRACIÓN DEL PRIMOGÉNITO

El tiempo prometido de la redención, de la liberación, estaba a punto de llegar. El pueblo debía estar preparado. No bastaba con creer, debían actuar en consecuencia. Dios les había dicho lo que tenían que hacer; ahora tenían que hacerlo por fe. Aunque en un contexto totalmente diferente de aquel en el que Santiago estaba escribiendo, el principio destacado es en ambos casos el mismo: «¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta?» (Santiago 2:20).

Lee Éxodo 13:1 al 16. Los primogénitos israelitas fueron perdonados por la gracia de Dios durante la última plaga. ¿Cuál es la razón de ser de ese mandato divino perpetuo y qué debería significar para nosotros hoy?

Dios protegió misericordiosamente a las familias israelitas que estaban, por así decirlo, bajo la sangre porque habían marcado por fe los dinteles de sus puertas. Estas nuevas instrucciones vinieron del Señor a través de Moisés: «Conságrame todo primogénito varón» (Éxodo 13:2). Esta legislación era válida tanto para los humanos como para los animales.

Un principio que subyace tras este mandato es que todo pertenece a Dios, pues es nuestro Creador y el Dueño de cuanto existe: 
"Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que habitan en él" (Salmos 24:1). 
"Mía es la plata, mío es el oro –dice el Señor Todopoderoso" (Hageo 2:8). 
Los primogénitos de los israelitas eran el primer fruto de las bendiciones concedidas a ellos por Dios. Eran también una señal de su total consagración a él y de que comprendían que todo lo que poseían procedía solo de él.

También vemos aquí la idea de redención, de salvación. Los primogénitos se libraban de la muerte porque estaban cubiertos o salvaguardados por la sangre. Fueron redimidos de la muerte como lo son quienes están bajo la sangre de Jesús. Como dice Pablo acerca de Jesús: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados» (Colosenses 1:14).

Dios dio a los hebreos ciertas normas acerca de cómo debía ser presentada la ofrenda correspondiente en celebración de su liberación de la esclavitud en Egipto. Los animales debían ser sacrificados, pero los hijos debían ser redimidos (Éxodo 13:12, 13, 15).

Éxodo 13:16 se refiere a lo que debían colocar en sus manos y entre sus ojos. ¿Cómo simboliza esto la importante verdad espiritual de que, independientemente de cuánta fe tengamos, debemos actuar en armonía con esa fe?

III. EL CRUCE DEL MAR ROJO

Lee Éxodo 13:17 a 14:12. ¿Cómo guió Dios a los israelitas cuando salieron de Egipto y qué ocurrió después?

En armonía con las instrucciones dadas por Dios a Moisés, los israelitas salieron de Egipto como un ejército bien organizado. Los términos hebreos tsaba” y majaneh, traducidos como «ejércitos», «escuadrones», «campamento» y «huestes», atestiguan esa descripción (Éxodo 6:26; 7:4; 12:17, 41, 51; 14:19, 20; compara con Éxodo 13:18). Los hebreos se dividieron en unidades y marcharon como un ejército. Más tarde, Balaam vio desde las colinas de Moab que Israel estaba «acampando por tribus» (Números 24:2 NVI).

Mientras tanto, «Moisés llevó consigo los huesos de José» (Éxodo 13:19). Este es un detalle muy importante del texto, y revela el cumplimiento de las promesas de Dios en respuesta a la fe de José, quien nunca perdió de vista la Tierra Prometida aun en medio del esplendor y los privilegios de Egipto. Pidió que sus huesos fueran llevados a la tierra de Canaán (Génesis 50:24, 25). Creía que el Señor visitaría a Israel en Egipto y lo llevaría a la tierra, como había jurado (Hebreos 11:22). Cuando Israel llegó a Canaán, los huesos de José fueron sepultados en Siquem (Josué 24:32).

La columna de nube y la de fuego eran señales visibles de la presencia de Dios entre su pueblo. El Señor habitaba allí y se comunicaba con ellos también desde la nube (Éxodo 14:24; Números 12:5, 6).

El faraón reveló ahora los verdaderos motivos de su corazón. No estaba convertido y nunca se arrepintió de verdad. Su petición a Dios para que lo bendijera era una farsa, tal vez un autoengaño. Reunió a su ejército y fueron tras sus esclavos fugitivos. ¡Cuán totalmente cegado por el pecado estaba realmente este hombre!

Cuando el pueblo vio venir al ejército del faraón, pronunció palabras y expresó sentimientos de los que se harían eco más de una vez: «¿No había sepulcros en Egipto, que nos sacaste a morir en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros al sacarnos de Egipto?» (Éxodo 14:11).

Aun después de haber visto manifestaciones tan dramáticas del poder de Dios, que incluyeron el libramiento de sus hijos primogénitos, el pueblo seguía mostrando una asombrosa falta de fe.

Piensa en la última vez que te enfrentaste a una situación terrible. ¿Cuál fue tu primera reacción: confianza en Dios o falta de fe? ¿Qué lecciones deberías haber aprendido de esa situación que podrían ayudarte la próxima vez que enfrentes otra?

¿Por qué nos encontramos tan a menudo en la posición de los hebreos después de su increíble liberación de Egipto, pero antes del desafío del Mar Rojo? Es decir, ¿por qué nos sigue resultando tan fácil mostrar y expresar falta de fe a pesar de tantas demostraciones divinas de bondad y amor para con nosotros?

IV. AVANZANDO POR FE

Lee Éxodo 14:13 al 31. A pesar de su falta de fe, ¿qué hizo Dios por los hijos de Israel?

Puesto que Moisés confiaba de todo corazón en Dios y en su Palabra, animó al pueblo. Presentó cuatro puntos cruciales acerca de cómo actuar en situaciones difíciles:

"No teman" (Éxodo 14:13). El primer llamamiento es a confiar en el Señor, pues solo así es posible vencer el temor. Isaías nos recuerda esta verdad al afirmar que los creyentes están en las manos de Dios y que él actuará en favor de ellos si lo aceptan como su Dios y Señor: «No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios [...]. Porque yo, el Señor, soy tu Dios, que te sostiene de tu mano derecha y te dice: “No temas. Yo te ayudo”» (Isaías 41:10, 13).

"Manténganse tranquilos" (Éxodo 14:13). «Mantenerse tranquilos» no significa solo dejar de murmurar y esperar grandes cosas, sino confiar en Dios y esperar pacientemente su poderosa intervención, ya que él actuará.

"Verán la salvación que el Señor les dará hoy" (Éxodo 14:13). Para que nuestra fe crezca, es importante reconocer el liderazgo y la ayuda de Dios, y agradecer su asistencia prometida. «Ver» significa abrir los ojos (porque la incredulidad es ciega). Solo Dios puede proporcionar la victoria, la seguridad y la salvación. Dios siempre está disponible, cuidando de nosotros y proveyendo lo que necesitamos en el momento apropiado.

"El Señor peleará por ustedes" (Éxodo 14:14). Esto indica lo que Dios hará: Luchará personalmente por su pueblo. El Calvario es la prueba definitiva de ello, pues en la cruz Cristo derrotó a Satanás para darnos la vida eterna (Juan 5:24; Hebreos 2:14; Apocalipsis 12:10, 11). Incluso los egipcios reconocieron que el Señor luchaba por los israelitas (Éxodo 14:25).

La orden dada por Dios a Moisés fue clara: «Marchen». Dios desplegó su plan de acción paso a paso: 
(1) el Ángel de Dios y la columna de nube se desplazaron desde la parte delantera del campamento de Israel y se situaron detrás de ellos, protegiéndolos del ejército egipcio; 
(2) Moisés extendió por fe su mano sobre el mar; 
(3) el Señor dividió el agua y la secó con un fuerte viento; y 
(4) el resultado fue que los israelitas atravesaron el mar con seguridad y sobre tierra seca hasta la otra orilla. Los egipcios los persiguieron ciegamente pues se negaron a ver que Dios estaba haciendo cosas extraordinarias por su pueblo hasta que fue demasiado tarde, como lo reveló su confesión en Éxodo 14:25.

¿Por qué el faraón siguió persiguiendo a Israel después de todo lo sucedido, incluida la muerte de los primogénitos? ¿Qué nos enseña esto sobre el peligro de persistir en el pecado?

V. EL CÁNTICO DE MOISÉS Y DE MARÍA

Todo el ejército egipcio fue derrotado y nadie sobrevivió, incluido el faraón (ver Salmos 136:15). Fue una derrota impresionante para los egipcios y una victoria completa para el pueblo de Dios. No es de extrañar que, a lo largo de toda su historia y hasta el día de hoy, los judíos revivan este incidente.

Lee Éxodo 15:1 al 21. ¿Cuál es el contenido del cántico de Moisés?

Este cántico alaba al Señor porque es un Guerrero poderoso que derrotó a quienes se oponían a su pueblo. Moisés desarrolla personalmente este tema subrayando que el Señor, su Dios, es también su fortaleza, su canción y su salvación. Nadie es como él, «magnífico en santidad, terrible en prodigios, autor de maravillas» (Éxodo 15:11).

El cántico de Moisés habla de quién es Dios y de lo que hace. El Señor es exaltado, alabado y admirado por su extraordinaria obra en favor de su pueblo. La gratitud y la adoración son el resultado natural de la bondad de Dios para con nosotros. El aprecio por su amor es el prerrequisito para disfrutar de una vida espiritual vibrante. El amor inquebrantable de Dios es especialmente enfatizado y glorificado porque él conducirá al pueblo que ha redimido hasta su santa morada. Moisés predice que Dios establecerá el Santuario en el monte de su heredad (Éxodo 15:17) en referencia a Sion y al templo de Jerusalén.

En Apocalipsis 15:2-4, los redimidos cantan el cántico de Moisés y del Cordero. ¿Puedes imaginar cómo sonará en el Cielo esta alabanza a Dios por sus grandes y maravillosas obras, por sus juicios justos y verdaderos, por sus acciones justas y su santidad?

Observa lo que dice la última línea del cántico: «Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus actos de justicia han quedado manifiestos» (vers. 4). Es decir, cuando los juicios de Dios, especialmente los que tienen que ver con el mal y la opresión que durante milenios han quedado impunes, se hayan manifestado, los redimidos de las naciones lo alabarán por esos juicios.

Immanuel Kant dijo que si Dios es justo debe haber algún tipo de vida después de la muerte. ¿Por qué es tan acertada esa afirmación y cómo podemos aprender a confiar en que un día llegará la justicia que tanta falta hace en nuestro mundo? ¿Qué consuelo puede darnos esa esperanza?

CONCLUSIÓN

Dios estaba con los israelitas a pesar de su poca fe. Deseaba instruirlos y guiarlos a fin de que pensaran y se comportaran como su pueblo elegido. Dios los guió pacientemente y los dirigió a un lugar donde encontrarían menos desafíos. 
"Los israelitas no estaban preparados para un encuentro con aquel pueblo fuerte y belicoso. Tenían un conocimiento muy limitado de Dios y muy poca fe en él, y se habrían aterrorizado y desanimado. Carecían de armas y no estaban habituados a la guerra; tenían el espíritu deprimido por su prolongada servidumbre, y se hallaban impedidos por las mujeres y los niños, los rebaños y las manadas. Al dirigirlos por la ruta del Mar Rojo, el Señor se reveló como un Dios compasivo y juicioso» (PP, 254).

Acerca del cántico de Moisés, el Comentario bíblico Andrews dice lo siguiente: «La certeza de este acto redentor de Dios en la historia nos asegura que nada tenemos que temer del futuro. La última estrofa se centra en los enemigos futuros que tendrían que ser enfrentados en la conquista de Canaán. Por causa del “brazo poderoso” (RVC) de Dios, enmudecerían “como una piedra” (v. 16). 
Cuando enfrentamos certeras imposibilidades, cuando nos sentimos acorralados y no sabemos adónde acudir, podemos encontrar seguridad en “el cántico de Moisés”, porque conmemora un gran acontecimiento de la historia del pueblo de Dios» (Comentario bíblico Andrews, t. 1, p. 250).

Aunque todos enfrentamos a veces pruebas terribles, muchos hemos tenido (y seguimos teniendo) días muy buenos y momentos en los que no nos ocurre nada malo a nosotros ni a nuestros seres queridos. ¿Por qué deberíamos considerar esos momentos como una demostración de la gracia y la protección de Dios, sobre todo en vista de que vivimos en territorio «enemigo»? Es decir, ¿por qué deberíamos acordarnos siempre de alabar a Dios en los buenos tiempos, ya que no sabemos de qué calamidades hemos sido librados?

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