"Y tal como el Señor lo había dicho por medio de Moisés, el corazón de Faraón se endureció y no dejó ir a los israelitas" (Éxodo 9:35). Cierto granjero intentaba que su burro se moviera, pero el animal no lo hacía. Tomó entonces una rama gruesa y lo azotó. Volvió a hablar al burro, y este empezó a moverse. Cuando alguien preguntó al granjero por qué su técnica había funcionado con el terco animal, respondió: «Lo primero fue llamar su atención». Dejando a un lado cualquier cuestión acerca de la crueldad contra los animales, hay un punto que señalar aquí, especialmente en el contexto del Éxodo de los hebreos fuera de Egipto. Moisés había recibido órdenes de marchar y se dirigió al faraón con las famosas palabras shalaj et ami: «¡Deja ir a mi pueblo!». Sin embargo, el faraón no quiso dejar marchar al pueblo de Dios. Las Escrituras no explican por qué el gobernante se mostraba tan reacio, más allá de la amenaza militar que los egipcios temían que los hebreos pudieran representar ...
Un espacio con sermones que procuran fortalecer la fe y la esperanza en Jesús.