“Jesús respondió: ‘Te aseguro, el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios’ ” (Juan 3:3).
Sin duda, Jesús proporcionó a la gente poderosa evidencia bíblica en respaldo de sus afirmaciones acerca de sí mismo, incluyendo: “Les aseguro: El que cree, tiene vida eterna” (Juan 6:47).
Pero hay más. Convirtió el agua en vino; alimentó a miles de personas con unos pocos panes y peces; sanó al hijo del noble; restauró al hombre en el estanque de Betesda; dio la vista al ciego de nacimiento; y resucitó a Lázaro. El evangelista recurre a toda una serie de acontecimientos y personas (judíos, gentiles, ricos, pobres, hombres, mujeres, gobernantes, plebeyos, cultos e incultos) para que den testimonio de quién es Jesús.
Juan señala incluso al propio Padre y a las Escrituras como testigos de la identidad del Maestro.
Este estudio comienza con el poderoso testimonio de Juan el Bautista. También aparecen en escena otros testigos: Andrés y Simón Pedro, Felipe y Natanael; y un testigo inesperado, el fariseo Nicodemo. Pero hay otro testigo que permanece en la sombra (ese otro discípulo con Andrés, en Juan 1:35, 40): el propio Juan.
I. EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA
Como ilustraba la lección de la semana pasada, el Evangelio de Juan comienza con Jesucristo, el Verbo, en su existencia eterna antes de la Creación. Pero, en ese mismo prólogo, Juan el Bautista aparece como testigo de Jesús. Algunos judíos de la época de Jesús esperaban dos mesías, uno sacerdotal y otro real. Juan enseña claramente que Juan el Bautista no pretendía ser uno de esos mesías, sino que era testigo del único Mesías verdadero.
Juan el Bautista expresó luego algunas dudas sinceras (Mateo 11:2, 3; Lucas 7:19). ¿Cuál fue la causa de sus dudas y qué podemos aprender de ellas acerca de cómo mantenernos firmes en nuestra fe?
"Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? 20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. 21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. 22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? 23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Juan 1:19 al 23.
¿Cómo explicó Juan el Bautista su ministerio y su misión?
Los líderes religiosos enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle a Juan quién era. Con las grandes expectativas mesiánicas que había en Judea, era importante que el Bautista aclarara su relación con respecto a ellas. Él no era la Luz, pero había sido enviado por Dios para dar testimonio de la Luz y preparar la venida del Mesías (Juan 1:6-8). Por eso les respondió tan claramente como pudo, diciendo: “Yo no soy el Cristo” (Juan 1:20).
Además, Juan bautizaba con agua, pero Cristo bautizaría con el Espíritu (Juan 1:26, 33). Juan no era digno de desatar la correa de las sandalias de Jesús (Juan 1:27). Cristo superaba a Juan, pues existía desde antes que él (Juan 1:30). Jesús era el Hijo de Dios, y Juan se limitó a señalarlo como tal (Juan 1:34).
"Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. 2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados. 3 Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. 4 Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. 5 Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado". Isaías 40:1-5.
"Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Juan 1:23. ¿Cómo utiliza Juan estos versículos?
En la época de los caminos repletos de huecos y rocas, a veces se enviaban siervos delante del rey para nivelar la superficie de las calzadas, eliminar las curvas cerradas y allanar así el camino del soberano. En cumplimiento de la profecía, Juan vino con el fin de preparar el corazón de las personas para Jesús.
¿Cómo deberíamos los adventistas del séptimo día cumplir el mismo tipo de ministerio que Juan el Bautista de preparar el camino para el regreso del Señor? ¿Cuáles son los paralelismos?
Juan el Bautista vino a preparar el camino para Jesús. ¿Cuán exitoso fue su ministerio, al menos desde una perspectiva humana? Mientras reflexionas sobre tu respuesta, hazte también esta importante pregunta: ¿Cómo defines el “éxito” en las cosas espirituales?
II. EL CORDERO DE DIOS
Los judíos buscaban un Mesías que los librara de Roma. El objetivo del Evangelio de Juan era cambiar su idea acerca del Mesías para que pudieran reconocer en Jesús el cumplimiento de las profecías relativas al Rey venidero. El Mesías no sería un gobernante terrenal. Vino para cumplir todas las promesas del Antiguo Testamento que se referían a él, entre las que se incluye su sacrificio voluntario en favor del mundo, y para restablecer la relación entre Dios y su pueblo.
"El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. 31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. 32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. 33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. 34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. 36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. 37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús". Juan 1:29-37.
¿Qué anuncio hace Juan el Bautista acerca de Jesús? ¿Qué imagen utiliza para describirlo y por qué es tan importante para comprender quién era Jesús y cuál sería su misión?
La declaración del Bautista acerca de Jesús como el Cordero de Dios apoya el propósito del Evangelio de Juan, que es proveer una comprensión renovada de la naturaleza y la obra del Mesías. Jesús era la realidad representada por el sistema sacrificial que se remonta a la promesa del Redentor expresada por primera vez en Génesis 3:15.
“Cuando, en ocasión del bautismo de Jesús, Juan le señaló como el Cordero de Dios, una nueva luz resplandeció sobre la obra del Mesías. La mente del profeta fue dirigida a las palabras de Isaías: ‘Como cordero fue llevado al matadero’”(Isaías 53:7)” (DTG, 115).
"Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". Marcos 10:45.
"Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos". Romanos 5:6.
"Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados". 1 Pedro 2:24.
¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender el papel de Jesús como “el Cordero de Dios”?
Aunque Juan el Bautista necesitaba sin duda conocer más acerca del ministerio de Jesús, estaba seguro de que el Señor era el Mesías prometido, aquel que había venido en cumplimiento de la profecía.
Considera el título “Cordero de Dios” dado a Jesús. ¿Qué imágenes trae a tu mente, y cómo te ayuda su vinculación con el sistema sacrificial del Antiguo Testamento a apreciar el elevado costo de nuestra salvación?
III. LOS DOS DISCÍPULOS DE JUAN
Dos discípulos de Juan el Bautista estaban con él cuando Jesús pasó junto a ellos. Juan declaró: “¡Este es el Cordero de Dios!” (Juan 1:36). Los dos discípulos habían escuchado el mensaje de Juan acerca de Cristo, quien cumpliría las profecías del Antiguo Testamento acerca de la venida del Mesías. Los discípulos dejaron a Juan para seguir a Jesús, reconociendo que era superior a Juan el Bautista y el cumplimiento de su mensaje.
"El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. 36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. 37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. 38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? 39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima". Juan 1:35-39.
¿Qué hicieron estos dos discípulos después de escuchar el testimonio de Juan acerca de Jesús?
Deseaban estar con Jesús y pasaron el día con él. ¡Quién sabe qué cosas asombrosas habrán aprendido y experimentado entonces!
Fueron sin duda grandes cosas, pues poco después desearon compartir su experiencia con los demás. Andrés, uno de los dos discípulos, encontró inmediatamente a su hermano Simón y le dijo: “Hemos hallado al Mesías” (Juan 1:41). Cuando Andrés llevó a su hermano a Jesús, el Señor demostró que lo conocía: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú serás llamado Cefas” (Juan 1:42). Jesús conocía y comprendía a Pedro. El conocimiento profundo que Jesús tiene de las personas es un tema característico del Evangelio de Juan (ver, por ejemplo, Juan 2:24, 25).
“Si Juan y Andrés hubiesen estado dominados por el espíritu incrédulo de los sacerdotes y gobernantes, no se habrían presentado como discípulos a los pies de Jesús. Habrían venido a él como críticos, para juzgar sus palabras. [...]. No sucedió así con estos primeros discípulos. Habían respondido al llamamiento del Espíritu Santo, manifestado en la predicación de Juan el Bautista. Ahora, reconocían la voz del Maestro celestial. Para ellos, las palabras de Jesús estaban llenas de refrigerio, verdad y belleza. Una iluminación divina se derramaba sobre las enseñanzas de las Escrituras del Antiguo Testamento. Los multilaterales temas de la verdad se destacaban con una nueva luz”. (DTG, 117).
El gran énfasis del Evangelio de Juan es destacar quién es Jesús, a fin de que esta buena noticia pueda ser compartida con el mundo.
¿Cómo ha sido transformada tu vida por Cristo y por tu fe en él? ¿Qué otros cambios quisieras experimentar?
IV. FELIPE Y NATANAEL
"El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. 44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. 46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve". Juan 1:43-46.
¿Qué revelaba ya el mensaje de Felipe acerca de su fe en Jesús?
Felipe era de Betsaida, al igual que Andrés y Pedro. Encontró a su amigo Natanael y le habló de Jesús. Juan el Bautista había llamado a Jesús “el Cordero de Dios”. Andrés dijo a Pedro que había encontrado “al Mesías”. Pero Felipe llama a Jesús “aquel de quien escribieron Moisés y los profetas” y añade el nombre “Jesús de Nazaret”. Su referencia a Nazaret provoca una aguda reacción en su amigo.
Natanael tenía prejuicios acerca de la pequeña ciudad de Nazaret. Seguramente un rey no vendría de un lugar tan apartado. Los prejuicios impiden ver lo que las personas valen realmente. Felipe parece haber reconocido, posiblemente por conversaciones anteriores con Natanael, que la forma adecuada de tratar los prejuicios no es una exaltada argumentación filosófica o teológica, sino más bien invitar al individuo a experimentar la verdad personalmente. Simplemente, dijo: “Ven y ve”. Y eso es exactamente lo que hizo. Fue y vio.
"Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. 48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. 50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. 51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre". Juan 1:47-51.
¿Cómo convenció Jesús a Natanael de quién era, y cuál fue la respuesta de Natanael?
Entre los versículos 46 y 47 se encuentra el detalle crucial de cómo respondió Natanael a la invitación de Felipe. Se levantó y fue a verlo. Su amistad con Felipe fue más fuerte que sus prejuicios, y su vida cambió a partir de ese momento.
Jesús pronuncia palabras halagadoras acerca de Natanael, llamándolo israelita en quien no hay engaño (Juan 1:47), un gran contraste con lo que Natanael había dicho acerca de Jesús (Juan 1:46). Natanael responde sorprendido, pues no había visto antes a Jesús.
Entonces Jesús refiere haberlo visto bajo una higuera, y esta pequeña afirmación convence a Natanael. Jesús había visto por iluminación divina a Natanael orando, buscando la verdad bajo aquel árbol (DTG, 119). Natanael hace entonces una exaltada confesión y llama a Jesús Rabí, Hijo de Dios y Rey de Israel. Observa cómo aquella revelación aparentemente pequeña de parte de Jesús conduce a la más grandiosa confesión de fe.'
V. EL TESTIMONIO DE NICODEMO
Lee Juan 3:1 al 21. ¿Cómo apoya el testimonio de Nicodemo el tema del Evangelio de Juan?
Nicodemo era un maestro respetado en Israel y un acaudalado miembro del Sanedrín. Su testimonio desempeña un papel importante en el Evangelio de Juan por varias razones. Se refirió a Jesús como “rabí” y destacó las señales que Jesús realizaba como demostración del origen divino de su misión. Por lo tanto, incluso antes de que Nicodemo advirtiera lo que hacía, estaba apoyando el mesianismo de Jesús.
Nicodemo consideraba las señales en sí como una prueba del origen divino de Jesús, pero no las veía como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías. Nicodemo llegó, pues, al encuentro con algunas dudas. En ese momento, no reconocía a Jesús como el Cristo.
Lee Juan 3:3 al 21. ¿Qué dijo Jesús a Nicodemo para demostrarle que conocía su interior?
Jesús conoce el corazón de cada persona. Su respuesta a Nicodemo puede parecer abrupta, pero él va directamente al asunto. Aunque los judíos creían que los gentiles necesitaban convertirse, muchos no entendían que ellos, los integrantes del pueblo elegido, también necesitaban una experiencia de conversión. Nadie nace salvo, independientemente de su nacionalidad o de la iglesia en la que haya crecido.
No cabe duda de que la maravillosa herencia de los judíos, que se remontaba a Abraham, les ofrecía muchas ventajas (ver Romanos 3:1, 2). Pero eso no era en sí mismo suficiente. Jesús dijo a Nicodemo lo impensable, que él, un maestro y dirigente en Israel, ¡debía nacer de nuevo y de lo Alto!
Jesús confrontó seguidamente a Nicodemo con su ignorancia espiritual: “Tú eres maestro en Israel, ¿y no lo sabes?” (Juan 3:10). ¿Cómo es posible que tú, un maestro exaltado, no sepas esto? La reprimenda fue sin duda impactante.
A pesar de las dudas que Nicodemo tenía entonces con respecto a Jesús, más tarde se puso de su parte junto a los seguidores del Maestro (ver Juan 19:39).
¿Qué significa “nacer de nuevo” y por qué Jesús hace tanto hincapié en ello?
¿De qué manera alguien como Nicodemo, un líder de la verdadera iglesia y poseedor de mucho conocimiento, podía ser tan ignorante acerca de lo realmente importante en materia espiritual? ¿Qué lecciones podemos aprender de su situación?
CONCLUSIÓN
Nicodemo “escudriñó las Escrituras de una manera nueva, no para discutir una teoría, sino para recibir vida para el alma. Empezó a ver el Reino de los cielos cuando se sometió a la dirección del Espíritu Santo [...].
“Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos gana nada. Es la mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamos sus méritos, el remedio por el pecado. [...] El arrepentimiento proviene de Cristo tan ciertamente como el perdón.
“¿Cómo hemos de salvarnos entonces? ‘Como Moisés levantó la serpiente en el desierto’, así también el Hijo del hombre ha sido levantado, y todos los que han sido engañados y mordidos por la serpiente pueden mirar y vivir. ‘He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’. La luz que resplandece de la cruz revela el amor de Dios. Su amor nos atrae a él. Si no resistimos esta atracción, seremos conducidos al pie de la cruz arrepentidos por los pecados que crucificaron al Salvador. Entonces el Espíritu de Dios produce por medio de la fe una nueva vida en el alma. Los pensamientos y los deseos se sujetan en obediencia a la voluntad de Cristo. El corazón y la mente son creados de nuevo a la imagen de Aquel que obra en nosotros para someter todas las cosas a sí. Entonces la ley de Dios queda escrita en la mente y el corazón, y podemos decir con Cristo: ‘El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado’ (Sal. 40:8)” (DTG, 151, 152).
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