"Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo" Efesios 4:26.
La Biblia muestra el método de resolver los conflictos en Mateo 18; sin embargo el apóstol Pablo resalta el tiempo para ello. La madurez de una persona se conoce en su presta y pronta disposición a resolver los conflictos. Quienes NO son maduros suelen esperar grandes lapsos de tiempo para resolver los conflictos, que por su vez, crecen y muchas veces se convierten en resentimiento, amargura, frustración y grande malestar.
Todos enfrentamos conflictos en nuestras vidas, ya sea en el trabajo, en la familia o en nuestras comunidades. La manera en que manejamos estos conflictos puede fortalecer o debilitar nuestras relaciones. Efesios 4:26 nos da una perspectiva divina sobre cómo abordar el enojo y resolver los conflictos.
I. Reconocer el Enojo
El versículo comienza con “Airaos”, lo que reconoce que el enojo es una emoción humana natural. No se nos dice que nunca nos enojemos, sino que debemos ser conscientes de nuestro enojo. Es importante identificar y aceptar nuestros sentimientos en lugar de reprimirlos.
Imagina una olla a presión. Si no liberamos el vapor de vez en cuando, eventualmente explotará. De la misma manera, debemos reconocer y manejar nuestro enojo antes de que se acumule y cause daño.
"La vida consecuente, la paciente tolerancia, el espíritu sereno bajo la provocación, es siempre el argumento más concluyente y el más solemne llamamiento". 2MCP, 89.
II. No Pecar en Nuestro Enojo
La segunda parte del versículo, “pero no pequéis”, nos advierte sobre las acciones que tomamos cuando estamos enojados. El enojo puede llevarnos a decir o hacer cosas que lamentamos. Debemos buscar maneras de expresar nuestro enojo sin herir a los demás, manteniendo la calma y la compasión.
Piensa en un incendio. El enojo es como una chispa. Si no tenemos cuidado, puede convertirse en un fuego incontrolable que destruye todo a su paso. Pero si manejamos la chispa adecuadamente, podemos evitar el desastre.
"Recordad que no podéis leer los corazones. No podéis conocer los motivos que impulsan las acciones que os parecen erróneas. Hay muchos que no han recibido la debida educación; sus caracteres son tortuosos, duros y retorcidos, y parecen sinuosos en todas formas. Pero la gracia de Cristo puede transformarlos. Nunca los echéis a un lado, nunca los induzcáis al desánimo o a la desesperación diciéndoles: “Usted me ha chasqueado, y no trataré de ayudarlo”. Unas pocas palabras habladas apresudaramente bajo la provocación—precisamente lo que nosotros pensamos que merecen—pueden cortar las cuerdas de la influencia que habría atado sus corazones al nuestro". 2MCP, 89.
III. Resolver los Conflictos Rápidamente
“No se ponga el sol sobre vuestro enojo” nos insta a resolver los conflictos de manera rápida y efectiva. No debemos dejar que el enojo se acumule y se convierta en resentimiento. En lugar de eso, debemos buscar la reconciliación y el perdón antes de que termine el día.
Considera una herida. Si no la tratamos rápidamente, puede infectarse y causar más problemas. Del mismo modo, los conflictos no resueltos pueden infectar nuestras relaciones y causar más daño.
Imagina que casi te chocan o atropellan ¿Cuál sería tu reacción con toda la adrenalina encima?
El texto no se refiere simplemente a no dejar pasar ese día sin resolver el conflicto; sino, a resolverlo prestamente; es decir, lo más pronto posible. (De dos a cinco minutos, es un buen tiempo que demuestra amplitud, generosidad y gran madurez. Créeme)
No serán necesarias grandes explicaciones, pero una palabra de disculpa puede hacer una gran diferencia.
IV. Buscar la Reconciliación
La resolución de conflictos no se trata solo de evitar el pecado, sino de restaurar las relaciones. Debemos estar dispuestos a escuchar, comprender y perdonar. La reconciliación requiere humildad y un corazón dispuesto a sanar.
Imagina un puente roto. La reconciliación es como reconstruir ese puente, permitiendo que las personas se conecten nuevamente y fortalezcan su relación.
Efesios 4:26 nos enseña que el enojo no es el problema, sino cómo lo manejamos. Al reconocer nuestro enojo, evitar pecar, resolver los conflictos rápidamente y buscar la reconciliación, podemos fortalecer nuestras relaciones y vivir en paz. Que Dios nos dé la sabiduría y la gracia para manejar nuestros conflictos de acuerdo con Su palabra.
- ¿Hay algún conflicto en tu vida que necesite ser resuelto hoy?
- ¿Estás dispuesto a perdonar y buscar la reconciliación con aquellos que te han herido?
- ¿Cómo puedes aplicar estos principios en tus relaciones diarias?
Que Dios nos dé la sabiduría y la gracia para manejar nuestros conflictos de acuerdo con su palabra.
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