“Y les dijo: ‘Vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres’ ” (Marcos 1:17).
Cada Evangelio presenta el comienzo del ministerio de Jesús de una manera particular.
Mateo muestra a Jesús llamando discípulos y luego predicando el Sermón del Monte.
Lucas narra la historia del sermón inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret.
Juan cuenta el llamado de varios de los primeros discípulos y la boda de Caná, donde Jesús realizó su primera señal.
El Evangelio de Marcos narra el llamado de cuatro discípulos, y describe un sábado en Capernaum y lo que ocurrió luego.
Este “sábado con Jesús”, al comienzo del Evangelio de Marcos, da al lector una idea de quién es él.
En el segmento de Marcos que estudiaremos, hay muy pocas palabras de Jesús:
- Un breve llamado al discipulado,
- La orden que le da a un demonio,
- El plan de visitar otros lugares y
- La curación de un leproso junto con la orden de presentarse ante un sacerdote para ser declarado limpio.
El énfasis está en la acción, particularmente en la sanación de las personas. Al escritor del Evangelio le gusta usar la palabra “inmediatamente” para ilustrar la rapidez característica del ministerio de Jesús.
I. SÍGUEME
"Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y dejando luego sus redes, le siguieron. 19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron. Marcos 1:16-20.
¿Quiénes eran los hombres a los que Jesús llamó como discípulos y cuál fue su respuesta?
Marcos 1 no registra muchas de las palabras de Jesús. No obstante, Marcos 1:17 da cuenta de las que dirigió a dos pescadores: Simón, quien luego sería llamado “Pedro”, y su hermano Andrés. Los dos hombres están arrojando una red a orillas del Mar de Galilea.
No se hace mención alguna de un bote u otros accesorios de pesca, lo que podría sugerir que no están en una buena situación financiera. En Marcos 1:19 y 20, Santiago y Juan están en un bote con su padre y sirvientes, lo que parece indicar que estaban en una mejor situación financiera que Pedro y Andrés. Lucas afirma que Pedro sí tiene un bote y que, en verdad, Santiago y Juan eran compañeros de Pedro y Andrés (ver Lucas 5:1-11). Pero el Evangelio de Marcos puede estar presentando un contraste entre los dos grupos de hermanos para ilustrar, de esa manera, que Jesús llama al discipulado tanto a quienes tienen menos recursos como a los que tienen más.
El llamado de Jesús a estos hombres es simple, directo y profético. Los llama a seguirlo; es decir, a llegar a ser sus discípulos. Les asegura que, si responden a su llamado, los convertirá en pescadores de hombres.
Reflexiona acerca de por qué estos hombres dejaron todo inmediatamente y siguieron a Jesús
"Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y dejando luego sus redes, le siguieron. 19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron". Marcos 1:16-20.
El Evangelio de Juan completa el cuadro (lee Juan 1:29-42). Parece que los hermanos eran seguidores de Juan el Bautista y escucharon su proclamación de que Jesús era “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Ellos encontraron a Jesús y pasaron tiempo con él cerca del río Jordán. En consecuencia, su aceptación del llamado de Jesús al ministerio no fue una reacción alocada o impensada sino algo que habían considerado detenidamente.
¿Por qué no aporta Marcos más detalles? Probablemente, para destacar el poder de Jesús. Él llama, y unos pescadores dispuestos responden, como consecuencia de lo cual ni la vida de ellos ni el mundo volverían a ser iguales.
¿Qué has sido llamado a abandonar para para seguir a Jesús? (Reflexiona en las implicaciones de tu respuesta, especialmente si no puedes pensar en algo).
II. UN INOLVIDABLE SERVICIO DE ADORACIÓN
"Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba. 22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, 24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. 25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! 26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. 27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? 28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea". Marcos 1:21-28.
¿Qué experiencia inolvidable tuvo lugar en la sinagoga de Capernaum y qué verdades espirituales podemos recoger de este relato?
La mayoría de los cristianos atesora momentos inolvidables de su senda cristiana: la decisión de seguir a Jesús, el día de su bautismo, un poderoso sermón durante el cual experimentaron profundamente la presencia de Dios. Algunos de estos momentos pueden no solo ser inolvidables, sino también transformadores.
Esa pudo haber sido la experiencia de algunos en Capernaum aquel sábado descrito en Marcos 1. “Y admiraban su enseñanza, porque les enseñaba con plena autoridad y no como los escribas” (Marcos 1:22). Mientras Jesús enseñaba, un endemoniado, impactado sin duda por la enseñanza de Jesús, exclamó: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡El Santo de Dios!” (Marcos 1:24). Jesús expulsó entonces al demonio.
Piensa en las implicaciones de esas palabras del demonio.
Para empezar, el demonio identifica a Jesús como “el Santo de Dios”. Reconoce así que Jesús es el santo emisario de Dios en contraste con las impuras e impías huestes de Satanás. Uno espera encontrar personas y cosas santas en un ambiente de adoración, no impureza e impiedad. Por lo tanto, hay en esta historia un marcado contraste entre las fuerzas del bien y las del mal. Podemos ver aquí la realidad del Gran Conflicto. La gente puede no saber aún quién es Jesús, pero el demonio ciertamente lo sabe y también lo reconoce públicamente.
En segundo lugar, la orden de salir del hombre es comprensible, pero ¿por qué la orden “¡Cállate!” (vers. 25)? A partir de aquí, aparece un notable tema en Marcos: el llamado de Jesús a guardar silencio acerca de quién es él. Los eruditos llaman a esto “el secreto mesiánico”.
El llamado de Jesús al silencio tiene sentido al considerar las connotaciones políticas propias de las expectativas mesiánicas de su tiempo. Era riesgoso ser un mesías. No obstante, junto con los llamados al silencio se encuentran las inconfundibles revelaciones de quién es Jesús. Lo que resultará claro con el tiempo es que la identidad de Jesús no puede ser ocultada, y la verdad acerca de quién es él se convierte en el centro del mensaje del evangelio. Las personas no solo necesitan saber quién es Jesús, sino también tomar una decisión sobre cómo responderán a su venida y lo que significa para ellas.
Al tratar de dar testimonio a otros, ¿cuándo podría ser prudente no presentar todo lo que creemos acerca de “la Verdad Presente”?
III. MÁS MINISTERIO SABÁTICO
"Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. 30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. 31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía. 32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; 33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta. 34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían". Marcos 1:29-34.
¿Cómo ayudó Jesús a la familia de Pedro y qué lecciones espirituales podemos extraer de este relato?
Después del asombroso servicio religioso en la sinagoga, Jesús se retira con su pequeño grupo de discípulos (Pedro, Andrés, Santiago y Juan) al hogar de Pedro, evidentemente para dedicar el resto del sábado a una comida amistosa y a la confraternidad.
Pero una nota de preocupación sobrevuela la escena: la suegra de Pedro está enferma y afiebrada, lo que en ese tiempo significaba solo dos opciones: recuperarse o morir. Ellos le hablan a Jesús de la enfermedad, y Jesús toma a la suegra de Pedro de la mano y la pone en pie. Ella inmediatamente comienza a atender las necesidades de ellos. ¡Qué poderoso ejemplo de que quienes han sido salvados y sanados por Jesús sirven a otros como resultado!
A lo largo del Evangelio de Marcos, ocurre a menudo que Jesús sana a las personas afectadas tocándolas (Marcos 1:41; 5:41), aunque en otras ocasiones no se menciona ningún toque (Marcos 2:1-12; 3:1-6; 5:7-13).
Jesús no había concluido aún su tarea de servicio aquel día. Después de la puesta de sol, muchos acudieron a la casa de Pedro buscando sanidad, sin duda después de ver lo sucedido en la sinagoga ese día o por haber oído acerca de ello. El hecho de que el escritor del Evangelio no diga a sus lectores que la gente esperó a causa de las horas sabáticas para recién entonces acudir allí indica que él daba por sentado que sabían acerca del reposo sabático. Este rasgo del Evangelio de Marcos es consistente con el hecho de que sus lectores observaban el sábado.
Marcos dice que la ciudad entera se dio cita en la puerta de la casa aquel atardecer (Marcos 1:33). Sin duda, Jesús tuvo que dedicar considerable tiempo para atender a todas esas personas.
“Durante horas y horas, llegaban y se iban; porque nadie sabía si al día siguiente encontrarían al Médico todavía entre ellos. Nunca antes había presenciado Capernaum un día como ese. Llenaban el aire las voces de triunfo y de liberación. El Salvador se regocijaba por la alegría que había despertado. Mientras presenciaba los sufrimientos de aquellos que habían acudido a él, su corazón se conmovía de simpatía y se regocijaba en su poder de devolverles la salud y la felicidad.
“Jesús no cesó de trabajar hasta que el último doliente hubo quedado aliviado. Ya era muy avanzada la noche cuando la muchedumbre se fue, y el silencio descendió sobre el hogar de Simón. Había terminado el largo día lleno de excitación, y Jesús buscó descanso. Pero, mientras la ciudad estaba aún envuelta por el sueño, el Salvador ‘levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba’ ” (DTG, 230).
IV. EL SECRETO DEL MINISTERIO DE JESÚS
"Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban; 37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. 38 Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. 39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios". Marcos 1:35 al 39.
¿Qué importantes lecciones pueden ser extraídas de lo que Jesús hizo aquí?
Jesús se levantó antes del amanecer y fue a un lugar desierto, tranquilo, para orar. Marcos 1:35 destaca la oración como el foco de la acción de Jesús. Todas las otras formas verbales que forman parte de esa declaración se encuentran en un formato resumido: se levantó, salió, se fue (todas expresadas mediante el tiempo verbal conocido en griego como aoristo, indicando así acción completada). Pero el verbo “orar” está conjugado en tiempo imperfecto, una forma usada para expresar, particularmente aquí, un proceso en curso. Él estaba orando, seguía orando. El texto destaca también cuán temprano se levantaba Jesús para orar, lo que implica que el tiempo que dedicaba a orar a solas era considerable.
A lo largo de los evangelios, se nos presenta a Jesús como una persona de oración (ver Mateo 14:23; Marcos 6:46; Juan 17). Este parece ser uno de los secretos del poder del ministerio de Jesús.
Lee Lucas 6:12. ¿Qué nos enseña esto acerca de la vida de oración de Jesús?
Muchos cristianos han establecido momentos específicos para la oración. Esta práctica es correcta y provechosa, pero también puede volverse una rutina, algo que se hace casi sin pensar. Una manera de salir de un molde preestablecido es cambiar ocasionalmente el momento dedicado a orar u orar a veces durante más tiempo. El punto es no encerrarse a uno mismo en una especie de fórmula invariable.
Pedro y sus compañeros no fueron con Jesús al lugar de oración. Probablemente conocían el sitio, pues lo encontraron allí. Su observación de que todos estaban buscando a Jesús era una sugerencia de que extendiera la emocionante experiencia del día previo, y siguiera sanando y enseñando. Sorprendentemente, Jesús se niega a ello y señala hacia un campo de servicio más amplio en favor de otros lugares. Él les dijo: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Marcos 1:38).
Si Jesús mismo necesitó dedicar tanto tiempo a orar, ¿cuánto tiempo deberíamos nosotros pasar en oración? ¿Qué nos dice el ejemplo de Jesús acerca de ello?
¿Por qué es tan importante la oración en la vida cristiana?
¿Qué preguntas se hacen las personas acerca del propósito y la eficacia de la oración?
V. ¿PUEDES GUARDAR UN SECRETO?
"Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. 42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio. 43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, 44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. 45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes". Marcos 1:40 al 45.
¿Qué nos enseña esto acerca de Jesús y de cómo se relacionó con los marginados de la sociedad?
La lepra descrita en este pasaje, al igual que en todo el Antiguo Testamento, no se refiere solo a lo que conocemos hoy como la enfermedad de Hansen, o lepra auténtica. La terminología bíblica sería mejor traducida como “temida enfermedad de la piel” y podía incluir otras dolencias cutáneas.
La lepra propiamente dicha, o mal de Hansen, pudo haber llegado al Cercano Oriente alrededor del tercer siglo antes de Cristo (ver David P. Wright y Richard N. Jones, “leprosy [lepra]”, The Anchor Bible Dictionary, v. 4 [Nueva York: Doubleday, 1992], pp. 277-282). Por lo tanto, el leproso del que habla el pasaje en cuestión pudo haber tenido la enfermedad de Hansen, aunque no sabemos con certeza de qué dolencia sufría, solo que estaba enfermo.
El leproso confía en que Jesús puede limpiarlo. Según Levítico 13, un leproso era ritualmente impuro y debía evitar el contacto con otras personas (ver Levítico 13:45, 46).
Sin embargo, Jesús es movido por la compasión y toca al hombre. “Jesús se compadeció de él. Extendió su mano, lo tocó y le dijo: ‘ Así lo quiero. ¡Queda limpio!’ ” (Marcos 1:41). Esta acción debería haber contaminado ritualmente a Jesús hasta el atardecer, cuando le habría sido requerido que se lavara a fin de volver a ser ritualmente limpio (compara con Levítico 13-15). Pero Marcos tiene claro que la acción de Jesús de tocar al hombre enfermo limpió a este de su lepra. En consecuencia, Jesús no fue ritualmente contaminado por el hecho de tocarlo.
Jesús le dice al hombre que vaya a un sacerdote y que ofrezca el sacrificio ordenado por Moisés para tales casos en Levítico 14. A lo largo del Evangelio de Marcos, Jesús se manifiesta en favor de lo que Moisés enseñó (ver Marcos 7:10; 10:3, 4; 12:26, 29-31). Esa posición está en marcado contraste con los dirigentes religiosos, quienes en pasajes como los de Marcos 7, 10 y 12 desvirtúan el propósito original de las enseñanzas comunicadas por medio de Moisés. Estos detalles explican la orden de guardar silencio dada por Jesús al hombre en Marcos 1:44. Si contaba su curación, esto podía prejuiciar la decisión del sacerdote en contra de Jesús.
Pero el leproso sanado parece no entender esto y, en desobediencia al mandato de Jesús, esparce la noticia por todas partes, lo que impide a Jesús entrar abiertamente en los poblados para realizar su ministerio.
¿Quiénes son los “leprosos” (intocables) en tu cultura actualmente? ¿Cómo puede tu iglesia alcanzar y “tocar” a esas personas a fin de acercarles el evangelio?
¿En qué ocasiones sería mejor no decir demasiado acerca de nuestra fe?
¿Cuándo podría eso ser prudente y, sin embargo, cómo podemos hacer eso sin comprometer nuestro testimonio?
¿Cómo podemos ser cuidadosos para no hacer cosas que obstaculicen la difusión del evangelio, independientemente de cuán buenas sean nuestras intenciones?
CONCLUSIÓN
Lee los capítulos titulados “En Capernaum” y “Puedes limpiarme”, en El Deseado de todas las gentes, de Elena de White, pp. 223-242.
¿Qué cuadro de Jesús presenta Marcos 1? Jesús tiene autoridad para llamar discípulos, y quienes son llamados responden. Él es santo, en contraste con los espíritus impuros, que están a las órdenes de Satanás. Una gran batalla está teniendo lugar entre las fuerzas del bien y las del mal, y Jesús tiene más poder que los demonios. Jesús siente compasión por los enfermos y los ayuda, tocándolos aun cuando nadie más lo haría. “Mientras estaba Jesús en la sinagoga, hablando del reino que había venido a establecer y de su misión de libertar a los cautivos de Satanás, fue interrumpido por un grito de terror. Un loco se lanzó hacia adelante de entre la gente, clamando: ‘Déjanos, ¿qué tenemos contigo, Jesús Nazareno? ¿has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios’.
“Todo quedó entonces en confusión y alarma. La atención se desvió de Cristo, y la gente ya no oyó sus palabras. Tal era el propósito de Satanás al conducir a su víctima a la sinagoga. Pero Jesús reprendió al demonio diciendo: ‘Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno’. […] Aquel que había vencido a Satanás en el desierto de la tentación se volvía a encontrar frente a frente con su enemigo. El demonio ejercía todo su poder para retener el control de su víctima. Perder terreno sería dar una victoria a Jesús. Parecía que el torturado iba a perder su vida en la lucha contra el enemigo que había arruinado su virilidad. Pero el Salvador habló con autoridad, y libertó al cautivo” (DTG 226, 227).
Mientras tanto, nuestro Salvador desarrollaba un ministerio muy activo: iba de un lugar a otro y estaba en contacto casi constante con muchas personas. ¿Cómo pudo mantener un enfoque sereno y estable durante su ministerio en favor de las personas? Indudablemente, eso fue posible en virtud de su experiencia diaria con la oración.
Piensa en lo que podría ser una agenda manejable de cantidad de tiempo dedicado a la oración y al estudio de las Escrituras. Encuentra un esquema que te dé resultado y dedica tiempo a desarrollar un espíritu apacible, guiado por el Espíritu y la Palabra de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario