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Cómo cantar la canción del Señor en tierra extraña

“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Salmos 137:4).

De la oscuridad al amanecer
Alcánzanos, Jesús, desde tu cruz
Aunque nos sintamos olvidados
Susténtanos durante la noche dolorosa
Hasta que despierten nuevos amaneceres 
(Brian Wren. 'When on life a Darkness fall' - Carol Stream, Illinois: Hope Publishing, 1985. Citado en Klingbeil, Martin. Los Salmos, 60).

No necesitamos adentrarnos en el libro de Salmos para descubrir que los salmos se expresan en un mundo imperfecto, lleno de pecado, maldad, sufrimiento y muerte. La Creación, estable y dirigida por el Señor soberano y sus leyes justas, se ve constantemente amenazada por el mal. A medida que el pecado corrompe el mundo cada vez más, la Tierra se ha convertido más en una “tierra extraña” para el pueblo de Dios. Esta realidad le plantea un problema al salmista: ¿Cómo vivir una vida de fe en una tierra extraña?

Como ya hemos visto, los salmistas reconocen el gobierno soberano y el poder de Dios, así como sus justos juicios. Saben que Dios es la ayuda y el refugio eternos e infalibles en tiempos de angustia. Por eso, los salmistas se sienten a veces perplejos (¿quién no?) ante la aparente ausencia de Dios y la prosperidad del mal frente al Señor soberano y bueno. Sentimientos como la soledad, pérdida, abandono y miedo se cuentan entre las experiencias más traumáticas. Lidiar con el sufrimiento humano ante la aparente lejanía divina. Y sin duda, un sentimiento de abandono total está relacionado con el olvido. Es como un pequeño deambulando en un entorno hostil, especialmente en momentos de angustia. El silencio y la ausencia de Dios ante el sufrimiento humano es un tema que preocupaba a los salmistas. No implica que Dios se olvide de nosotros, sino que describe lo que humanos experimentamos cuando perdemos el favor de Dios y somos excluidos de su presencia.

¿Hasta cuándo? - La Teodicea

Sentir la ausencia De Dios era algo muy real para los salmistas. La Teodicea (palabra que proviene del griego y significa 'justificar a Dios') plantea la cuestión de cómo un Dios bueno puede tolerar el sufrimiento del inocente. No es que un Dios soberano necesite de una defensa humana, pero la cuestión de por qué sufren los justos y prosperan los malvados es tan antigua como el mundo mismo después de la caída. Este tema es central en el libro de Job. En última instancia, la teodicea 'es una crisis existencial de nuestra fe personal y de cómo consideramos el carácter de Dios' (Fredrik Lindstrom, 'Theodicy in the Psalms', en Theodicy in the world of the Bible. ed. Antti Laato y Johannes C. de Moor (Leiden:Brill, 2003). pp 256-303. (Citado en Klingbeil, Martín. 'Los Salmos' ACES, 2023, 56).

"Hay dos Salmos que son particularmente importantes para la cuestión de la Teodicea, los Salmos 73 y 88". (Klingbeil, Martín. 'Los Salmos' ACES, 2023, 56).

La naturaleza paradójica de los salmos como oraciones se demuestra en las respuestas de los salmistas al aparente silencio de Dios. En otras palabras, los salmistas responden a la aparente ausencia de Dios, así como a su presencia.

¿Qué tensiones experimentaron los salmistas frente al mal? ¿A qué tensiones similares te has enfrentado tú, y cómo las has afrontado? ¿Cómo conservas la fe durante estos tiempos?

I. LOS DÍAS DEL MAL

Recuerda, Señor, que tu enemigo te insulta y que un pueblo insensato ofende tu nombre. No entregues a las fieras la vida de tu tórtola; no te olvides, ni ahora ni nunca, de la vida de tus pobres. Toma en cuenta tu pacto, pues hasta en los lugares más oscuros del país abunda la violencia. Que no vuelva humillado el oprimido; que alaben tu nombre el pobre y el necesitado. Levántate, oh Dios, y defiende tu causa; recuerda que a todas horas te ofenden los necios". Salmos 74:18-22.

¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Arderá tu celo como el fuego? ¡Descarga tu ira sobre las naciones que no te reconocen, sobre los reinos que no invocan tu nombre! Porque a Jacob se lo han devorado y al país lo han dejado en ruinas. No tomes en cuenta los pecados de nuestros antepasados; ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos! Oh Dios y Salvador nuestro, por la gloria de tu nombre, ayúdanos; por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados. ¿Por qué van a decir las naciones: «Dónde está su Dios»?

Permítenos ver y muéstrales a los pueblos paganos cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos. Que lleguen a tu presencia los quejidos de los cautivos, y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte. Señor, haz que reciban nuestros vecinos, siete veces y en carne propia, la burla con que ellos te insultaron. Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado, te alabaremos por siempre; de generación en generación cantaremos tus alabanzas. Salmos 79:5-13. 

¿Qué está en juego aquí?

El salmista trata de comprender el gran conflicto entre Dios y los poderes del mal, y señala la insondable paciencia de Dios, así como sus infinitas sabiduría y poder.

El problema del mal en Salmos es principalmente teológico; inevitablemente se refiere a cuestiones sobre Dios. Así, la destrucción de Jerusalén y del Templo se considera principalmente un escándalo divino, porque les dio a los paganos la oportunidad de blasfemar contra Dios. La herencia de Dios (el pueblo de Israel) es la señal de su elección divina y de su Pacto (Deuteronomio 4:32-38; 32:8, 9), que nunca fallarán. El concepto de la herencia de Dios también contiene una dimensión del tiempo del fin, ya que un día todas las naciones se convertirán en la herencia de Dios y lo servirán. La noción de que las naciones invadieron la herencia de Dios amenaza estas promesas divinas.

Indudablemente, el salmista reconoce que los pecados del pueblo corrompieron la relación de pacto entre el pueblo y Dios y trajeron sobre el pueblo todas las consecuencias (Salmos 79:8, 9). La supervivencia del pueblo depende únicamente de la intervención misericordiosa de Dios y de la restauración del vínculo del Pacto mediante la expiación del pecado. El Señor es el “Dios de nuestra salvación”, lo que refleja la fidelidad de Dios a sus promesas del Pacto (Salmos 79:9).

No obstante, más importante que la restauración de la riqueza de Israel es la defensa del carácter de Dios en el mundo (Salmos 79:9). Si las actos malvados de las naciones quedan impunes, parecería como si Dios hubiera perdido su poder (Salmos 74:18-23; 83:16-18; 106:47). Solo cuando Dios salve a su pueblo, su nombre será justificado y enaltecido.

Al igual que hoy, el mismo principio existía en aquel entonces. Nuestros pecados, nuestras recaídas, nuestras maldades, pueden desprestigiarnos no solo a nosotros, sino también, lo que es peor, al Dios cuyo nombre profesamos. Nuestras malas acciones erróneas suelen tener efectos espirituales perjudiciales también para nuestro testimonio y nuestra misión. ¿Cuántas personas se han alejado de nuestra fe por las acciones de quienes profesan el nombre de Cristo?

“El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo” (DTG, 625). ¿Cómo entiendes esta importante verdad, y qué debería significar para tu vida cristiana?

II. A LAS PUERTAS DE LA MUERTE

Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia. El Señor lo protegerá y lo mantendrá con vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará al capricho de sus enemigos. El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor; cuando caiga enfermo lo restaurará. Yo he dicho: «Señor, ten piedad de mí; sáname, pues contra ti he pecado». Salmos 41:1-4.

"Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde de la muerte. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; parezco un hombre que se quedó sin fuerzas.  Me han puesto aparte, entre los muertos; parezco un cadáver que yace en el sepulcro, de esos que tú ya no recuerdas, porque fueron arrebatados de tu mano. Me has echado en la fosa más profunda, en el más tenebroso de los abismos. El peso de tu enojo ha recaído sobre mí; me has abrumado con tus olas. Me has quitado a todos mis amigos y ante ellos me has hecho aborrecible. Estoy aprisionado y no puedo librarme; los ojos se me nublan de tristeza. Yo, Señor, te invoco cada día y hacia ti extiendo las manos. ¿Acaso entre los muertos haces maravillas?¿Pueden los muertos levantarse a darte gracias? ¿Acaso en el sepulcro se habla de tu gran amor y de tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en las tinieblas se conocen tus maravillas o tu justicia en la tierra del olvido? Salmos 88:3-12.

"Pues mis días se desvanecen como el humo; los huesos me arden como brasas. Mi corazón decae y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito! Por causa de mis fuertes quejidos se pueden contar mis huesos". "Mis días son como sombras nocturnas; me voy marchitando como la hierba". "En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días. Por eso dije: «No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones". Salmos 102:3-5, 11, 23 y 24. 

¿Qué experiencias describen estos pasajes? ¿Cómo te identificas con lo que aquí se dice?

La última palabra  del Salmos 88 es 'oscuridad' con lo que el poema termina en desesperación. "A veces el sufrimiento no tiene solución, ni entonces ni ahora. No hay respuestas fáciles a la cuestión de la teodicea, porque Dios no siempre revertirá nuestro sufrimiento de este lado de la eternidad" (Klingbeil, 2023, 56)

Estas oraciones para salvarse de la enfermedad y la muerte demuestran que los hijos de Dios no están exentos de los sufrimientos de este mundo. Los salmos revelan las terribles aflicciones del salmista. Está sin fuerzas, marchitándose como la hierba, sin poder comer, apartado con los muertos; yace como los muertos en la tumba, es repulsivo para sus amigos, está sufriendo y desesperado. Sus huesos se le pegan a la piel.

Muchos salmos presumen que el Señor ha permitido las dificultades a causa de la desobediencia de Israel. El salmista reconoce que el pecado puede acarrear enfermedad; por eso, se refiere al perdón que precede a la curación (Salmos 41:3, 4). Sin embargo, algunos salmos, como Salmo 88 y 102, reconocen que el sufrimiento inocente del pueblo de Dios es un hecho de la vida, aunque sea difícil de entender.

En Salmo 88, Dios se encarga de llevar al salmista al borde de la muerte (Salmos 88:6-8). No obstante, fíjate que aun cuando se expresan las quejas más atrevidas, el lamento es claramente un acto de fe, pues si el Señor, en su soberanía, permitía los problemas, podía también restaurar el bienestar de su hijo.

En el umbral de la tumba, el salmista recuerda los prodigios, la bondad, la fidelidad y la justicia de Dios (Salmos 88:10-12). A pesar de sentirse golpeado por Dios, el salmista se aferra a él. Aunque sufre, no niega el amor de Dios y sabe que Dios es su única salvación. Estas apelaciones muestran que el salmista no solo conoce el sufrimiento, sino también tiene un conocimiento íntimo de la gracia de Dios y de que ambas cosas no necesariamente son mutuamente excluyentes.

En resumen, tanto el hecho de que Dios permita el sufrimiento como su liberación son demostraciones de su soberanía suprema. Saber que Dios tiene el control inspira esperanza. Cuando leemos Salmo 88 a la luz del sufrimiento de Cristo, nos sobrecoge la profundidad de su amor, porque estuvo dispuesto a atravesar las puertas de la muerte por el bien de la humanidad.

Piensa en Jesús en la Cruz y en lo que sufrió a causa del pecado. ¿En qué medida esa realidad, que Dios en Cristo sufrió incluso peor que cualquiera de nosotros, debería ayudarnos a mantener la fe aun en tiempos de sufrimiento y prueba?

III. ¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?" Salmos 42:1-3.

"Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas". Salmos 63:1

"Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. Salmos 69:1-3; 

"Jehová, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído; apresúrate a responderme el día que te invocare. Porque mis días se han consumido como humo, y mis huesos cual tizón están quemados. Mi corazón está herido, y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado. Salmos 102:1 al 7. 

¿Qué le causa tanto dolor al salmista?

No solo los sufrimientos personales y comunitarios perturban al salmista, sino también, e incluso más, la aparente falta de atención de Dios a las penurias de sus siervos. La ausencia de Dios se siente como una sed intensa en tierra seca (Salmos 42:1-3; 63:1) y una angustia mortal (Salmos 102:2-4). El salmista se siente alejado de Dios y se compara con aves solitarias: “Soy semejante al pelícano del desierto, como el búho de las soledades. Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Salmos 102:6, 7).

La mención del desierto enfatiza la sensación de aislamiento de Dios. Un pájaro “solitario sobre el tejado” está fuera de su nido, de su lugar de descanso. El salmista clama a Dios “de lo profundo”, como si se viera engullido por aguas caudalosas y se hundiera en un “profundo cieno” (Salmos 69:1-3; 130:1). Estas imágenes describen una situación opresiva de la que no se puede escapar, salvo mediante intervención divina.

¿Cómo responde el salmista a la aparente ausencia de Dios?

"Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los pobres". Salmos 10:12.

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?" Salmos 22:1.

"No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación". Salmos 27:9.

"Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; porque forastero soy para ti, y advenedizo, como todos mis padres". Salmos 39:12. 

Es notable que los salmistas decidan no callar ante el silencio de Dios. Los salmistas creen inquebrantablemente en la oración, porque la oración se dirige al Dios vivo y misericordioso. Dios sigue estando ahí, aun cuando parece ausente. Continúa siendo el mismo Dios que los escuchó en el pasado, y por eso confían en que los escucha ahora.

Las ocasiones de silencio de Dios hacen que los salmistas se autoexaminen y busquen a Dios, pero con confesión y peticiones humildes. Saben que Dios no callará para siempre. Los salmos demuestran que la comunicación con Dios debe continuar, independientemente de las circunstancias de la vida.

¿Qué podemos aprender de las respuestas de los salmistas a la aparente ausencia de Dios? ¿Cómo respondes tú a los momentos en que Dios parece guardar silencio? ¿Qué sostiene tu fe?

IV. ¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA?

Lee Salmo 77. ¿Qué experiencia está viviendo el autor?

Salmos 77 comienza con una súplica de ayuda a Dios llena de lamentos y dolorosos recuerdos del pasado (Salmos 77:1-6). Todo el ser del salmista se dirige con luto a Dios. Se niega a dejarse consolar por cualquier alivio que no provenga de Dios.

No obstante, recordar a Dios parece intensificar su angustia: “Me acordaba de Dios y gemía” (Salmos 77:3). La palabra hebrea hamá (‘gemir’) a menudo representa el rugido de las aguas embravecidas (Salmos 46:3). Del mismo modo, todo el ser del salmista se encuentra en un estado de intensa inquietud.

¿Cómo puede el recuerdo de Dios producir sentimientos tan fuertes de angustia? Una serie de preguntas inquietantes delatan la causa de su angustia (Salmos 77:7-9): ¿Ha cambiado Dios? ¿Es posible que Dios traicione su Pacto?

El marcado contraste entre los actos salvíficos de Dios en el pasado y su aparente ausencia en el presente hace que el salmista se sienta abandonado por Dios. Si Dios ha cambiado, entonces el salmista no tiene esperanza, una conclusión que se esfuerza por rechazar.

Mientras tanto, el salmista no puede dormir porque el Señor no lo deja dormir (Salmos 77:4). Esto nos recuerda a otros personajes bíblicos cuyo insomnio fue utilizado providencialmente por Dios para prosperar sus propósitos (Génesis 41:1-8; Ester 6:1; Daniel 2:1-3). La larga noche de insomnio hace que el salmista considere los pasados actos de liberación del Señor, pero con nueva determinación (Salmos 77:5, 10).

La seguridad que el salmista recibe de Dios no consiste en explicaciones sobre su situación personal, sino en una confirmación de la fidelidad y la confianza de Dios (como Job). Se anima al salmista a esperar en el Señor con fe, sabiendo que él es el mismo Dios que realizó milagros en el pasado de Israel (Salmos 77:11-18). El salmista también se da cuenta de que “no se vieron tus huellas” (Salmos 77:19), reconociendo la guía de Dios, incluso en situaciones en las que su presencia no es obvia a los ojos humanos. El salmista reconoce que Dios se revela y se oculta simultáneamente, y por eso ofrece alabanzas a las sendas misteriosas y soberanas del Señor.

Piensa en momentos pasados en los que el Señor actuó en tu vida. ¿Cómo puede ayudarte esa verdad a afrontar lo que se te presenta ahora?

V. PARA QUE LOS JUSTOS NO SEAN TENTADOS

Lee Salmos 37:1 y 8; 49:5 al 7; 94:3 al 7; y 125:3. ¿A qué lucha se enfrenta el salmista?

Estos salmos lamentan la prosperidad actual de los impíos y el desafío que este hecho plantea a los justos. Los impíos no solo prosperan, sino a veces además desprecian abiertamente a Dios y oprimen a otros. Lo desconcertante es que, mientras que “la vara de la impiedad” (Salmos 125:3) domina al mundo, el “cetro de justicia” (Salmos 45: 6) parece fracasar. Entonces, ¿por qué no rendirse y aceptar el mal, como hacen otros?

Si dijera yo: Hablaré como ellos, he aquí, a la generación de tus hijos engañaría. Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores. Como sueño del que despierta, así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia... Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.Salmos 73:15-20 y 27. 

¿Qué ayuda al salmista a superar la crisis? ¿Cuál es el fin de los que confían en cosas vanas? (Ver también 1 Pedro 1:17).

¿Dónde debemos buscar respuestas cuando nuestra fe en Dios es puesta a prueba por las dificultades o por personas cuyos propios sufrimientos les hacen cuestionar la bondad y el poder de Dios?

A Asaf le resultaba difícil conciliar la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos. Para el salmista, la prosperidad de los malvados se convierte en un obstáculo en su camino espiritual.

Cuando el salmista de Salmo 73 seguía enfocado en la iniquidad actual del mundo, era incapaz de ver el panorama completo desde el punto de vista de Dios. El problema que la prosperidad del mal planteaba a su fe era abrumador; además, creía que su argumento sobre la inutilidad de la fe se basaba en la realidad.

Sin embargo, Salmo 73 muestra que “estas cosas se burlan de los que ignoran el primer versículo de este salmo, que es el resumen de todo el salmo: ‘Dios es realmente bueno con Israel, con los limpios de corazón’ ” (Johannes Bugenhagen, Reformation Commentary on Scripture [Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2018], p. 11).

Si a los que hacen mal, les va bien ¿Por qué intentar vivir una vida íntegra frente a la adversidad? ¿Por qué debería permanecer puro?

Cuando la victoria del mal parecía inminente, el salmista es conducido al Santuario, el lugar del gobierno soberano de Dios, y allí se le recordó que el “hoy” es solo una pieza del mosaico, y que debe considerar el “fin”, cuando los impíos enfrentarán el Juicio de Dios. Solo entrando en el santuario comienza a comprender dónde acaba todo; entonces, comienza a ver el panorama completo. Lamentablemente, nuestra perspectiva es a menudo limitada y tiende a centrarse en este lado de la eternidad. El hecho de que el salmista comprendiera esta verdad en el Santuario y confesara su insensatez anterior demuestra que la realidad solo puede captarse con discernimiento espiritual y no mediante la lógica humana. Para el salmista, el futuro es glorioso porque avanza hacia una relación eterna y existencial con su Dios: ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Fuera de ti, nada deseo en la tierra. (Salmos 73:25). Esta relación íntima con Dios es lo que nos ayuda a darnos cuenta de que él es todo lo que necesitamos, sean cuales sean las circunstancias. 
Dios domina la oscuridad, está sobre ella; incluso, habita en ella. La Biblia sitúa a un Dios soberano en el centro de todo. Así, "es en el valle de sombra de muerte donde David encuentra al Pastor divino. Es a través de la oscuridad del sufrimiento humano que Job establece una relación más íntima con su redentor, que controla lo que Satáns puede y no puede hacer a Job. Las malas intenciones de Satanás se ven frustradas porque Dios utiliza las tinieblas para acercarse a sus hijos que sufren" (Kingbeil, 2023, 59).

¿Te consuela la promesa del juicio de Dios sobre el mundo y sobre toda su maldad, cuando hoy tanta maldad queda impune?

CONCLUSIÓN

¿Cómo responder la pregunta común sobre el mal en un mundo creado y sostenido por un Dios de amor todopoderoso? ¿Cómo ayuda la temática del Gran Conflicto a responder, al menos en parte, a este desafío?

Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has desamparado? Mateo 27:46

"Con asombro, los ángeles presenciaron la desesperada agonía del Salvador. Las huestes del cielo velaron sus rostros para no ver ese terrible espectáculo. La naturaleza inanimada expresó simpatía por su Autor insultado y moribundo. El sol se negó a mirar la terrible escena. Sus rayos brillantes iluminaban la tierra a mediodía, cuando de repente parecieron borrarse. Como fúnebre mortaja, una obscuridad completa rodeó la cruz... En esa densa obscuridad, se ocultaba la presencia de Dios. El hace de las tinieblas su pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo". DTG, 701.

Lo que a primera vista parecía la victoria del mal, fue, en realidad, el punto de inflexión del plan de salvación, que hizo posible el retorno de la humanidad a Dios. El Padre sufrió con su Hijo. La aparente derrota en realidad es la victoria. Solo se necesita un cambio de perspectiva para darse cuenta. La aparente ausencia De Dios es cuando él está más presente.

Al igual que los salmistas, el pueblo de Dios de todos los tiempos cada tanto se pregunta cómo “cantar la canción del Señor en tierra extraña”. Nuestra fe en el gobierno soberano del Señor se ve desafiada, a veces en extremo, y podemos plantearnos si Dios tiene el control o si realmente es tan poderoso y bueno como dicen las Escrituras.

La fe bíblica implica a menudo tanto incertidumbre y suspenso como confianza y afirmación. A veces, la incertidumbre y el suspenso, especialmente ante el mal y la aparente ausencia de Dios, pueden ser casi insoportables. Con todo, la incertidumbre nunca debe referirse a Dios, a su carácter amoroso y justo ni a su fidelidad. Los salmistas pueden tener dudas sobre el futuro, pero a menudo apelan al amor y la fidelidad inquebrantables de Dios (Salmos 36:5-10; 89:2, 8).

Nosotros debemos seguir el mismo ejemplo. “Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer será darle vuestra mano con fe sencilla y dejarle que os guíe. A medida que manifestéis confianza, tendréis esperanza por la fe en Jesús” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 545).

Las ocasiones en que Dios “ha encubierto su rostro” no socavan la eficacia de la oración. Al contrario, estas ocasiones hacen que los salmistas reflexionen, recuerden los pasados actos salvíficos de Dios, y busquen a Dios con confesión y peticiones humildes (Salmos 77:10-12; 89:46-52). “La fe se fortalece al entrar en conflicto con dudas e influencias opositoras. La experiencia obtenida en estas pruebas es de más valor que las joyas más costosas” (3TI, 609).

La famosa ilustración de las huellas en la arena sigue siendo válida. Un hombre sueña con las escenas de su vida y ve dos pares e huellas en la arena, uno suyo y otro de Dios. Sin embargo, en los nomentos difíciles de su vida, de repente solo ve un par de huellas. 

Se dirige a su Padre celestial, preguntándole por qué se quedó solo en esos momentos de prueba y sufrimiento, a lo que Dios responde: "Esos fueron los tiempos en que te llevé en brazos". Hoy, él todavía nos lleva. Está donde siempre ha estado: cerca de sus hijos que sufren.

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