Según la Biblioteca Británica, actualmente existen 48 copias de la Biblia de Gutenberg, aunque no todas están completas, algunas son solo fragmentos. La copia que está en exposición en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos es un ejemplar completo en pergamino y una de las tres copias perfectas hechas en ese material en el mundo. Los otros están en la Bibliothèque Nationale, en París, y en la Biblioteca Británica, en Londres. (https://www.bbc.com/portuguese). ¿Por qué ese libro ha atraído a tantas personas durante siglos? ¿Por qué nos sentimos tan diferentes cuando reflexionamos sobre sus enseñanzas? ¿Cuál es el tema central? Hay por lo menos cuatro razones que hacen este libro tan sublime.
I. El origen de la Palabra
Cuando hablamos de la Palabra de Dios, estamos tratando de algo que está por encima de cualquier suposición o especulación humana. Aunque tengamos elementos humanos presentes en la transmisión de la Palabra, nunca debemos olvidar que su origen está marcado por una “verdad divina expresada en el idioma humano” (Creencias de los adventistas del séptimo día, 17).
Hay varios textos que comprueban su origen:
“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1).
“Quien conoce a Dios y su Palabra mediante la experiencia personal tiene fe arraigada en la divinidad de las Sagradas Escrituras. Ha comprobado que la Palabra de Dios es verdad” (MC, 367).
La Palabra de Dios tiene su sello, su firma y su identidad. Porque revela al ser humano quién es él, y porque revela su gracia salvadora en Jesucristo, no hay duda de su carácter divino y de su poder sobrehumano en el corazón de todo el que cree en su inspiración.
II. La autoridad de la Palabra
La autoridad de la palabra está íntimamente unida a quien la pronuncia. Nuestra confianza o credibilidad en cualquier asunto que oímos o leemos depende de sus fuentes. De acuerdo con los profetas, por ser Dios el responsable de su propia Palabra, todo lo que él pronuncia ocurre.
“Respondiendo Simón, le dijo: ‘Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red’. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía” (Lucas 5:5, 6).
“Me dijo entonces: ‘Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová [...]’. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo” (Ezequiel 37:4, 10).
“Y se maravillaban con su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Lucas 4:32).
No hay duda de que los textos que más declaran la autoridad de las Escrituras se encuentran en Mateo y en Lucas, cuando Cristo declara “Escrito está” (Mateo 4:4, 7, 10; Lucas 20:17).
“Esta Biblia es un libro de autoridad, es un libro autorizado, pues Dios lo escribió. Oh, teman, no la desprecien; observen su autoridad, porque es la Palabra de Dios” (Charles Spurgeon).
III. El poder de la Palabra
Cuando la Palabra de Dios queda grabada en el corazón, por la persona del Espíritu Santo, es capaz de hacer una obra que ningún ser humano puede hacer. Pablo lo deja muy claro en Hebreos, cuando afirma:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
Al comentar que la Palabra es “viva” con referencia a la Biblia, vemos su importancia. Donal Guthrie afirma: “Que la Palabra es viva demuestra que refleja el carácter verdadero de Dios, la fuente de toda vida. Este tipo de vida está lleno de energía para realizar su finalidad declarada” (Donald Guthrie, Hebreus – Introdução e Comentário, 111).
Toda la obra de la Palabra de Dios en nuestro corazón tiene como propósito hacernos más semejantes a él. Por eso, predicar la Palabra es mostrar que existe esperanza para el hombre caído. Elena de White afirmó: “Por medio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios es una luz cuando llega a ser un poder transformador en la vida del que la recibe. Implantando en el corazón los principios de su Palabra, el Espíritu Santo desarrolla en los hombres los atributos de Dios” (Reflejemos a Jesús, 203).
Durante la Segunda Guerra Mundial, el barco de torpedos del teniente John fue bombardeado y hundido por un contra torpedos japonés cerca de las islas Salomón. Después de aferrarse a los destrozos de su barco por algunas horas, los once sobrevivientes decidieron intentar nadar hasta una isla que se divisaba a la distancia. Cinco horas después, llegaron exhaustos a la playa. Pero la isla estaba deshabitada. Más tarde, el teniente John y su inmediato, George Ross, decidieron ir a nado hasta otra isla para pedir ayuda. Mientras nadaban, algunos nativos, con sus canoas, los vieron y remaron en hacia ellos. Los dos americanos sabían que esas islas del pacífico habían estado habitadas por caníbales feroces. Cuando las canoas se acercaron, ellos se deben haber preguntado si los rescatarían o serían devorados.
Felizmente para George Ross y el teniente John, que no era otro sino John Kennedy, quien más tarde sería presidente de los Estados Unidos, los nativos de esas canoas eran adventistas del séptimo día. Aunque sus antepasados habían sido caníbales, ellos se habían convertido por la Palabra de Dios (Signs of the Times, enero de 1995, p. 22).
Ese es uno de los ejemplos del poder maravilloso que tiene la Palabra de Dios. Les conservaron la vida porque ellos habían sido transformados, todo porque un día oyeron, creyeron y aceptaron el mensaje de misioneros que simplemente presentaron la Palabra como es.
IV. El centro de la Palabra
Abrir las Escrituras es tener un encuentro con Cristo. Es verdad que en ese libro nos encontraremos con la poesía de los Salmos, las vibrantes experiencias de reyes y profetas, la singularidad de los evangelios y el fervor en la iglesia naciente en el libro de Hechos, la sublimidad del libro de Hebreos y los deslumbrantes libros proféticos, pero en ninguno de ellos el fin está en sí mismo, porque el contenido y la revelación de las Escrituras se encuentran en Cristo.
John Stott afirmó esa gran verdad al hacer una tremenda declaración sobre la centralidad de Cristo en las Escrituras, él dice: "Hay solo un modo de adquirir concepciones claras, verdaderas, vigorizantes y sublimes sobre Cristo, y ese modo es por medio de la Biblia. La Biblia es el prisma a través del cual la luz de Jesucristo se descompone en sus múltiples y admirables colores. La Biblia es un retrato de Jesucristo” (John Stott, Entenda a Bíblia, 8).
Cristo es el centro de las Escrituras y todo su contenido, ya sea profético, histórico, teológico o doctrinario encuentra en él su origen y destino. Algunos pasajes lo confirman:
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
“Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él” (Juan 5:46).
“Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:24-27).
Además de esas declaraciones, hay muchas otras en el Antiguo Testamento que señalan al Mesías venidero y el libro de Mateo es el más contundente sobre esto:
Mateo 1:23. Su nacimiento virginal: Isaías 7:14
Mateo 2:6. El lugar de su nacimiento: Miqueas 5:2
Mateo 2:15. Su regreso de Egipto: Oseas 11:1
Mateo 8:17. Sus curas y su sacrificio: Isaías 53:4
Mateo 13:34. El uso de parábolas: Salmo 78:2
Mateo 21:5. La entrada en Jerusalén: Zacarías 9:9
Mateo 21:42. El rechazo por parte de los líderes: Salmo 118:22
Mateo 26:3. Su abandono: Zacarías 13:7
Mateo 27:34, 48. Su crucifixión, vino con hiel y vina- gre: Salmo 69:21
Mateo 27:35. La crucifixión y el reparto de su ropa: Salmo 22:18
Mateo 27:39-40. Las burlas al pie de la cruz: Salmo 22:7
Mateo 27:46. Su crucifixión, y su clamor: Salmo 22:1
Mateo 27:57-60. Su sepultura: Isaías 53:9
Cristo nos habla hoy a todos a través de las Escrituras. Si usted quiere que Dios hable directamente con usted, lea la Biblia y escuche la voz de Cristo. En todos los libros de las Escrituras, Cristo trata de manifestarse real a sus seguidores. Por eso, experimente cada día de manera profunda la jornada cristiana al leer ese libro; y nunca olvide que Cristo mismo hablará a su corazón.
Elena White afirmó: “El mismo poder que Cristo ejerció cuando andaba entre los hombres se encuentra en su Palabra. Con ella curaba las enfermedades y echaba fuera demonios; con ella sosegaba el mar y resucitaba a los muertos; y el pueblo atestiguó que su palabra iba revestida de poder. Él predicaba la Palabra de Dios, la misma que había dado a conocer a todos los profetas y maestros del Antiguo Testamento. La Biblia entera es una manifestación de Cristo” (MC, 84).
Llamado
Al leer la Palabra, recuerde que su contenido es de origen divino con lenguaje humano, que su autoridad y poder vienen de Dios y que el centro es Cristo.
Comentarios
Publicar un comentario