George Whitefield, pastor anglicano, ayudó a difundir el gran despertar espiritual en Gran Bretaña y en las colonias británicas norteamericanas. Él era conocido como el “príncipe de los predicadores al aire libre” y fue el evangelista más conocido del siglo XVIII. Siempre que se hospedaba en la casa de alguien, solía conversar sobre el futuro de la vida espiritual de cada miembro de la familia anfitriona, personalmente con cada uno.
Sin embargo, cierta vez pernoctó en la casa de un coronel que como persona era todo lo que alguien podría desear, pero no era cristiano. Whitefield estaba tan satisfecho con la hospitalidad y tan encantado con las cualidades del buen coronel, de su esposa y de sus hijas, que le resultó muy difícil decirle que tenían que tomar la decisión de aceptar a Jesús. Después de todo, ellos habían sido muy amistosos.
Permaneció una semana allí, y durante su última noche, el Espíritu de Dios lo visitó, de modo que no pudo dormir. “Esas personas”, se dijo Whitefield a sí mismo, “han sido muy amables conmigo, y yo no he sido fiel con ellas; tengo que decir que, a pesar de todas sus buenas cualidades, si no creen en Cristo, estarán perdidas”.
Entonces, se levantó y oró. Después de orar, continuaba la lucha en su espíritu. Su vieja naturaleza decía: “no puedo hacer eso”. Pero el Espíritu Santo parecía decir: “no salgas de aquí sin antes avisarles del peligro”. Finalmente, pensó en un artificio, y oró a fin de que Dios aceptara su idea. Tomó un anillo y escribió con él las siguientes palabras, en uno de los vidrios de la ventana: “Les falta una cosa”.
Él no pudo hablar con la familia, pero siguió su camino orando mucho por la conversión de esas personas. Poco después de que él salió, la buena señora anfitriona de la casa, gran admiradora de Whitefield, dijo: “Voy hasta el cuarto de huéspedes, porque quiero ver el lugar donde estuvo el hombre de Dios”. Al llegar al cuarto, vio que en el vidrio estaba escrito: “Les falta una cosa”. Esas palabras la impresionaron inmediatamente con la convicción del arrepentimiento. “Ah”, exclamó. “Pensé que él no se había preocupado mucho con nosotros, porque sabía que, por dondequiera que pasaba, argumentaba con sus anfitriones, y no lo había hecho con nosotros. Llegué a pensar que habíamos irritado al señor Whitefield, pero ahora me doy cuenta de que él fue amable con nosotros, al hablarnos de esa manera”.
En seguida llamó a sus hijas: “Suban y miren lo que el hombre de Dios escribió en el vidrio: “Les falta una cosa”. Llamen a su padre”. El coronel subió al aposento de huéspedes y también leyó la frase: Les falta una cosa”. Así, alrededor de la cama donde el hombre de Dios había dormido, se arrodillaron y le pidieron a Dios que les diera lo que les faltaba. Allí mismo, antes de dejar el cuarto, encontraron lo que les faltaba; y toda la familia pudo regocijarse en Jesús.
“Les falta una cosa”.
Hermanos y hermanas. Nos falta una cosa. ¿Cómo es eso? Nosotros ya tenemos a Jesucristo. ¿Qué nos falta? ¡Nos falta un reavivamiento y una reforma! ¿QUÉ ES REAVIVAMIENTO Y REFORMA?
Elena de White afirma que “Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de los poderes de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual” (Servicio cristiano, p. 53). Para ser didácticos y claros, podemos decir que el reavivamiento ocurre en el interior, mientras que la reforma ocurre en el exterior. Gracias a un cambio interno, es posible un cam- bio externo auténtico; ambos por obra del Espíritu Santo. En verdad, toda transformación duradera de vida necesita de esos dos aspectos: el reavivamiento y la reforma.
¿Necesitamos realmente un reavivamiento y una reforma?
CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONA QUE EXPERIMENTÓ EL REAVIVAMIENTO Y LA REFORMA
1. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma tiene una vida de oración y acción.
En el tiempo del fin, “precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo, debe hacerse una obra como la de Juan [el Bautista]. Dios necesita a hombres que preparen a un pueblo que se mantenga firme en el gran día del Señor[...] A fin de dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. La misma obra debe efectuarse en nosotros. Debemos contemplar a Dios y, al contemplarlo, perderemos de vista el yo” (EUD, 64).
No debemos solo trabajar, ni solo orar. Son las dos cosas juntas, porque el que no hace más que orar, pronto dejará de orar. Y el que nada hace sino trabajar, pronto no tendrá más deseos de hacerlo. Necesitamos cultivar un espíritu abnegado y generalizado de trabajo misionero, y una vida de oración y total dependencia de nuestro Padre celestial.
2. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma tiene una vida moldeada por el Espíritu Santo.
El ser humano solo experimentará la felicidad real cuando permita que el Espíritu de Dios lo modele. El Espíritu Santo renueva nuestra vida y nos transforma a la semejanza de Jesucristo. Mediante la influencia del Espíritu Santo, la enemistad con Dios cambia en fe y amor, y el orgullo es transformado en humildad. Gracias al Espíritu Santo, la persona capta la belleza de la verdad, y Cristo es honrado en excelencia y perfección de carácter.
3. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma tiene una vida guiada por la Palabra de Dios.
Nuestra fe necesita estar afirmada en la Palabra de Dios. ¿Por qué? Porque vivimos días solemnes. Debemos estar preparados para lo que pronto caerá sobre el mundo como una terrible sorpresa, y esa preparación debe hacerse mediante un estudio diligente de la Palabra de Dios y una vida en conformidad con sus preceptos. Solo las personas que fortalecieron sus vidas con las verdades de la Escritura podrán resistir en el último gran conflicto.
4. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma guarda correctamente el sábado.
El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del sábado del séptimo día como día de descanso, adoración y ministerio, en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de comunión deleitosa con Dios y de unos con otros. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una prueba de nuestra lealtad y un anticipo de nuestro gozo futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua del pacto eterno de Dios con su pueblo. La observancia placentera de este tiempo sagrado de una tarde a la otra tarde, de puesta de sol a puesta de sol, es una celebración de los actos creadores y redentores de Dios.
5. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma es fiel en los diezmos y las ofrendas.
El diezmo es sagrado; está reservado por Dios para sí mismo. El diezmo debe entregarse en la casa del Señor, para emplearlo en el mantenimiento de los obreros evangélicos que trabajan en la misión de Dios. Por eso, el Señor invita hoy a los adventistas del séptimo día de todas partes a consagrase a él, a fin de obrar según su capacidad, de hacer lo máximo posible para ayudar en su obra. Por su liberalidad al hacer las donaciones y ofrendas, Dios desea que sus hijos revelen aprecio por sus bendiciones y gratitud por su misericordia.
6. La persona que experimentó el reavivamiento y la reforma debe hacer su culto personal y familiar a diario.
El culto en la primera hora del día es esencial para la vida espiritual. Comenzar el día con Dios es la garantía de permanecer con él a lo largo del día. Estudiar la Biblia, estudiar la lección de la Escuela Sabática, estudiar libros del Espíritu de Profecía, orar, meditar, todo eso es la respiración de la vida espiritual.
Hágase estas preguntas y deténgase para oír sus respuestas:
¿Estoy andando diariamente en los caminos de Dios, haciendo su voluntad en todo?
¿Estoy desarrollando hábitos que hacen madurar mi vida cristiana (lectura de la Biblia, vida de oración, vida de testimonio, vida de servicio)?
¿Siento que cada día estoy más cerca de Cristo y más lejos del pecado?
¿Disfruto de la seguridad de la salvación por y en Cristo?
CONCLUSIÓN
Para terminar, me gustaría leer Apocalipsis 3:14 al 16:
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
“El mensaje del Testigo fiel es, pues, no sólo un mensaje de justificación y perdón, no sólo un llamado al arrepentimiento, sino un mensaje de conversión total, de santificación, de reforma de la vida. Esta es la verdadera reforma que pronto tendrá que realizarse en las filas del pueblo de Dios, y que acelerará el derramamiento del poder divino en la lluvia tardía, la predicación del Evangelio eterno y el sellamiento. Esta es la reforma de la vida que cada uno de nosotros necesita para pasar triunfante por el tiempo de angustia y recibir al Señor con grande alegría. Esta es la experiencia que nos permitirá estar preparados para vivir con Dios y con Cristo por la eternidad” (Fernando Chaij, Preparación para la crisis final, p. 31).
Hermanos y hermanas, “Reforma y Reavivamiento se refieren a volver a las antiguas y sanas doctrinas y a un celo ardiente y lleno de amor por ellas y por el pueblo de Dios. ¿No es eso lo que necesitamos nuevamente?” (Heber Carlos de Campos, “Crescimento de Igreja: Com Reforma ou com Reavivamento?” disponible en internet). (TL).
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