Introducción
Tema 4
Paz
Textos bíblicos:
Romanos 12:18, 19; Mateo 5:9; Mateo 7:24-27; Efesios 4:26-27.
Gálatas 5:22 y 23 dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, pa- ciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
Romanos 12:18, 19: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la ven- ganza, yo pagaré, dice el Señor ” (NVI).
Mateo 5:9: “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios” (NVI).
Seguramente te has dado cuenta
de que nuestro fruto espiritual
hoy es PAZ. Queremos repre-
sentarlo con el coco. ¿Por qué el
coco? Imagínate que estamos en
verano junto al mar, bebiendo agua
de coco bien fría, ¡qué delicia! Eso nos
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trae una dulce y refrescante sensación de paz, ¿no es así? Que ben- dición tener a disposición una fruta tan refrescante. Además de que su agua es tan sabrosa y es un suero natural, se puede aprovechar prácticamente todo de su fruta y su planta. Escucha estas curiosida- des sobre el coco y el cocotero.5
La pulpa de coco, al ser fibrosa, tiene una densidad que permite que la fruta flote en el mar y así se extienda a tierras lejanas. Ya se han en- contrado y germinado cocos hasta en Noruega, llegados de alguna región tropical.
Originalmente, la planta de cocotero es nativa del sudes- te asiático y fue traída a Sudamérica por exploradores de Europa.
La palmera de coco se adaptaba bien a asuelos arenosos y salinos en regiones soleadas y con lluvias regulares. Es por eso que la planta generalmente se en- cuentra en paisajes costeros.
Se aprovechan casi todas las partes del
coco y el cocotero. Por ejemplo, la parte carnosa blanca es comes-
tible y se usa en la cocina; el agua dentro del coco verde es una
bebida refrescante y saludable; de la parte más tierna del tallo, se
puede extraer un palmito comestible; de la parte carnosa, después
de seca, se extrae un aceite; las hojas de cocotero se utilizan como
coberturas de techos y en la fabricación de cestería; la fibra de coco
se puede utilizar en la producción de cuerdas y alfombras, rellenos
de tapicería, macetas y preparación de placas con resina; las raíces
de la planta se utilizan en la fabricación de cestas para la pesca.
Vamos a destacar aquí al agua de coco porque es una gran aliada del verano por ser refrescante y sabrosa. Contiene: 95% de agua, vi- taminas, minerales, carbohidratos, aminoácidos y antioxidantes que
5. https://www.bol.uol.com.br/listas/12-curiosidades-sobre-o-coco-sem-acento.htm ÍNDICE 29
promueven beneficios que van desde la hidratación y reducción del estrés hasta la prevención de enfermedades, en consecuencia, trae refrigerio al alma.
Así, sucede con la paz que viene de Dios hacia nuestras vidas, que a través del Espíritu Santo, nos trae salud, tranquilidad, bienestar y refrigera nuestras almas.
Desarrollo del tema
En un mundo donde dominan la guerra, la violencia y el mal, tener paz es lo que casi todos quieren, pero no pueden concretarla. Esto sucede en nuestro día a día, porque la mayoría de las personas no pueden tener paz, ya sea por enfermedad, problemas financieros o familiares, falta de perdón, peleas entre parejas, entre padres e hijos, entre hermanos, entre vecinos e incluso entre miembros de la iglesia.
Cuando nos detenemos para escuchar a alguien que está pasando por una gran prueba, especialmente cuando involucra a otros, escu- chamos que su mayor deseo en ese momento es tener PAZ consigo mismos, con Dios y con los demás. La PAZ es uno de los mayores dones y bendiciones que deseamos recibir y disfrutar. Hay un deseo ardiente en nuestros corazones de vivir en paz. Sin embargo, nece- sitamos entender que esta paz no viene sobre nosotros por casua-
lidad, o como un golpe de suerte. Está construida con el poder de Dios en nuestras vidas y con la dedicación
de cada uno de nosotros.
Al igual que el amor, la paz debe ser vista de manera diferente a los deseos de la carne. La naturaleza humana tien- de naturalmente a “hostilidades, conflictos, celos, arrebatos de ira, ambición egoísta, rivalida- des, disensiones” (Gálatas 5:20). Cier- tamente, el contraste entre la paz y la lista de
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malas acciones no podría ser más notable. Estos sentimientos provie- nen de diferentes fuentes y conducen a fines totalmente opuestos.
El problema sobre el que Pablo está escribiendo en la Iglesia de Ga- lacia es contra el que todavía luchamos hoy: la separación entre las obras y la fe. La mayoría de las personas creen que por su propia fuerza lograrán una buena vida y obtendrán la paz deseada. Otros, a su vez, entienden que vivir una vida de libertad solo es posible porque Dios está obrando en nosotros a través de su Espíritu San- to. La verdad es que confiar únicamente en nuestras propias fuerzas solo nos llevará a acciones carnales, mientras que el fruto del Espíri- tu es una señal de que Cristo vive en nosotros. Las obras mostrarán quién controla y dirige nuestras vidas. Nuestras acciones pacíficas y coherentes, especialmente con los de nuestra familia, mostrarán en hechos la coherencia entre la fe y las obras.
¿Qué actitudes prácticas podemos aprender o desarrollar para construir un ambiente de paz en nuestra familia?
1. Sé coherente en la vida cristiana
En Mateo 7:24-27 aprendemos de la parábola del sabio y el necio: “Todo aquel que oye mis palabras y las practica...” ¿Sobre qué base estamos construyendo nuestras vi- das? ¿Son nuestras acciones coherentes con lo que aprendemos en la Palabra de Dios? En nuestras re- laciones interpersonales, especialmente dentro de la familia, enfrentaremos situaciones desafiantes, lu- chas y conflictos. Pero habrá victoria y paz si estudia- mos la Biblia en oración todos los días, para descubrir la voluntad y las verdades de Dios para llevarlas a la práctica. Solo así tendremos una vida coherente con lo que estudiamos y apren- demos. La Biblia sabiamente nos
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enseña: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oi- dor de la palabra, pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era” (Santiago 1:22-24).
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Decide ser un pacificador
Para tener paz, debemos decidir ser pacificadores. Por lo tanto, podremos hacer nuestra parte en la construcción de un am- biente de paz, como leemos en la Biblia: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Roma- nos 12:18). El versículo 17 nos dice cómo el pueblo de Dios, quienes están llenos de su Espíritu, deben comportarse: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de to- dos los hombres”. Esto incluye cómo debemos compor- tarnos con los miembros de nuestra familia: ya sea
esposo o esposa, padre o madre, hija o hijo, hermana o hermano, tía o tío, primo o abuelos; o cualquier otra persona con la que nos relacionemos.
Repite cada día: por el poder del Espíritu Santo, en mi casa, seré un pacificador.
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Reflexiona antes de actuar
Al pasar por un contratiempo, unos minutos de silencio, oración y re- flexión nos ahorrarán cien años de arrepentimiento. El apóstol Pablo nos orienta “Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo” (Efesios 4:26, 27, NVI). Es en el momento de
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nerviosismo que el enemigo aprovecha la oportunidad para destruir la armonía de nuestro hogar y robar nuestra paz y la de nuestra familia.
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Sé respetuoso en palabras y actitudes
Las actitudes respetuosas siempre generan tranquilidad, buena voluntad y ponen paños fríos en el clímax de cualquier problema. Es un problema de causa y efecto. Nuestras actitudes generan efecto y respuesta en el otro. Al elegir las palabras cuidadosa- mente y expresarlas con tranquilidad, podemos calmar al otro y acercarlo a la serenidad, predisponiéndolo a resolver el conflicto.
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Ora por el bautismo del Espíritu Santo
El Espíritu Santo nos ayudará a actuar como un verdadero hijo de Dios. Sólo el bautismo diario del Espíritu Santo nos llevará a ser pacificadores y como resultado, tendremos paz. Sí, esta es una fruta que no nace naturalmente en nuestro corazón: es necesario suplicar y pedirle a Dios que nos dé ese regalo. Jesús mismo nos motiva e inspira a ser pacificadores con la siguiente promesa que se encuentra en el hermoso sermón del monte: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. (Mateo 5:9 NVI).
Conclusión
Para que el fruto de la paz se manifieste en
nuestras vidas cada día, sigamos la orientación
dada por Elena de White: “Usted necesita un bautismo
diario del amor que en los días de los apóstoles hizo a todos
unánimes (...) Rodee su alma de una atmósfera que fortalezca
la vida espiritual. Cultive la fe, la esperanza, el valor y el amor. Deje que rei-
ne en su corazón la paz de Dios” (Joyas de los Testimonios, t. 1, p. 495).
Pablo deja en claro que hay una gran diferencia en el comporta- miento de la persona guiada por los deseos de la carne y aquellos
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que son controlados por el Espíritu de Dios. En lugar de hostilidad, ira y disensión, la persona que está llena de su Espíritu producirá el fruto del amor, demostrado especialmente en un espíritu de paz.
Llamado
Dios te está llamando para que seas su hijo. Te invita a ser un pacifi- cador en un mundo donde la guerra, la violencia y el mal dominan, recordando que la verdadera paz viene de un corazón consagrado y sumiso a la obra del Espíritu Santo. Yo acepto esa invitación, ¿y tú? Por eso, hoy te animo a reconocer que Jesús es la fuente de agua viva y que, al beber de esa agua, podremos disfrutar de la paz que sólo Cristo puede dar. Eso puede ser una realidad no sólo en las dificulta- des que puedas estar enfrentando, sino en la relación con todos en tu familia y con otras personas con las que te relaciones.
Oración
Querido Padre Celestial, te pedimos que tu paz esté con nosotros hoy, inundando nuestro ser. Que podamos sentir tu presencia y paz tam- bién en nuestros hogares y en cada miembro de nuestra familia. Si hay alguien aquí hoy que no puede tener paz, que está sufriendo, alcánza- lo para que tenga paz y serenidad. Que encontremos paz en todas las situaciones y circunstancias, porque es Jesús quien nos acompaña. En su nombre poderoso, amén.
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