Introducción
Textos bíblicos:
Gálatas 5:22, 23; Efesios 4:2; Proverbios 15:1.
En Gálatas 5:22 y 23, el apóstol Pablo anuncia: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
Nuestros frutos espirituales de hoy son la MANSEDUMBRE y la TEMPLANZA. Algunos sinónimos de la templanza son el autocontrol o el dominio propio, que al ser términos más conocidos los usaremos a lo largo de este tema. A estos frutos espirituales los representaremos con la fruta llamada mango.
El mango es una fruta que se consume en muchas partes del mundo. Se destaca por tener mucha pulpa, así como agradable aroma y color. La pulpa puede ser consumida directamente de la fruta o utilizada en la preparación de recetas tanto dulces como saladas. El consumo de mango es beneficioso para la salud ya que es rico en vitaminas, minerales y fibras. Su consumo ayuda a la salud de los ojos y la piel, al buen funcionamiento del intestino y a la prevención de algunas enfermedades como el cáncer. Contiene antioxidantes y su alto contenido en fibra proporciona saciedad.
Muchas personas se preguntan si consumir mango con leche es perjudicial para la salud.
Esta duda se basa en un mito ya que el consumo de la fruta con leche puede ser nutritivo. Según los historiadores, este mito surgió en la época de la esclavitud y fue creado para evitar que los esclavos comieran estos alimentos.
Esta fruta tiene una pulpa jugosa, con sabor dulce y aroma característico. El mango se consume principalmente al natural, sin embargo, se puede utilizar en la preparación de licuados, jugos, cremas, pasteles, mermeladas, helados y mousses. También se pueden hacer preparaciones saladas, como risottos, ensaladas, ceviche y salsas para guarnición. ¡Comerlo moderadamente es un verdadero desafío! Al ser tan delicioso y a la vez calórico, parecería que comer uno solo no es suficiente8.
Necesitamos tener dominio propio para incluir en nuestra dieta alimentos tan saludables como el mango. Lo ideal es tener equilibrio en la alimentación y en otros ámbitos de nuestra vida.
Desarrollo del tema
Según el diccionario en línea, “la mansedumbre es la característica o condición de lo que es manso. Se refiere a la docilidad, suavidad o benignidad en el carácter o en el trato. Falta de agitación; sin prisas; desprovisto de inquietud; tranquilidad o suavidad.
En el diccionario informal, encontramos mansedumbre como el estado de ánimo de alguien que tiene control y dominio sobre su temperamento y actitudes; calma; paciencia; control de la situación; dominio propio.
Ciertamente la mansedumbre está relacionada con el autocontrol, pues en muchas ocasiones de ira, peleas o crisis, controlar las emociones requiere un esfuerzo gigantesco. Muchas personas ya son de naturaleza y temperamento manso, lo que facilita el autocontrol. Sin embargo, hay otras con un temperamento muy difícil de tratar; son impacientes, coléricas y tienen muchas dificultades para controlarse en situaciones delicadas y difíciles. Independientemente de cuál sea el temperamento, la presencia del Espíritu Santo diariamente en nuestra vida hará toda la diferencia en la forma en que reaccionamos y lidiamos con los imprevistos. En la carta de Pablo a los miembros de la iglesia en Éfeso, él aconseja: “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).
Cuando Pablo dio este consejo, la iglesia de ese entonces estaba compuesta por judíos y gentiles. Esta mezcla de cultura, costumbres, ideas y temperamentos dieron lugar a una comunidad con muchos conflictos. Pablo entonces comparte con los efesios que la armonía en la iglesia sólo sería posible a través de la presencia de Dios en la vida de cada uno de ellos. Básicamente, los creyentes deben estar llenos del Espíritu Santo para poder mostrar el amor de Dios a través del fruto de la mansedumbre y del dominio propio.
La persona que produce este fruto de amor, el dominio propio, se describe como alguien que vive en su círculo de control, que es consciente de sí mismo, que entiende que la única persona que puede controlar es a él mismo. En el círculo familiar, tendemos a controlar al otro, diciendo cómo deben hacer esto o aquello cuando en realidad debemos centrarnos en cómo controlar nuestra propia reacción frente a lo que otros están haciendo. Lo que sabemos, basado en historias bíblicas y los hallazgos de la investigación científica social, es que cuanto más nos centremos en manejar nuestras respuestas siendo pacientes, amables y mansos, menos problemas interpersonales tendremos. Si estamos bajo el control del Espíritu Santo, aprenderemos todos los días a tener un mejor control de nuestras emociones y respuestas, y como resultado habrá más armonía y paz en el trato con las personas.
Esta no es una tarea fácil, especialmente para aquellos con un temperamento más fuerte. ¿El secreto? Buscar ayuda divina diariamente, y si es necesario, buscar ayuda profesional. A veces, hay problemas de otro orden que interfieren con las emociones y respuestas que damos, como el estrés, la ansiedad, la depresión, el miedo, entre otros.
En el contexto familiar habrá diferencias de opinión sobre el mismo tema y puntos de vista opuestos, incluso si los cónyuges tienen la misma cultura, la misma religión, crecieron en la misma región o incluso en la misma comunidad. Esto casi siempre provocará conflictos en el proceso de construcción de la vida cotidiana del matrimonio y la familia. Sin embargo, si estamos llenos del Espíritu de Dios, podemos construir un ambiente familiar más armonioso, donde la mansedumbre y el dominio propio serán ingredientes esenciales para una atmósfera familiar de cordialidad y respeto, en lugar de actitudes de arrebatos de ira y ambición egoísta.
Cuando hablamos de mansedumbre, el nombre bíblico que se nos viene a la mente es el de Moisés. Su historia es una verdadera inspiración: él fue uno de los más importantes líderes del pueblo de Dios que tuvo la difícil tarea de dirigir la salida del pueblo de Israel del cautiverio egipcio y conducirlo a la tierra prometida. Tal misión requería de Moisés firmeza, coraje, fidelidad y confianza en la dirección divina, pero al tratar con todas estas personas y sus diferencias culturales e ideológicas, la mansedumbre se destacó. Esta fue una cualidad que acompañó a Moisés en el largo peregrinaje, especialmente en el trato hacia el pueblo, convirtiéndose en su marca: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Números 12:3).
Para lograr los planes de Dios, Moisés tuvo que soportar todo, incluyendo acusaciones falsas, murmuraciones injustificadas, orgullo y envidia, fuera y dentro de su propia familia. Por ser muy manso, más que todos los hombres de la tierra, “Dios le otorgó más de su sabiduría y dirección que a todos los demás. (...) Los mansos son dirigidos por el Señor, porque son dóciles y dispuestos a recibir instrucción. Tienen un deseo sincero de saber y hacer la voluntad de Dios” (PP, 403).
Una de las veces en que Moisés recibió críticas y murmuraciones del pueblo, Dios lo defendió: “Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán” (Éxodo 17:3, 4). En esta ocasión, el pueblo criticó a Moisés en público, pero Dios lo defendió y habló directamente con Aarón y María para beneficio de su siervo. En este texto, aprendemos que el Señor sostiene a los sumisos y mansos.
El enemigo de las almas sabe que los conflictos y problemas no resueltos en nuestra vida familiar, son una poderosa herramienta para la destrucción de ella, dificultando nuestro caminar cristiano hacia el cielo. Es muy común presenciar el naufragio de familias enteras cuando podrían haber salido victoriosas ante los dramas vividos si tuvieran una actitud mansa, humilde y respetuosa.
Elena de White escribe que Cristo es nuestro ejemplo y cuando su Espíritu se manifiesta en nuestras familias, todo cambia: “La mansedumbre de Cristo manifestada en el hogar hará felices a los miembros de la familia; no incita a los altercados, no responde con ira, sino que calma el mal humor y difunde una amabilidad que sienten todos los que están dentro de su círculo encantado. Dondequiera que se la abrigue, hace de las familias de la tierra una parte de la gran familia celestial” (El discurso maestro de Jesucristo, p.19). Jesús mismo nos orienta cuando dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). La tierra a la que Jesús se refiere en este versículo no es esta tierra de dolor, desesperación, ansiedad, angustia, corazones rotos, sombra y muerte; es la Tierra Nueva en donde disfrutaremos de la paz largamente soñada que solo el Cielo puede producir.
¿Cómo podemos producir estos maravillosos frutos espirituales, la mansedumbre y el dominio propio, en nuestra vida familiar?
Desarrolla una comunión con la fuente del verdadero amor
Busquemos mantener una comunión profunda, real, verdade- ra y constante con Cristo a través del estudio y la práctica de su santa palabra, la Biblia (Mateo 7:24-27). Pidamos al Espíritu Santo que bautice nuestras acciones y reacciones.
Habla con amabilidad y cortesía
La forma en que nos expresamos muestra mucho sobre cómo es nuestro corazón... “ (...) porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Al hablar con tranquilidad y calma podremos hacernos entender, mostraremos respeto por el otro y el estado de ánimo se suavizará con mayor facilidad. Este clima de entendimiento ayudará a que los conflictos sean más fáciles de resolver. “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1).
Aprende a ser más tolerante y flexible sin renunciar a los principios bíblicos
La tolerancia y la flexibilidad permiten la comprensión de la situación, aportan tranquilidad y seguridad a nuestras relaciones. Aun así, es importante recordar que la mansedumbre no nos deja sin nuestra voluntad propia ni nos hace vulnerables. Nos da el equilibrio adecuado para hacer lo que es correcto, de la manera correcta y en coherencia con las verdades bíblicas. “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús” (Romanos 15:5).
Practica la empatía
Cuando nos ponemos en el lugar del otro para sentir sus dolo- res y aflicciones, cuando nos detenemos a escuchar con calma y respeto al otro, nuestra perspectiva de la situación se acerca más a la realidad. Esto creará posibilidades para establecer vín- culos emocionales y espirituales más saludables para la familia, reduciendo las posibilidades de críticas perjudiciales entre sus miembros. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
Contrarresta el estrés y sus consecuencias con la calma
La prisa y el estrés son responsables de gran parte de nuestras acciones y reacciones apresuradas y equivo- cadas. Estos generan conflictos, dolor y amargura. “El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua” (Proverbios 15:18). Unos minutos de reflexión y oración pueden ahorrarnos muchos años de arrepentimiento, porque nada mejor que vivir en paz. “Es mejor un pedazo de pan seco con paz y tranquilidad que una casa donde hay banquetes y muchas peleas” (Proverbios 17:1, NVI).
6. Busca el autoconocimiento para aprender a controlar tus acciones y reacciones
Frente a un conflicto o problema, a veces les damos rienda suelta a nuestros impulsos. Luego viene el arrepentimiento. En cambio, cuando tenemos una percepción clara de nuestras re- acciones ante una crisis, nos preparamos para anticiparnos a la acción/reacción impulsiva. Eso nos permite actuar de manera más racional. “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26, 27).
Conclusión
Al ver un hogar donde se practican los frutos de la humildad y el dominio propio, notamos que está en conformidad con el deseo divino. Elena de White aconseja: “Todo hogar debiera ser un lugar donde reine el amor, donde moren los ángeles de Dios, y donde ejerzan una influencia suavizadora y subyugadora sobre los corazones de los padres y de los hijos” (HA, 15).
Busquemos tener mansedumbre, dominio propio y paz que solo viene de Dios, porque esto nos dará fuerza y valentía para luchar, superar el enojo y las pasiones pecaminosas.
“La verdadera mansedumbre es la sumisión silenciosa del alma a la providencia divina” (Mathtew Henry).
Llamado
Nuestro deseo hoy es que tú y tu familia ex- perimenten una mayor unión familiar. El fruto del verdadero amor surge cuando la presencia del Espíritu de Dios está presente en la vida de los miembros de la familia. Que este amor se traduzca en gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio mientras conviven, hasta que Jesús venga.
¡Que Dios te bendiga hoy y todos los días para caminar por el Espíritu, y junto con tu familia estén listos para vivir la eternidad con Jesús!
Oración
Querido Padre celestial, eres es tan bueno y bondadoso con nosotros. Nos amas incondicionalmente y perdonas nuestros errores. Somos humanos y débiles, por eso nos entregamos en tus manos, para pedir- te ayuda. Que podamos practicar la mansedumbre y el autocontrol en todas las situaciones de nuestra vida. Que todos vean en nosotros y en nuestras familias los resultados de esta comunión contigo: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. En el nombre de Jesús lo pedimos, amén.
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