Textos bíblicos:
Gálatas 5:22, 23; Mateo 7:24-27; Génesis 2:15-17; 3:1-24; Mateo 5:37; Malaquias 3:10; Mateo 25:23 y Hebreos 11:8-19.
Introducción
En Gálatas 5:22 y 23, el apóstol Pablo anuncia: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (NVI).
Nuestro fruto espiritual de hoy es la FIDELIDAD, y queremos representarla con la uva.
La uva es una fruta hermosa para ver y deliciosa para comer. Cosecharla en un parral es una experiencia maravillosa. Quedas deslumbrado al ver los hermosos racimos de uvas con su color vibrante, colgando al sol. El cultivo de vides para la producción de vino es una de las actividades más antiguas de la civilización, hace unos 6.000 a 8.000 años en el Medio Oriente.
La uva se clasifica según el destino de la producción: existen uvas de mesa o para la viticultura. Se puede comer de forma natural o utilizándola en la preparación de dulces, pasas, mousses, mermeladas, pasteles, gelatinas, jugos, etc. Según un artículo de la revista House and Garden, se estima que hay más de 6.000 tipos de uvas repartidas por los cinco continentes. Más del 60% de las uvas se destinan a la viticultura. Las que compramos en el mercado son las llamadas uvas de mesa, desarrolladas para consumo fresco, y son muy dulces.
La uva es rica en antioxidantes, fibras y resveratrol, lo que la convierte en una gran aliada en la lucha y prevención de enfermedades cardiovasculares, además de ayudar en la circulación sanguínea y disminuir el colesterol malo.
Siempre que recordamos la uva, recordamos el vino, que simboliza la sangre de Cristo para los cristianos. Para los israelitas, las uvas de la Tierra Prometida representan la posibilidad de alcanzar una nueva vida. En el evangelio de Juan, Jesús se refiere a sí mismo como una vid: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Solo podemos dar fruto si estamos conectados a la fuente.
Desarrollo del tema
El Diccionario on-line define la fidelidad como: “Lealtad duradera y confiabilidad en las relaciones, especialmente en el matrimonio y la amistad”. Otra definición puede ser: “el hecho o la cualidad de ser fiel a la palabra o compromisos, tanto a lo prometido como a lo que profesa creer”. La lealtad y la confianza son socias. Si confiamos en alguien, seremos leales y desarrollaremos un sentimiento de fidelidad hacia esa persona con mayor facilidad.
Es posible que hayas oído hablar del perro Akita, conocido por el nombre de Hachiko, y su extrema fidelidad. Este perro fue regalado en 1924 a Eisaburo Ueno, profesor de la Universidad de Tokio. El profesor Ueno vivía en Shibuya, en el suburbio de Tokio y todos los días los dos amigos caminaban hacia la estación de tren, donde el Dr. Ueno se dirigía a la Universidad y Hachiko regresaba a casa. Todos los días durante casi un año, el perro salía de casa a las 15:00 para recibir a su amigo que bajaba del tren de las 16:00. En mayo de 1925, el maestro murió y su amigo Hachiko regresó durante muchos días con la esperanza de encontrar a su dueño. Cuando la familia Ueno se mudó de Shibuya, el perro regresó y se instaló permanentemente en la estación donde su amigo debía regresar. Hachiko murió el 8 de marzode1935, a los 11 años y 4 meses. Su fiel tiempo de espera fue de 9 años y 10 meses.
¡Ojalá fuéramos tan fieles como Hachiko! En el libro de Hebreos, el autor usa 12 versículos (Hebreos 11:8-19) para exaltar las actitudes de fe de un hombre llamado Abraham, que falló en su fidelidad en algunas ocasiones. Se lo menciona en la galería de los héroes de la fe porque en los momentos más cruciales de su camino con el Señor decidió confiar plenamente en su guía y dirección. Ciertamente se le pidió a Abraham una de las demostraciones más severas de fidelidad. Se afligió, lloró, trató de probar si esta era realmente la voluntad del Señor, pero avanzó a pesar del dolor y la comprensión incompleta de lo que realmente sucedería. Abraham confió incondicionalmente en que el Señor sabía lo que era mejor.
En su mente y corazón, Abraham “mató a su hijo”. El hecho no fue consumado solo porque el Ángel del Señor sostuvo su brazo mientras el cuchillo bajaba hacia su hijo, quien también confiaba plenamente en Dios y en su padre Abraham. Aunque no entendía del todo lo que estaba pasando, el hijo que siendo joven podría haber huido, no lo hizo. De esta manera, Isaac también avanzó por la fe. Por esta gran demostración de obediencia y fidelidad es que a Abraham se lo conoce como el padre de la fe.
Podemos aprovechar la oportunidad en esta semana de la familia para ser llenos del Espíritu Santo y, en consecuencia, fieles a Dios. La verdadera fidelidad en nuestras relaciones con los demás (especialmente en nuestra familia) se nutre del amor de Dios en nosotros. Cada vez que cumplimos nuestras promesas y somos leales los unos a los otros, demostramos en la práctica que tenemos el fruto del amor de Dios en nuestros corazones. A medida que somos fieles a nuestros votos matrimoniales, ya sea en casa o en un viaje de negocios, mostramos el fruto del amor a través de nuestra fidelidad, mostramos a qué Dios servimos.
Gran parte de los problemas y traumas familiares que observamos están directamente relacionados con la falta de fidelidad al cónyuge y con el incumplimiento de las promesas hechas en el altar. Somos muy buenos para hacer promesas, pero no siempre somos buenos para cumplirlas, especialmente cuando vienen las luchas y tribulaciones de la vida. Desafortunadamente, muchos hogares sucumben a situaciones como estas. Todas las familias pasan por dificultades y pruebas, pero la diferencia está en la fuente a donde estamos conectados. Solo en Dios podemos ser fieles y victoriosos.
La infidelidad y el incumplimiento de nuestras promesas y compromisos generan una sensación de abandono, desprecio y falta de respeto por los demás. Esto tendrá consecuencias desastrosas para todos los involucrados. El que por su propia elección decide ser infiel se dañará a sí mismo y a los que lo rodean, pagará un costo muy alto.
El ejemplo perfecto de fidelidad y amor lo encontramos en las actitudes de Cristo. En el Getsemaní, su agonía era tanta que sudaba gruesas gotas de sangre. En el calvario, sufrió todas las torturas impuestas por la cruz y por las huestes del mal, porque había una promesa y un plan de salvación desde la fundación del mundo: si el hombre pecaba, Jesús pagaría el precio del rescate. A pesar de todo el dolor y la angustia, él fue fiel en el cumplimiento de su promesa. Lo hizo movido por el Espíritu Santo.
Mientras que la fidelidad es el resultado de una vida en el Espíritu (Gálatas 5:22), la inmoralidad sexual, la impureza, el comportamiento indecente (v. 19) son demostraciones de los deseos de la carne. Debemos preguntarnos: ¿soy fiel como lo fue José cuando fue tentado por la esposa de Potifar?
La respuesta de José a las insinuaciones inapropiadas de la señora Potifar fue: ¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? “ (Génesis 39:9). Ser lleno del Espíritu de Dios significa tener el combustible para caminar por el Espíritu en fidelidad y al mismo tiempo oponerse a los deseos de la carne. Estas dos fuerzas son antagónicas, contradictorias, discordantes e incompatibles entre sí. Una viene de aquel que es la luz, mientras que la otra viene del príncipe de las tinieblas. Cada día, cada momento, en cada decisión, por pequeña que sea, necesitamos ser fieles como lo fue José.
Cada uno de nosotros tiene la opción de caminar por el Espíritu (Gálatas 5:22, 23) o de participar en las obras de la carne (vs. 19-21). Caminar por el Espíritu significa que caminaremos en obediencia. La obediencia es la esencia de la fidelidad que culminará con la vida eterna. Caminar a través de la carne significa que caminaremos en desobediencia, que es la esencia de la infidelidad.
¿El resultado? La muerte eterna.
Recordemos siempre que la infidelidad es hija de la desconfianza del amor y cuidado del Señor; de la desconfianza de que Dios es Dios y que su fidelidad es inmutable. El pecado y la muerte entraron en nuestro mundo porque nuestros primeros padres fueron infieles al Señor. Ellos no confiaron en las declaraciones y orientaciones llenas del amor de Dios en el Edén, antes de la entrada del pecado (Génesis 2:15-17; 3:1-24). Es por eso que el pecado nos alcanza a todos.
¿Cómo podemos producir este maravilloso fruto de fidelidad para conseguir relaciones interpersonales armoniosas y felices?
Comunícate con la fuente del amor verdadero
Busca mantener una comunión profunda, real, verdadera y constante con Cristo a través del estudio y la práctica de su Palabra, la Biblia (Mateo 7:24-27).
Piensa y ora antes de hacer promesas
Las promesas son muy importantes y valiosas para quienes las reciben, porque en la mayoría de los casos, generan expectativas positivas y especiales. Cuando no se las cumple, causarán frustración dañina y eso afectará la relación, especialmente cuando se trata de miembros de la familia (Mateo 5:37).
Confía siempre en: “Así dice el Señor”
Debemos confiar en las verdades bíblicas en todo momento, incluso si no entendemos completamente el porqué de ciertas situaciones. Dios es siempre fiel y digno de confianza porque todo lo que promete se cumple. Por muy sabios y experimentados que seamos, nunca seremos capaces de entender todos los misterios de la vida, así que, si tenemos alguna pregunta sobre cualquier decisión o situación, confiemos y elijamos el “Así dice el Señor”. Él dice: “Y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Construye tu fidelidad a partir de las pequeñas cosas
Estemos alerta, porque en los pequeños detalles, decisiones y concesiones aparentemente sin relevancia, es donde se soca- va nuestra fidelidad. Si cedemos o permitimos un poco aquí y un poco allá, nuestro carácter está siendo moldeado y dañado. Si somos fieles en cada detalle de nuestras vidas, tenemos la promesa: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25:23).
Desconfía de ti mismo
Nuestra naturaleza es pecaminosa, somos humanos, defectuo- sos y limitados (Isaías 64:6). Por mucho que nos cuidemos de no caer en tentación, no importa cuán buenos sean nuestros esfuerzos y nuestro carácter porque las trampas del enemigo están a nuestro alrededor. Él conoce nuestra debilidad, así que desconfiemos de nosotros mismos. Estemos siempre alertas y conectados con la fuente de la vida, Dios. Que esta sea nuestra oración: “Guía mis pasos conforme a tu promesa; no dejes que me domine la iniquidad” (Salmo 119:133).
Busca el contentamiento
El contentamiento es un don de Dios que resulta de la fidelidad al Señor. Si buscamos ser lo mejor que podamos y adquirir nuestras posesiones con honestidad y trabajo, disfrutaremos de la paz que el contentamiento genera en un corazón fiel y leal.
Esto es aún más importante cuando nos referimos al contentamiento en el matrimonio y la familia. Sigamos el consejo bíblico: “... Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:05).
Conclusión
Las bendiciones de Dios son la respuesta a nuestra fidelidad. Seamos obedientes a Dios y a sus orientaciones. Sin embargo, esto solo será posible a través de una relación íntima con él. Elena de White aconseja: “Necesitamos constantemente una nueva revelación de Cristo, una experiencia diaria que armonice con sus enseñanzas. Hay elevados y santos progresos a nuestro alcance. Es propósito de Dios que progresemos constantemente en conocimiento y virtud” (OE, 290).
Llamado
Sí, decide ser fiel siempre. Recuerda que la fidelidad solo es posible cuando continúas avanzando en tu caminar diario con Jesús y vives una vida coherente con sus enseñanzas. Esto solo es posible cuando estás lleno del Espíritu de Dios. Por lo tanto, busca hoy desarrollar el fruto de la fidelidad, no solo en los aspectos fáciles de tu relación familiar, sino especialmente en los temas más difíciles y desafiantes. Que Dios te bendiga para ser fiel hoy y todos los días hasta que Jesús regrese.
Oración
Querido Señor, gracias por amarnos tanto que te mantienes cerca de nosotros, incluso cuando tomamos decisiones incorrectas. También sabemos que siempre nos estás esperando y deseas que seamos fieles a ti. Por eso, ayúdanos a buscarte todos los días y a ser fieles en cada detalle de nuestras vidas. Sabemos que sólo de ti viene la fuerza para lograr la victoria en todas las áreas de nuestras vidas. Te pedimos que nos ayudes a permanecer firmes en nuestro amor y fidelidad a ti y a los demás. En el nombre de Jesús, amén.
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