Introducción
Estos textos presentan uno de los diversos “aparentes” con- trastes paulinos. En diversos momentos de sus escritos, Pablo parece contradecirse en sus enseñanzas. Hay momentos en que parece que él estuviese contra la ley: “vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley” (Romanos 7:4), y luego dice que la ley es “santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). O cuando él parece estar desmereciendo al judaísmo y luego dice que ser judío tiene muchas ventajas. Cada una de esas “aparen- tes” contradicciones tiene una linda y profunda explicación.
Pero hoy me gustaría detenerme en los versículos que leeremos y pido a Dios que estos calienten su corazón y fortalezcan su vida. Necesito explicar un poco el contexto del capítulo 8 (que es uno de los más amados y conocidos en todo el Nuevo Testa- mento) para que entienda la grandeza de lo que Dios nos quiere decir hoy. Este capítulo es un contrapunto o una respuesta al capítulo 7. En el capítulo 7, Pablo usa 13 veces la palabra pecado y 13 veces la palabra muerte. Pablo presenta en el capítulo 7 la falencia del hombre que vive en la carne. Ya en el capítulo 8, Pablo está llegando al auge de su carta a los romanos, y algunas de las palabras clave del capítulo 8 son: gloria, vida, esperanza, hijos, herederos y redención.
En el capítulo 8, Pablo quiere llevar los ojos de sus lectores a la bendita esperanza de la redención completa en Jesucristo. Él presentó en los capítulos anteriores lo que la cruz hizo por nosotros, lo que la cruz está haciendo en nosotros y finalmente lo que la cruz hará por nosotros. Pero mientras la redención completa no llega, él presenta en el capítulo 8 dos consejos sobre cómo esperar la redención.
Dos consejos
El primer consejo se encuentra en los versículos 19 y 23. Él dice que no solo las criaturas, sino también nosotros debemos esperar la redención con “anhelo ardiente”. Esa es una expresión muy fuerte y, para entenderla, usted debe crear una imagen en su mente. Imagine a alguien en puntas de pie, el cuello estirado con el cuerpo inclinado hacia adelante, con la mano en la cabeza, cerrando un poco los ojos para mirar fijamente un punto en el horizonte de donde vendrá lo que se espera. Eso para Pablo es anhelo ardiente.
El segundo consejo, en el versículo 25, dice que debemos “esperar con paciencia”. Aquí se encuentra la “aparente” contra- dicción. Usted puede argumentar con Pablo: “Pablo, ¿debo esperar con anhelo ardiente o con paciencia?”. Como en la mayoría de las “aparentes” contradicciones en los escritos de Pablo, esos pasajes no se excluyen, sino que se complementan. Es como si él estuviera diciendo: hay una manera correcta y una manera incorrecta de esperar la redención completa en Cristo Jesús.
Usted no puede esperar con tanto anhelo que termine perdiendo la paciencia. Pero, en la vida práctica, es muy difícil man- tener un equilibrio entre anhelo y paciencia. Ese es el tema que quiero presentarles a ustedes hoy: anhelo y paciencia, las dos claves para la espera de Jesús.
Anhelo impaciente
Quiero comenzar hablando de la manera equivocada de esperar la redención. Algunos cristianos dan un énfasis exagerado en el anhelo y no tienen paciencia de esperar las promesas, generando lo que yo llamo “anhelo impaciente”. Ellos quieren experimentar ahora lo que todavía no está disponible. Cuando una persona comienza a predicar que ya podemos tener la victoria completa sobre el pecado aquí, que una generación sin pecado surgirá en los últimos días, está dejando que el anhelo de la gloria salga del camino y está teniendo un anhelo impaciente. Y hasta hoy yo solo vi dos tipos de cristianos surgir de este pensa- miento: los legalistas amargos o los hipócritas.
Escucharemos a Jesús diciendo: “Su conflicto ha terminado”. Cuando escuchemos eso, entenderemos que nunca más tendremos luchas contra el pecado. Sin embargo, solo escucharemos eso frente a la puerta de perla del cielo. Entonces, ¡tenga cuida- do con ese anhelo impaciente de querer anticipar la perfección!
O cuando una persona comienza a buscar en Internet videos especulativos sobre los eventos finales, videos sobre el decreto, la persecución o el ecumenismo. Todo eso va a ocurrir, pero está en el tiempo de Dios, no en el nuestro. Dios está actuando en la historia para efectuar nuestra salvación, pero, si su “anhelo ardiente” se concentra solo en la especulación de eventos, usted podrá perder el foco de los eventos finales, que es Cristo, y no el Papa, las bestias, la persecución y el ecumenismo. Y si usted pierde el foco de Cristo, podrá perderse incluso con todo el conocimiento profético que posee. Siempre debemos recordar que los eventos que anteceden al regreso de Cristo tienen la función de mantenernos alertas y dependientes de Cristo, y no la función de marcar fechas o crear un espíritu alarmista. Jesucristo volverá, y las señales y los eventos sirven, no para especular y marcar fechas, ¡sino para despertarnos!
Paciencia irresponsable
La segunda forma incorrecta de esperar el regreso de Jesús (recuerde que la primera es el anhelo impaciente) es lo que lla- mo “paciencia irresponsable”. Algunos dan un énfasis exagerado a la paciencia y terminan cayendo en el letargo, en la apatía y en el enfriamiento espiritual. Las promesas de la segunda venida ya no calientan su corazón, y usted va siendo vencido por la in- credulidad. Si estudia los sermones de Cristo, percibirá que este tema era la base de muchas de sus enseñanzas.
Un día, él predicó un sermón que está registrado en Lucas 12:43-46. ¿Cuál era el problema del siervo de esa parábola? Él se volvió tan paciente que perdió el anhelo. Él sabía y creía que su señor regresaría, pero dijo “en su corazón”: “Mi señor se demora en venir”. ¿Será que ese no es nuestro problema? Usted cree sobre el regreso de Cristo, canta sobre eso, sigue a la iglesia que proclama la segunda venida, pero ¿será que es tan paciente que perdió el anhelo? Y el peligro es que esto esté ocurriendo en su corazón: usted no proclama que no cree en el regreso de Jesús, usted no perdió la fe, todavía lee sobre el tema, pero de manera sutil, ha actuado como alguien que ha perdido el anhelo.
No quiero detenerme más en la forma incorrecta de esperar que Jesús regrese. Quiero concluir con la solución presentada por Pablo. La manera correcta de esperar a Jesús.
Anhelo ardiente
El primer consejo de Pablo es: espere que Jesús vuelva con un anhelo ardiente. O sea: desee el regreso de Cristo; clame por eso. Y solo hay una manera para que usted desee el regreso de Cristo con anhelo. Usted tiene que conocerlo íntimamente. El anhelo ardiente debe llevarlo no a la especulación, sino al conocimiento personal e íntimo a través del estudio diario de la Biblia y de tiempo en oración. ¿Quiere tener ese anhelo todo el tiempo? Tenga un conocimiento íntimo y personal diariamente con Cristo. Permita que su Palabra caliente su corazón diariamente. El anhelo ardiente es el resultado de la dependencia diaria de Dios en su vida, es el resultado de aquietarse y saber que Dios es Dios y que cumplirá sus promesas. Entonces podría llamarse “anhelo paciente”.
Espere con paciencia
El segundo consejo de Pablo es esperar con paciencia, pero no una paciencia irresponsable, y sí una paciencia expectante y llena de esperanza. Mientras Jesús no regrese, pasaremos por momentos difíciles. Seamos pacientes. Derramaremos lágrimas, perderemos seres queridos, etc. Pero no debemos desanimar- nos o rendirnos de esperar pacientemente el regreso de Cristo. La cuestión es que, como seres humanos, no nos gusta esperar o tener paciencia.
Por eso, la mejor forma de permanecer pacientes, esperando el regreso de Cristo es trabajar intensamente para la causa de la cruz. Mientras más nos involucramos con la predicación del evangelio, más desarrollaremos la capacidad de esperar con pa- ciencia nuestra salvación.
Conclusión
Juan, el discípulo, se volvió seguidor de Cristo siendo muy joven y pasó toda su vida creyendo en una promesa que Jesús hizo, de que volvería a esta Tierra. Juan invirtió toda su vida en esa creencia, trabajó para la causa no con lo que le sobraba, sino con lo mejor que tenía y por esa causa él, ya cansado y an- ciano, fue preso en la isla de Patmos.
Jesús, entonces, se le aparece y le da visiones del tiempo del fin, y cuando termina las visiones, Juan escribe en Apocalipsis 22:20 “Ciertamente vengo en breve”.
Si hubiera sido yo, tal vez hubiera respondido: pero, Señor, hace más de 50 años que te estoy esperando sin demora, pero para mí, estás tardando mucho.
Pero eso no es lo que Juan dice. Él responde: “Amén. ¡Ven, Señor Jesús!”
Juan conocía a Jesús íntimamente. Solo puedo imaginar a Juan dando un grito de victoria: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” Quien conoce a Jesús íntimamente y trabaja intensamente por su causa no está preocupado con la fecha; solo desea que él venga. Si hoy, amén. ¡Ven, Señor! Si mañana, también. ¡Ven, Señor Jesús! Lo importante es que él venga.
Permítanme terminar con una historia. Para mí, solo un hombre tenía el derecho de perder el anhelo ardiente en el regreso de Jesús. Ese hombre era Guillermo Miller. Mas que nadie, él experimentó la amarga decepción en el estómago cuando Cristo no apareció en las nubes en 1844.
Él había estudiado la Biblia minuciosamente en oración y no tenía presunciones de grandeza en su corazón. Dios claramente lo envió a predicar y él lo hizo hasta el agotamiento por 12 años para más de medio millón de personas. E incluso así, el evento que él predijo no se cumplió. Hoy sabemos con claridad que él había acertado la fecha de la profecía, pero se había equivocado de evento. Jesús no volvería en 1844.
En medio de toda esa decepción, él fue ridiculizado en diversos periódicos, y aun así declaró: “Yo creí y prediqué que Cristo habría de venir en cualquier momento en el fin de los periodos proféticos. Pero todavía creo, y con la ayuda de Dios, voy a pre- dicar hasta que él venga. Puedo decir con todo mi corazón y alma, ¡Amén, ven, Señor Jesús! Aguardo cada día y cada hora el regreso de Cristo. Deseo estar con él y puedo decir que todavía lo amo como lo amé 28 años atrás. Yo creía que ya debería estar con él, pero todavía estoy aquí, un peregrino y extranjero, a la espera del cambio de mortal a inmortal. A pesar de haberme decepcionado dos veces, no estoy abatido o desanimado. Dios ha estado conmigo en espíritu, y me ha consolado. Mi mente está en perfecta calma, y mi esperanza en la venida de Cristo está tan fuerte como nunca. Quiero permanecer firme día tras día hasta que él venga”.
La inquebrantable confianza de Miller en el pronto regreso de Cristo continuó hasta el momento de su muerte, el 20 de diciembre de 1849. Durante los últimos meses de la vida de Miller, él estaba confinado a la cama. Cuando la muerte parecía inminente, le enviaron un telegrama a su amigo Josué V. Himes, para que fuera a Low Hampton, Nueva York. Al llegar Himes lo encontró prácticamente ciego y muy débil. Miller reconoció a su amigo. Una de las pocas cosas que Miller dijo a Himes fue la siguiente: “Diles a los hermanos que el regreso del Señor está cerca; pero ellos deben ser pacientes y esperarlo”.
Elena de White tuvo una visión en la que vio a un ángel guardando la tumba de ese guerrero de Dios hasta la resurrección. Dios no fallará con él, pues él lo conocía. Miller conocía mucho sobre el regreso de Cristo, y no se permitió ser sorprendido por lo conocido. Esa es nuestra mayor tragedia como adventistas. Los que de nosotros lleguemos a perder la salvación, habremos sido sorprendidos por el evento que más conocíamos. Y finalmente llegaremos a la conclusión que conocíamos solo la doc- trina del regreso de Cristo, pero no su persona.
Llamado
Tal vez, haya entendido que está viviendo un anhelo im- paciente o una paciencia irresponsable y hoy le gustaría decir: “Señor, yo te amo y quiero pronto exclamar mirando a la nube: ‘Este es el Dios al que esperaba’. Entonces, despiértame hoy al peligro de ser tomado por sorpresa a pesar de todas las oportunidades”.
Ayúdame a tener diariamente un encuentro espiritual con el Señor hasta el día en que tendré un encuentro cara a cara.
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