“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Cuando estamos en la iglesia rodeados de gente que sonríe, qué fácil es hablar y cantar de la esperanza. Pero, cuando estamos en el crisol, la esperanza no siempre parece ser tan fácil. Cuando las circunstancias nos oprimen, comenzamos a cuestionar todo, especialmente la sabiduría de Dios. En uno de sus libros, C. S. Lewis escribe sobre un león imaginario. Alguien que quiere conocer a este león pregunta si el león es fiable. Se le dice que no es fiable, “pero es bueno”. Aunque no siempre entendemos a Dios y aparentemente él hace cosas impredecibles, eso no significa que Dios esté en contra de nosotros. Simplemente, significa que todavía no tenemos el panorama completo. Pero luchamos con la idea de que, para tener paz, confianza y esperanza, Dios debe ser comprensible y predecible. Según nuestra forma de pensar, él necesita ser “fiable”. Por ende, nos predisponemos para el chasco. Un vistazo a la semana: Entender el carácter de Dios ¿en qué medida nos ayuda a retener la esperanza en medio del crisol?
I. EL PANORAMA COMPLETO
En medio del sufrimiento, es muy fácil suponer que lo que nos pasa es lo único que importa. Pero el panorama es un poco más amplio que solo el “yo” (ver Apocalipsis 12:7; Romanos 8:22).
Lee Habacuc 1:1 al 4. ¿A qué se enfrentó Habacuc? Cabría esperar que Dios dijera algo así como: “Eso es realmente terrible, Habacuc; déjame ir a ayudarte de inmediato”. Pero la respuesta de Dios refleja lo opuesto. Le dice a Habacuc que todo va a empeorar. Lee esto en Habacuc 1:5 al 11. Los asirios llevaron cautivo a Israel, pero aun así Dios promete que vendrá algo peor: los babilonios ahora se llevarán al pueblo de Judá. Habacuc vuelve a clamar en los versículos 12 al 17, y luego espera a ver qué dirá Dios. ¿Cómo es que el anuncio de Dios sobre la promesa de destrucción para Babilonia en Habacuc 2:2 y 3 trae esperanza? Habacuc 2 es la promesa divina de la destrucción de los babilonios. Hebreos 10:37 cita Habacuc 2:3, lo que sugiere una aplicación mesiánica de esta promesa en el futuro. Con la misma certeza con que se prometió la destrucción de Babilonia, también tenemos la certeza de la destrucción de “la gran Babilonia” (Apocalipsis 18:2). Habacuc estaba atrapado entre el gran mal que lo rodeaba y el anuncio de Dios de que vendría algo peor. No obstante, precisamente es allí donde nos encontramos nosotros en la historia de la salvación. Un gran mal nos rodea, pero la Biblia predice que está por venir algo mucho peor. La clave para la supervivencia de Habacuc fue que se le permitió ver el panorama completo. Por lo tanto, en el capítulo 3, puede elevar una increíble oración de alabanza por lo que Dios hará en el futuro.
Lee Habacuc 3:16 al 19.
Para Habacuc, ¿cuáles son las razones para tener esperanza? ¿Cuál es la esperanza del pueblo de Dios mientras esperamos que se desarrollen las últimas escenas proféticas? ¿Cómo puedes hacer tuya esta esperanza?
La esperanza que transforma viene del Cielo. Esto significa que podemos orar para que la esperanza se sume a la vida de los demás. Dediquen un momento a orar por aquellos cuya esperanza ha estado flaqueando recientemente, a fin de que su esperanza se renueve. Es más, ¿qué pueden hacer por otros que dan por perdida la batalla por encontrar esperanza?
¿Hubo una ocasión en que la desesperación y las pruebas te hicieron perder la fe y la esperanza? ¿Qué produjo el giro en ti? ¿Qué podemos compartir unos con otros para ayudarnos cuando estamos en momentos de duda y desesperación?
II. QUIÉN ES NUESTRO PADRE
Oswald Chambers escribe: “¿Le has preguntado a Dios qué es lo que hará? Él nunca te lo dirá. Dios no te dice lo que va a hacer; él te revela quién es” (My Utmost for His Highest, 2 de enero). ¿A qué crees que apunta Chambers con esta idea?
Como sabemos, el libro de Job comienza con una gran tragedia personal para el patriarca. Pierde todo, salvo su vida y a su esposa, y ella le sugiere: “Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). Luego de esto hay una discusión en la que sus amigos tratan de averiguar por qué le sucedió todo esto. En todas estas discusiones, Dios guarda silencio. Entonces, de repente, en Job 38, Dios aparece y habla: “¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” (Job 38:2). Una tras otra, Dios le plantea a Job unas sesenta preguntas asombrosas. Explóralas en Job 38 y 39. Después de la última pregunta, Job responde: “Yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volverá a hablar” (Job 40:4, 5). Pero Dios no ha terminado. Entonces comienza de nuevo y le hace otra serie de “grandes” interrogantes, uno detrás de otro. Lee la respuesta final de Job en Job 42:1 al 6. ¿Qué trató de decir Dios a Job, y qué efecto tuvo sobre él? Dios nunca responde a ninguna de las preguntas de los amigos de Job que exigían razones. Pero Dios sí pinta un cuadro de su incomparable grandeza revelada en las asombrosas obras de la Creación. Después de esto, sin duda Job no necesita ninguna respuesta. La necesidad de explicaciones ha sido eclipsada por una imagen abrumadora de la magnificencia de Dios. Esta historia revela una paradoja fascinante. La esperanza y el aliento pueden aflorar al darnos cuenta de cuán poco sabemos. Instintivamente, tratamos de encontrar consuelo sabiéndolo todo y, por ende, nos desanimamos cuando no alcanzamos a saber. Pero a veces Dios resalta nuestra ignorancia para que nos demos cuenta de que la esperanza humana solo puede hallar seguridad en un Ser mucho más grande que nosotros.
¿Te están sucediendo cosas que no puedes entender ahora? Si es así, concéntrate en el carácter de Dios. ¿Cómo puede esto darte la esperanza que necesitas para perseverar en medio de lo que por ahora es incomprensible?
III. LA PRESENCIA DE NUESTRO PADRE
“Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Isaías 41:13).
Alguien dijo cierta vez: “Cuando Dios parece distante, ¿quién es el que se ha movido?” Cuando surgen problemas, suponemos que Dios nos ha abandonado. La verdad es que él no se ha ido a ningún lado. A los judíos en el Exilio, la presencia de Dios les parecía muy lejana. Sin embargo, mediante Isaías, Dios les asegura la liberación futura. No obstante, aunque faltaban muchos años para el regreso a Jerusalén, Dios anhelaba que su pueblo supiera que él no se había alejado de ellos y que había muchas razones para tener esperanza.
Lee Isaías 41:8 al 14. ¿Qué motivos de esperanza puedes identificar para los que esperan ansiosos la liberación futura? ¿Cómo nos ayuda esta promesa mientras esperamos que termine nuestro exilio en la Tierra? Una de las imágenes más poderosas de estos versículos se encuentra en Isaías 41:13. El Dios soberano del Universo asegura que su pueblo no tiene por qué temer, porque es él quien “te sostiene de tu mano derecha”. Una cosa es imaginarnos a Dios guiando los acontecimientos de la Tierra desde un gran trono a años luz de distancia; todo cambia completamente cuando nos damos cuenta de que él está muy cerca de su amado pueblo y lo sostiene de la mano. Cuando estamos ocupados, quizá sea difícil recordar que Dios está tan cerca de nosotros. Pero, cuando recordamos que él es Emanuel, “Dios con nosotros”, esto marca una gran diferencia. Cuando la presencia de Dios está con nosotros, también lo están sus propósitos, sus promesas y su poder transformador.
¿Qué diferencia notaste en tu vida al tener siempre presente la realidad de la cercanía de Dios?
¿Cómo nos ayuda Job 38 al 41 a tener siempre presente la naturaleza y el carácter de Dios?
En los próximos días, haz un experimento. Cada vez que puedas, trata de recordar que el Dios del Universo está lo suficientemente cerca de ti como para sostener tu mano con la promesa de ayudarte personalmente. Lleva un registro de cómo esto cambia la manera en que vives. Prepárate para analizar tu experiencia con la clase el sábado.
Afligido por esas luchas, Job lamentó estar vivo y deseó no haber nacido nunca (Job 3:1–26). Sin embargo, manifestó abiertamente su fidelidad incondicional a Dios con las palabras: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Aunque se imaginaba que pronto su vida terminaría, conservó la confianza en que la muerte no tendría la última palabra. Firmemente convencido, declaró que, aunque muriera, algún día se levantaría y él, el mismo Job, vería a Dios en su propia carne (Job 19:25-27). “Esta es una vislumbre inconfundible de la resurrección” (CBA 3:552).
IV. LOS PLANES DE NUESTRO PADRE PARA NOSOTROS
Todos anhelan tener esperanza. Pero ¿dónde encontrarla? Para algunos, la esperanza se encuentra en la sonrisa de un amigo. Para otros, la esperanza surge de la seguridad financiera o de un matrimonio estable. ¿Dónde buscas tú esperanza y coraje normalmente?
En el libro de Jeremías, el profeta escribe a gente que, en el Exilio, había perdido la esperanza. “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion” (Salmos 137:1). Pero, a pesar de su desconsuelo, Jeremías expone las razones por las que no deben perder la esperanza. ¿Qué razones para tener esperanza ofrece Jeremías 29:1 al 10?
En este pasaje, hay tres fuentes importantes de esperanza que vale la pena destacar:
1. Dios dice a su pueblo que no debe perder la esperanza porque su situación no es resultado de la casualidad ni de un mal impredecible. Porque Dios mismo dice: “[Yo, Jehová] hice transportar [a Judá] de Jerusalén a Babilonia” (Jeremías 29:4). Aunque aparentemente el mal lo rodea, Judá nunca dejó de estar en las palmas de las manos de Dios.
2. Dios dice a su pueblo que no debe perder la esperanza porque él puede obrar incluso dentro de sus dificultades imperantes. “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jeremías 29:7).
3. Dios dice a su pueblo que no debe perder la esperanza porque él pondrá fin a su exilio en un momento específico: “Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar” (Jeremías 29:10).
Una vez que Dios le explica que estuvo al frente de su pasado, que está a cargo de su presente y que se hará responsable por su futuro, entonces transmite bellamente el tierno cuidado que él tiene por su pueblo (ver Jeremías 29:11-14).
“Dios mismo es la fuente de toda misericordia. Se llama “misericordioso, y piadoso”. No nos trata según lo merecemos. No nos pregunta si somos dignos de su amor; simplemente derrama sobre nosotros las riquezas de su amor para hacernos dignos. No es vengativo. No quiere castigar, sino redimir. Aun la severidad que se ve en sus providencias se manifiesta para salvar a los descarriados. Ansía intensamente aliviar los pesares del hombre y ungir sus heridas con su bálsamo”. (EDMJ, 23)
Lee Jeremías 29:11 al 14 mencionando tu nombre después de la palabra vosotros, como si Dios te estuviera haciendo estas promesas personalmente. Dales una aplicación personal a estas promesas en cualesquiera de tus luchas actuales.
“Estemos llenos de esperanza y valor. El desánimo en el servicio del Señor es irracional y pecaminoso. Dios conoce cada una de nuestras necesidades. Él posee la omnipotencia. Puede conceder a sus siervos la medida de eficiencia que necesitan según su situación. Su amor infinito y su compasión no se cansan nunca. A la majestad de la omnipotencia, él une la bondad y la compasión de un tierno pastor. No tenemos por qué temer que él no cumpla sus promesas. Él es la verdad eterna. Jamás cambiará la alianza que ha concertado con aquellos a quienes ama. Las promesas que ha hecho a la iglesia son inquebrantables. Hará de ella un ornamento para siempre, un motivo de gozo de generación en generación.” 8TI, 46.
V. LA DISCIPLINA DE NUESTRO PADRE
Lee Hebreos 12:5 al 13. ¿Cuál es el mensaje para nosotros aquí y cómo encaja con lo que hemos estado estudiando este trimestre? En Hebreos 12:5 al 13, Pablo describe las pruebas en el contexto de la disciplina. En la Biblia, la palabra disciplina aparece diez veces. En el mundo griego, esta era la palabra más básica para “educación”. Entonces, entender la “disciplina” es entender cómo Dios nos educa en la escuela de la fe, que Pablo describe anteriormente en Hebreos 11. En todo Hebreos 11, Pablo pinta cuadros de hombres y mujeres de fe. La fe fue lo que los impulsó a seguir cuando enfrentaron todo tipo de situaciones difíciles. Al entrar en el capítulo 12, Pablo se dirige a nosotros, los lectores, y dice que, dado que tantas personas antes que nosotros perseveraron contra obstáculos increíbles, nosotros también podemos correr y terminar la vida de fe. La clave es fijar nuestros ojos en Jesús (Hebreos 12:2), para que él pueda ser un ejemplo en tiempos difíciles (Hebreos 12:3). Leer el capítulo 12 es como recibir un par de anteojos para lectura. Sin estas lentes, nuestra visión o comprensión de las dificultades siempre será borrosa. Pero, mirar a través de estas lentes corregirá la explicación borrosa del sufrimiento que nuestra cultura nos impone. Entonces podremos entender claramente y responder a las pruebas con inteligencia.
Lee a través de los “anteojos” de Hebreos 12:1 al 13. Ahora, concéntrate en los versículos 5 al 13 y responde estas preguntas: ¿Cuál es… …la fuente de la disciplina? …nuestra respuesta a la disciplina? …el objetivo de la disciplina?
Vuelve a leer Hebreos 12:1 al 13. Haz una lista de todas las razones que identificas como fundamentos de esperanza. ¿En qué medida viviste esta esperanza en tus tiempos de “educación” espiritual?
Conclusión
Ninguna esperanza de inmortalidad gloriosa alumbra el futuro de los enemigos de Dios. Pero los héroes de la fe tienen la promesa de una herencia más valiosa que cualquier riqueza terrenal, una herencia que satisfará los anhelos del alma. Pueden ser desconocidos por el mundo, pero son anotados como ciudadanos en los libros de registro del cielo (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 517, 518).
“A todos nos tocan a veces momentos de intensa desilusión y profundo desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las dificultades acosan al alma, en que la muerte parece preferible a la vida. Entonces es cuando muchos pierden su confianza en Dios y caen en la esclavitud de la duda y la servidumbre de la incredulidad. Si en tales momentos pudiésemos discernir con percepción espiritual el significado de las providencias de Dios, veríamos ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y luchan para asentar nuestros pies en un fundamento más firme que las colinas eternas; y nuestro ser se compenetraría de una nueva fe y una nueva vida” (PR 119).
¿Hasta qué punto lo percibimos en los demás cuando atraviesan esos momentos? ¿Cómo podemos aprender a ser mejores agentes de esperanza entre nosotros cuando experimentamos decepciones tan amargas?
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