“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Isaías 53:10).
Mientras su esposa estaba en el lecho de muerte, el famoso escritor cristiano C. S. Lewis escribió: “No es que corra mucho peligro (eso creo) de dejar de creer en Dios. El verdadero peligro es llegar a creer cosas sumamente terribles acerca de él. La conclusión que temo no es: ‘Pues, al fin y al cabo, Dios no existe’, sino: ‘Pues, así es Dios en realidad’ ” (A Grief Observed, pp. 6, 7).
Cuando las cosas se vuelven muy dolorosas, algunos rechazamos a Dios de cuajo. Otros, al igual que Lewis, nos vemos tentados a cambiar nuestra visión de Dios e imaginar todo tipo de cosas malas acerca de él. La pregunta es: ¿Cuán candente se puede poner esto? ¿Cuánto calor se arriesgaría Dios a permitir que experimente su pueblo a fin de lograr su propósito final de moldearnos a la “imagen de su Hijo”? (Romanos 8:29).
¿Por qué crees que Dios está dispuesto a correr el riesgo de que quienes desean conocerlo y amarlo lo malinterpreten? ¿Hasta qué punto crees que Dios está dispuesto a que lo malinterpreten para moldearte a la “imagen de su Hijo”?
I. ABRAHAM EN EL CRISOL
¿Algún amigo está pasando una dura prueba de fe? ¿Qué pueden aprender de la experiencia de esa persona, de sus éxitos o fracasos?
Leamos Génesis 22.
De repente y sin explicación, Dios llama a Abraham para
que ofrezca a su hijo como holocausto. ¿Te imaginas cómo se habrá sentido
Abraham? Era una idea totalmente repugnante que un Dios santo le pidiera que
sacrificara a su propio hijo. Aun en el caso de que Abraham pensara que esto
era aceptable, ¿qué pasaría con las promesas de Dios sobre su herencia? Sin su
hijo, la promesa no se cumpliría.
¿Por qué pidió Dios a Abraham que ofreciera este sacrificio? Si Dios lo
sabe todo, ¿qué sentido tenía?
La petición de Dios y el momento elegido no fue al azar. De hecho, estuvieron
calculados para arrancar la angustia más profunda posible, porque “Dios había
reservado a Abraham su última y más aflictiva prueba para el tiempo cuando
la carga de los años pesaba sobre él, cuando anhelaba descansar” (PP, 144).
¿Era
esta la prueba de un Dios disparatado? De ninguna manera, porque “la agonía
que sufrió durante los oscuros días de aquella terrible prueba fue permitida para
que comprendiera por su propia experiencia algo de la grandeza del sacrificio
hecho por el Dios infinito en favor de la redención del hombre” (PP, 150).
Esto era solo una prueba: Dios nunca tuvo la intención de que Abraham matara a su hijo. Esto resalta algo muy importante sobre la forma en que Dios obra
a veces. Dios quizá nos pida que hagamos algo que nunca tuvo la intención de
que completemos. Tal vez nos pida que vayamos a algún lugar al que nunca tuvo
la intención de que lleguemos. Lo importante para Dios no necesariamente es el
final, sino lo que aprendemos a medida que nos va modificando en el proceso.
Probablemente, Jesús tenía en mente la experiencia de Abraham cuando dijo
a los judíos: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio,
y se gozó” (Juan 8:56).
Recordemos últimas 24 horas de la vida de Cristo antes de su crucifixión. ¿Qué extremos enfrentó? ¿Cómo los soportó? ¿Qué principios podemos tomar de su ejemplo y aplicarlos a nuestra vida cuando estemos en medio de nuestro crisol?
"Los mensajeros de Dios necesitan hoy una fe y una confianza como la que tuvo Abraham. Pero muchos de aquellos a quienes el Señor podría usar no quieren avanzar oyendo y obedeciendo su voz sobre todas las demás. La relación con sus deudos y amigos, las antiguas costumbres y compañías, tienen a menudo tanta influencia sobre los siervos de Dios que él solo puede darles poca instrucción, comunicarles poco conocimiento de sus propósitos; y con frecuencia después de un tiempo los pone a un lado y llama en su lugar a otros, a quienes prueba de la misma manera. El Señor haría mucho por sus siervos si ellos estuviesen completamente consagrados a él, estimando sus servicios por encima de los vínculos de la parentela y toda otra asociación terrenal." (4TI, 516).
Abraham podría haber dejado de lado esta idea si rechazaba las instrucciones como si vinieran de Satanás. La clave para que Abraham
sobreviviera y aprendiera durante todo el proceso fue que conocía la voz de Dios.
¿Cuánto conoces la voz de Dios? ¿Cómo sabes cuando Dios te está hablando?
¿Cuáles son las formas en que te comunica su voluntad?
II. EL ISRAEL REBELDE
La historia de Oseas tiene algunas lecciones poderosas que enseñarnos. La
situación de Oseas es notable. Su esposa, Gomer, huye y tiene hijos con otros
hombres. Aunque ella es maritalmente infiel, Dios llama a Oseas para que recupere a su esposa y le muestre nuevamente su amor. Esta historia se presenta
como una parábola acerca de Dios e Israel. Los israelitas habían dejado a Dios y
se estaban prostituyendo espiritualmente con otros dioses, pero Dios todavía
los amaba y quería mostrarles su amor. ¡Pero fíjate los métodos de Dios!
Leamos Oseas 2:1 al 12. ¿Qué métodos dice Dios que usará para atraer a Israel
de nuevo a sí? ¿Cómo habrán sido estas experiencias?
Esta historia plantea dos cuestiones importantes sobre la forma en que
experimentamos a Dios cuando él nos guía al arrepentimiento.
1. Corremos el riesgo de no reconocer que Dios está obrando.
Cuando Israel pasó por esas experiencias tan duras y dolorosas, probablemente
les haya resultado difícil reconocer que su Dios estaba obrando para su salvación. Cuando nuestro camino se ve bloqueado con espinas agudas o quedamos
tan encerrados que no sabemos hacia dónde vamos (Oseas 2:6), ¿ese es nuestro
Dios? Cuando no podemos cubrir nuestras necesidades básicas o nos sentimos
avergonzados (Oseas 2:9, 10), ¿podría nuestro Padre estar en medio de todo esto?
La verdad es que, más allá de lo que sintamos, Dios siempre está obrando para
conducirnos al arrepentimiento, porque nos ama mucho.
2. Corremos el riesgo de malinterpretar a Dios cuando él
obra. Quizá reconozcamos que Dios está obrando, pero no nos gusta lo que él
hace. Cuando nos sentimos heridos y avergonzados, es fácil culpar a Dios por ser
cruel, por no intervenir o por no preocuparse. Pero Dios siempre está obrando
para renovarnos mediante su pacto de amor. Una pregunta incorrecta puede conducirnos a una interpretación errónea y finalmente a un camino equivocado.
Leamos Oseas 2:14 al 23. ¿Qué revela este pasaje acerca de Dios? Pide al Espíritu
Santo que te muestre si huyes de Dios en algún aspecto de tu vida. Si estás convencido de que estás huyendo, ¿por qué esperar a pasar por el crisol? ¿Qué te
impide entregar todo a Dios ahora?
III. SOBREVIVIR MEDIANTE LA ADORACIÓN
Lee Job 1:6 a 2:10. ¿Qué causó el sufrimiento de Job?
"Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en las desgracias y calamidades de mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras siguiéndose la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán aumentando más y más y se harán más y más desastrosas.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alarmarnos con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos encontrar en el poder superior de nuestro Redentor. Los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección. Ángeles de gran poder son enviados del cielo para ampararlos. El maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo (The Faith I Live By, p. 328; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 330).
Hay algo asombroso aquí. Los ángeles vienen a ver a Dios y Satanás viene
con ellos. Dios pregunta a Satanás de dónde viene, y Satanás responde que
viene “de rodear la tierra y de andar por ella” (Job 1:7). Entonces, Dios plantea
este interrogante: “¿No has considerado a mi siervo Job?” (Job 1:8).
La pregunta
en sí no es relevante; lo notable es Quién pregunta. No es Satanás quien señala
a Job como susceptible de examen; es Dios. Dios llama la atención de Satanás
hacia Job sabiendo exactamente lo que vendría. Aquí abajo, en la Tierra, Job no
tiene ni idea de que su crisol se pondrá tan candente. Y, aunque está muy claro
que es Satanás, no Dios, quien causa el sufrimiento de Job, también está claro
que es Dios quien concede su permiso explícito para que Satanás destruya las
posesiones de Job, a sus hijos y su salud física. Si Dios permite que Job sufra, ¿qué
diferencia hay si es Dios o Satanás quien inflige el sufrimiento personalmente?
¿Cómo puede Dios ser justo y santo cuando permite activamente que Satanás
le cause tanto dolor a Job? ¿Es esta situación un caso especial o es propio de la
forma en que Dios todavía nos trata hoy?
"Hemos bebido la misma copa de aflicción, pero estaba mezclada con gozo y descanso y paz en Jesús. Él hace todas las cosas bien. Nuestro Padre celestial no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
Este mundo es el escenario de nuestras pruebas, nuestros pesares y dolores. Estamos aquí para pasar la prueba a que Dios nos somete. El fuego debe ser avivado hasta que consuma la escoria y nosotros salgamos como oro purificado en el horno de la aflicción. Saldrá luz de estas tinieblas que a veces a Ud. le parecen incomprensibles. “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Job 1:21. Sea este el lenguaje de su corazón. La nube de misericordia se cierne sobre su cabeza aun en la hora más oscura. Los beneficios de Dios para nosotros son tan numerosos como las gotas de lluvia que caen de las nubes a la tierra reseca para regarla y refrescarla. La misericordia de Dios está sobre usted…
Si pudieran ser abiertos sus ojos, vería a su Padre celestial inclinado sobre Ud. con amor, y si pudiera escuchar su voz, sería en tonos de compasión hacia Ud. que está postrado por el sufrimiento y la aflicción. Sosténgase en su fortaleza; hay descanso para usted, que está fatigado". (In Heavenly Places, p. 272; parcialmente en Cada día con Dios, p. 346).
En Job 1:20 y 21, ¿cómo responde Job a las pruebas?
Es posible responder de dos formas a ese sufrimiento.
Podemos amargarnos,
enojarnos y darle la espalda a un Dios que creemos que es cruel o inexistente,
o podemos aferrarnos a Dios con más fuerza. Job afronta su catástrofe permaneciendo en la presencia de Dios y adorándolo.
En Job 1:20 y 21, vemos tres aspectos de la adoración que nos pueden ayudar
cuando estamos angustiados.
1. Job acepta su impotencia y reconoce que no tiene derecho a nada: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y
desnudo volveré allá” (Job 1:21).
2. Job reconoce que Dios todavía
tiene el control total: “Jehová dio, y Jehová quitó” (Job 1:21).
3. Job
concluye reafirmando su fe en la justicia de Dios: “Sea el nombre de Jehová
bendito” (Job 1:21).
¿Estás pasando por una prueba? Sigue los pasos que dio Job. ¿Cómo podrían
ayudarte a ti también?
IV. CÓMO SOBREVIVIR GRACIAS A LA ESPERANZA
“Fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal
modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos
en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en
nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:8, 9).
Como apóstol escogido por Dios, Pablo había soportado más que la mayoría
de la gente. Sin embargo, Pablo no se doblegó, sino que creció en su alabanza a
Dios. Lee su lista de dificultades en 2 Corintios 11:23 al 29. Ahora leamos 2 Corintios
1:3 al 11.
En 2 Corintios 1:4, Pablo declara que la razón para recibir la compasión
y el consuelo de Dios es “para que podamos también nosotros consolar a
los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con
que nosotros somos consolados por Dios”. ¿Hasta qué punto el sufrimiento
podría ser un llamado al ministerio? ¿Cómo podríamos estar más alertas
a esta posibilidad?
Por intermedio de nosotros, Dios quiere atender a quienes están heridos.
Esto significa que primero puede permitirnos experimentar el mismo tipo de
heridas para que podamos ofrecer aliento, compasión y el consuelo de Dios
no desde la teoría, sino desde la experiencia. Este es un principio de la vida de
Jesús (ver Hebreos 4:15).
Las vívidas descripciones paulinas de sus dificultades no son para hacernos
sentir lástima por él. Son para que sepamos que, aun cuando estamos en lo
más hondo, el Padre todavía puede intervenir para brindarnos su compasión
y consuelo. Podemos desesperarnos por nuestra vida, e incluso morir, pero no
debemos temer, porque Dios nos está enseñando a depender de él. Podemos
confiar en él, porque nuestro Dios “resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9).
Cómo mediante nuestro sufrimiento podemos ayudar a otros que también sufren. ¿Cuáles son algunos de los problemas que podrían surgir con esta idea?
Mientras Pablo sigue poniendo su vista en la proclamación del evangelio,
sabe que Dios también lo rescatará en el futuro.
La capacidad de Pablo para
mantenerse firme se basa en tres cosas, que menciona en 2 Corintios 1:10 y 11.
1. El historial comprobado de Dios: “Nos libró, y nos libra [...] de
tan gran muerte” (2 Corintios 1:10).
2. La determinación de Pablo de
fijar su atención en Dios: “En quien esperamos que aún nos librará” (2 Corintios 1:10).
3. La intercesión continua de los santos: “Cooperando también
vosotros a favor nuestro con la oración” (2 Corintios 1:11).
¿Qué puedes aprender de Pablo que te ayude a no caer en la auto compasión en
medio de tus luchas?
V. CALOR EXTREMO
Hasta ahora, en este trimestre hemos considerado muchos ejemplos de los
crisoles que Dios usa para purificar nuestra vida y hacernos más semejantes a
Cristo. Sin embargo, algunos pueden ver estos ejemplos y concluir que Dios es
un capataz severo y exigente. Claro, algunos pueden decir: “Sabemos que Dios
quiere algo bueno para nosotros, pero estos ejemplos no revelan mucho cariño
ni amor. Más bien, Dios parece un matón. Se fija un propósito que nos causa
considerables dificultades, y no hay nada que podamos hacer al respecto”.
Es cierto que, mientras vivamos en esta Tierra llena de pecado, entenderemos solo un poco de por qué suceden las cosas. En el cielo entenderemos
mucho más (1 Corintios 4:5; 13:12), pero por ahora tendremos que vivir con la tensión
de creer que Dios está presente y nos cuida, aunque las cosas no siempre parezcan tan buenas. Isaías describe muy bien esta tensión.
Elena de White escribió anteriormente: “Confiemos en él, en las tinieblas como en la luz del día”. Es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Cómo podemos ayudarnos mutuamente a desarrollar el tipo de fe que nos permita hacer precisamente eso? ¿Por qué es importante confiar en Dios en los tiempos difíciles?
Leamos Isaías 43:1 al 7. En el versículo 2, Dios dice que su pueblo pasará por
las aguas y por el fuego. Estas son figuras de peligros extremos, pero tal vez
insinúen el cruce del Mar Rojo y el Jordán. Tremendas experiencias las dos,
pero que allanaron el camino hacia una nueva vida. Podríamos esperar que
Dios dijera que protegerá a su pueblo de estos peligros, que los guiará por un
camino más fácil. Pero, al igual que el Pastor del Salmo 23, más bien asegura que
cuando lleguen los tiempos difíciles el pueblo de Dios no tiene por qué sentirse
abrumado, porque Dios está con él.
Nuevamente leamos Isaías 43:1 al 7. Cuáles son las diferentes formas en las que Dios ofrece
consuelo a su pueblo durante los momentos de agua y fuego. ¿Qué imagen
de Dios pinta esto en tu mente? ¿Qué promesas puedes reclamar para ti?
Podríamos resumir lo que hemos aprendido acerca de los crisoles de Dios
de tres maneras.
1. El calor extremo de Dios no nos destruirá a
nosotros, sino a nuestro pecado.
2. El calor extremo de Dios
no es para hacernos miserables, sino para purificarnos, según fuimos creados
originalmente.
3. El cuidado de Dios por nosotros en medio de
todas las cosas es constante y tierno; nunca nos dejará solos, a pesar de lo que
nos suceda.
¿Qué te enseñan estos versículos sobre el accionar y el carácter de Dios? Salmos 103:13, 14; Mateo 28:20; 1 Corintios 10:13; 1 Pedro 1:7. ¿Cómo experimentaste la realidad de
estos versículos en tu vida?
CONCLUSIÓN
“Dios probó siempre a su pueblo en el crisol de la aflicción. Es en el fuego
del crisol donde la escoria se separa del oro puro del carácter cristiano. Jesús
vigila la prueba; él sabe qué se necesita para purificar el precioso metal, para
que pueda reflejar el esplendor de su amor. Es por medio de pruebas estrictas
y reveladoras como Dios disciplina a sus siervos. Él ve que algunos tienen aptitudes que pueden usarse en el progreso de su obra, y los somete a pruebas;
en su providencia, los coloca en situaciones que prueban su carácter [...]. Les
muestra sus propias debilidades, y les enseña a depender de él [...]. Así alcanza
su objetivo. Son educados, adiestrados, disciplinados y preparados para cumplir
el gran propósito para el cual recibieron sus capacidades” (PP, 122,123).
"Cuando la dificultad nos sobreviene, con cuánta frecuencia somos como Pedro. Miramos las olas en vez de mantener nuestros ojos fijos en el Salvador. Nuestros pies resbalan, y las orgullosas aguas sumergen nuestras almas. Jesús no le había pedido a Pedro que fuera a él para perecer; él no nos invita a seguirle para luego abandonarnos. “No temas —dice—, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pasares por las aguas, yo seré contigo; y por los ríos, no te anegarán. Cuando pasares por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador”. Isaías 43:1-3. Jesús leía el carácter de sus discípulos. Sabía cuán intensamente había de ser probada su fe. En este incidente sobre el mar, deseaba revelar a Pedro su propia debilidad, para mostrarle que su seguridad estaba en depender constantemente del poder divino. En medio de las tormentas de la tentación, podía andar seguramente tan solo si, desconfiando totalmente de sí mismo, fiaba en el Salvador. En el punto en que Pedro se creía fuerte, era donde era débil; y hasta que pudo discernir su debilidad no pudo darse cuenta de cuánto necesitaba depender de Cristo. Si él hubiese aprendido la lección que Jesús trataba de enseñarle en aquel incidente sobre el mar, no habría fracasado cuando le vino la gran prueba" (DTG, 345).
"Día tras día, Dios instruye a sus hijos. Por las circunstancias de la vida diaria, los está preparando para desempeñar su parte en aquel escenario más amplio que su providencia les ha designado. Es el resultado de la prueba diaria lo que determina su victoria o su derrota en la gran crisis de la vida. Los que dejan de sentir que dependen constantemente de Dios, serán vencidos por la tentación. Podemos suponer ahora que nuestros pies están seguros y que nunca seremos movidos. Podemos decir con confianza: Yo sé a quién he creído; nada quebrantará mi fe en Dios y su Palabra. Pero Satanás está proyectando aprovecharse de nuestras características heredadas y cultivadas, y cegar nuestros ojos acerca de nuestras propias necesidades y defectos. Únicamente comprendiendo nuestra propia debilidad y mirando fijamente a Jesús, podemos estar seguros (DTG, 345, 346).
“Si en la providencia de Dios somos llamados a soportar pruebas, aceptemos
la cruz, y bebamos la copa amarga, recordando que es la mano de un Padre la
que la ofrece a nuestros labios. Confiemos en él, en las tinieblas como en la luz
del día. ¿No podemos creer que nos dará todo lo que fuere para nuestro bien? [...]
Aun en la noche de aflicción, ¿cómo podemos negarnos a elevar el corazón y la
voz en agradecida alabanza, cuando recordamos el amor por nosotros expresado
en la Cruz del Calvario?” (5TI, 295).
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