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Restauración que nos hace ciudadanos del Reino de los cielos - Jesús Restaurador de la vida



Es muy bueno estar juntos nuevamente para hablar de restauración en Cristo Jesús. Durante toda esta semana estaremos aprendiendo que solo Jesús puede transformar y dar vida nueva a nuestra existencia. Por medio de la Biblia, ayer conocimos que Jesús hizo su primera señal, el primer milagro público de su ministerio en una fi esta de casamiento. La orden de su madre, registrada en Juan 2:5, fue: “Haced todo lo que os dijere”. Los que hoy también obedecen a todo lo que Dios dice en su Palabra, la Santa Biblia, obtendrán los mismos resultados que el matrimonio, los siervos, los novios y los invitados del casamiento de Caná. La restauración de nuestro matrimonio ocurre cuando hacemos todo lo que él nos dice.

El texto para el mensaje de hoy está en Juan 3:1 al 5. Abran su Biblia y leamos juntos. Antes, pidamos que el Espíritu Santo nos guíe e ilumine en la comprensión de la Palabra.

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:1 al 5).

“El 14 de noviembre de 2015, el mundo fue atraído hacia París. La noche anterior, la ciudad había sido atacada por el Estado Islámico. Días antes, otro ataque había ocurrido en el Líbano, un país modelo de la buena convivencia entre cristianos y musulmanes. Aquella semana parecía ser un recuerdo de que el mundo no es el mejor lugar para depositar nuestras esperanzas”. Este párrafo fue escrito por un misionero atraído por Jesús a vivir en el Oriente Medio. El ataque en Francia fue de peores proporciones, y fue muy divulgado en los medios de comunicación por ser el mayor acto terrorista realizado en el país. El lema “Libertad, fraternidad e igualdad” es característico del pueblo francés, con tendencia humanística heredada de la Revolución Francesa, que se inició haciendo apología a la razón y al fin de la religión. En ese caso, el hombre sería el centro del Universo. En el otro extremo, el Estado Islámico se dice regido por una teocracia, donde Alá es Dios y Mahoma su profeta; y su pueblo debe regirse por las leyes de la Sharía del Corán y por la Hadiz (tradiciones orales del profeta Mahoma). El gran problema es que el Dios de muchos es parecido al hombre: si los fieles obedecen, él los ama; si no obedecen, los odia. Ese amor condicional es una característica humana. Si Dios nos ama solo si lo satisfacemos, significa que el ser humano está en el control. Poner al hombre en el centro de todo es una tendencia peligrosa de religiosos y no religiosos. Pero yo y mi casa queremos alabar todos los días al Dios verdadero, manifestado en Jesucristo, quien mostró que el amor divino es capaz de alcanzar hasta a sus perseguidores. En la cruz, mientras perecía en agonía, Jesucristo dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

En el capítulo 2 del Evangelio de Juan, comenzando por la boda en Caná, de los versículos 1 al 11, Jesús hace señales que lo dan a conocer, y naturalmente se hace famoso y muchos lo buscan. El versículo 23 dice: “Estando en Jerusalén en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía”. Entre los que fueron atraídos a Jesús estaba Nicodemo. En el libro El Deseado de todas las gentes, Elena de White escribió un capítulo entero sobre ese fariseo. Ella lo describe de esta forma: “Nicodemo ocupaba un puesto elevado y de confianza en la nación judía. Era un hombre muy educado, y poseía talentos extraordinarios. Era un renombrado miembro del concilio nacional. Como otros, había sido conmovido por las enseñanzas de Jesús. Aunque rico, sabio y honrado, se había sentido extrañamente atraído por el humilde Nazareno. Las lecciones que habían caído de los labios del Salvador le habían impresionado grandemente, y quería aprender más de estas verdades maravillosas” (p. 140). Todo el tiempo somos atraídos. La decisión que tomemos a partir de la atracción siempre será determinante. Pedro fue atraído por Jesús por tercera vez aun después de haberlo traicionado tres veces. En todas las ocasiones, la infalible ley de la atracción de Jesús alcanzó el corazón de ese inconstante discípulo que muy bien puede representar a muchos de nosotros.

1. JESÚS NOS ATRAE PERSONALMENTE

Leamos nuevamente Juan 3:1-3 “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Jesús, en vez de seguir la corriente y dejarse llevar por los elogios, tal vez hasta sinceros de Nicodemo, no perdió tiempo y dijo exactamente cuál era la necesidad de ese hombre que estaba siendo atraído por las “lecciones que habían caído de los labios del Salvador” y por las enseñanzas que “lo habían impresionado grandemente”. La restauración de Nicodemo, así como la suya y la mía, pasaba por el nacimiento. Jesús lo conoce. Él sabe todo sobre usted. Recuerde siempre esto. Él conoce sus necesidades, alegrías, anhelos, deseos, tristezas, temores, miedos, traumas, enfermedades. Él sabe lo que usted necesita mucho más que usted mismo. Pero tiene que confiar totalmente en él para que su vida sea restaurada completamente. Al final, es para eso que estamos aquí. Y es para eso que él está aquí por medio de su Santo Espíritu. ¿Amén? ¿Confiamos en eso? Alabado sea el nombre de Dios.

2. JESÚS NOS ATRAE EMOCIONALMENTE

Y si vimos que Jesús nos atrae personalmente, él también nos cautiva emocionalmente. Leamos la conversación de Jesús con Nicodemo, registrada en Juan 3:4 al 7: “Nicodemo le dijo: ‘¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?’ Respondió Jesús: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo’”. Jesús no deja dudas de que es necesario estar lleno del Espíritu Santo para entrar en el reino de Dios. ¿Pero cómo podemos recibir ese don maravilloso prometido por Cristo a su iglesia? ¿Cómo ser lleno del Espíritu Santo?

a) Sentir necesidad del Espíritu Santo y orar por él

Si no sentimos necesidad o un fuerte deseo de algo no pediremos ni oraremos por eso. Jesús reveló con qué intensidad Dios anhela concedernos el Espíritu Santo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:13).

b) Pedir el poder del Espíritu Santo para compartir las buenas nuevas de la salvación en Jesús

Las últimas palabras que Jesús dijo a sus discípulos antes de ir al Cielo, registradas en Hechos 1:8, hablan exactamente de eso: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

c) Alcanzar pureza de corazón, carácter y alma En el sermón del monte, Jesús habla de la importancia de ser puro: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

d) Eliminar discordias y desentendidos También en el sermón del monte Jesús enseña: “Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

e) Renunciar al yo: el orgullo y egoísmo Al referirse a Jesús, Juan el Bautista dijo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Si el Espíritu Santo es el representante de Cristo en esta Tierra, podemos decir lo mismo de él: “Es necesario que él, el Espíritu Santo, crezca y yo mengüe”.

f) Estar dispuesto a ser usado y guiado por el Espíritu Santo Es necesario poner nuestra voluntad en las manos de Dios. “Lo que debéis entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la correcta acción de la voluntad. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con él” (CC, 47).

g) La completa consagración de la mayoría del pueblo de Dios “Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu” (Ser semejante a Jesús, 20).

3. JESÚS NOS ATRAE ESPIRITUALMENTE

Leamos Juan 3:14, 15: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. En otro capítulo, Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Su amor, independientemente de las circunstancias, nos atrae espiritualmente para volver a empezar siempre. Si no nos abandonamos como Judas, podemos ser atraídos nuevamente a Jesús. Recuerden lo que Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

4. JESÚS NOS ATRAE DEFINITIVAMENTE

Nicodemo significa vencedor, pero él era perdedor. Jesús lo transformó en vencedor. Él era un maestro de la Tierra, pero fue restaurado por un Maestro venido del Cielo. En la noche de su vida, encontró la Luz para siempre.

CONCLUSIÓN

Antes de concluir, me gustaría que leyéramos el texto que está en Juan 3:16-21. La mayor alegría de Dios es que sus hijos anden en la verdad. No es suficiente solo bautizarse en la verdad; es necesario vivirla todos los días hasta el fin. Nicodemo se transformó en ciudadano del reino de los cielos al aceptar la invitación de nacer de nuevo en el Espíritu. Después de esa entrevista con Cristo, su vida nunca más fue la misma: “Después de la ascensión del Señor, cuando los discípulos fueron dispersados por la persecución, Nicodemo se adelantó osadamente. Dedicó sus riquezas a sostener la tierna iglesia que los judíos esperaban ver desaparecer a la muerte de Cristo. […] Nicodemo relató a Juan la historia de aquella entrevista, y la pluma de este la registró para instrucción de millones de almas. Las verdades allí enseñadas son tan importantes hoy como en aquella solemne noche que sombreara la montaña donde el gobernante judío vino para aprender del humilde Maestro de Galilea el camino de la vida” (El Deseado de todas las gentes, p. 149). Nicodemo fue totalmente restaurado por Cristo.

Llegamos a la mitad de nuestra semana especial, y ya estamos cada día más familiarizados con la verdad de que solo Jesús puede restaurar toda nuestra vida y existencia. Restaurar sueños, matrimonio, salud y todo lo que sea necesario. Como ya es una costumbre, lo invito a ponerse en pie para manifestar el deseo de entregarle completamente la vida a Jesús y permitir que él restaure o instaure, de manera particular, la espiritualidad que viene del Espíritu Santo de Dios. El mayor deseo de Jesús es hacer de usted un ciudadano del reino de los cielos; es salvarlo a usted y su familia. Si usted quiere ser restaurado, y experimentar un nuevo nacimiento, acepte pasar por las aguas bautismales. Acepte a Jesús, acepte estudiar su Palabra. Prepararse para ser bautizado e incorporado a la familia de Dios.

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