En alguna ocasión, mi hijo y yo fuimos a jugar fútbol. Al regresar a la casa me dijo: “Papá, de grande quiero ser un goleador como tú”. Eso causó mucha gracia en mí, y le respondí: “No, hijo. Jamás. Tú sí jugarás bien al fútbol”. Quizás no entiendas bien lo que quiero decirte porque no me conoces en esas facetas. Yo no juego bien al fútbol. Y es que aprendí a jugar en la adolescencia.
Los mejores futbolistas como Lionel Messi y Cristiano Ronaldo no empezaron a jugar de adolescentes, sino de niños. Si aprendes de grande, lo intentarás, harás tu mejor esfuerzo y quizás lo logres, pero las probabilidades son pocas.
¿Qué le estamos enseñando a los niños?
Si haces un análisis de qué cosas les estamos enseñando a los niños en la iglesia te vas a dar cuenta que les estamos enseñando muchas cosas buenas, buenas y necesarias. Les estamos enseñando a orar, estudiar su Biblia, compartir alimentos, ayudar al prójimo, a ir de campamentos y retiros, paseos, etc. ¡Alabado sea Dios por eso!
Pero, ¿en qué momento le enseñamos a predicar, hablar a sus amigos, vecinos y familiares del amor de Dios a través de la Biblia? ¿A qué edad les pedimos que deben predicar y abrir la Biblia a sus amigos? ¿A qué edad les empezamos a pedir cuentas de estudiantes de la Biblia? Sí. Tienes toda la razón. Recién les hablamos de ese tema, le hablamos de misión, cuando son grandes, adultos.
Es por eso que vamos a tener resistencia cuando hablamos de misión en no pocos. En la iglesia, la gran mayoría siempre va a preferir campamentos y conciertos a una campaña de evangelismo o dar estudios bíblicos. ¿Saben por qué? Porque no tenemos cultura misional en las nuevas generaciones.
Nuevas generaciones
Es bien sabido que los mayores donantes fieles en la iglesia es la feligresía mayor de sesenta años. Y si hacemos un análisis cuidadoso de quiénes son los que están involucrados en la misión caeremos en cuenta que es ese mismo grupo de hermanos en la fe, los que en unos veinte o treinta años descansarán de sus obras. ¿Y después? ¿Qué generación le sucederá? La generación que hoy está en las clases de cuna, infantes, primarios, intermediarios, juveniles, los jóvenes, aventureros y conquistadores. Si queremos una generación fuerte, debemos empezar a entrenarla hoy.
La Biblia dice: “instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Es la importancia de la educación en la edad temprana. Elena G. de White es categórica cuando se refiere a los niños como misioneros y evangelistas:
“Aún en sus tempranos años pueden ser misioneros para Dios”. SC, 40
“Por precepto y por ejemplo, los padres, han de enseñar a sus hijos a trabajar por los inconversos. Los niños han de ser educados de tal manera que simpaticen con los ancianos y los afligidos y traten de aliviar los sufrimientos de los pobres y los desgraciados. Ha de enseñárseles a ser diligentes en la obra misionera: y desde sus primeros años, ha de inculcárseles la abnegación y el sacrificio, por el bien de otros y para el adelanto de la causa de Cristo, a fin de que puedan ser colaboradores juntamente con Dios”. SC, 255.
"Todo lo que es digno, requiere tiempo" Robert E. Coleman. Plano Mestre de Evangelismo. Mundo Cristão, 2006, p. 97.
“Cuando se desarrollen las escenas finales de la historia del mundo, muchos... niños y jóvenes [que hayan recibido una verdadera educación cristiana] asombrarán a la gente mediante el testimonio que den de la verdad con sencillez, aunque con vigor y poder... En un futuro cercano muchos niños serán dotados del Espíritu de Dios; y efectuarán la obra de proclamar la verdad al mundo...”. PDD, 25.
“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán. Vuestros jóvenes verán visiones...”. Las señales que se añaden al mensaje confirman que está por cumplirse en su plenitud inmediatamente “antes que venga el día del Señor” (Hechos 2:17-20) Los niños son impulsados por el Espíritu para ir y declarar el mensaje del cielo”.36
Estamos a tiempo. Podemos tener una generación apasionada de niños y adolescentes evangelistas, una generación diferente. Pero está en nosotros como iglesia que, a través de padres y maestros, como líderes eduquemos a nuestros hijos y nuevas generaciones con ese celo y pasión por el cumplimiento de la misión.
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