“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).
Ilustración
Cierta vez, un niño le pidió una pequeña cantidad de dinero a su padre. Este, intrigado, le preguntó la razón por la cual quería ese valor. El hijo respondió que quería comprarle un regalo. El padre consideró extraño y gracioso el pedido; podría haber respondido que no quería un regalo y que ese pedido no tenía sentido, pero su razonamiento fue más lejos. El padre razonó de manera brillante, se dio cuenta de la necesidad de su hijito de demostrarle amor. Comprendió que su hijito había descubierto que darle un regalo al padre era una buena manera de decirle cuánto lo amaba. Entonces, el padre le dio una buena cantidad de dinero y se sintió feliz por el regalo que recibió.
Dios no necesita nuestro dinero, nuestras ofrendas ni nuestra devoción, pero él nos dio innumerables formas de demostrarle amor, y así permite que utilicemos las cosas que creó, nuestro cuerpo y los talentos que nos dio para que podamos demostrar cuánto lo amamos. Nos sentiríamos muy limitados si Dios no nos hubiera concedido esa oportunidad tan linda.
Introducción
La riqueza y los ricos fueron siempre temas intrigantes a lo largo de la historia. Son objeto de ambición y desprecio; muchas veces los ricos sufren por una característica que es tan natural para ellos como su nacimiento: el simple hecho de ser ricos. En verdad, la riqueza no es un problema espiritual, así como la pobreza no es una ventaja espiritual. El dinero simplemente es un don de Dios.
Jesús fue quien afirmó: “[...] es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:25). Pero él mismo afirma dos versículos después: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. No es casualidad que, después de ese versículo, la próxima historia registrada en Lucas 19 es sobre un rico que tuvo un encuentro con Jesús y se transformó en un ejemplo de dador fiel en medio de las riquezas. Zaqueo representa el camello que pasó por el ojo de la aguja. Es lo imposible transformado en posible cuando se lo coloca en las manos de Dios. Zaqueo se sintió tan feliz con el perdón y la gracia de Cristo que devolvió cuatro veces más lo que había robado y dio la mitad de sus bienes a los pobres. Sin duda, la gracia conmueve el corazón del pecador y puede transformar a todos.
Cuando Jesús anduvo entre los hombres, eligió a los representantes más vulnerables entre las minorías sociales para demostrar la simplicidad y la grandeza de la adoración y la alabanza. Destacaremos dos episodios que ejemplifican esa verdad: en primer lugar, los niños, y, en segundo lugar, una viuda.
I. Un modelo de pureza en la vida y en la alabanza
“¿Nunca oísteis: de la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mateo 21:16). Esa frase de Cristo es intrigante. ¿Por qué los niños que ni siquiera saben hablar adoran con perfección? No escriben libros, no producen bienes de consumo, no tienen diploma, no saben cantar. La verdad es que la infancia es sinónimo de alegría, de dependencia, de felicidad. El clima de esa frase no tiene nada que ver con la murmuración, las habladurías o los reclamos. Vemos que los niños son dependientes y están satisfechos, felices con lo que tienen. Aman la vida y lo que los padres les dan. La felicidad que proviene de esos sentimientos puede traducirse como adoración. Una vida feliz y completa es la mejor manera de alabar a Dios.
Sin duda, hay muchas maneras por las cuales podemos administrar la vida, el lega- do de Dios para nosotros, así como existen también muchos objetivos y motivos por los cuales adorar. Como sabemos, Dios no ve lo que ve el hombre, él mira el corazón, lee los motivos más íntimos. Cierta vez, él destacó que obedecer es mejor que ofrecer sacrificios, porque lo que le interesa a Dios es el corazón y la sinceridad, cosas que no faltan en los niños. Samuel le dijo a Saúl que la actitud es mejor que las ofrendas. Vivir una vida de adoración es más importante que ofrendar. “El obedecer es mejor que los sacrificios”. Las ofrendas de los sacrificios no tenían en sí mismas valor alguno a los ojos de Dios. Estaban destinadas a expresar, por parte del que ofrecía, arrepentimiento del pecado y la fe en Cristo, y a prometer obediencia futura a la ley de Dios. Pero, sin arrepentimiento, ni fe ni un corazón obediente, las ofrendas no tenían valor” (PP, 688).
Al resaltar Jesús la simplicidad de los niños y afirmar que nadie heredará el Reino si no se volviere y fuere como uno de ellos, estaba declarando así que Dios no necesita nuestras ofrendas, nuestro dinero ni nuestra devoción, pero él permite que utilicemos las cosas que creó, los talentos que nos dio, para que podamos demostrar cuánto lo amamos.
Queda claro en esta frase sobre los niños que lo que Dios quiere tiene un significado espiritual, un corazón lleno de amor y agradecimiento, que quiere vivir para él. Él no quiere un sacrificio vacío. Una iglesia obediente es más importante a los ojos de Dios que una iglesia rica. Solo tiene sentido para Dios tener una iglesia generosa si también es agradecida y vive feliz.
II. La ofrenda perfecta
En el templo de Jerusalén, la ofrenda se recogía de manera un poco diferente a cómo se hace hoy en nuestra iglesia. Las ofrendas se recibían en urnas donde las personas ponían su dinero. Allí había inscripciones que indicaban que eran para diezmos y para ofrendas, y tal vez uno de los destinos de esas ofrendas era también el mantenimiento y reforma del templo. La historia de una ofrenda perfecta se encuentra en Marcos 12:41-44:
“Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: ‘De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento’”.
Aquí vemos cómo nuestro Maestro observaba y analizaba a las personas. Y la verdad que revela a partir de esa escena es que, a pesar de que los ricos depositaban gran cantidad de dinero, no estaban incluidos en el rol de los verdaderos y sinceros dadores. A partir de ese episodio, Jesús enseña que lo que damos está más relacionado con lo que somos que con lo que tenemos. “Porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”.
Note el versículo 1 del capítulo 13: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: ‘Maestro, mira qué piedras, y qué edificios’”. ¿No es interesante? “Jesús respondiendo, le dijo: ‘¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada’”. Cuando Jesús fue a la iglesia vio a personas, gente, los discípulos vieron edificio, templo en construcción.
Jesús quiere que miremos a nuestro alrededor en el mundo, y que veamos personas. Personas que necesitan nuestro servicio, nuestra ayuda, que necesitan de nuestra atención y cuidado. Él no mide el valor de las cosas que poseemos, de las firmas que administramos, las ganancias, los informes, los blancos. Cristo mide a un hombre a través de lo que pone en primer lugar: gente o cosas. Por lo tanto, ¿cuál es el motivo de nuestras ofrendas? ¿Personas o cosas? Si Dios está por detrás de nuestras intenciones, sin duda, nuestro objetivo será agradarlo, valorando lo que es más importante para él: las personas.
Entonces, el hecho de que él valoró la mujer por su ofrenda insignificante solo puede tener sentido si miramos desde el punto de vista de la motivación que estaba por detrás del acto. Sí, Jesús observa la ofrenda de las personas, por encima de todo. Observa la manera, la motivación con la que hacemos nuestras donaciones. Jesús no ve la riqueza y la pobreza como la ve el hombre, Jesús ve a quienes lo aman.
El gesto de la viuda nos lleva a una sencilla conclusión: No son los ricos los que sos- tienen la iglesia. Los que sostienen la iglesia tampoco son los pobres. Quienes sustentan la iglesia son los cristianos verdaderos, o sea, los que lo aman y lo siguen de corazón, no importa si son ricos o pobres. Todos los que agregan significado espiritual de entrega y devoción son bien recibidos y son participantes del trabajo de Dios. La obra de Dios está sustentada por la gracia de Dios a través de la entrega de los verdaderos cristianos.
El dinero no es la raíz de todos los males, el amor al dinero, sí lo es. El consejo bíblico es que no pongamos nuestro amor en lo que no puede devolvernos amor. El amor al dinero invierte el significado de la mayordomía cristiana. El amor al dinero puede depurar el sentido real de cuidar nuestro cuerpo, nuestros talentos, nuestro tiempo, nuestras posesiones y hasta el mismo planeta. “La Palabra de Dios denuncia el amor al dinero como la raíz de todos los males. El dinero en sí mismo es un don de Dios al hombre, para que este lo utilice con fidelidad en su servicio. Dios bendijo a Abrahám y lo enriqueció con ganado, plata y oro. Y la Biblia declara, como una evidencia del favor divino, que Dios dio a David, Salomón, Josafat y Ezequías muchas riquezas y honor” (CMC, 145).
La historia de la viuda y su ofrenda ocurrió el martes de la semana de la pasión. Dos días después, Jesús sería llevado al Jardín Getsemaní, y en tres días, lo matarían. Esa fue el último momento de su última visita al templo. Jesús observó a esa pobre mujer que puso todo lo que tenía en el arca de las ofrendas. La impresión que queda es que hubo algo muy significativo en el hecho de que lo último que hizo Jesús en su última visita al templo fue destacar cómo las personas hacían sus donaciones y ofrendas, cómo demostraban su adoración.
A partir de esa escena podemos hacer una pregunta, solo como un último detalle de la historia: ¿a dónde iba la ofrenda? Así como muchos hoy preguntan: “¿Qué están haciendo con mis diezmos?”. “¿Qué están haciendo con mi dinero?”. La verdad es que esa dádiva elogiada iba para los líderes de la iglesia. ¿Y quiénes mataron a Jesús? Los líderes del templo. Tal vez, esa ofrenda haya servido para completar las 30 monedas de plata que compraron la muerte de Cristo. Pero, para Jesús, la viuda era un ejemplo de dadora, dio todo lo que tenía a la iglesia.
Él podría haberle dicho: “Cuidado con lo que van a hacer con su dinero”. Pero no, por el contrario, él la tomó como un ejemplo de dadora por haber dado todo su sustento a la casa de Dios.
¿Pero por qué una viuda? ¿Por qué una viuda es la heroína de esa historia sobre adoración? ¿Por qué las viudas son tan grandes dadoras? No es porque son santas. Son iguales a todos nosotros, pero las viudas aprendieron a dar a la causa de Dios porque la vida les enseñó una lección que a nuestro Señor Jesús le gustaría que todos supiéramos hoy: la vida es pasajera, el cielo no es aquí. El libro de Santiago describe bien nuestra situación: “No sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
En nuestro rápido paso por este mundo, ¿qué estamos haciendo con nuestras prioridades? ¿Será que estamos eligiendo nuestra falta de liberalidad por el hecho de que otras personas no son dignas de confianza? ¿Qué ponemos en primer lugar en nuestra vida? ¿Por qué?
Testimonio
Cleiton Batista Kunz aprendió a tocar guitarra a los once años. A los dieciséis, ingresó en la primera banda de shows y comenzó a viajar por Brasil, cambió así la noche por el día y adoptó un estilo de vida totalmente degenerado. Años después, estaba con su novia en una parada de ómnibus cuando recibieron una invitación para asistir a una conferencia. Aceptaron la invitación y después también aceptaron el llamado del pastor Luis Gonçal- ves al final de ese culto. Después del llamado, el pastor Luis conversó con él y le pidió que cantara un himno al día siguiente, y así fue. Al final de ese culto, en el llamado del sábado, con apariencia de roquero, Cleiton cantó: “Señor, quiero entregarme. En tus caminos quiero andar y tomarme de tu mano”. Y en ese momento tomó la decisión de abandonar la vida de músico para dedicarle sus talentos a Cristo y adorarlo únicamente a él.
Hoy su vida está transformada. Aquella novia se transformó en su esposa y madre de sus dos hijos. De ser una persona totalmente sin expectativas y sin rumbo, hoy tiene un trabajo y una vida estable. Él no tiene cómo medir y agradecer todo lo que Dios hizo y hace por él y por su familia.
Como ofrenda de gratitud, dedica voluntariamente sus talentos, su tiempo y sus bienes para esparcir el amor de Jesús a otras personas, junto con su esposa.
Es de mucho valor estudiar la vida de las personas a quienes la sociedad mira natural- mente como incapaces y sin voz, como es el caso de los niños y las viudas; pero esa clase de personas tienen mucho que enseñarnos. Jesús mismo afirmó que debemos volvernos como niños si queremos entrar en el reino de los cielos, y también elogió la fidelidad de una viuda pobre y vulnerable. Por lo tanto, hay mucho que aprender con ese grupo de personas humildes que dan prioridad a la adoración a través del desprendimiento y la dependencia, exactamente como Jesús, quien era dependiente del Padre en todo y des- prendido al punto de donar su propia vida.
Llamado
Ruéguele a Cristo que abra sus ojos para que usted pueda ver las innumerables bendiciones que él le da.
Decida adorar a Dios cada mañana con su vida, sus dones y sus bienes. Sea liberal, fiel y constante en su entrega a Dios.
Ponga en orden sus prioridades y valore lo que es eterno. La vida es pasajera, y lo que no se ve es eterno.
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