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Restauración para todos - Reencuentro

Texto: Isaías 45:22

Una de las descripciones más profundas que conozco sobre la grandeza del amor de Dios, fue escrita por un pastor llamado A. W. Tozer. Él escribió las siguientes palabras: “Porque Dios existe por sí mismo, su amor no tuvo comienzo; porque él es eterno, su amor no puede tener fin; porque él es infinito, su amor no tiene límites; porque él es inmenso, su amor es como un mar incomprensiblemente vasto, sin fondo y sin márgenes”.

La comprensión del amor de Dios y la manera en la que él expresa ese amor por nosotros, es la manera segura de vivir la vida cristiana. El texto de Isaías nos ayuda a entender ese amor en la práctica. El texto nos dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”.

Hoy estudiaremos tres aspectos de ese texto y comprenderemos cómo el amor de Dios nos lleva al camino de la salvación.

1o - Comprenderemos a quién debemos dirigirnos cuando el asunto es salvación.
2o - El medio que debemos usar para alcanzar la salvación.
3o - Para quién está disponible la salvación.

I. A quién debemos dirigirnos

¿A quién nos dice Dios que busquemos cuando el asunto es salvación? La respuesta está en la primera parte del texto: “Mirad a mí, y sed salvos”. Observe que Dios no dice: “Mire a su pastor y sea salvo”, ni tampoco “Mire a sus padres y sea salvo”, o “Mire a la persona que lo hirió en la iglesia y sea salvo”. ¡No! La solución para obtener la salvación es clara “Mire al Señor y sea salvo”. No hay ningún espacio para el orgullo humano, nuestra salvación no proviene de seres humanos, nuestra salvación viene del Señor. A él debemos mirar cada día. De él debemos esperar la salvación.

Muchos fueron lastimados en la iglesia y por eso se apartaron. Hoy la invitación divina es para que usted quite los ojos de las personas que lo lastimaron, pues, su salvación no viene de esas personas. Viene del Señor.

Por otro lado, algunas personas se apartan de la iglesia por mirarse a sí mismas, a sus errores y tropiezos; y llegan a la conclusión de que no logran vivir una vida cristiana genuina, y por eso es mejor abandonar la iglesia y seguir su propio camino. El texto bíblico de hoy también tiene la respuesta a ese pensamiento, pues el texto no dice: “Mírate a ti mismo y serás salvo”, sino que dice: “Mírame a mí”. Con frecuencia está viendo a Cristo, pero se mira a sí mismo. O usted dice: “Yo no me arrepiento lo suficiente”. Eso es mirarse a sí mismo. “Yo no creo lo suficiente”. Eso es mirarse a sí mismo. “Yo soy muy indigno”. Eso es mirarse a sí mismo. “Yo soy muy impío y no puedo regresar a la iglesia”. Eso es mirarse a sí mismo. Es correcto admitir que usted no es justo, admitir su impiedad y errores, pero está mal transformar esa admisión en impedimento para regresar a los brazos de Cristo.

Escuche a Dios diciéndole hoy: “Mírame a mí”. Él desea que usted desvíe sus ojos de sí mismo y lo mire a él. Lo más difícil del mundo para una persona es quitar los ojos de sí mismo; mientras viva permanecerá la tendencia de volver sus ojos hacia dentro y mirarse a sí mismo, al paso que Dios dice: “Mírame a mí”. De la cruz del Calvario, donde las manos ensangrentadas de Jesús derraman misericordia; del Jardín de Getsemaní, donde los poros del Salvador sudan perdón, viene el clamor: “Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra”. De la cumbre del Calvario, donde Jesús clama: “Está consumado”, escucho el grito “Mirad a mí y sed salvos”.

Una de las grandes realidades sobre la salvación es: “Mírese a sí mismo y usted será condenado”. Mientras usted se mira a sí mismo, no tendrá esperanza. La salvación no es una consideración de lo que usted es, sino lo que Dios considera y de lo que Cristo es. Se trata de desviar los ojos de usted mismo y ponerlos en Jesús.

Elena de White lo afirma con las siguientes extraordinarias palabras:

“Mediante el sacrificio que se hizo por nosotros, los pecados pueden ser perfecta- mente perdonados. No dependemos de lo que el hombre puede hacer; sino de lo que Dios puede hacer por el hombre mediante Cristo. Cuando nos entregamos enteramente a Dios, y creemos con plenitud, la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. La conciencia puede ser liberada de condenación. Mediante la fe en su sangre, todos pueden encontrar la perfección en Cristo Jesús. Gracias a Dios porque no estamos tratando con imposibilidades. Podemos pedir la santificación. Podemos disfrutar del favor de Dios. No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro sustituto. Somos aceptos en el Amado. Dios muestra a la persona arrepentida y creyente, que Cristo acepta la entrega del alma para modelarla según su propia semejanza” (2MS, 36).

Oh, cuántos entienden mal el evangelio, imaginan que la justicia los califica para ir a Cristo, mientras el pecado es la única calificación para que un hombre vaya a Jesús. Vea, eso es todo lo que él exige de usted. Si mira a sí mismo, está condenado; usted y yo somos pecadores indignos y por ese motivo necesitamos un Salvador.

Entonces, la invitación divina es: mire al Hombre colgado en la cruz. Vea su cabeza agonizante inclinada mansamente sobre su pecho. Vea la corona de espinas que provoca que gotas de sangre se deslicen sobre su rostro. Vea sus manos perforadas y rasgadas, y sus pies bendecidos que sostienen el peso de su propia estructura, rasgados casi en dos por los clavos crueles. Escuche el grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Lo escucha gritar: “Consumado es”? ¿Puede ver su costado perforado con la lanza, su cuerpo siendo retirado de la cruz? Esas ma- nos fueron clavadas por usted; esos pies chorrearon sangre por usted; ese costado fue totalmente abierto por usted; y si quiere saber cómo puede encontrar misericordia, ¡ahí está! Mírelo a él y sea salvo.

Venga aquí y mire al Calvario, a la víctima del Calvario y a la tumba de José. Mire al Hombre que está en el trono sentado con su Padre, coronado con luz e inmortalidad. “Mire, pecador”, le dice hoy. “Míreme y sea salvo”. Dios enseña que no hay nadie más que él. Nos hace mirarlo directamente a él y alejarnos totalmente de nosotros mismos.

II. El medio que debemos usar para alcanzar la salvación

El segundo pensamiento es el medio de salvación. El medio es: “Mirad a mí y sed salvos”. Vea, no existe un hombre no convertido a quien no le guste eso. “Mirad a [Cristo] y sed salvos”.

Muchas veces queremos ir a Cristo como Naamán fue a Eliseo. Abra su Biblia en 2 Reyes 5:9-13. Cuando el profeta le dijo: “Ve y lávate siete veces en el Jordán”, él les dijo a sus siervos: “He aquí yo decía para mí: ‘Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra’”. ¿Pero la idea de decirme que me lave en el río Jordán, no les parece ridícula? Cualquier persona podría hacerlo. “Si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote, lávate, y serás limpio?”.

El evangelio que debemos aceptar es sencillo. Solo “Mirar”. Pero usted puede protestar, “¿Eso es el evangelio?” ¿Por qué Dios ordenó que hagamos algo tan sencillo? La respuesta es: lo hace para que deje su orgullo y demostrarle que él es Dios y fuera de él no hay otro. Observe cuán sencillo es el camino de la salvación. Es “Mire, mire, mire”. “Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra. ¡Cuán sencillo es ese camino de salvación! ¡Y qué instantáneo! Demoramos un poco para mover la mano, pero una mirada no requiere un momento. Así, un pecador cree en un momento, y en el momento en el que el pecador cree y confía en su Dios crucificado y acepta el perdón, inmediatamente recibe la salvación completa por medio de su sangre. A partir de ahí, comienza su camino de transformación y santificación donde también tiene a Cristo como ayudador. El comienzo y fin de nuestro caminar es por medio de él.

Si usted tiene dificultad de creer en este evangelio, Martín Lutero puede ayudarlo. Él solía decir “el Dios oculto” versus “el Dios revelado”. Su consejo fue este:

Si usted acepta al Dios revelado, al mismo tiempo se le dará el Dios oculto”. En otras palabras, si usted acepta lo que está claro en el evangelio, Dios le dará más comprensión de lo que no está claro. Acepte el máximo posible de lo que logra comprender, y en su misericordia, Dios lo ayudará a dar el próximo paso en dirección a una seguridad más plena de lo que no es tan claro para su comprensión. Nunca nadie confió en Dios sin beneficiarse por hacerlo.

No hay vida, ni salvación, ni esperanza fuera de Dios, las encontramos solo en él. Nuestra parte es apartarnos de nuestros ídolos inútiles y volvernos al Dios vivo. Si realmente queremos, debemos experimentar la salvación porque Dios siempre será Dios para nosotros. El objetivo de la creación y de la historia es la gloria de Dios y nuestra salvación. En último análisis, lo principal en su salvación no es usted sino Dios. Él es fiel porque es Dios y debemos aceptarlo.

III. Para quién está disponible la salvación

Finalmente, observe cómo Dios anuló el orgullo del hombre y se exaltó por las personas a las que llamó a mirarlo. “Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra”. Imagine a un israelita oyendo esto del profeta Isaías, y decir: “Era mejor que hubiera dicho: “Miren a mí, oh Jerusalén, y sea salva”. Ahora, ¿quiénes son los términos de la tierra?

La expresión “términos de la tierra” demuestra el deseo de Dios de salvar a toda la humanidad. Los confines de la tierra también pueden ser aplicados a los que más se apartaron de Cristo. Tal vez usted puede decir hoy: “Yo soy uno de esos confines de la tierra, pues un día asistía la casa de Dios, pero reprimí las convicciones y aparté todos los pensamientos sobre Jesús, y ahora creo que él nunca más tendrá misericordia de mí. Fui demasiado lejos”. ¿Es usted uno de los “confines de la tierra”? Entonces sepa que Jesús lo está buscando. La salvación está disponible y es gratuita.

Tal vez otra persona hoy diga: “No hay nadie en el mundo como yo, no creo que usted encuentre un ser debajo del sol que haya recibido tantos llamados y los haya dejado a un lado, y tiene tantos pecados sobre su cabeza”. Entonces sepa que usted es uno más de los que están en los “términos de la tierra”. Y una vez más clamo en el nombre del Maestro: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. Pero usted dice que el pecado no lo dejará mirar. Yo le digo, el pecado será quitado en el momento que usted mire. “Pero no me atrevo; él me condenará; tengo miedo de mirar”. Él lo condenará más si usted no mira. Confíe y mire; no permita que el miedo le impida mirar.“Pero él me rechazará”. Pruebe. “Pero mis ojos están tan fijos en la tierra, en las cosas terrenales y mundanas”. ¡Ay! Pobre alma, él te dará fuerza para mirar y vivir. Nos dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”.

Cristiano, en todos sus problemas, mire a Dios y será salvo. En todas sus pruebas y aflicciones, mire a Cristo y encontrará liberación. En toda su agonía, pobre alma, en todo su arrepentimiento por su culpa, mire a Cristo y encontrará el perdón. Recuerde poner sus ojos y su corazón en dirección al cielo .

Mire a Cristo; no tema él tiene las calificaciones necesarias para ser su Salvador.

Conclusión

Jesús vino para ser nuestro Salvador. Para ser nuestro sustituto. Para morir por nosotros. Pero, aunque Dios sea el único suficientemente puro para morir por nosotros, los dioses no mueren. Y aunque los mortales puedan morir, ningún hombre mortal podría ser el sacrificio sin pecado que la ley exigía para pagar por nuestros pecados. Ningún hombre común sería lo suficientemente puro y santo para llevar nuestros pecados. Ningún hombre común sería lo suficientemente puro y santo para llevar nuestros pecados y morir por nosotros.

Imagine la siguiente situación:

Digamos que usted está en el hospital y tiene programada una cirugía de alto riesgo. Entonces el médico entra en la sala de cirugías. En ese momento, usted descubre que él es un estudiante de medicina de 2o año. ¿A cuántos de ustedes les gustaría que un alumno de segundo año de medicina le realizara una cirugía?

Claro que a ninguno. ¡Usted quiere un cirujano de 40 años, con 90 años de experiencia! No quisiera que un cirujano no calificado use un bisturí en usted.

Ahora, cambiemos de escenario: usted tiene que someterse a una cirugía y el cirujano entra. Tiene suficiente experiencia. Pero en el momento en que entra, siente un olor desagradable y descubre que, además de médico, es criador de cerdos y vino a hacer su cirugía con un horrible olor a cerdos. Tiene olor a cerdo, tiene estiércol de cerdo en sus zapatos, hace días que no se lava las manos. ¿Aceptaría una cirugía así? ¿Permitiría que hiciera su cirugía? ¿No? ¿Pero por qué no?

Lo que usted quiere es un médico calificado para hacer la cirugía, pero lo suficiente limpio y puro para hacerla con seguridad. De la misma forma, Jesús como hombre era lo suficientemente mortal como para morir (estaba calificado), y lo suficiente- mente divino (puro) para pagar el precio.

Llamado

Hoy es el día de volver a los brazos del Señor que lo ama y lo salvó. Hoy quiero finalizar este mensaje orando por las personas que quieren tomar la decisión de bautizarse esta semana. Tendremos bautismo (mencionar el día). Si su deseo es tomar esa decisión, me gustaría invitarlo a ponerse en pie, y quiero orar por usted.

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