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La Lección de Historia de Moisés - La Verdad presente en Deuteronomio

“Y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:3, 4). 

“Estas son las palabras que habló Moisés” (Deuteronomio 1:1). Así comienza el libro de Deuteronomio. Y, aunque Moisés y la presencia de Moisés dominan el libro, desde estas palabras iniciales hasta su muerte en la tierra de Moab (Deuteronomio 34:5), Deuteronomio (como toda la Biblia) en realidad tiene que ver con el Señor Jesús. Porque él es quien nos creó (Génesis 1; 2; Juan 1:1-3), nos sostiene (Colosenses 1:15-17; Hebreos 1:3) y nos redime (Isaías 41:14; Tito 2:14). Y, en un sentido más amplio de esas palabras, Deuteronomio revela cómo el Señor siguió creando, sosteniendo y redimiendo a su pueblo en este momento crucial en la historia de la salvación. Básicamente, justo cuando los hijos de Israel están por entrar en Canaán, Moisés les da una lección de historia, un tema que se repite en toda la Biblia: recuerden lo que el Señor ha hecho por ustedes en el pasado. Cómo el Señor los ha cuidado.
“No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (NB, 193).

¿Cuáles son algunas de las formas en las que Dios te ha guiado en el pasado que pueden ayudarte a aprender a confiar en él para el futuro? ¿Por qué es importante no olvidar cómo Dios ha obrado en nuestra vida? 


I. EL MINISTERIO DE MOISÉS 

En toda la Biblia se siente la presencia de Moisés. 
Y, aunque no se lo menciona hasta Éxodo 2:2, él escribió el libro de Génesis, la narración autoritativa y fundamental de Dios sobre quiénes somos, cómo llegamos aquí, por qué las cosas están tan mal y, aun así, por qué podemos tener esperanza de todos modos. La Creación, la Caída, la promesa de redención, el Diluvio, Abraham, el evangelio, todos tienen sus raíces en Génesis, y su autor fue el profeta Moisés. 

Deuteronomio destaca el discurso apasionado de Moisés en el que describe el pacto, una importante expresión de relación,  entre Dios y su pueblo. Es difícil medir adecuadamente la influencia que este hombre, para nada perfecto, pudo ejercer para Dios porque amaba al Señor y quería servirlo. Moisés elige presentar una serie de siete recordativos cruciales. Siete historias características de la época de la Peregrinación, exhortándolos a ser fieles al Señor:
1. La promesa de Dios y el nombramiento de líderes en Horeb (Deuteronomio 1:6-18)
2. El viaje del monte Horeb a Cades, el envío de los espías y la rebelión contra el Señor en Cades (Deuteronomio 1:19-46)
3. En el desierto, alrededor de la región montañosa de Seir y Transjordania, Israel recibió la orden de no luchar contra edom, Moab y Amón. (Deuteronomio 2:1-23)
4. La victoria sobre Sehón, rey de Hesbón: La conquista de Transjordania (Deuteronomio 2:24-27)
5. La victoria sobre Og, rey de Basán: La Conquista de Transjordania (Deuteronomio 3:1-11)
6. La repartición de la tierra a las dos tribus y media en Transjordania y la orden para ellas. (Deuteronoio 3:12-20)
7. Moisés motiva a Josué a conquistar la tierra y suplica al Señor para que le permitiera entrar en la tierra prometida. (Deuteronomio 3:21-29)

En la conversación entre el Señor y Moisés después del terrible pecado del becerro de oro. ¿Qué percepción nos da esta historia sobre el carácter de Moisés y por qué, a pesar de los defectos que tuvo, el Señor pudo usarlo de una manera tan poderosa? 

Dios es un Dios de relaciones. "Jehová nuestro Dios (23x) y Jehová vuestro Dios (276x)". Estas expresiones sirven como directrices a lo largo del libro. Señalan una estrecha relación entre Dios y su pueblo. El Señor es el Dios personal de Israel. Él es Jehová y, a la vez, Elohim; es trascendente, pero también un Dios inmanente y cercano. Él es el Dios del pacto que busca tener una relación íntima con su pueblo.
Aunque Moisés no tuvo nada que ver con el pecado del pueblo, trató de interceder por este pueblo pecador, e incluso estuvo dispuesto a perder su alma por ellos. Curiosamente, en Éxodo 32:32, cuando Moisés le pide a Dios que “perdone” sus pecados, el verbo en realidad significa “cargar”. Por lo tanto, Moisés, al entender la gravedad del pecado y lo que se necesitaba para expiarlo, le pidió a Dios que “cargara” con el pecado de ellos. Y eso se debe a que esta es la única manera –en última instancia– en que cualquier pecado puede llegar a ser perdonado. 

Por lo tanto, al principio de la Biblia tenemos una poderosa expresión de sustitución, en la que Dios mismo en la persona de Jesús llevará sobre sí todo el peso y el castigo de nuestro pecado; el camino predeterminado de Dios para la salvación de la humanidad mientras permanezca fiel a los principios de su gobierno y su Ley. De hecho, muchos siglos después, Pedro escribió acerca de Jesús: 
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24). Mientras tanto, lo que vemos en esta historia de Moisés y su reacción ante el pecado del pueblo es a Moisés en el papel de intercesor en favor de un pueblo caído y pecador, un precursor de lo que Jesús también haría por nosotros (ver Hebreos 7:25). 

¿Dispuesto a perder su propia alma por su pueblo? Reflexiona en las implicaciones de esas palabras. ¿Qué podemos aprender de ellas sobre lo que significa amar verdaderamente a los demás?
¿Es esa una actitud correcta? ¿Por qué vale la pena perder el alma, si es que vale la pena, especialmente considerando lo que cuesta redimirla?

II. PROFECÍA CUMPLIDA 

A pesar de algunos de los errores que la ciencia moderna trata de promulgar como verdad (como que nuestro Universo surgió de la “nada absoluta” por sí solo o que toda la vida en la Tierra surgió por casualidad a partir de sustancias químicas simples), la ciencia nos ha brindado algunas revelaciones asombrosas del poder creador de Dios. La armonía, el equilibrio, la precisión de muchos aspectos del mundo natural, incluso en su estado caído, continúan asombrando a quienes los estudian. Y, si Dios puede ser tan preciso con las cosas físicas, sin duda también lo será con las cosas espirituales. Por lo tanto, en los primeros versículos de Deuteronomio, podemos ver más de la increíble precisión de Dios. 

¿Cuál es el significado profético del hecho de que Deuteronomio 1:3 hable de “los cuarenta años”? 

Cuando Dios les dio su palabra acerca de la tierra prometida, ellos tuvieron una firme esperanza futura. Esta promesa de poseer la tierra era parte integral de la bendición de Dios a Abraham y su posteridad. Los israelitas ahora podían avanzar con valentía porque Dios estaba con ellos. 

Después del fiasco, cuando Moisés envió espías desde Cades-barnea para inspeccionar la tierra, cuando se rompió la relación de confianza entre el pueblo y Dios, y el pueblo rechazó el llamado para tomarla, ¿qué sucedió? Se les dijo que no entrarían en la Tierra Prometida como esperaban. Y ¿cuánto tiempo esperarían antes de entrar? 

Esta terrible rebelión contra Dios y contra Moisés cambió el destino de Israel. Debido a la falta de confianza en Dios, la generación del Éxodo perdió la oportunidad de entrar a la tierra prometida. “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo” (Números 14:34). 

Por lo tanto, Deuteronomio retoma en el año cuarenta, exactamente como Dios les había dicho. En otras palabras, la Palabra profética de Dios es tan confiable como Dios mismo, y lo que vemos aquí en los primeros versículos de Deuteronomio son más evidencias de esa fiabilidad; es decir, Dios hace lo que dice y lo hace cuando dice que lo hará. Por supuesto, este no es el único período profético que se cumplió como Dios había dicho. Sin embargo, a pesar de su rebeldía e infidelidad, el Señor fue compasivo con Israel y se ocupó de sus necesidades diarias, por lo que no les faltó nada. Sin duda alguna, Dios ha guiado los destinos de las naciones en lo que respecta a su propio pueblo.

Al mirar hacia atrás desde nuestro punto de vista actual, podemos encontrar en Daniel 9:24 al 27, por ejemplo, que el tiempo anunciado para el ministerio y la muerte de Jesús se cumplió tal como el Señor había dicho. Podemos ver también que el “tiempo, y tiempos, y medio tiempo” (Daniel 7:25; ver también Apocalipsis 12:6, 14; 13:5) se ha cumplido en la historia, así como los 2.300 días de Daniel 8:14. Y, además de los elementos de tiempo precisos, las profecías de Daniel 2, 7 y 8, que predijeron con tanta precisión y exactitud la historia del mundo, nos han brindado evidencias abrumadoras de la presciencia, el control y la confiabilidad de Dios. 
Dios siempre cumple su palabra, incluso cuando no se ciñe a nuestra agenda y nuestros deseos. ÉL CUMPLE LO QUE PROMETE. Seguirlo significa esperar pacientemente el cumplimiento de sus promesas de acuerdo con su tiempo y planes. Y tarde o temprano, paso a paso, el plan se vuelve claro.

Podemos ver que el Señor cumplió fielmente estas profecías pasadas tal como predijo. ¿Por qué esto debería darnos la certeza de que podemos confiar en él en cuanto a las cosas que dijo que ocurrirán en el futuro?

III. MIL VECES MÁS NUMEROSOS 

Después del largo peregrinaje por el desierto, Moisés, hablando en nombre de Jehová (él era un profeta, aunque, a decir verdad, era más que un profeta), dijo: “Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehová juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a su descendencia después de ellos” (Deuteronomio 1:8). No obstante, fíjate lo que viene a continuación. 

"En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. !!Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido!" Deuteronomio 1:9-11.

¿Cuál es el significado de estas palabras, especialmente a la luz del hecho de que, en realidad, Dios los estaba castigando por la rebelión de Cades-barnea? 

Debían confiar en que Dios les abriría el camino para entrar en Canaán. Este es otro ejemplo de la gracia de Dios. Incluso en medio de las travesías por el desierto, fueron bendecidos: “Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies” (Nehemías 9:21). Y Moisés, mostrando nuevamente su amor por el pueblo, le pidió a Dios que lo multiplicara mil veces más de lo que Dios ya lo había hecho. 

Como resultado directo de la bendición de Dios sobre ellos, ¿qué sucedió y qué pasos adoptó Moisés para afrontar la situación? Así, incluso cuando el Señor ejercía una presencia tan poderosa entre ellos, existía la necesidad de organización, de estructura, de un sistema de rendición de cuentas. Israel era un qahal, una asamblea organizada (ver Deuteronomio 31:30), un precursor de la ekklesia del Nuevo Testamento, que en griego significa “iglesia” (ver Mateo 16:18). Y, aunque trabajaba en un contexto diferente, Pablo nunca estuvo lejos de sus raíces judías, y en 1 Corintios 12 vemos claramente cómo delineó la necesidad de que haya gente calificada para asumir varios roles para el correcto funcionamiento del cuerpo, tal como lo vemos aquí en Deuteronomio y el qahal en el desierto. La iglesia de hoy, al igual que el qahal de aquel entonces, necesita ser un cuerpo unificado con personas que cumplan varios roles según sus dones. 

Aunque a veces escuchamos que la gente arremete contra la religión “organizada” (¿acaso preferirán una religión “desorganizada”?), la Palabra de Dios, especialmente el Nuevo Testamento, no reconoce ninguna otra clase que la organizada.

IV. CADES-BARNEA 

Un espectro ha estado frecuentando las primeras partes del libro de Deuteronomio, el espectro de Cades-barnea. Esta desafortunada historia, como hemos visto, establece el contexto inmediato del libro de Deuteronomio, y vale la pena analizarla detenidamente.

¿Cómo reaccionó el pueblo al informe de los espías y cuáles fueron los resultados de su reacción? 

Podemos extraer muchas lecciones importantes de esta historia, pero hay una que aparecerá nuevamente en el libro, y también se puede encontrar en Números 14. Aunque vemos a Moisés nuevamente en el papel de intercesor, ¿qué tiene de relevante su línea de razonamiento con el Señor en cuanto a por qué el Señor no debería destruirlos? Piensa en lo que Moisés le estaba diciendo a Dios: Si haces esto, fíjate qué pensarán los egipcios y las otras naciones de la zona cuando se enteren. Este argumento es importante porque, en última instancia, todo lo que Dios había querido hacer con Israel no era solo por el bien de Israel; también lo era para la humanidad en su conjunto. La nación de Israel iba a ser una luz para el mundo, un testimonio para los antiguos sobre el amor, el poder y la salvación que se encuentran en el Dios verdadero y no en los ídolos inútiles que estos pueblos adoraban. Sin embargo, como dijo Moisés, si eliminas a este pueblo, ¿qué sucederá entonces? Las naciones dirán: “Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el desierto” (Números 14:16). En otras palabras, lo que vemos aquí es un tema que se encuentra en toda la Biblia: la idea de que Dios debe ser glorificado en su pueblo; que la gloria, la bondad, el amor y el poder de Dios deben revelarse en su iglesia, a través de lo que él hace mediante su pueblo. Por supuesto, su pueblo no siempre le facilita hacer esto, pero finalmente Dios será glorificado a través de sus actos en la Tierra. 

A Moisés no se le permitió entrar en la Canaán Terrenal. Sus 3 reclamos testifican que Moisés:
1. Está agobiado por su fracaso.
2. Sabía que pronto moriría
3. Su profundo deseo era ir con el pueblo de Dios y experimentar el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham.

"Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales".

¿Qué está diciendo Pablo aquí y cómo se produce esto? ¿Cómo se manifiesta la “multiforme sabiduría” de Dios en el cosmos? ¿Qué papel tenemos individualmente para lograr esto?

V. LA INIQUIDAD DE LOS AMORREOS 

Así como Og y Sehón fueron derrotados, otros reyes también lo serían, e Israel poseería la tierra. este fue el comienzo de su conquista triunfal porque Dios, como Poderoso Guerrero, luchó por ellos y les dio la victoria. Muy pronto llegarían a su lugar para vivir y prosperar.. Pero los israelitas debían reconocer que Dios es el dueño de todo y la tierra que Israel iba a poseer era su precioso regalo y bendición para que florecieran.
En Deuteronomio 2 y 3, Moisés sigue relatando la historia de Israel y cómo derrotaron a sus enemigos con la bendición de Dios; cuando fueron fieles, Dios les dio la victoria, incluso sobre los “gigantes” (Deuteronomio 2:11, 20; Deuteronomio 3:13). 

Por supuesto, esto trae a colación un tema difícil, que al menos debemos mencionar, con respecto a la destrucción de estos pueblos. Aunque a menudo los hijos de Israel primeramente negociaban la paz con una nación (Deuteronomio 20:10, 11), si la gente no aceptaba esa oferta, a veces los israelitas entraban y los destruían, incluyendo a mujeres y niños. “Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros; y lo derrotamos a él y a sus hijos, y a todo su pueblo. Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno” (Deuteronomio 2:33, 34). Algunos intentan eludir esto simplemente diciendo que estas historias no son ciertas. Sin embargo, debido a que creemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16), esa no es una opción viable para los Adventistas del Séptimo Día. Por tanto, nos cabe plantearnos la difícil cuestión de estos incidentes. 

Leyendo Génesis 15:1 al 16 encontramos algo de luz sobre este tema difícil. No cabe duda de que muchas de estas naciones paganas eran personas sumamente brutales y crueles que justificadamente podrían haber enfrentado la ira y el castigo de Dios mucho antes. Eso es cierto, y aunque Dios haya esperado pacientemente a que cambiaran sus caminos, y ellos no cambiaron, esto todavía no altera la dura realidad sobre la matanza de todos, incluidos los niños. (Por supuesto, probablemente murieron muchos más niños en el Diluvio que los que mataron los israelitas.) El hecho es que, por ahora, dada la información limitada que tenemos sobre el contexto total de los acontecimientos, solo tenemos que aceptar esta dura realidad y confiar en la bondad de Dios, que se ha revelado de muchas otras formas. 

La fe no se trata solo de amar a Dios en un hermoso día en un hermoso bosque lleno de maravillosas vistas y sonidos. También implica confiar en él a pesar de lo que no entendemos completamente. 

"Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?" Juan 14:9. 

¿Cómo aprendemos a confiar en el amor, la justicia y la bondad de Dios, aun cuando vemos cosas que parecen difíciles de conciliar con este conocimiento de Dios?
Tendremos mil años para obtener respuestas a todas nuestras preguntas. ¿Cómo puede esta interpretación ayudarnos a aprender a confiar en Dios a pesar de las preguntas difíciles que tengamos ahora? 

CONCLUSIÓN

Cuando Dios me llamó, me mostró su amor, intervino a mi favor, me protegió, envió a personas en mi ayuda y evitó que cometiera grandes errores. Por eso, el tiempo que dedicamos a considerar el pasado es importante por 2 razones:
1. En tiempos de dificultad e incertidumbre resulta imperativo recordar que Dios siempre ha guiado a su pueblo. Tú y tu familia pueden estar seguros de que Dios no los abandonará. Esta comprensión fomenta confianza en el futuro.
2. En una coyuntura difícil, tomarse un momento para reconocer la conducción de Dios en el pasado traerá calma y confianza al presente y nos permitirá avanzar por el laberinto de la vida, siguiendo el camino que nuestro Dios nos ha trazado.
Así es como un erudito trata de responder las preguntas difíciles sobre lo que hicieron los israelitas con algunas de estas naciones: “Como Creador de todas las cosas y de todos los seres humanos y como soberano de todo, Dios puede hacer lo que quiera con quien quiera, y tiene razón al hacerlo. [...] Los caminos de Dios son un misterio. Dado que nunca lo entenderemos por completo, bien podríamos calmarnos con las preguntas en nuestra mente. 

"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos." Isaías 55:8, 9.
“Según la imagen bíblica de los cananeos, estos pueblos eran extremadamente malvados, y su aniquilación representaba el juicio de Dios por su pecado. La destrucción de los cananeos no fue la primera ni la última vez que Dios hizo esto. Las diferencias entre el destino de los cananeos y el destino de la humanidad (a excepción de la familia de Noé), como se describe en Génesis 6 al 9, engloban magnitud e intermediación [...]. “Dios nunca tuvo la intención de que los israelitas hicieran la política de herem [destrucción total] como una política general hacia los extranjeros. Deuteronomio 7:1 expresamente identifica (y, por lo tanto, delimita) a los pueblos-meta. Los israelitas no debían seguir estas políticas contra los arameos, los edomitas, los egipcios ni ningún otro (comparar con Deuteronomio 20:10-18) [...]. “Los cananeos sufrieron un destino que finalmente todos los pecadores enfrentarán: el juicio de Dios [...]. “La eliminación de los cananeos por parte de Dios fue una medida necesaria en la historia de la salvación [...]. Aunque los cananeos en su conjunto eran blanco del juicio de Dios, tuvieron al menos cuarenta años de previo aviso (ver la confesión de Rahab en Josué 2:8-11)” (D. I. Block, The NVI Application Commentary: Deuteronomy, pp. 98, 99).

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