"Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová." Proverbios 8:35
"Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte." Proverbios 8:36
“La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes [...]. Esta es la obra de ustedes, padres: desarrollar los caracteres de sus hijos en armonía con los preceptos de la Palabra de Dios. Esta obra debería ocupar el primer lugar, porque implica intereses eternos. La edificación del carácter de sus hijos es de más importancia que el cultivo de sus granjas, más esencial que la edificación de casas para vivir, o la ocupación en cualquier negocio o industria” (CN, 157, 158).
"Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención. Nunca fue áspero ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena inútil. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus penetrantes reprensiones. Lloró sobre Jerusalén, la ciudad amada, que rehusó recibirle, a él, que era el Camino, la Verdad y la Vida. Sus habitantes habían rechazado al Salvador, mas él los consideraba con piadosa ternura. Fue la suya una vida de abnegación y preocupación por los demás. Toda alma era preciosa a sus ojos. A la vez que se condujo siempre con dignidad divina, se inclinaba con la más tierna consideración sobre cada uno de los miembros de la familia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a quienes era su misión salvar.
Tal fue el carácter que Cristo reveló en su vida. Tal es el carácter de Dios. Del corazón del Padre es de donde manan para todos los hijos de los hombres los ríos de la compasión divina, demostrada por Cristo. Jesús, el tierno y piadoso Salvador, era Dios “manifestado en la carne”. 1 Timoteo 3:16 (CC, 12).
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