“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26, 27).
El relato bíblico de la creación de la humanidad está lleno de esperanza, felicidad y perfección. Cada día de la Creación terminaba con el pronunciamiento divino de que era “bueno”. Desde luego, eso no incluía tifones, terremotos, hambrunas ni enfermedades. ¿Qué ocurrió?
El sexto día de la Creación terminó con el pronunciamiento divino de que era “bueno en gran manera”. Es que ese día el Señor creó seres a su propia imagen: los seres humanos. Por supuesto, estos seres eran perfectos en todo sentido. Al fin y al cabo, la humanidad fue hecha a imagen de Dios. No había asesinos, ladrones, mentirosos, estafadores ni viles en sus filas.
Hoy analizaremos la Creación, lo que Dios hizo originalmente y luego lo que sucedió con esa Creación perfecta. Finalmente, aborda el tema del trimestre: qué está haciendo Dios con el fin de que todo vuelva a ser como al principio.
¿Qué enseña la Biblia sobre los orígenes? ¿Qué clase de relación quería tener Dios con la humanidad? ¿Cuál era el propósito del árbol del conocimiento del bien y del mal? ¿Qué esperanza se les dio a Adán y a Eva inmediatamente después de la Caída?
I. TORTUGAS HASTA EL FONDO...
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
El tema más crucial de la existencia humana es la naturaleza del Universo mismo.
¿Qué es este mundo en el que nos encontramos sin haberlo
elegido? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo llegamos aquí? Y ¿hacia dónde nos
dirigimos todos finalmente?
Estas son las preguntas más básicas y fundamentales que la gente podría
hacerse, porque entender quiénes somos y cómo llegamos aquí afectará
nuestra comprensión de cómo vivimos y cómo actuamos mientras estemos
aquí.
Lo interesante de Génesis 1:1 (Salmos 100:3; Isaías 40:28; Hechos 17:26; Efesios 3:9; Hebreos 1:2, 10)) es que
el Señor no intenta probar que él es el Creador. No hay elaboración de argumentos para demostrarlo. Él se expresa de manera simple y clara, sin
ningún intento de justificarlo, explicarlo ni probarlo. O lo aceptamos por fe
o no lo aceptamos. De hecho, la fe es la única forma en que podemos aceptar
la idea, por una sencilla razón: ninguno de nosotros estaba allí para ver el
proceso de Creación en sí. Obviamente, habría sido una imposibilidad lógica
para nosotros haber estado allí, en nuestra propia creación.
Incluso los
secularistas, independientemente de su punto de vista sobre los orígenes,
tienen que adoptar ese enfoque con fe por la misma razón que nosotros,
como creacionistas: ninguno de nosotros estuvo allí para ver el evento.
Sin embargo, aunque Dios nos haya pedido que creamos en él como Creador, no
nos pide que creamos sin darnos buenas razones para hacerlo.
¿Por qué en vez de pensar que nuestros orígenes
están enraizados en nada más que la pura casualidad o el azar, no pensar mejor que un Creador nos colocó aquí con un propósito?
II. A IMAGEN DEL CREADOR (Génesis 1:27)
La Biblia declara que Dios creó a la humanidad, hombre y mujer, “a su
imagen” (Génesis 1:27). Sobre esta base, responde las siguientes preguntas:
1. ¿Qué significa que Dios nos haya creado a su imagen? ¿En qué medida
somos “a su imagen”?
2. Según el relato del Génesis, ¿creó el Señor algo más “a su imagen”,
aparte de la humanidad? ¿Qué nos dice eso sobre nuestra condición singular,
en contraste con el resto de la Creación en el planeta Tierra?
3. ¿Qué más se puede encontrar en el relato de la Creación de la humanidad que distingue a la raza humana de cualquier otra creación divina?
Ver Génesis 2:7 y 18 al 25.
Todo lo que podemos decir es que en nuestra naturaleza física, mental
y espiritual reflejamos de alguna manera a nuestro Creador divino; aunque
todavía hay mucho de él que, al menos para nosotros, esté envuelto en misterio. Sin embargo, la Biblia enfatiza los aspectos espirituales y psíquicos
de nuestra personalidad. Estos aspectos los podemos desarrollar y mejorar.
Es la singularidad de la mente humana lo que hace posible una relación
sustanciosa con Dios; algo que el resto de la Creación terrenal de Dios, al
parecer, no puede hacer.
Observa también el relato peculiar de cómo Dios creó a la mujer. Tanto
hombres como mujeres comparten el increíble privilegio de ser creados a
la imagen de Dios.
En su creación, no hay indicios de inferioridad de uno
ni del otro. Dios mismo hizo a ambos de la misma sustancia. Dios hizo a
ambos iguales desde el principio, y los puso juntos en una relación especial
con él. Ambos tuvieron la misma oportunidad de desarrollar el carácter.
“Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una ‘ayuda
idónea para él’ –alguien que realmente le correspondía–, una persona digna
y apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él
en amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del costado de
Adán, para significar que ella no debía dominarlo como cabeza, ni tampoco
debía ser humillada y hollada bajo sus pies como un ser inferior, sino que
más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida
por él” (PP 25).
III. DIOS Y LA HUMANIDAD JUNTOS (Génesis 1:28, 29)
Observa las primeras palabras que Dios dirigió a la humanidad, según
las Escrituras. Les señala su capacidad para procrear, para reproducir más
de su propia especie. También les señala la Tierra misma, la Creación, y les
indica que la colmen, que la gobiernen y la dominen. También les indica las
plantas que pueden comer. En resumen, según la Biblia, las primeras palabras de Dios al hombre y la mujer tratan específicamente de su interacción
y su relación con el mundo físico.
¿Qué nos dice Génesis 1:28 y 29 sobre cómo ve Dios el mundo material?
Este pasaje ¿sugiere que hay algo malo en las cosas materiales y en el hecho
de que disfrutemos de ellas? ¿Qué lecciones podemos aprender de estas
primeras escenas de la historia humana sobre cómo deberíamos relacionarnos con la Creación?
Además, con estas palabras, Dios da los primeros pasos hacia una relación con la humanidad. Él les habla, les da instrucciones, les dice qué hacer.
También hay una responsabilidad implícita en las palabras. Dios les ha
pedido que sean dueños de esta maravillosa Creación que él mismo produjo.
Génesis 1:28 menciona que Dios bendijo a Adán y a Eva. ¿Qué significa
eso? ¿Qué tipo de relación sugiere entre ellos y su Creador?
Dios habló a Adán y a Eva como seres inteligentes, que podían responder
a su bondad y entrar en comunión y compañerismo con él. Además, como
criaturas e hijos suyos, Adán y Eva dependían de la bendición y el cuidado
de su Padre y Creador. Les proveyó de todo lo que necesitaban. Ellos no
hicieron nada para merecer lo que les dio; eran meramente receptores de
algo que no merecían.
Cuando leemos sobre la Creación del hombre y la mujer, podemos ver elementos anteriores al pecado acerca del tipo de relación que Dios quiere que tengamos con él ahora, incluso en nuestra condición caída, después del pecado.
IV. EN EL ÁRBOL
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16, 17).
Esta prueba brindó a Adán y a Eva la oportunidad de ejercer su libre
albedrío. También los desafió a responder positiva o negativamente a su
relación con el Creador. Muestra, además, que Dios los había hecho seres
libres y morales. Después de todo, si no hubieran tenido oportunidad de
desobedecer, ¿por qué el Señor se habría molestado siquiera en advertirles
en contra de la desobediencia, en el principio?
“Todo lo que precede en este capítulo ha allanado el camino para este
clímax [Gén. 2:16, 17]. El futuro de la raza se centra en esta única prohibición. El hombre no tiene necesidad de confundirse con una multiplicidad
de cuestiones. Solo debe tener presente una ordenanza divina. Al limitar
así el número de mandatos a uno, Yahvéh da muestras de su misericordia.
Además, para indicar que este único mandamiento no es gravoso, el Señor
lo coloca en el contexto de un amplio permiso: ‘De todo árbol del huerto
podrás comer’ ” (H. C. Leupold, Exposition of Genesis, t. 1, p. 127).
Cuando Dios invitó a Adán y a Eva a obedecer su voluntad, les estaba
diciendo: Yo soy su Creador y los hice a mi imagen. Yo los mantengo con
vida, porque por mí viven, se mueven y son. He provisto todas las cosas
para su bienestar y felicidad (sustento, hogar, compañía humana) y los he
puesto como gobernantes de este mundo. Si están dispuestos a confirmar
esta relación conmigo porque me aman, entonces yo seré su Dios y ustedes
serán mis hijos. Y pueden confirmar esta relación y la confianza implícita
en ella simplemente obedeciendo este mandato específico.
En definitiva, nuestra relación con Dios puede ser eficaz y duradera
solo si elegimos libremente aceptar su voluntad. Rechazar su voluntad es,
en esencia, reclamar la independencia de él; indica que creemos que no lo
necesitamos. Esa es una decisión que da como resultado el conocimiento del
mal; y el mal conduce a la alienación, la soledad, la frustración y la muerte.
La prueba que Dios les dio a Adán y a Eva fue de lealtad y fe. ¿Serían leales a
su Creador, que les había dado todo lo que necesitaban, además de un mundo
de delicias, o seguirían su propio camino, independientemente de la voluntad
de Dios? ¿Tendrían suficiente fe en él como para creer en su palabra? Su lealtad y su fe se vieron probadas ante el árbol del conocimiento del bien y del
mal. ¿En qué medida nosotros enfrentamos pruebas similares todos los días?
¿Hasta qué punto la Ley de Dios funciona en paralelo al mandamiento dado en
Génesis 2:16 y 17?
V. FIN DE LA RELACIÓN
Tendemos a creer en las personas que conocemos y desconfiamos instintivamente de las que no conocemos. Eva, naturalmente, habría desconfiado de Satanás. Además, cualquier ataque directo contra Dios la habría
puesto a la defensiva. Por lo tanto, ¿qué medidas tomó Satanás para sortear
las defensas naturales de Eva? (Génesis 3:1-6).
“Deplorable como fue la transgresión de Eva y cargada como estuvo
de calamidades futuras para la familia humana, su decisión no abarcó
necesariamente a la humanidad en el castigo de su transgresión. Fue la
elección deliberada de Adán, en la plena comprensión de la orden expresa
de Dios –más bien que la elección de ella–, lo que hizo que el pecado y la
muerte fueran el destino inevitable de la humanidad. Eva fue engañada;
Adán no lo fue” (1CBA, 243).
Como resultado de esta flagrante transgresión y desprecio del mandato
de Dios, la relación entre Dios y la humanidad ahora se quiebra. Pasó de una
comunión abierta con Dios a huir con temor de su presencia (Génesis 3:8-10).
La
alienación y la separación reemplazaron el compañerismo y la comunión.
Apareció el pecado y todos sus horribles resultados. A menos que se hiciera
algo, la humanidad se encaminaría a la ruina eterna.
En medio de esta tragedia, ¿qué palabras de esperanza y promesa pronunció Dios? (Ver Génesis 3:15.)
El sorprendente mensaje profético de esperanza por parte de Dios habla
de una hostilidad divinamente ordenada entre la serpiente y la mujer y sus
respectivas descendencias. Esto culmina con la aparición victoriosa de un
descendiente representativo de la simiente de la mujer que le da un golpe
mortal a la cabeza de Satanás, mientras que este solo podría herir el talón
del Mesías.
En medio de su total impotencia, Adán y Eva reciben esperanza de esta
promesa mesiánica, esperanza que transformaría su existencia, porque Dios
proveyó y respaldó esta esperanza. Esta promesa del Mesías y de la victoria
final, aunque vagamente expresada en ese momento, disipó la oscuridad en
la que el pecado los había situado.
En Génesis 3:9, donde Dios dice a Adán y a Eva: “¿Dónde estás?” (NVI). Dios, por
supuesto, sabía dónde estaban. Sus palabras, en lugar de estar cargadas de
condenación, iban a atraer hacia él a la humanidad abrumada por la culpa. En
resumen, las primeras palabras de Dios a la humanidad caída llegaron con la
esperanza de su gracia y su misericordia. ¿Cómo notamos, incluso en la actualidad, que Dios trata de llamarnos a su misericordia y su gracia?
La Biblia rebosa de llamados a los pecadores y descarriados. Compara
los siguientes pasajes: Salmo 95:7, 8; Isaías 55:1, 2, 6, 7; Lucas 15:3-7; 19:10. ¿Qué
otros pasajes puedes encontrar?
“Creo que había un sermón evangélico en esas dos palabras divinas
cuando penetraron la espesura del bosque y llegaron a los oídos hormigueantes de los fugitivos: ‘¿Dónde estás?’ Tu Dios no está dispuesto a perderte; él ha venido a buscarte, así como pronto pretende venir en la persona
de su Hijo, no solo a buscar sino a salvar lo que ahora está perdido” (C. H.
Spurgeon, The Treasury of the Bible, t. 1, p. 11).
1. Debido a que el Dios bondadoso y compasivo es quien busca a la
humanidad, ¿cómo podemos responder a esta expresión de amor
del Padre y de Jesucristo en este mismo momento? ¿Cómo espera
el Señor que respondamos?
2. Compara la perspectiva bíblica de la humanidad caída desde un
lugar elevado en la Creación de Dios, y ahora necesitada de redención, con la Teoría de la Evolución. ¿Cuál ofrece más esperanza y
por qué?
3. ¿Cuán esenciales son las relaciones cariñosas para la felicidad humana? ¿Por qué es necesaria una conexión próspera con Dios para
esas relaciones?
Analicen la influencia de las relaciones humanas
saludables sobre las personas que participan de esas relaciones
(padre-hijo, amigo-amigo, esposo-esposa, empleador-empleado, etc.).
Dios nos creó a su imagen a fin de que pudiera existir una
comunión amorosa entre él y nosotros. Aunque la entrada del pecado deshizo la unión original, Dios busca restaurar esa relación a través del Plan
de Redención. Como criaturas dependientes, la vida adquiere verdadero
significado y claridad solo cuando tenemos comunión con nuestro Creador.
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