“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
Billy Graham cuenta la historia de cuando visitó a soldados en un hospital de campaña en compañía de su general. Un joven soldado “estaba tan destrozado que yacía boca abajo sobre un artilugio de lona y acero”.
Un médico le susurró a Graham: “Dudo que pueda volver a caminar”. El soldado le hizo una solicitud al general: “Señor [...] luché por usted, pero nunca lo he visto. ¿Puedo ver su cara?” Así que, el general se agachó, se deslizó por debajo de ese artilugio de lona y acero, y habló con el soldado. Mientras Graham observaba, una lágrima del soldado cayó sobre la mejilla del general.
Al momento del nacimiento de Jesús, la humanidad se encontraba destrozada y ensangrentada, necesitada de una mirada sanadora de Dios. Es como si la humanidad suplicara: “Oh, Dios, ¿podríamos ver tu rostro?”
Al enviar a su Hijo a este planeta, el Padre envió al gran Maestro en una misión: mostrar su rostro a la humanidad. Desde entonces, hemos tenido el maravilloso privilegio de contemplar el “conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
I. REVELAR AL PADRE
¿Cuáles son las cuestiones más importantes que el apóstol plantea acerca de Jesús al comienzo de la Epístola a los Hebreos? (Hebreos 1:1-4).
Los autores del Nuevo Testamento acentúan en repetidas ocasiones una idea importante: Jesús vino a la Tierra para mostrar a los seres humanos quién es el Padre. En épocas pasadas, la revelación de Dios llegó de manera parcial a través de los profetas. Sin embargo, en Jesús ha llegado la revelación definitiva y total de Dios.
Además, en su persona, Jesús es “el resplandor de la gloria de Dios” (Hebreos 1:3, NVI).
Como seres humanos pecaminosos, no podemos soportar tener pleno acceso a la gloria de Dios; como el Hijo encarnado, Jesús refleja esa gloria. Esta está atenuada en la humanidad de Cristo para que podamos verlo y comprender claramente el carácter de Dios.
Jesús también es “la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3). El término que aquí se utiliza, la palabra griega charactēr, a veces se usa para la impresión que hace un sello en cera o la representación estampada en una moneda. Por lo tanto, Jesús “irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios” (Hebreos 1:3, NTV).
Si deseamos conocer al Padre, debemos escuchar con atención lo que el gran Maestro dice acerca de él. Y también debemos observar al gran Maestro.
En Hebreos 1:1 al 4 con 2 Corintios 4:1 al 6. En 2 Corintios 4:1 al 6, descubrimos quién es Jesús y aprendemos que él era la imagen misma del Padre.
Pablo y sus colegas, al enseñar a otros acerca de Dios, buscan reflejar el ministerio de enseñanza de Jesús acerca del Padre. Al ser “la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4), Jesús nos dio a conocer a Dios el Padre. Asimismo, Pablo evita el engaño y la distorsión de la Palabra de Dios y, en cambio, expone la verdad claramente (4:2).
Así como Dios, en la Creación, usó la luz para disipar la oscuridad, nos ha dado a su Hijo, Jesús, para disipar los conceptos falsos sobre él y para mostrarnos la verdad acerca de Dios. Es en “la faz de Jesucristo” donde obtenemos el conocimiento más claro de Dios (4:6).
Jesús reflejó con precisión al Padre; algo que nosotros también somos llamados a hacer, ya que estamos invitados a ser “imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1). ¿Qué significa eso y qué podemos aprender de Jesús acerca de cómo ser “imitadores” de Dios?
III. REVELAR AL PADRE
En el conmovedor prólogo de su Evangelio (Juan 1:1-18), Juan presenta a Jesús como el “Verbo” eterno. Las declaraciones de Juan sobre Jesús no son tímidas ni limitadas; son audaces y de alcance cósmico. Jesús existía antes del surgimiento del mundo (desde la eternidad, en realidad). De hecho, Jesús es el agente de la Creación (Juan 1:2, 3). Él es “la luz de los hombres” (Juan 1:4) y, como la Palabra que vino al mundo, “alumbra a todo hombre” (Juan 1:9).
Según Juan 1:14-18, ¿cuál es el resultado de que Cristo se haya vuelto humano? Como el Verbo, ¿qué luz trajo? ¿Qué cualidades posee para ello?
“La luz apareció cuando la oscuridad del mundo era más intensa. [...]“Solo había una esperanza para la especie humana [...] que se restaurase en el mundo el conocimiento de Dios.
“Cristo vino para restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su Ley, a revelar en su carácter la belleza de la santidad” (Ed, 76).
Todo lo que Jesús hizo en su vida en la Tierra tuvo un solo propósito: “La revelación de Dios para la elevación de la humanidad” (ibíd., 82).
Jesús mismo dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Según Juan 14:1-14 ¿Cuál era el contexto de la declaración de Jesús? ¿Por qué dijo esto?
Es tentador criticar la torpe declaración de Felipe (Juan 14:8). Después de años de estrecha comunión con Jesús, todavía no entiende lo esencial de la Encarnación: que Jesús vino a mostrar el carácter del Padre.
¡Quizá los maestros de hoy puedan consolarse con el hecho de que uno de los alumnos del gran Maestro tuvo tan mal desempeño!
Sin embargo, la declaración de Felipe probablemente no se registre con el objeto de darnos razones para criticarlo, sino a fin de darnos la oportunidad de examinarnos a nosotros mismos. ¿Cuánto tiempo hemos caminado con Jesús? Y ¿hemos entendido a Jesús mejor que Felipe? “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre"
III. CÓMO LEER LA MENTE DEL GRAN MAESTRO
¿Qué preocupación pesa en el corazón de Pablo sobre la comunidad cristiana de Filipos cuando les escribe su carta? Filipenses 2:1-4; 4:2, 3.
Filipenses 2:1 al 11 es uno de los pasajes más profundos de toda la Biblia.
Presenta la preexistencia de Cristo, su divinidad, su encarnación, su humanidad, su aceptación de la muerte en la Cruz. Describe el largo y difícil camino descendente que Jesús tomó del cielo al Calvario (Filipenses 2:5–8). Y describe cómo el Padre exalta a Jesús a una posición de adoración universal (2:9-11).
Muchas grandes y sorprendentes verdades se plasman en esos versículos.
¿Cómo comienza Pablo Filipenses 2:5 al 11? De los acontecimientos de la vida de Jesús que celebra, ¿cuáles crees que espera que los creyentes reflejen en su propia vida? (2:6-11).
Pablo espera que los creyentes de Filipos, que quizás eran polémicos, aprendan de Jesús y su encarnación. Si Jesús pudo adoptar la forma humana, “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (2:7), e incluso someterse a la crucifixión, ¿cuánto más deberían someterse unos a otros por amor?
Se nos recuerda que hay mucho que aprender del gran Maestro, Jesús.
Aprendemos de los mensajes que comparte durante su ministerio terrenal.
Aprendemos de los milagros que realiza y la forma en que actúa con los demás. Quizá podamos intentar, en nuestras relaciones con los demás, seguir el ejemplo de su gran condescendencia, y detenernos a pensar en su voluntad de intercambiar las glorias del cielo por un pesebre (¡qué lección para nosotros!).
En contraste, con demasiada frecuencia el mundo nos invita a exaltarnos a nosotros mismos, a presumir de nuestros logros. En un pesebre de Belén, aprendemos una lección diferente del gran Maestro: que la gran obra de educación y salvación de Dios no se logra mediante la auto exaltación sino humillándonos ante Dios y sirviendo a los demás.
¿Qué situación afrontas en este momento, en la que humillarte podría darte una oportunidad poderosa para reflejar a Cristo ante los demás?
IV. EL GRAN MAESTRO Y LA RECONCILIACIÓN
Las relaciones humanas fracasan con demasiada frecuencia. Nos distanciamos unos de otros. Quien alguna vez fue nuestro amigo íntimo, con el tiempo, se convierte en alguien de quien desconfiamos. Sin embargo, una relación tan dañada se puede recomponer. Cuando eso ocurre, experimentamos el milagro de la reconciliación. Pocas experiencias humanas son tan dulces como esta.
¿En qué sentido la reconciliación constituye la esencia de la encarnación de Cristo y su papel como gran Maestro según 2 Corintios 5:16-21?
Si nos sentimos bendecidos cuando recomponemos una relación con otra persona, ¿cuánto mejor debemos sentirnos cuando nos reconciliamos con Dios? En 2 Corintios 5:16 al 21, Pablo deja en claro quién es el que inicia la reconciliación: Dios el Padre ha tomado la iniciativa para recomponer nuestra relación rota con él. Y ha hecho esta obra de reconciliación “por medio de Cristo” (2 Corintios 5:18, NVI). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (5:19).
No obstante, no debemos ser solo consumidores del gozo de la reconciliación; debemos aprender del gran Maestro. En su encarnación, Jesús participó de la obra de reconciliación. Y nosotros también estamos invitados a participar de ella. Dios nos ha reconciliado consigo mismo a través de Cristo. Y ahora a nosotros, junto con Pablo, se nos da “el ministerio de la reconciliación” (5:18).
Colosenses 1:15 al 20 es otro de los grandes pasajes del Nuevo Testamento sobre la encarnación de Cristo, que a menudo se considera un himno. La primera parte del pasaje presenta el papel de Cristo en la Creación (Colosenses 1:15–17), mientras la última parte se centra en el papel de Cristo en la Redención (1:18–20). A través del papel de Cristo como Creador-Redentor, Dios reconcilia todas las cosas consigo mismo. La obra de reconciliación que Dios realiza a través de Cristo es de magnitud cósmica, ya que impacta en “todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (1:20).
Si bien nunca podríamos igualar la magnitud cósmica de la obra del gran Maestro como reconciliador, se nos invita a participar del “ministerio de la reconciliación” en nuestra propia esfera (2 Corintios 5:18). ¿Podría ser que Jesús tuviese esto en mente cuando oró: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18)?
¿De qué manera práctica podemos reflejar la función de Dios como reconciliador? Es decir, ¿en qué situación actual (si la hubiese) puedes ayudar a la gente a reconciliarse?
V. LOS PRIMEROS ALUMNOS DEL GRAN MAESTRO
En un instante, son un grupo de pastores comunes y corrientes que cuidan un rebaño de ovejas normal en las afueras de un pueblito. Al instante siguiente, son los destinatarios de una sorprendente aparición de ángeles que traen noticias sorprendentes, maravillosas y estremecedoras.
Motivados por esa aparición, buscan al Niño que los ángeles anunciaron.
Imagina que estás parado junto a los pastores y contemplas el pesebre. ¿Qué verías? Lucas 2:8-20.
Debemos admirar a los primeros alumnos del gran Maestro: José, María y los pastores. Las humildes condiciones del nacimiento de Jesús no dan ningún indicio del milagro de la Encarnación: que en la Persona de este Niño, Dios se haya vuelto uno con la humanidad. Sin embargo, con la ayuda de visiones, sueños y ángeles, sus primeros alumnos son capaces de vislumbrar más allá de la apariencia externa del nacimiento de Jesús. Los pastores comparten la identidad de este niño con los demás, que él es “un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11; comparar con 2:17).
¿Cómo responden los reyes del oriente a las noticias del nacimiento de Jesús?
¿Cómo responde Herodes? Mateo 2:1-12.
Antes de que pronunciara su primera parábola o realizara su primer milagro, el gran Maestro es digno de nuestra adoración por ser quien es.
Para apreciar completamente el posterior ministerio de enseñanza de Jesús, debemos unirnos a estos primeros alumnos, los reyes del oriente, en su adoración al gran Maestro. Aquel cuyas enseñanzas admiramos es más que un educador sabio. Él es Dios, que vino a habitar con la humanidad. La educación cristiana tiene su origen en la adoración a Cristo.
Junto con los reyes magos, los pastores y los ángeles, somos llamados a adorar a Cristo, el Rey recién nacido, y a ver en el niño Jesús la realidad de Dios mismo.
Piensa en lo que significa la encarnación de Jesús con respecto al carácter de Dios.
El Creador de todo el Universo, que es tan grande que no podemos comprenderlo, este Dios, “se humilló” al tomar la humanidad, vivir como Jesús vivió y luego morir en la Cruz, cargando sobre sí el castigo por nuestros pecados. ¿Por qué son tan buenas noticias?
CONCLUSIÓN
En el Maestro enviado por Dios halla su centro toda verdadera obra educativa. De la obra de hoy, lo mismo que de la que estableció hace [más de] mil ochocientos años, el Salvador dice:
“ ‘Yo soy el primero y el último’.“ ‘Yo soy el Alfa y la Omega, el principio, y el fin’ (Apocalipsis 1:17, 18; 21:6).
“En presencia de semejante Maestro, de semejante oportunidad para obtener educación divina, es una necedad buscar educación fuera de él, esforzarse por ser sabio fuera de la Sabiduría; ser sincero mientras se rechaza la Verdad; buscar iluminación aparte de la Luz y existencia sin la Vida; apartarse del Manantial de aguas vivas, y cavar cisternas rotas que no pueden contener agua.
“He aquí, él invita: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva’.
‘El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna’ (Juan 7:37, 38; 4:14)” (Ed 83).
“Como la preparación más elevada para su trabajo, les aconsejo las palabras, la vida y los métodos del Príncipe de los maestros. Les ruego que lo consideren. Él es su verdadero ideal. Contémplenlo, mediten en él, hasta que el Espíritu del Maestro divino tome posesión de su corazón y su vida.“ ‘Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen’ (2 Corintios 3:18).
“Este es el secreto de la influencia que pueden ejercer sobre sus alumnos. Reflejen a Cristo” (Ed, 282).
1. ¿Qué valores y acciones serían importantes para los maestros y los estudiantes cristianos que se toman en serio la idea de aprender de la encarnación del gran Maestro?
2. Los padres y los maestros cristianos tienen una norma elevada:
reflejar el carácter de Dios como se revela en la encarnación de Jesús. ¿Qué debemos hacer cuando no cumplimos con esta norma elevada?
3. En clase, analicen la pregunta al final del estudio del jueves. ¿Qué nos enseña el nacimiento, la vida y la muerte de Jesús acerca del carácter de Dios? ¿Por qué debería ser tan reconfortante para nosotros, especialmente en tiempos de grandes pruebas?
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