Ojalá que a esta Pandemia no se la olvide como un mal sueño, sino como el sacudón que nos despertó a un verdadero cambio.
Por primera vez Rieux podía dar un nombre a este aire de familia que había notado durante meses en todas las caras de los transeúntes. Le bastaba mirar a su alrededor. Llegados al final de la peste, entre miseria y privaciones, todos esos hombres habían terminado por adoptar el
traje del papel que desde hacía mucho tiempo representaban: el papel de emigrantes, cuya cara primero y ahora sus ropas hablaban de la ausencia y de la patria lejana.
Todos habían sufrido juntos, tanto en la carne como en el alma, de una ociosidad difícil, de un exilio sin remedio y de una sed jamás satisfecha. Entre eso que se ha dado a llamar destino, el pataleo inútil y obstinado del miedo y la rebeldía del corazón, un profundo rumor habia recorrido a esos seres consternados, manteniéndolos alerta, persuadiendo los de que tenían que encontrar su verdadera patria. Para todos ellos la verdadera patria se encontraba más allá de los muros de esta ciudad ahogada. Estaba en las malezas olorosas de las colinas, en el mar, en los países libres y en el peso vital del amor. Y hacia aquella patria, hacia la felicidad era hacia dónde querían volver, apartándose con asco de todo lo demás.
Esta noche era la noche de la Liberación y no de la rebelión.
Todos, muertos o culpables, estaban olvidados.
Por primera vez Rieux podía dar un nombre a este aire de familia que había notado durante meses en todas las caras de los transeúntes. Le bastaba mirar a su alrededor. Llegados al final de la peste, entre miseria y privaciones, todos esos hombres habían terminado por adoptar el
traje del papel que desde hacía mucho tiempo representaban: el papel de emigrantes, cuya cara primero y ahora sus ropas hablaban de la ausencia y de la patria lejana.
Todos habían sufrido juntos, tanto en la carne como en el alma, de una ociosidad difícil, de un exilio sin remedio y de una sed jamás satisfecha. Entre eso que se ha dado a llamar destino, el pataleo inútil y obstinado del miedo y la rebeldía del corazón, un profundo rumor habia recorrido a esos seres consternados, manteniéndolos alerta, persuadiendo los de que tenían que encontrar su verdadera patria. Para todos ellos la verdadera patria se encontraba más allá de los muros de esta ciudad ahogada. Estaba en las malezas olorosas de las colinas, en el mar, en los países libres y en el peso vital del amor. Y hacia aquella patria, hacia la felicidad era hacia dónde querían volver, apartándose con asco de todo lo demás.
Esta noche era la noche de la Liberación y no de la rebelión.
Todos, muertos o culpables, estaban olvidados.
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