TEXTO BASE
“El hijo del hombre …[vino] para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
INTRODUCCIÓN
Todo sucedió demasiado rápido. Divalmir Nogueira, de 43 años, de pronto notó que un camión estaba ocupando su espacio y cerrando su paso. Era al comienzo de la tarde en Recife, capital de Pernambuco, y las lluvias intensas causaban que las calles se inundaran.
Para librarse del camión, Divalmir intentó frenar su auto, pero la vía inundada le hizo perder el control. Chocó contra el cordón y cayó dentro del canal del Jordão, a esta altura con un nivel fluvial alto, generando correntada debido a la fuerza del agua.
Con la caída, Divalmir se golpeó la cabeza contra el volante, lo que lo dejó aturdido. Intentó abrir la puerta del lado del conductor, pero sin éxito. El agua ocupaba rápidamente los espacios del auto, que amenazaba con hundirse.
Divalmir vio la Biblia que le había dado de regalo su hermano. Tomó la Biblia, abrió el vidrio de la ventana del vehículo y comenzó a agitar las Sagradas Escrituras, lo que hizo que muchos notaran su drama, generando una acción por parte de la gente para rescatarlo.
“Las personas me vieron por causa de la Biblia”, dijo Divalmir, a salvo en el puente gracias el esfuerzo de las personas que pasaban por la ciudad en ese momento, después de haber vivido esta experiencia tan desesperante.
La Biblia que, literalmente, salvó la vida de Divalmir, sensibilizando y movilizando a las personas para rescatarlo del agua, es la misma Biblia que presenta el mejor plan de rescate que haya ocurrido en la historia de la humanidad.
Entender este rescate protagonizado por Jesucristo nos ayuda a comprender más acerca de nuestra necesidad de este plan tan esencial para proveer redención, así como esperanza para toda la humanidad.
Durante este mensaje comprenderemos el rescate de la vida de la esclavitud del pecado, pagado por la sangre de Cristo, y que tuvo consecuencias prácticas para una vida feliz en este mundo y la preparación de personas para la eternidad.
2. DESARROLLO
Lea nuevamente el texto de Mateo 20:28.
“El hijo del hombre …[vino] para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
La declaración de Jesús acerca del rescate sucedió en medio de una disputa de egos que discurrían sobre la vida futura en el reino eterno. Etimológicamente, la palabra rescate se refiere al precio pagado para librar a alguien de la esclavitud o de la prisión. Pero el precio pagado por la liberación del pecado y la condenación tuvo un costo elevado, el sacrificio y la crucifixión de Jesús. Tenemos el desafío de hacer de este recuerdo una rutina.
En el Calvario, Cristo dio la vida en favor de muchos, reparando un error del pasado. Cuando fue creado por Dios, Adán era perfecto, sin pecado. Podría haber vivido para siempre y también toda la humanidad. Problemas que hoy son comunes de la vida, como la corrupción, la violencia, la desigualdad económica y social, la intolerancia, el poco aprecio por la vida, la expansión de las enfermedades emocionales, todos esos problemas no existirían si Adán no hubiera pecado.
Pero Adán y Eva desobedecieron a Dios, y vivieron una experiencia de separación del Padre. Las consecuencias de esa separación resultaron en la limitación de la vida (Romanos 6:23), deterioro del cuerpo, cansancio, y por extensión, el deterioro ambiental de todo el planeta. El hombre tuvo que cumplir exhaustivas jornadas de trabajo explorando los recursos de la tierra para garantizar su propia
supervivencia (Génesis 3:17-19).
El pecado se reveló no como algo puntual, sino generacional. La muerte pasó a todos los hombres, de generación en generación. Pablo, en la epístola a los Romanos presenta el plan de rescate que podría revertir este destino de triunfo del mal.
“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Romanos 5:18).
Dios es amor, pero también es justicia. Es incapaz de tolerar el pecado. Hoy en día existen ideas que señalan a un Dios tribal, distante de las personas, opresor. Otras ideas muestran a un Dios maleable, tolerante, dócil, infantil. Esas visiones no consideran que en Dios habita la misericordia y la justicia. Dios es justicia y también misericordia. Por ser el Señor de la verdadera justicia, él determina que se cumpla lo que está establecido en su Palabra como castigo al problema del pecado. Pero Dios es también misericordia, que es una guía para la justicia divina.
Por ese motivo, el sacrificio de Jesús fue pensado y ofrecido a la humanidad. La paga para el rescate del ser humano fue la sangre divina, como se puede verificar en Efesios 1:7. Cristo vino a la tierra a ofrecer su vida en rescate por muchos. Por medio del sacrificio de Cristo se produce la liberación de Dios para la humanidad, que en este acto tiene la posibilidad de obtener la victoria sobre el pecado y la muerte.
Y en la actualidad, ¿hasta qué punto este rescate continúa siendo necesario?
Quiero presentar tres hechos que muestran como la necesidad del rescate se amplía, y cuán importante es entender ese movimiento que involucra a la divinidad en un plan misericordioso de redención y salvación.
2.1. EL RESCATE LIBERA COMPLETAMENTE
En el libro de Gálatas 5:1 está escrito:
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”.
El rescate de Cristo libera completamente del yugo de la esclavitud. No tiene sentido apropiarse de esa libertad, aceptar el sacrificio de Jesús y promover una vida nueva en Jesús, y a la vez continuar viviendo como esclavo de los deseos, las pasiones, las emociones, la intolerancia, o de algo material al punto de que esto asuma la prioridad de la vida en todos los aspectos.
La libertad de Cristo es plena. Él nos libera del pecado. Pensar en el rescate de Jesús como ejercicio diario ayuda a traer este contexto a la vida espiritual del cristiano.
2.2 EL RESCATE SEÑALA LA DEPENDENCIA DE DIOS Y SU CUIDADO POR NOSOTROS.
Los cristianos fueron “comprados por precio” (1 Corintios 6:20; 7:23).
El precio fue la sangre de Jesús, que compró a personas para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación (Apocalipsis 5:9).
En el Antiguo Testamento leemos que, en el tiempo de los antiguos hebreos, cuando ocurría el censo del pueblo, las personas arriba de 20 años deberían dar la mitad de un ciclo como ofrenda a Dios. El valor de un ciclo era pequeño. Hoy sería menos de un dólar.
Era un valor pequeño y debería ser compartido por todos, ricos o pobres, de forma igualitaria, bajo el argumento de que era necesario hacer justicia para todos.
“Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová. Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas. Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas. (Éxodo 30:13-16).
La ofrenda de un ciclo en el período del censo servía como un memorial del rescate provisto por Dios. Servía para que las personas recordaran siempre a quien pertenecían y la necesidad de reconocer la soberanía divina sobre la vida humana.
Además, el rescate define nuestra identidad; fuimos comprados por buen precio, en un plan de rescate perfecto. Dios es Señor y Sustentador de la vida. Y entender y aceptar la soberanía de Dios sobre su vida abre posibilidades para transformar radicalmente la manera como nos relacionamos con las personas, con los problemas personales y también con el mundo.
3. EL RESCATE PROMUEVE LA RECONCILIACIÓN ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES
El pecado provocó la separación entre el hombre y Dios. Esa realidad entristece al Creador, quien sintió de inmediato el dolor de la separación de la primera familia en ocasión de la entrada del pecado al mundo y al corazón de las personas. El pecado causa separación entre el hombre y Dios (Isaías 59:2).
“Mediante Cristo, se dan al hombre tanto restauración como reconciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la cruz del Calvario. Un rescate pleno y completo ha sido pagado por Jesús en virtud del cual es perdonado el pecador y es mantenida la justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrifico expiatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y el hombre. Dios puede aceptarme como a su hijo y yo puedo tener derecho a él y puedo regocijarme en él como en mi Padre amante. Debemos centralizar nuestras esperanzas del cielo únicamente en Cristo, pues él es nuestro sustituto y garantía” (1MS, 426).
CONCLUSIÓN
El rescate proporcionado por la sangre de Jesús libera, concientiza, sensibiliza, provoca cambios, causa reconciliación.
Es un método de liberación y esperanza que puede comprenderse por el modo de trabajo típico de un salvavidas en las playas.
Esos profesionales tienen el desafío de evitar ahogamientos. Cuando alguien está en situación de peligro en el mar, el salvavidas se lanza en su dirección cumpliendo un esquema en su forma de trabajo.
El primer paso es llegar hasta la persona que está ahogándose para sacarla del mar. Es necesario sacar a la víctima del ambiente que está minando sus fuerzas y atentando contra su vida.
El segundo paso, a partir del momento en que la víctima llega al lugar seguro, es sacar el agua que entró en la víctima. Este proceso puede hacerse por medio de estimulación cardíaca o por estímulo de la respiración. De cualquier manera, es preciso sacar el agua de quien estaba a un paso de perder la vida.
Así como el salvavidas, el rescate de Cristo ofrece un método. Lo primero es sensibilizarnos sobre la importancia de ese rescate para conservar la vida, y de ese modo permitir que Dios nos saque del contexto de pecado para conducirnos a un nuevo lugar donde seremos estimulados a vivir con gratitud y adoración.
Después, Dios hace el trabajo de limpiar el pecado que está dentro de la vida y del corazón de las personas; como resultado se produce la reconciliación y la entrega diaria al Señor.
Dios quiere actuar en su vida para concederle esa bendición. Transforme el rescate de Jesús en memorial en su corazón. La bendición de vivir este recuerdo le proporcionará la transformación espiritual que lo preparará a vivir plenamente la paz que excede todo entendimiento.
Que Dios lo bendiga.
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