Objetivo: Que cada creyente reconozca en La Palabra de Dios, hay promesas demasiado ciertas como para vivir descorazonados ante la vida.
Texto: “De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza”. (Romanos 15:4 NVI).
I. INTRODUCCIÓN
Durante toda la semana nos hemos gozado y hemos alabado a Dios por su Palabra y por todo lo que ella ha hecho por nosotros. Y esta noche repasaremos algunos aspectos muy especiales de lo que ella hace por nosotros.
La fuerza mayor de la Palabra para cambiar la vida de los seres humanos estriba en la seguridad de sus promesas. Son ellas las que cambian la vida e impulsan el corazón humano a levantarse de sus derrotas y a mirar el futuro con esperanza. Por eso esta noche nos detendremos a mirar tres direcciones en las que las promesas de la Palabra divina alientan nuestros corazones.
II. PROMESAS QUE ALIENTAN.
a. Promesas de Paz.
En este mundo de tribulaciones, preocupaciones y problemas de todo tipo, las familias y las personas buscan paz. La Biblia la ofrece a todo aquel que pone su vida en armonía con la ley de Dios, pues dice: “Mucha paz tienen los que aman tu ley y no hay para ellos tropiezo” (Salmo 119:165).
Para los que hemos atendido este llamado hoy tenemos paz en el corazón, podemos acostarnos y levantarnos sin temor a ser buscados como delincuentes. Y decimos como el salmista, “en paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8 NVI).
Jesús explicó que su paz es diferente a la del mundo. Por eso alentó a sus discípulos a confiar en medio de la aflicción diciendo: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden. (Juan 14:27 NVI).
Siempre debemos reconocer que como seres humanos a veces experimentamos temor por situaciones que escapan a nuestro control.
Sin embargo, sentimos en nuestro interior una fuerza capaz de levantarnos para seguir adelante, y somos capaces de seguir confiando en la voluntad del Señor, aun que no entendamos lo que sucede, pues sus pensamientos no son como nuestros pensamientos…(Isaías 55:8).
La Biblia nos asegura que aún en medio de las tragedias Dios está al control. Pablo lo expresó de esta manera: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28 BL).
Y al final, aún cuando no entendamos podemos hacer nuestra la promesa divina que dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).
Hoy al igual que en aquella ocasión en el mar, frente a la tormenta nos pregunta: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, se levanta, reprende a los vientos y al mar; y se hace grande bonanza (Mateo 23:26).
¡Bendito, sea Señor! Por esta hermosa luz que alumbra nuestro diario caminar en este mundo.
b. Promesas de Perdón.
En días anteriores leímos nuestra triste y desesperada condición cuando leímos, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria e Dios” (Romanos 3:23), pero esta noche les decimos que la promesa más dulce que puede experimentar el pecador, es: “Ni Yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11).
Sin enfatizar mucho la fuerza de esta declaración, cabe mencionar que no solo implicaba la expresión de perdón, también llevaba la orden y la fuerza para cambiar la vida de una pecadora, que nunca más volvió a ser lo que era. Por eso la invitación divina para el pecador siempre será,
“Venid luego dice Jehová, si vuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos y si fuesen rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
De la misma manera enfatiza su disposición a recibirnos cuando hemos fallado y nos promete:
“Yo, Yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados. (Isaías 43:25).
Promete deshacer “como una nube nuestras rebeliones, y como niebla nuestros pecados”; y nos llama: “vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 44:22).
Por otra parte, Juan nos invita a confiarle nuestros pecados diciendo:
“Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1;9) y nos nos asegura,
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
Maravilloso Dios, que, sin merecerlo, nos llena de esperanza mediante su Palabra Santa.
c. Promesas de seguridad.
Una de las cosas más hermosas que la Palabra divina hace por nosotros es darnos ánimo cuando enfrentamos dificultades.
Sus palabras vienen a ser como agua fresca en medio del desierto. Y recobramos fuerzas al leer sus hermosas promesas.
La más linda de todas es la que nos asegura que no estamos solos, que contamos con una hermosa compañía, pues nos dice:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2).
Cuando hemos luchado solos hasta el cansancio nos anima diciendo: “Clama a mí y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces” (Jeremías 31:3). Y en nuestro caminar podemos oír a Jesús decir: “He aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Al hacer nuestros proyectos podemos hacer nuestras las palabras de Pablo cuando dijo:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
La Palabra santa nos asegura que “Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia” (Salmos 46:1 NVI).
De manera que podamos decir como el salmista:
“El Señor es quien me ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal? (Hebreos 13:6 NVI).
III. CONCLUSIÓN.
Cuan bendecidos hemos sido por esta hermosa luz para nuestro caminar. Ella ha representado la fuerza y la esperanza en medio de las crisis. Nos anima inclusive al enfrentar la muerte misma, que es la experiencia más desgarradora del corazón. Pero allí brilla su luz y alumbra nuestro corazón.
Hoy no podemos más que agradecer al Dios por esta hermosa luz. Y gracias a ella podemos decir como el salmista: “Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza” (Salmo 56:3 NVI).
Por eso en esta noche eleva tu corazón en gratitud al Señor, y ama su palabra. Y preséntate mañana con tu corazón lleno de gozo trayendo tu ofrenda especial al Señor por su Palabra, proponiéndote a partir de hoy, hacer de su lectura, la devoción más sublime de tu vida.
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