Introducción
Alguien dijo una vez: “La palabra más inútil es Gratitud, porque la encuentras en el diccionario, pero no en la vida”.
¿Será aplicable esta declaración para nosotros como cristianos adventistas?
¿Cuál es la razón por la que una vez al año celebramos la semana de gratitud?
O tal vez alguno más osado pregunte, ¿debemos celebrar la semana de gratitud? Es más ¿debemos dar ofrenda de gratitud?
Estas preguntas serán contestadas a través de este fascinante relato.
Vayamos a Lucas 17:11-19.
Nótese en cuántos aspectos estos diez hombres eran similares:
(a) Todos estaban afectados con esta terrible enfermedad;
(b) Todos estaban decididos a hacer algo al respecto;
(c) Todos habían oído acerca de Jesús, y creían que él podría sanarles, que por lo menos tendría piedad de ellos;
(d) Todos apelan a Jesús, reconociéndole como Maestro o rabino;
(e) Todos, en obediencia al mandamiento de Cristo, emprenden su camino hacia los sacerdotes; y
(f) Todos son sanados.
Siervos inútiles
Pero en este punto termina la similitud; porque solo uno volvió a dar gracias.
El evangelista debe haber estado feliz por poder relatar que no todos los diez eran como el siervo inútil de la parábola inmediatamente precedente, que hizo solamente lo que se le había ordenado. Sólo habían obedecido: ¡Vayan! fue la orden.
¿Pero no podían hacer algo más, (como agradecer, por ejemplo)?
Debe haber entristecido al médico amado el no poder informar que lo que era cierto acerca de uno, era también en todo sentido, válido para los otros nueve.
El autor de las bendiciones
Mientras regresaba, alababa a Dios, reconociéndolo públicamente como el autor de la gran bendición que acababa de recibir.
La Biblia está repleta de afirmaciones acerca de cuál es la fuente de las bendiciones que recibimos a diario. Por mencionar algunas: Salmos 103:1, 2 (que fue nuestra lectura al inicio); Mateo 5:45.
Un error muy común es pensar que las bendiciones que recibimos son producto de nuestro esfuerzo, trabajo y perseverancia. Si bien es cierto que esa es la parte que nos corresponde hacer, la prosperidad final tiene su origen en Dios.
Observemos el terrible error que cometía Israel en tiempos del profeta Oseas (2:8); Ella no ha querido reconocer que soy yo quien le da el grano, el vino nuevo y el aceite. Yo le he multiplicado la plata y el oro, ¿y qué hizo con ellos? ¡Falsos dioses! (NVI).
Por lo tanto, siendo que nosotros reconocemos que de Dios emanan las bendiciones ¿no sería lógico pensar en agradecerle? Pero queremos a veces ver las bendiciones de Dios solo en lo material, pasamos por alto bendiciones como: el aire, la vida, la salud, la familia, la iglesia, la comida, el vestido, etc. Bendiciones comunes, sí. Pero la gratitud común, no.
Pero no solamente eso, Dios demuestra sus bendiciones, transformando las maldiciones que el enemigo nos acarrea y las transforma en bien para nosotros.
Se cuenta que una vez asaltaron a Matthew Henry, el famoso ministro y comentarista bíblico del Siglo XVIII (1662-1714), tras lo cual algunos de sus amigos le preguntaron cómo se sentía. Claro está que ellos esperaban escuchar de él alguna queja contra Dios. Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando Henry les contestó: “Me siento muy agradecido con Dios... de hecho, tengo cuatro cosas por las cuales estarle agradecido en cuanto a esto que me ha pasado.
Primero, le estoy agradecido porque es la primera vez que me asaltan.
Segundo, le estoy agradecido porque me robaron la bolsa y no me quitaron la vida.
Tercero, le estoy agradecido porque aunque se llevaron todo lo que tenía encima, no era mucho.
Y cuarto, le estoy agradecido porque me robaron a mí y no fui yo quien robó”.
¡Vaya ejemplo de ser agradecido!
Así, expresamos nuestra gratitud porque sabemos que estamos en deuda con Él. (Salmos 116:12).
El mejor remedio
Además, cayó sobre su rostro y dio gracias a Jesús, porque en el Maestro reconocía al representante de Dios, el poder y el amor de Dios que operaba a través de Jesús. ¡Eso por lo menos! ¡Cuánto amaba este hombre a Jesús!
¿No nacía del amor su humilde actitud?
¿Saben cuál es el nervio más sensible del cuerpo humano? (dé un tiempo para que el público conteste ésta y las siguientes preguntas) El que une el cerebro con la cartera, y se llama egoísmo. Por eso nos cuesta agradecer, porque nacemos con la inclinación solo a recibir, pero no a dar. Por eso al expresar nuestra gratitud, a través de la ofrenda, estamos demostrando nuestro amor y erradicando nuestro egoísmo. Y eso es un auténtico milagro, porque por sí solo, el ser humano no puede lograrlo.
¿Por cierto, recordamos cuántos leprosos fueron sanados? Diez
¿Cuántos experimentaron el milagro? Uno, solo uno. Los otros nueve sólo recibieron sanidad física pero se perdieron de una gran bendición.
Puede suceder lo mismo con nosotros, pidamos a Dios haga el milagro en nuestras vidas.
Ejemplo a los fieles
Es con marcado énfasis que el evangelista añade: “y éste era samaritano”. Es como si dijera: “Imagínese, ¡un samaritano!” ¡Un hombre perteneciente a una raza odiada por los judíos!
¿No eran enemigos samaritanos y judíos? Véase 9:52, 53; cf. Juan 4:9.
¿No miraban menos los judíos a los samaritanos porque esta raza mixta no era “sana” en su teología?
Pero este samaritano es diferente; por la gracia de Dios, además ¡Agradece… a un judío!
Tiene que haber habido una discusión. Es difícil creer que, sin revelar sus intenciones el samaritano repentinamente hubiera dejado el grupo para regresar a Jesús.
La probabilidad—casi la certeza—es que él haya pedido a los otros que regresaran con él. Pero no, ellos se negaron.
Lo más importante no es la cantidad de luz que hemos recibido, sino lo que hemos hecho con la luz recibida. En este caso, el samaritano, aunque menos instruido que los judíos, usó mejor lo que había recibido.
Nosotros que tenemos el conocimiento de Dios somos ingratos, mientras que muchos que no conocen a Dios en toda su plenitud, son más prestos para agradecer.
Así que expresamos nuestra gratitud a Dios porque hemos recibido su luz, que es el conocimiento obtenido a través de Las Sagradas Escrituras. El apóstol Pedro lo expresa de manera perfecta:
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:9, 10).
Si las personas que no tienen la luz que hemos recibido están dispuestas a expresar su gratitud a Dios, ¿cuánto más debiéramos hacerlo nosotros?
El Gozo del Gran Rey
V. 18 “¿No se halló ninguno que regresara y diera gracias a Dios, sino este extranjero?”
Los otros nueve posiblemente creyeron que como eran hijos de Abraham, merecían ser curados. (Pareciera que Dios está obligado a darnos las bendiciones, somos sus hijos, “creemos” en Él, somos el remanente, simiente de Abraham somos). Pero este samaritano, que quizá consideraba que no merecía la bendición de la salud que tan repentina e inesperadamente había recibido, apreció el don que el cielo le había concedido. Los que se olvidan de agradecer a Dios por las bendiciones que reciben y no aprecian verdaderamente lo que Dios hace por ellos, corren el grave peligro de olvidarlo (a Dios) por completo (Romanos 1:21-22).
Pero la parte más importante de este versículo (18) y de la historia está al inicio “¿No se halló ninguno que regresara y diera gracias a Dios...?
Una clara evidencia de que a Dios le agrada si apreciamos las bondades recibidas de su mano.
Los nueve deberían haber estado profundamente agradecidos, pero era evidente que no lo estaban. Por lo menos no expresaron ningún aprecio.
No hay nada que agrade más a nuestro Gran Rey (y que le provoque gozo) que ver como su pueblo reconoce, expresa y agradece sus ricas y abundantes bendiciones.
Por eso, aunque no hubiera ninguna otra razón por la cual participar activamente de esta semana de gratitud, ‒personalmente lo haría - solo por provocar el gozo de Mi Gran Rey.
¿Qué otra mejor razón podría haber?
No hay duda, a Dios le agrada que le agradezcamos.
“Para nuestro propio beneficio, debemos refrescar en nuestra mente todo don de Dios. Así se fortalece la fe para pedir y recibir siempre más. Hay para nosotros mayor estímulo en la menor bendición que recibimos de Dios, que en todos los relatos que podemos leer de la fe y experiencia ajenas. El alma que responda a la gracia de Dios será como un jardín regado. Su salud brotará rápidamente; su luz saldrá en la
obscuridad, y la gloria del Señor le acompañará. Recordemos, pues, la bondad del Señor, y la multitud de sus tiernas misericordias”. DTG, 315.
Conclusión
Permítanme terminar nuestro sermón con una historia verídica que refleja muy bien los beneficios de la gratitud.
Sucedió el mes de agosto, Smith (nombre ficticio), un exitoso empresario de Nueva York, viajó por negocios a Israel.
El jueves 9, entre una reunión y otra, el empresario aprovechó para comer algo en una pizzería de la esquina, en el centro de Jerusalén. El lugar estaba llenísimo. Smith se dio cuenta que iba a tener que esperar mucho en una gran fila, si quisiese comer algo, pero realmente no tenía tanto tiempo.
Indeciso e impaciente, se acercó al mostrador esperando un milagro. Viendo la angustia del extranjero, un israelí le ofreció pasar primero que él.
Muy agradecido, Smith aceptó. Hizo su pedido, comió rápidamente y se dirigió a su próxima reunión. Menos de 2 minutos después de haber salido, oyó un barullo terrible.
Asustado, le preguntó a un muchacho que venía por el mismo camino que él, qué había pasado. Le dijo que un hombre bomba había detonado una bomba en la pizzería.
Smith se puso blanco. Por apenas 2 minutos, escapó del atentado. Inmediatamente, se acordó del israelí que le ofreció su lugar en la fila.
Seguramente todavía estaba en la pizzería. Aquel hombre salvó su vida y ahora podría estar muerto. Asustado, corrió para el local del atentado para ver si aquel hombre necesitaba ayuda. Pero encontró un caos total.
La Yihad Islámica (grupo terrorista) había colocado muchos clavos en la bomba para aumentar su poder destructivo. Además del terrorista de 23 años, otras 18 personas murieron, entre ellas 6 chicos. Otras 90
estaban heridas, algunas gravemente.
Las sillas de la pizzería estaban desparramadas por la calle, las personas gritaban y lloraban y algunas trataban de ayudar. Policías y voluntarios socorrían a todos los heridos. Smith buscó a su salvador entre los ruidos de las sirenas, pero no consiguió encontrarlo. Decidió que intentaría por todos los medios saber lo que ocurrió con su salvador.
Estaba vivo gracias a él y necesitaba saber si estaba vivo o no, para ayudarlo y sobre todo, agradecerle por su vida.
Su gratitud hizo que se olvidara de la reunión que tenía. Comenzó a recorrer los hospitales, y finalmente lo encontró herido pero fuera de peligro.
Conversó con el hijo de este israelí que ya estaba al lado de su padre y le contó lo que había ocurrido. Le dijo que le debía su vida, por eso podían contar con él para cualquier ayuda que necesitasen. Le dejo su tarjeta personal e insistió que le avisaran en caso de que precisaran algo.
Un mes después, Smith recibe una llamada de este muchacho en Nueva York, diciendo que su padre necesita hacerse una operación de emergencia y según el médico, el mejor hospital para ese tipo de cirugía estaba en Boston. Smith no lo pensó dos veces y organizó todo para poder operarlo en pocos días. Además, insistió en ir a recibirlo y acompañarlo hasta Boston personalmente. Tal vez otra persona no hubiese hecho tanto, pero Smith se sentía sumamente agradecido.
Ese martes por la mañana, Smith dejo de ir a trabajar para viajar a Boston y recibir a su amigo. Por lo tanto.... ese día, a las nueve de la mañana, no estuvo en su oficina del piso 101 de las Torres Gemelas.
¿Sabes qué fecha era? El 11 de septiembre de 2001. (Ataque terrorista a los Estados Unidos de Norteamérica)
SÍ, mis queridos hermanos, la gratitud tiene una gran recompensa.
Llamado
Todos aquellos que quieran expresar su gratitud hacia Dios, participando activamente en la Semana de Gratitud, pasen al frente.
Pero tomen en cuenta que estamos haciendo un pacto con Dios y debemos cumplirlo.
¿Cúantos en esta semana de gratitud queremos demostrar nuestro aprecio por todo lo que Cristo ha hecho en nuestra vida?
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