Salmos 119:105
Introducción
¿Sabía usted que hay lugares donde los cristianos tienen que pedir permiso para leer la Biblia?
Según una noticia publicada en la revista Christianity Today, en el estado de Kachin, Birmania, se exige que antes de poder realizar «estudios bíblicos, lectura de la Biblia, días de ayuno y oración», los cristianos tienen que presentar una solicitud quince días antes de la fecha en la que llevarán a cabo tales actividades.
Pero no se sorprenda. Hay otras naciones donde la situación es todavía mucho más grave. Por ejemplo, en Corea del Norte poseer una Biblia es motivo suficiente para que una persona sea encarcelada o
enviada a un campo de concentración.
Hace algunos años el gobierno de Malasia decidió estampar el sello oficial del Ministerio del Interior en más de treinta mil Biblias que la Sociedad Bíblica había traducido al malayo. El sello llevaba esta inscripción: «Solo para uso de los cristianos».
Esta medida procuraba evitar que los no creyentes leyeran el Libro. De hecho, parece ser que en los lugares donde se disfruta de una genuina libertad religiosa el interés en estudiar las Sagradas Escrituras es menor.
Veamos lo que Jesús dijo acerca de uno de los dones más preciados que hemos recibido.
1. Alimento que da vida (4a)
Jesús dijo que el hombre vive no solamente del alimento material sino del espiritual también. Entonces uno esperaría que todos buscáramos hambrientos dicho alimento espiritual; sin embargo, esto no es así.
Hoy la Biblia está traducida a cerca de dos mil idiomas y se imprimen más de treinta millones de ejemplares cada año. Las tenemos de todos tamaños, colores y presentaciones (basta con recordar
cuántas Biblias tenemos en casa), pero ¿cuán a menudo la escudriñamos? Vivimos en una época de ignorancia con respecto a las Sagradas Escrituras.
En un programa radiofónico conducido por Omar Medina uno de los participantes dijo con toda seriedad: “Yo no creo en la Biblia porque la Biblia la escribió una mujer”. Asombrado por semejante declaración, el presentador le preguntó que de dónde había sacado él que la Biblia había sido escrita por una mujer. El incrédulo, que parece obvio que no había ido más allá de la portada de la versión más difundida
en español, le contestó sin inmutarse que la Biblia la había escrito una señora llamada “Reina Valera”. Ciertos estudios han demostrado
que la mitad de los estadounidenses no saben que el Génesis es el primer libro de la Biblia. Y el catorce por ciento identifica a Juana de Arco como la esposa de Noé. Todas estas ilustraciones por chuscas que parezcan revelan una triste realidad: el mundo perece en la ignorancia de la Palabra de Dios.
Bueno dirá alguno, pero eso solo sucede con los no cristianos, con los miembros de iglesia no es así. Permíteme mostrarte las estadísticas de la Iglesia Adventista:
2% nunca lee su Biblia (ni la leerá), 7% menos de una vez al mes,
17% una vez a la semana,
32% más de una vez a la semana,
42% diario o más de una vez al día.
En Interamerica
3% nunca la lee y un 51% diario o más de una vez al día. Por eso estamos como estamos.
Si Jesús dijo que su Palabra es nuestro alimento para vivir, entonces debemos comerlo todos los días. Sobre todo, nosotros que no tenemos ninguna restricción (como en los lugares mencionados al principio), aprovechemos esa bendición.
II. Porción que da vida (4b)
Cuando se habla de alimentación una palabra importante es “porción”, ya que cada organismo requiere cierta ración. No podemos atracarnos sin medida. Sin embargo, aquí Jesús dice: “de toda Palabra”, no hay medida ni porción. Necesitamos alimentarnos de toda la Palabra. El hombre no tiene la libertad de elegir de la Palabra de Dios aquellas porciones que le agradan y rechazar otras. Dios ha proporcionado una dieta espiritual equilibrada para sus hijos terrenales, y quienes solo comen lo que les place, no pueden esperar disfrutar de una experiencia cristiana saludable ni llegar a la madurez cristiana.
Aun los “mandamientos muy pequeños” (Mat. 5:19) son indispensables para el que quiera entrar en el reino de los cielos. (CBA)
En días de Cristo, el ejemplo más generalizado de este método de
interpretación distorsionado fue el entendimiento unilateral de las
profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Sin poner suficiente
atención en aquellas profecías que hablaban del sufrimiento del Mesías (Salmos 22; Isaías 52:13-53:12; Daniel 9:26; etc.).
Los contemporáneos de Cristo basaron su esperanza rápidamente en las profecías que lo describían como un Rey victorioso (Salmos 24; Isaías 9:1-7; etc.). Desafortunadamente, aún algunos discípulos cercanos de Cristo creyeron en esta expectativa unilateral (Mateo 16:21-23; Marcos 9:31,32; Lucas 18:31-34; etc.).
Hoy, esa misma interpretación desbalanceada pude ser vista en dos tendencias principales:
Primero, existe la tentación a enfatizar artificialmente una doctrina mientras excluimos otras de igual importancia. Algunos defienden: solo justificación por la fe; otros solo reforma pro salud; y aún otros, eventos finales.
Tan importante como son todas esas tres doctrinas, ninguna de ellas puede ser apreciada como “el mensaje”. Más bien son partes de un todo, un mensaje inseparable.
Esto sugiere que debemos tomar los escritos inspirados como un todo (Mateo 4:4), permitiéndole (al texto no a nosotros) definir cuáles son los temas fundamentales, en contraste con los periféricos.
Segundo, el desbalance, cuando estudiamos los escritos inspirados, puede también ser reconocido entre aquellos quienes permiten a sus propios sentimientos decidir entre lo que es relevante hoy contra lo que es cultural.
Usualmente, lo que para algunos es aceptado como pertinente y útil, para otros es solo cultural y por lo tanto ya no es aplicable. Sin duda, podemos ver en los escritos inspirados una constante tensión entre los principios universales y la relación de aquellos dentro de un marco cultural específico. Pero no podemos jugar con aquellos escritos como niños jugando con un subibaja. Uno nunca debe olvidar que los principios universales siempre se aplican aún en aquellas situaciones donde los escritos inspirados están hablando a un marco cultural específico. Si nosotros tomamos en serio la advertencia de Cristo a vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios”; entonces, no permitiremos a nuestro criterio personal y sentimientos ser los jueces finales de la Escritura.
Un ejemplo de semejante lector de la Biblia en su totalidad fue J. N. Andrews. A los trece años ya podía leer la Biblia en sus idiomas originales (griego, hebreo y latín). Un día alguien le preguntó: ¿es cierto
que usted sabe de memoria toda la Biblia?
Con una sonrisa contestó:
Creo que si se perdieran todas las Biblias del mundo podría reproducir palabra por palabra todo el Nuevo Testamento, aunque no puedo decir lo mismo del Antiguo.
No podemos darnos el lujo de escoger qué deseamos estudiar, ¡necesitamos todo!
III. Fuente de vida (4b)
Ahora cabe hacernos una pregunta, ¿Por qué necesitamos toda palabra? La respuesta la da Jesús al final del verso 4, porque “sale de la boca de Dios”. Siendo que Jesús es el autor final de Las ESCRITURAS; entonces, vale la pena escudriñarlas. Eso hace a la Biblia diferente del resto de los libros.
En 2 Timoteo 3:16 Pablo afirmó categóricamente: «Toda la Escritura es inspirada por Dios». El contenido de las Escrituras es, en realidad, un mensaje que hemos recibido directamente de Dios. Los cristianos
creemos que lo dicho por los profetas constituye un mensaje explícito del Señor (Isaías 7:14 cf. Mateo 1:22).
En Hechos 1:16, cuando Pedro cita los Salmos 69:25 y 109:8, lo hace diciendo «que el Espíritu Santo»
habló «por boca de David». El salmista escribió lo que el Espíritu puso en su boca. Este mismo versículo que estamos analizando es una referencia a lo que Jesús mismo hizo, apoyándose en «toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4); y todas las palabras que citó el Maestro para enfrentar las tentaciones procedían de Deuteronomio y del Salmo 91 (Deuteronomio 8:2-4; 6:16; Salmos 91:11, 12).
La Biblia registra lo que Dios ha dicho. También hay que decir que la Biblia no registra todo lo que queremos saber, sino lo que necesitamos saber.
Ahora bien, “inspirado” no significa que el autor bíblico haya sido dotado de una imaginación creativa semejante a la que otorgaban las musas de la mitología griega. Es preciso destacar que la expresión griega que la mayoría de las versiones bíblicas traducen como
“inspirada”, implica un concepto mucho más amplio que un simple momento de iluminación o de éxtasis de madrugadas furtivas.
Literalmente, Pablo está afirmando que el contenido de la Escritura es resultado directo del soplo divino. El Señor “exhaló” las Escrituras, su aliento dio origen a la Palabra. La inspiración bíblica no es un estado de trance repleto de acontecimientos paranormales; la inspiración es el proceso mediante el cual Dios sopla, imparte y transmite su Palabra a los seres humanos.
No podemos pasar por alto que Pablo destacó que «toda la Escritu-
ra es inspirada por Dios». No una parte de la Palabra de Dios, sino
«toda».
Como bien señala Fernando Canale: «Todas las Escrituras fueron a la vez reveladas e inspiradas. Como tal, el modelo bíblico de RI [revelación e inspiración] es plenario, porque abarca la totalidad de las Escrituras». Y ese “todo” incluye tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
Elena G. de White escribió: «Por lo tanto, ¿quién se puede atrever a tomar la Biblia y decir que esta parte es inspirada y aquella otra no lo es? Preferiría que me arrancaran ambos brazos antes de hacer una declaración o emitir una opinión respecto a qué es inspirado y qué no lo es en la Palabra de Dios» (1 Sermones escogidos, 68).
Pedro declaró que los «santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1:21). La palabra griega traducida como “inspirados”, fero, significa “ser guiado”, “ser llevado”, “ser impulsado”.
Según el apóstol Pedro, para que el mensaje divino llegara hasta sus receptores, Dios usó agentes humanos que hablaron o escribieron lo que habían recibido bajo la influencia del Espíritu Santo.
La revelación de la Palabra divina incluye dos elementos: el divino y el
humano.
Como la inspiración obró sobre Pedro, y no en sus palabras, el apóstol pudo valerse de la ayuda literaria de Silvano, que era un amanuense o editor, a fin de que hiciera las correcciones necesarias para que el mensaje divino tuviera la mayor precisión y claridad posibles (1 Pedro 5:12).
Por ejemplo, aunque Dios inspiró a Salomón para que escribiera el libro de Eclesiastés, el sabio no escatimó esfuerzo a la hora de elegir las mejores palabras para transmitir su mensaje (ver Eclesiastés 12:10). «Los escritores de la Biblia eran los escribientes de Dios, no su pluma».
(1MS, 24).
Siendo que Dios es la fuente de Inspiración de la Biblia, debemos
tomar en serio su lectura. H. M. S. Richards fundador de “The Voice
of Prophecy” (La Voz de la Profecía), fue uno de los predicadores más
poderosos que ha tenido nuestra iglesia, ¿en qué consistía su éxito?
Él mismo lo relata:
"Me levanto a las cuatro de la mañana y dedico dos horas para leer la Biblia. Después tomo mi desayuno, y vuelvo otra vez a mi biblioteca (cerca de tres mil ejemplares) para preparar los materiales para los artículos y programas de radio. Cada inicio de año, dejo cualquier lectura y leo de corrido la Biblia en pocas semanas, luego comienzo a leerla cuidadosamente, veo en cada nueva versión de la Biblia una oportunidad para conocer nuevos matices de la misma. Trato de levantarme y acostarme teniendo en mente una porción de La Escritura.
Mi hermano querido ¿Ha leído hoy su Biblia?
Conclusión
La Biblia es el alimento que da vida, vida espiritual en abundancia, por lo tanto, debemos alimentarnos todos los días de ella, sin omitir ninguna porción ya que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Él es la fuente de inspiración de los autores bíblicos, por eso, en última instancia, Él es el autor final de La Biblia, “es La Palabra que sale de su boca”.
¿Has agradecido últimamente por semejante don? ¿has ido a ella continuamente?
Ven y agradezcamos juntos el privilegio que tenemos de tenerla y estudiarla con toda libertad. Recuerda que no todos tienen esa dicha.
Gracias Señor por revelarte a través de las Escrituras, gracias por ser un Dios de maravillas.
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