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Cristo nuestro Substituto - Amor escrito con sangre

TEXTO CLAVE: Génesis 3:15 “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón”. 

INTRODUCCIÓN ¿Alguna vez sufrió por una calumnia o mentira? ¿Fue fácil probar su inocencia? En la historia bíblica, Dios sufrió graves acusaciones de parte de Satanás. Después de tolerar por largo tiempo la obra de engaño del ángel caído, Dios finalmente tuvo que expulsarlo del cielo. En una descripción que revela la expulsión del cielo completada en la cruz, Juan vio que “fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9). 
Como también ya vimos, un tercio de los ángeles de Dios acompañó a Lucifer en su rebelión y también fueron expulsados (Apocalipsis 12:4). Al llevar el pecado a la Tierra, Satanás planeaba expandir su rebelión. Sus engaños, su comercio de ideas sucias avanzó, y él continuaba acusando a Dios y a sus hijos, especialmente a los seres humanos pecadores. 

En el libro de Job, Satanás tuvo la osadía de ir al cielo y presentarse ante el Señor junto a “los hijos de Dios” (Job 2:1). Esos hijos de Dios no son mencionados como ángeles, y tampoco son seres humanos, pues comparecen delante de Dios. Ciertamente se trata de otros seres creados por Dios. Satanás fue ante el Señor a fin de lanzar una doble acusación contra él y contra Job. Vean que Satanás continuaba esparciendo sus semillas de odio y rebelión a otros seres y otros mundos creados por Dios. De alguna forma, aun ponía en duda el carácter de Dios, y esa era su principal arma en el gran conflicto. Solo en ocasión de la muerte de Cristo las mentiras del enemigo fueron completamente expuestas. 

“Hasta la muerte de Cristo, el carácter de Satanás no fue revelado claramente a los ángeles ni a los mundos que no habían caído. El gran apóstata se había revestido de tal manera de engaño que aún los seres santos no habían comprendido sus principios. No habían percibido claramente la naturaleza de su rebelión” (DTG, 706). 

La intención de Satanás era contaminar los mundos creados por Dios, así como había intentado contaminar el santuario en el cielo (ver Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:14-18) y la tierra, lo que vamos a entender mejor en este estudio. El enemigo de Dios buscó el éxito en el jardín del Edén, el hogar de la primera pareja de la familia humana. 

Pregunta de transición: ¿Qué dice la Biblia sobre el jardín del Edén? ¿Había algún significado especial en él? 

1. EL EDÉN Y EL IDIOMA DEL SANTUARIO 
El texto de Génesis 2:4 a 3:24 vemos términos clave y conceptos que se relacionan al mensaje del santuario en el Antiguo Testamento. Después que el ser humano fue formado del polvo de la tierra y que Dios sopló en su nariz el aliento de vida, Génesis declara: “Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado” (Génesis 2:8). El jardín del Edén fue creado no solo para servir de habitación, sino también como un punto de encuentro con el Creador. 

Veamos algunos paralelos más entre el jardín del Edén y el santuario, destacados por Ángel Manuel Rodríguez (revista Ministry, abril de 2002), con base en varios estudiosos de la Biblia: 

1. Punto de encuentro: así como Dios “paseaba por el huerto” (Génesis 3:8) para encontrarse con sus hijos, también estaba en medio de su pueblo en el santuario (2 Samuel 7:6, 7). 
2. Orientación hacia el este: el jardín estaba ubicado en la parte oriental del Edén (Génesis 2:8), y la entrada del antiguo santuario estaba mirando hacia el oriente (Éxodo 27:13-16). 
3. Fuentes de agua: el jardín era regado por un río que salía del Edén y se dividía en cuatro brazos (Génesis 2:10). Las fuentes de agua también estaban asociadas al santuario (Salmos 46:4) y había una fuente o lavatorio de bronce que quedaba en la entrada del santuario (Éxodo 38:8). 
4. Trabajo: la primera pareja debía “labrar” y “cuidar” el jardín (Génesis 2:15). En hebreo, los mismos dos verbos son usados con relación al servicio de los levitas en el tabernáculo (Números 3:7, 8; 8:26). 
5. Plantas: las figuras relacionadas a plantas estaban presentes en los objetos y en partes de todo el santuario, las cuales recordaban al árbol de la vida y a la belleza natural del jardín recién creado por Dios (Éxodo 25:31-36; 1 Reyes 6:18).
6.Querubines: después de la entrada del pecado, los querubines comenzaron a guardar la entrada del jardín del Edén (Génesis 3:24). Había representaciones de dos querubines en el lugar santísimo del santuario (Éxodo 25:18-22). 7.Juicio y redención: después de la entrada del pecado en el jardín, Dios realiza un acto de juicio, o sea, hace preguntas, evalúa la situación con base en lo que había escuchado de la primera pareja, y dicta sentencias (Génesis 3:11-20). Sin embargo, dadas las necesidades de Adán y Eva, les proporciona ropas de cuero del animal muerto (Génesis 3:21) y promete la salvación en el Descendiente prometido, quien pagaría con su propia sangre el precio de la salvación de ellos (Génesis 3:15). En el santuario, el cuero de los animales sacrificados debía ser dado a los levitas (Levítico 7:8). El jardín del Edén es llamado en la Biblia “huerto de Jehová” (Isaías 51:3; Ezequiel 28:13; 31:9). Era el lugar en donde nuestros primeros padres debían adorar y tener comunión con el Creador. El propósito divino era que Adán y sus descendientes vivieran allí en perfecta armonía y paz. Adán y Eva, los primeros seres humanos, fueron creados como agentes morales libres. Debían ejercer su libre albedrío al decidir si obedecer o no a las órdenes divinas. En el fuego cruzado de la guerra entre el bien y el mal, debían elegir un lado: la voluntad de Dios o la rebelión y el distanciamiento. 

Pregunta de transición: ¿Cuál fue la prueba aplicada al hombre? ¿Cómo nuestro planeta fue contaminado por el pecado? 

2. EL MAL EN EL PARAÍSO Dios dio a Adán la siguiente orientación: “De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16,17). Esa era la prueba, y el obedecer o no las órdenes divinas resultaría en vida eterna, o en muerte eterna. Trágicamente, Adán y Eva desobedecieron la clara orientación divina y comieron del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal. El problema no estaba en el fruto en sí, sino en el acto de desobediencia y, principalmente, en sus motivaciones: Al comer del fruto, ellos creían que podrían ser como Dios. Allí habría un componente de audacia, orgullo y soberbia. El resultado natural de la desobediencia era la muerte; pero la mayor pérdida no fue la expulsión del jardín, y sino la pérdida de estar en la presencia de Dios, que es la propia vida. 
El apóstol Pablo explica que la serpiente (Satanás), con su astucia, logró engañar a nuestros primeros padres y llevarlos a desobedecer (2 Corintios 11:3). El enemigo prometió que ellos serían “como Dios” (Génesis 3:5), lo que de cierta forma ya eran, pues el ser humano había sido creado a imagen y semejanza divina (Génesis 1:26). Sin embargo, por el acto de desobediencia a Dios, dejaron de ser semejantes a él y se volvieron más parecidos al enemigo de Dios, pues comenzaron a mentir y a acusarse mutuamente, que es la forma en la que Satanás actúa (Apocalipsis 12:10). El pecado distorsiona la imagen divina en el ser humano.

Aun así, Dios, en su infinito amor y misericordia, no permitió que se nos dejara sin esperanza y condenados a la muerte eterna. Él proporcionó un sustituto. En el mismo escenario en el que surge el pecado, ocurre la manifestación más linda del amor y la gracia. 

Pregunta de transición: ¿Cuál fue la solución divina al problema del pecado? ¿Cómo Dios salvaría a los seres humanos de la muerte eterna? 

3. EL SUSTITUTO 
Dios había sido claro en sus orientaciones: “porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). La muerte sería la consecuencia natural de la desobediencia. Así, después del pecado, Dios podría actuar solo de una de estas tres maneras: 
(a) Podría haber dejado que la primera pareja muriera como resultado de su desobediencia, y eso no sería para nada injusto, pues el hombre había sido advertido previamente; 
(b) podría, tal vez, abolir sus propias palabras que prohibían a la pareja de participar del fruto, pero las palabras y las leyes de Dios no pueden ser cambiadas; o 
(c) podría ejecutar la sentencia contra un sustituto a fin de librar a los seres humanos culpables. Fue exactamente eso lo que Dios hizo. Un animal murió en el día en que la primera pareja pecó. Era el primer sacrificio que simbolizaba a aquel que moriría en el lugar del ser humano. De esa forma, antes de hablar de las consecuencias negativas que recaerían sobre la primera pareja y sus hijos, Dios anunció las consecuencias que recaerían sobre él mismo. El Creador dijo a Eva y a la serpiente: 

“Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Génesis 3:15). 
Dios sería herido, pero en ese proceso aplastaría la cabeza de la serpiente, decretando el fin del mal. Con el pecado, hubo un acercamiento mortal entre la serpiente (Satanás) y la humanidad. Dios tuvo que intervenir para generar una enemistad entre ambos y finalmente enviar al Salvador a fin de destruir a Satanás y todo el mal que él representa. Jesús vendría para dar su vida y ofrecer una segunda oportunidad, de modo que los seres humanos pudiesen volver al paraíso que habían perdido, y donde nuevamente tendrán acceso al árbol de la vida (Apocalipsis 22:2). 
Jesús es designado en el texto como “el Descendiente” (Apocalipsis 12:1-5; cf. Gálatas 3:16, 19) que vendría para herir la cabeza de la serpiente. La palabra “herir” en realidad significa “aplastar” en el idioma original. Es evidente que aplastar la cabeza es mucho más grave que herir el talón. Sin embargo, esa herida en el talón indica que, al salvar a la humanidad, el Hijo de Dios también sería herido, tendría un precio que pagar con su sangre. Después de todo, las mordidas de las serpientes venenosas en el tobillo pueden costar la vida. Así, el Hijo de Dios sería herido de muerte al asumir sobre sí los pecados de toda la raza humana. Fue el eterno amor de Dios lo que lo motivó a entregarse en pro de sus criaturas


En Génesis 3:15 tenemos un resumen del gran conflicto entre Cristo y Satanás. Fue una guerra que comenzó en el cielo (Apocalipsis 12:7-9), continuó en la Tierra, donde Cristo nuevamente lo derrotó (Hebreos 2:14), y que terminará finalmente con la destrucción definitiva de Satanás al final del milenio (Apocalipsis 20:10). 

Adán comenzó a mirar con otros ojos a la mujer, a quien había culpado por su error. Surgió la esperanza, pues el Descendiente prometido sería generado por ella. La alegría de saber que ellos vivirían y tendrían descendientes motivó tanto a Adán que puso por nombre a su esposa “Eva” (ḥava) porque ella sería la madre de todo hay (“ser viviente”) (Génesis 3:20). Por eso, también son significativas las palabras pronunciadas por Eva en ocasión del nacimiento de Caín. Ella le da ese nombre (Qayin) porque afirma con emoción: “Adquirí (qaniti) un varón, el Señor (et Yahweh)” (Génesis 4:1, traducción libre). A diferencia de varias versiones bíblicas, en el hebreo no hay ninguna preposición indicando que Eva haya adquirido un hijo “con la ayuda” o “por el” Señor. En el original solo está: “Adquirí un varón, el Señor”. Adán y Eva esperaban que su primer hijo fuese el Salvador prometido. Pero el tiempo mostró que no sería así. Caín asesinó a su hermano menor Abel, y la pareja sufrió amargamente las consecuencias del mal que había abrigado en el corazón. Adán y Eva sacrificaban animales a la puerta del jardín. En cada animal muerto era anunciada la promesa del Libertador. Este ritual fue pasado a todos sus descendientes. Por eso vemos a los patriarcas Abraham (Génesis 22:13) y Jacob (Génesis 46:1) ofreciendo sacrificios al Señor. Todos ellos esperaban al Salvador prometido. Jesús mismo dijo: “Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó” (Juan. 8:56). Así también, en las fiestas establecidas por Dios en el Sinaí (Éxodo 12; Levítico 23), en la construcción y en los servicios del santuario terrenal (Éxodo 25), las buenas nuevas de salvación eran predicadas a todos los pueblos. Cada animal sacrificado era un símbolo de la fe y de la esperanza en la venida del Mesías salvador. 

CONCLUSIÓN 
Debido a la entrada del mal en este mundo, el jardín del Edén fue contaminado. Sin embargo, Jesús vino, cumpliendo las profecías bíblicas. Por medio del ministerio de la encarnación y de su sacrificio se garantizaría una segunda oportunidad. La justicia divina exigía que el pecado recibiera la penalidad, pero la misericordia de Dios ya había encontrado una forma de redimir a la raza humana caída. Cristo no salió ileso de esa batalla contra las fuerzas del mal. Las marcas de los clavos en sus manos y pies para siempre serán el recordatorio del alto precio que pagó para librarnos de la muerte eterna (Juan 20:25; Zacarías 13:6). 

LLAMADO 
Contemple por la fe las marcas en las manos de Cristo. Las heridas que él sufrió allí fueron por usted. Valore el gran esfuerzo realizado para su salvación. Acepte hoy el llamado de Dios para salvar y transformar su vida

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