“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como
sois, sin levadura, porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada
por nosotros”. 1 Corintios 5:7
INTRODUCCIÓN
Las fiestas bíblicas del pueblo de Israel eran ventanas abiertas para el
conocimiento de la salvación. Entenderlas es esencial porque eran la
manera que Dios usaba para enseñar al pueblo que la religión es festiva y
alegre. Las fi estas también celebraban el plan de salvación hecho desde la
eternidad.
El pueblo de Israel celebraba siete fi estas a lo largo del año. Estas conmemoraban eventos importantes de la historia nacional, pero también eran
simbólicas o tipológicas, ya que señalaban a eventos futuros de mayor magnitud. Otro detalle importante es que la relación simbólica no se verificaba
solo en cuanto al evento en sí, sino también con respecto al tiempo.
O sea,
los eventos tipificados por las fi estas tenían una correspondencia temporal
o cronológica.
Las fi estas en Israel ocurrían en dos estaciones del año: primavera y otoño.
Las fiestas de la primavera (Pascua, Panes ácimos, Primicias y Pentecostés)
señalaban a los acontecimientos relativos al primer advenimiento de Cristo,
mientras que las de otoño (Trompetas, Expiación y Tabernáculos) señalaban
a los acontecimientos relativos a la segunda venida de Cristo. La primera
fi esta celebrada en la historia de Israel fue la Pascua.
Pregunta de transición: ¿Cuál es el origen de la Pascua? ¿Cuándo
fue celebrada la primera Pascua?
1. EL ORIGEN DE LA PASCUA
La fiesta de la Pascua era la más importante para el pueblo de Israel. Fue
instituida en ocasión de la liberación de la esclavitud en Egipto. Antes que
cayera la décima plaga, Moisés recibió instrucciones divinas para que cada
familia israelita “separara un cordero”; este debía ser “sin defecto, macho de
un año”. Debía ser separado el décimo día del primer mes (abib) y mantenido hasta el día 14, cuando debería ser sacrificado al atardecer (Éxodo 12:1-6).
Luego de la muerte del cordero, su sangre debía ser pintada en los dinteles
y marcos de las puertas de las casas, y la carne del cordero debía ser asada
en el fuego y consumida a la noche, con panes sin levadura (o panes ácimos)
y hierbas amargas.
A la media noche, ya el día 15 de abib, una calamidad recayó sobre Egipto.
Murieron todos los primogénitos en las casas que no tenían sangre en sus
puertas. La mortandad se extendió hasta los primogénitos del ganado y de
los animales domésticos en toda la tierra de Egipto (Éxodo 12:29, 30).
Fue así como Dios manifestó su poder, hasta que finalmente faraón permitió que el pueblo de Israel fuese liberado de su cautiverio. Liderados por
Moisés, ellos iniciaron su marcha hacia la Tierra Prometida. Sin embargo,
faraón y su ejército enfurecido los persiguió. Cuando llegaron al Mar Rojo, se
vieron acorralados. Fue entonces que una vez más el poder de Dios se manifestó. El mar se abrió para que ellos pasaran y después se cerró, destruyendo
todo el ejército de faraón. Con mano poderosa, Dios liberó a su pueblo. En
celebración de la liberación del cautiverio de Egipto, la fiesta de la Pascua ha
sido celebrada hace milenios por los judíos, hasta hoy. La mano es símbolo de poder y de habilidad para llevar a su conclusión las empresas.
Pregunta de transición: además de celebrar la liberación del cautiverio de Egipto, ¿qué más simbolizaba la fiesta de la Pascua?
2. EL CUMPLIMIENTO DE LA PASCUA
La simbología de la Pascua puede ser interpretada de dos maneras objetivas: primero, con la liberación del pueblo de Israel del cautiverio de Egipto;
después de siglos de opresión (Éxodo 12:37-51). Segundo y más importante: la
Pascua señalaba a la liberación del cautiverio del pecado por medio de Jesucristo, el verdadero Cordero pascual (1 Corintios 5:7).
El cordero ofrecido en la Pascua tenía algunas características distintivas:
tenía que ser macho, sin mácula ni defecto, y tenía que morir en la flor de
la edad. Pero más que eso, representaba la pureza espiritual de Jesús, quien
vendría al mundo puro y jamás cometería pecado (Isaías 53:9; 1 Pedro 2:22). Nadie podía señalar ningún pecado en él (Juan 8:46-48).
El cordero pascual no podría, bajo ninguna circunstancia, tener un solo
hueso quebrado, pues Jesús, a quien representaba, sería muerto sin que ninguno de sus huesos fuera quebrado, lo que era un indicativo más de su perfección (Juan 19:32-36). El cordero debía ser asado entero, lo que significaba
que Cristo sería completamente molido por nuestras iniquidades (Isaías 53:5).
Como ya fue dicho, la relación tipológica de la Pascua no se verificaba solo
en cuanto al evento en sí, sino también en cuanto al tiempo. Los eventos
tipificados o simbolizados por la fiesta debían ocurrir en el mismo día y mes
en que esta era celebrada. Ya como parte de la celebración de la Pascua, el
cordero debía ser separado el décimo día del primer mes, el mes de abib
(Éxodo 12:3).
Cristo cumplió todas las profecías mesiánicas y todas las fiestas
que señalaban hacia él. El profeta Zacarías había escrito:
“¡Alégrate mucho,
hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a
ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9).
Jesús ordenó a dos de sus discípulos que tomasen
un pollino prestado y, montando en él, entró en la ciudad de Jerusalén. Elena
G. White escribió:
“Fue en el primer día de la semana cuando Cristo hizo su
entrada triunfal en Jerusalén” (DTG, 523).
Las
multitudes clamaban ¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!” (Mateo 21:9).
Toda la ciudad estaba lista para coronarlo rey; pero, Jesús no aceptó y salió
de la escena. Elena de White explica: “Mientras el pueblo estaba reunido en
Jerusalén para celebrar la Pascua, él, el verdadero Cordero de Dios representado por los sacrificios simbólicos, se puso aparte como una oblación”
(DTG, 525). ¿Y por qué lo hizo?
Porque aquel
domingo era el día 10 de abib, cuando el cordero pascual debía ser separado.
El jueves, 14 de abib, víspera de su muerte, Jesús pidió a sus discípulos
que prepararan la Pascua (Lucas 22:8). En una sala del piso superior de una
casa, después de haber participado de la cena pascual, Jesús comenzó a enseñarles cómo debían recordar su sacrificio por medio de la Cena del Señor
a partir de entonces (Juan 13:1).
Así como la Pascua era un recordatorio de la
liberación de Egipto, hoy la Cena del Señor es un constante recordatorio de
la muerte redentora del Cordero de Dios en el Calvario para liberarnos del
cautiverio del pecado (1 Corintios 11:26).
El viernes, 15 de abib del año 31, Jesús murió en la cruz. En la hora en que
el sacrificio vespertino sería presentado en el santuario, el verdadero sacrificio estaba siendo ofrecido en la cruz. En ese exacto momento, el velo del
santuario se rasgó de arriba a abajo, indicando que todos los sacrificios ya no
eran necesarios, pues el Cordero de Dios había sido inmolado (Mateo 27:50-51).
Pregunta de transición: Cristo ¿murió como un criminal? ¿Cuál
es la relación entre los sacrificios de corderos y la condenación de los
criminales?
3. EL CORDERO PASCUAL Y EL MALDITO DE DIOS
En Israel, los peores criminales eran condenados a morir colgados en un
madero, como advertencia a la sociedad. Quien sufría esta muerte era considerado el peor tipo de persona, el más malvado criminal. El propio Dios
había instruido a Moisés: “porque maldito por Dios es el colgado” (Deuteronomio 21:23).
Es curioso notar que pocos versículos antes, en el texto de Deuteronomio, el último crimen digno de muerte que es mencionado es el de un hijo
rebelde y desobediente. Este debía ser apedreado y muerto. Trágicamente,
Cristo, el divino Hijo de Dios, a pesar de que solo había hecho el bien en su
vida, a pesar de haber sido perfecto y “obediente”, fue considerado como
uno de los peores criminales y destinado a “la muerte, y muerte de cruz”
(Filipenses 2:8), un maldito de Dios.
Pablo aplica el texto de Moisés a Jesús, al afirmar que “Cristo nos redimió
de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros” (Gálatas 3:13).
Vea que Jesús no fue el precio para pagar la maldición, sino la maldición
misma. ¿Por qué? Porque él cargó sobre sí todos los pecados de la humanidad de toda la historia.
"El unigénito Hijo de Dios se dispuso a dejar las cortes celestiales y venir a este mundo para vivir en medio de gente desagradecida que no quería aceptar su misericordia y su gracia. Aceptó vivir una vida de pobreza, y soportar sufrimientos y tentaciones. Fue varón de dolores, experimentado en quebranto. La Palabra declara: “Como que escondimos de él el rostro”. Isaías 53:3. Uno de sus discípulos, Pedro, lo negó, y Judas lo traicionó. La gente que vino a bendecir lo rechazó. Lo sometieron a la vergüenza y le causaron indecibles sufrimientos. Le pusieron una corona de espinas que traspasó sus santas sienes. Lo azotaron y lo clavaron a la cruz. No obstante, en medio de todo esto, ni una sola palabra de queja se escapó de sus labios… Cristo soportó todos esos sufrimientos para obtener el derecho de conferir justicia eterna a todos los que creyeran en él. ¡Oh, cuando pienso en esto, llego a la conclusión de que jamás debería brotar de mis labios la menor queja! (CDCD, 214).
Todas las mentiras, todos los asesinatos, robos,
torturas, traiciones, abusos y crueldades inimaginables fueron transferidos
a Cristo, que los asumió en la cruz, como si él los hubiera cometido. El Inocente, entonces, fue considerado culpable de todos esos pecados y se volvió
un reo divino, digno de la muerte más terrible. En este punto, el Padre se
separó de él, y su relación con Dios no fue más percibida. En su desesperación, Cristo clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
(Mateo 27:46). En la cruz, Jesús sufrió la muerte eterna, una muerte que estaba decretada sobre usted y sobre mí.
Sabemos que Jesús venció en la cruz y resucitó.
Tal vez, eso parezca disminuir de alguna forma el infinito peso que él cargó. Y hasta puede transmitir la impresión de que fue fácil para él, que era Dios.
Sin embargo, no podemos olvidarnos que él también era un ser humano
como nosotros. Él sufrió como ninguno sufrió ni nadie sufrirá jamás. Por
favor, reflexione en las siguientes palabras:
“La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La
ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado
por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo. Toda
su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas
nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era
la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos,
sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el
semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón
un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande
fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico”. (DTG, 701)
El profeta Isaías había declarado 700 años antes de la primera venida de
Jesús:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios!
Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados.
Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros
curados” (Isaías 53:4, 5).
Siete siglos antes de Cristo, un profeta de Dios describió de manera clara el sufrimiento vicario o sustituto del Mesías. Sería un
sufrimiento altruista, no por sí mismo, sino por los otros, por mí y por usted.
Es imposible valorar completamente todo lo que Jesús hizo por nosotros
en la cruz. Gracias a su muerte en nuestro lugar, tenemos derecho a la vida
eterna. Por su sacrificio somos salvos de la condenación de la muerte y tenemos esperanza de vida eterna. ¡Alabado sea su nombre!
CONCLUSIÓN
Así como la sangre del cordero pascual debía ser pasada por los dinteles
de las puertas para librar a los primogénitos de la muerte, hoy la preciosa
sangre de Cristo debe ser pasada sobre su corazón para que usted esté libre
de la muerte eterna.
LLAMADO
El sacrificio ya fue realizado. Su salvación es ofrecida por aquel que dio su
vida por usted. Para usted es gratuita, pero a él le costó muy caro. Hoy, Cristo lo invita a aceptar su preciosa sangre para purificar sus pecados y transformar su vida. No lo deje para mañana. Tome ahora su decisión, mientras
hay tiempo. Permita que Cristo reine en su corazón y en su vida.
https://www.youtube.com/watch?v=9qCeESaHTAw
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