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Cristo nuestro abogado - Amor escrito con sangre

SALUDO TEXTO CLAVE: 
1 Juan 2:1 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo”. 

INTRODUCCIÓN 
¿Alguna vez cometió una equivocación y se sintió culpable? 
¿En algún momento de su vida necesitó que alguien le pusiera la mano sobre su hombro y le dijera que cree en usted? 
Es maravilloso tener un defensor cuando sabemos que necesitamos ayuda. Además de dar su vida por nosotros, Cristo también actúa como nuestro Abogado ante Dios. Para entenderlo, necesitamos mirar hacia el pasado y analizar cómo los sacerdotes actuaban en el santuario. El santuario y sus servicios ilustran tres fases del ministerio de Cristo en favor de nuestra salvación: 

(1) Su sacrificio sustitutivo; 
(2) su mediación sacerdotal; y 
(3) el juicio final. 

Hoy vamos a aprender sobre la segunda fase, sobre la mediación sacerdotal de Jesús según está simbolizada por el ministerio diario del sacerdote en el patio y en el primer compartimento del santuario terrenal. La verdad principal que era enseñada por el ministerio de los sacerdotes en el santuario terrenal era que el pecador no tenía acceso a Dios, pero que Dios había establecido su tienda entre los pecadores. Para acercarse a Dios y obtener perdón y salvación, el pecador necesitaba de un mediador, el sacerdote. Hoy, de la misma forma, solamente por medio de nuestro Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, podemos tener acceso a Dios. Para entender este tema, es necesario recordar que el santuario terrenal, construido por Moisés, y el santuario celestial, que sirvió de modelo para el terrenal (Éxodo 25:9, 40), se relacionan de dos formas: estructural y funcionalmente. 

La estructura de los dos compartimentos del santuario terrenal señala no solo a un santuario celestial con dos partes (santo y santísimo), sino también al ministerio de Cristo en sus dos fases, que corresponden a los servicios de esos dos lugares (Apocalipsis 1:12-16; 8:3-5; 11:19). 

Eso nos revela que Cristo ministraría como los sacerdotes lo hacían en el santuario terrenal. Pregunta de transición: ¿Cómo funcionaba el ministerio del lugar santo en el santuario terrenal? ¿Cuál es la importancia de este ministerio para la salvación de las personas de la época? 

1. EL MINISTERIO DEL LUGAR SANTO 

El ritual diario del sacerdote en el santuario terrenal incluía los siguientes servicios: 
(a) Ofrendar un cordero sobre el altar del holocausto de mañana y otro por la tarde, con las debidas ofrendas y libaciones (sacrificio continuo); 
(b) Mantener encendidas, con aceite sagrado, las lámparas del candelabro del lugar santo; 
(c) Ofrendar incienso con todo el servicio que lo acompañaba; 
(d) Reponer los panes de la proposición cada sábado; 
(e) Ofrecer sacrificios individuales, como las ofrendas por el pecado, ofrendas quemadas; y muchos otros deberes, como los sacrificios por la purificación de la lepra, los votos de nazareos, o de proporcionar leña para el altar de los holocaustos, encargarse de las cenizas, vigilar el santuario, etc. 

El recinto del templo, desde el amanecer hasta que se cerraban las puertas al oscurecer, era un lugar muy agitado para los sacerdotes y levitas. Como vimos, el pecador no tenía acceso a Dios, y, para obtener perdón y salvación, necesitaba de un sacrificio y de un mediador. Solamente mediante el sacerdote él podría ser representado ante Dios. El acceso a Dios era simbolizado por la presencia de varios muebles en el interior del lugar santo: El altar del incienso, el candelabro y la mesa de los panes de la proposición. 
Por lo tanto, el servicio diario del sacerdote proporcionaba expiación por medio de la sangre derramada; intercesión mediante la nube de humo que ascendía del altar del incienso; vida física y espiritual, por medio de los panes de la proposición, y luz por medio de las siete lámparas del candelabro. 

Pregunta de transición: ¿Cuándo inició Jesús su ministerio sacerdotal en nuestro favor? 

2. EL SACERDOCIO DE CRISTO 
Jesús resucitó el primer día de la semana y, después de haber resucitado, permaneció 40 días con los discípulos (Hechos 1:1-3). Durante ese periodo, se les apareció varias veces. Él deseaba darles pruebas de que había resucitado y también orientaciones claras con respecto a la obra que debían realizar. Sin embargo, llegó el día en que debía ascender definitivamente al cielo y cumplir la promesa de enviar al Consolador, al Espíritu Santo (Juan 14:16, 17). Si Cristo no iba al cielo, el Consolador no vendría (Juan 16:17). Después de haber sido exaltado y entronizado, Jesús envió al Espíritu (Hechos 2:32, 33), lo que nos hace pensar en la antigua Fiesta de las Semanas, o Fiesta de Pentecostés. 

La Fiesta de Pentecostés (o Fiesta de las Semanas) La última fiesta de la primavera que se celebraba en Israel era la Fiesta de las Semanas o Fiesta del Pentecostés (Deuteronomio 16:9, 10). 
Como vimos, la cosecha de los cereales comenzaba con la cosecha de la cebada, en la Fiesta de las Primicias, y terminaba cuando los campos de trigo eran cosechados, en la Fiesta de Pentecostés. Esta fiesta se llamaba así porque tenía lugar 50 días después de la presentación de la gavilla con los primeros frutos en la Fiesta de las Primicias (Levítico 23:15, 16). 

El cumplimiento de la Fiesta del Pentecostés consistió en la gran cosecha espiritual proporcionada por el Espíritu Santo en el día en el que la fiesta era realizada, exactamente 50 días después de la resurrección de Cristo. Los tres mil que fueron bautizados ese día pueden ser considerados los primeros frutos de la obra del evangelio, pues la Fiesta del Pentecostés también era llamada la Fiesta de la Cosecha (Éxodo 23:16). Sin embargo, la Fiesta de Pentecostés tiene otro significado aún más bello. Representa el momento de la entronización de Cristo como sacerdote en el santuario celestial. En Juan 7:39 leemos: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Eso significa que la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés fue una evidencia de la glorificación de Cristo en el santuario celestial, cuando él dio inicio a su obra sacerdotal en el santuario. Pedro, en su discurso en el día del Pentecostés, usa dos pasajes de las Escrituras para explicar el evento. 

En primer lugar, cita el libro de Joel, y después, el Salmo 110, que es un cuadro de la entronización de Cristo. Cuando los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, ese fue ciertamente el momento en el que Cristo estaba siendo ungido para comenzar su función sacerdotal en el santuario del cielo (ver Hechos 2:14, 15). 

El libro de Hebreos también nos revela que, después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo y fue para el santuario (Hebreos 8:1, 2). 

Pregunta de transición: ¿Por qué el ministerio sacerdotal de Cristo es esencial para nuestra salvación? 

3. ABOGADO JUNTO AL PADRE 

En la cruz, Jesús hizo una expiación completa en favor de los pecadores. Su sacrificio nos garantiza el derecho a la vida eterna. Sin embargo, es mediante su ministerio sacerdotal en el santuario celestial que ese sacrificio expiatorio es aplicado a todos los que creen en él. Es al Cristo vivo a quien nos dirigimos hoy, no al Cristo muerto. Es al Cristo resucitado que vive e intercede por nosotros ante el Padre, no a la imagen congelada de un Jesús delgado y expuesto en una cruz. La cruz no es un evento presente, sino pasado. 

Hoy, recibimos la salvación del Cristo vivo, de nuestro Sumo Sacerdote. Sus manos están marcadas por los clavos, pero ya no están sangrando. Las cicatrices de las palmas de sus manos se levantan ante el Padre para mostrar el precio de nuestra redención y cubrir nuestros pecados ante las santísimas exigencias de Dios. De acuerdo con lo que ocurría en los servicios de los sacerdotes en Israel, Jesús ministra ahora en nuestro favor y aplica los méritos de su sacrificio, concediéndonos perdón y vida eterna. 
Un Mediador entre Dios y los seres humanos (1 Timoteo 2:5, 6) Pablo enseña que Cristo es el Mediador entre Dios y los seres humanos, pues él es plenamente Dios y plenamente hombre. Él es el puente que nos reconcilió con el Padre (2 Corintios 5:18), el único que tuvo una vida sin pecado, murió por la raza humana y, después, venció la muerte por medio de su propia resurrección. Él posee autoridad y las credenciales necesarias para representarnos e interceder ante Dios. En oposición a los sacrificios de animales, el sacrificio de Jesús fue perfectamente realizado “una vez para siempre” (Hebreos 7:27). Una obra especial (1 Juan 2:1) 

¿Cómo él intercede por nosotros? 
En el santuario antiguo, después del sacrificio del animal, el sacerdote debía llevar la sangre al interior del santuario en un recipiente. La sangre era llevada hasta un altar de oro y una cortina que separaba el lugar santo del santísimo. El sacerdote mojaba su dedo en la sangre que había en el recipiente, lo pasaba en las puntas del altar del incienso y aspergía la cortina con gotas de sangre. Detrás de la cortina, la presencia de Dios se revelaba por medio de la shekinah, una luz sobre el arca del pacto, la cual estaba cerrada con una tapa (o propiciatorio) con dos ángeles esculpidos; y dentro del arca estaba la ley de Dios. Es decir, la sangre se aspergía sobre la tapa del arca, ante la presencia de Dios, para pagar el precio de la penalidad que el pecador debía sufrir. En lugar de presentar la sangre del pecador, se llevaba la sangre de una víctima que había muerto en lugar de este. La sangre era el precio que la ley de Dios exigía del pecador. La ley de Dios es una expresión de su carácter justo y amoroso, y ésta demandaba la muerte del transgresor. Por medio del sacrificio, de la mediación del sacerdote y de la presentación de la sangre dentro del santuario, así como por medio de los otros servicios, el Dios santo podía perdonarle la vida al pecador. La mediación del sacerdote y todo el servicio del santuario era el único medio por el que los pecadores tenían acceso a Dios y al perdón que él ofrece. 

De la misma forma, después de aceptar el sacrificio en la cruz, debemos ir por la fe al santuario celestial, donde Jesús presenta su sangre en nuestro favor. Así, nuestras oraciones se dirigen a un lugar específico. ¡Esta es una noticia fantástica! 

Tenemos un santuario, por más que este no podamos verlo. El precio fue pagado en la cruz, y ese precio es presentado ininterrumpidamente en el santuario celestial. La muerte de Cristo fue en favor de todos y puede salvarnos a todos; pero, infelizmente, no todos serán salvos. Incluso después de haber aceptado la muerte de Cristo en el Calvario, necesitamos que él, nuestro gran Sacerdote, aplique su sangre en nuestro favor, en el santuario celestial. Esto nos proporciona perdón diario y nos fortalece en el proceso de santificación, sin el cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). 

Hoy debemos aproximarnos a Cristo con fe, mediante la oración y confesión de pecados para recibir su perdón (1 Juan 1:9). Él es el único capaz de ayudarnos en nuestras debilidades (Hebreos 4:14-16; 1 Corintios 10:13), pues experimentó nuestros dolores y tentaciones, pero no pecó. Él es nuestro Abogado junto al Padre. Pongamos nuestros pecados sobre Jesucristo, porque él cuida de nosotros (Mateo 11:28-30; 1 Pedro 5:7). 

CONCLUSIÓN 

Cristo nos proporciona expiación por medio de su sangre derramada (ofrenda); intercesión, mediante su ministerio sacerdotal junto al Padre (sacerdocio); vida física y espiritual, pues él es el Pan de Vida (panes de la proposición); y luz, pues él es la Luz del mundo (candelabro). 

LLAMADO 
Cristo suple cada una de nuestras necesidades. En él se encuentra nuestra única esperanza de salvación. En él encontramos la seguridad y el amparo que tanto necesitamos. Ponga su fe en Aquel que dio su vida por usted. Consagre su vida a Dios hoy.

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