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Cristo nuestra esperanza - Amor escrito con sangre

TEXTO CLAVE: 
1 Corintios 15:20 “Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que murieron es hecho”. 

INTRODUCCIÓN 
Las fiestas son ocasiones de alegría. Son oportunidades de expresar felicidad y gratitud, uniendo a la familia y personas queridas. El pueblo de Israel celebraba varias fiestas a lo largo del año. Estas fiestas conmemoraban eventos importantes de la historia de la nación, que revelaban como Dios los había liberado de la esclavitud en Egipto y conducido a una tierra que les daría sustento y comodidad. Por otro lado, las fiestas también eran prefigurativas o tipológicas, ya que señalaban a eventos futuros del plan de redención. Todas las fiestas tenían alguna relación con el Salvador. 
Las fiestas estaban relacionadas al ciclo agrícola de Israel, marcado por las cosechas, y ocurrían en dos estaciones del año. 
Las fiestas de la primavera (Pascua, Panes Ácimos, Primicias y Pentecostés, o fiesta de las Semanas) tenían lugar al inicio del año y terminaban al inicio de la cosecha del trigo. Estas fiestas señalaban a los eventos relativos a la primera venida de Cristo. 
Las fiestas de otoño (Trompetas, Expiación y Tabernáculos) tenían lugar después de la cosecha y señalaban a los eventos relativos a la segunda venida de Jesús. Hoy aprenderemos un poco más sobre la fiesta delas Primicias y lo que esta nos enseña sobre Cristo y nuestra salvación. 

Pregunta de transición: ¿Cómo se celebraba la fiesta de las Primicias en Israel en los tiempos bíblicos? ¿Qué significaba para ese pueblo?


1. LA FIESTA DE LAS PRIMICIAS 

Dios orientó a Moisés: “Habló Jehová a Moisés y le dijo: «Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla como primicia de los primeros frutos de vuestra siega. El sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptados. El día siguiente al sábado la mecerá. Y el día que ofrezcáis la gavilla, sacrificaréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a Jehová” (Levítico 23:9-12). 

La Fiesta de las Primicias tenía lugar al inicio del año del calendario religioso de Israel, dentro de las festividades de la Pascua. 
La Pascua era celebrada el día 14 del primer mes, y era seguida por la Fiesta de los Panes Ácimos, que ocurría al día siguiente, el 15 de abib. 
Ahora, la Fiesta de las Primicias era celebrada al día siguiente, el día 16. No era una santa convocación ni una gran fiesta como las otras, sino que tenía que ver con realizar un rito lleno de significado. Así como todas las otras fiestas, el objetivo era hacer que Israel entendiera, por medio de los rituales y sacrificios, que Dios les había concedido la tierra y las cosechas. El ritual básicamente involucraba la presentación de una gavilla, o sea, un manojo de plantas cosechadas ante Dios. 

“La cebada era el primer cereal que se cosechaba en Palestina, y al principio de la fiesta empezaba a madurar. El sacerdote agitaba una gavilla de este cereal ante el altar de Dios en reconocimiento de que todo era suyo. No se había de recoger la cosecha antes que se cumpliera este rito” (PP, 581). 

La gavilla debía ser presentada para que el pueblo fuera aceptado (Levítico 23:11). 
Según la tradición judía, se requería de los israelitas un ritual de preparación para la Fiesta de las Primicias. Una parte del campo era delimitada el día 14 para ser dedicada para la fiesta. Naturalmente, era la parte con las plantas más saludables y cargadas de buenos frutos. 
Tres hombres seleccionados cortaban la cebada en presencia de testigos. Después que se cortaban, las gavillas eran amarradas en una gavilla más grande, y entonces se presentaba ante el Señor (1CBA: 818). 

La fiesta era celebrada para agradecer a Dios por los frutos de la tierra; o sea, todo lo que fuese recogido primero era presentado al Señor como una forma de gratitud por la provisión de alimento. Sin embargo, la ceremonia de ofrenda de la gavilla mecida también señalaba a otras cosechas. 
A partir de ella, se debían contar siete semanas, cuando la cosecha del trigo, el cereal más importante, comenzaba. Esta era la Fiesta de las Semanas (Pentecostés, en el Nuevo Testamento), pues tenía lugar 50 días después de la Fiesta de las Primicias. 

Pregunta de transición: Ya que las fiestas también eran prefigurativas o tipológicas, ¿A qué evento futuro señalaba la Fiesta de las Primicias?

2. CRISTO, NUESTRA PRIMICIA 

En 1 Corintios 15:20, el apóstol Pablo afirma que Jesús representa las “primicias de los que murieron”, en una clara referencia a la Fiesta de las Primicias. Jesús es la primera “gavilla” del plan de redención. Su resurrección luego de su muerte en la cruz y presentación ante el Padre poco después fue el cumplimiento exacto del ritual antiguo de la presentación de la gavilla de la cosecha. Después de su resurrección, Jesús se presentó ante el Padre y tuvo la confirmación de que su sacrificio fue aceptado (Juan 20:17). 

Así como los primeros granos de cereal eran la señal de sustento y vida para un año más, Jesús, como el “pan vivo que descendió del cielo” (Juan 6:51), era la certeza de que habría vida no solo para un año más, sino para toda la eternidad. No solamente vida abundante, verdadera felicidad y paz en el presente ¡sino la victoria eterna sobre la muerte! Con su resurrección, Jesús garantizó una gran cosecha de salvos resucitados, de aquellos que dormían en la sepultura esperando la redención final.

Cristo fue las primicias, la señal de garantía de parte de Dios mismo de que la resurrección de los salvos está asegurada. Así como en la visión de José, las gavillas recogidas representaban personas de su familia (Génesis 37:7, 8), el ritual de la gavilla mecida representaba a la persona de Cristo. 

El cereal también tiene aplicaciones interesantes. La cebada era el cereal que enfrentaba las peores condiciones climáticas para madurar poco después del invierno a principios de la primavera. Era el alimento más barato y el principal en la dieta de los pobres. De la misma forma, Jesús vino a este mundo como un niño pobre, vivió como siervo pobre y, desde su nacimiento, enfrentó las mayores dificultades para salvarnos. Tuvo que enfrentar terribles luchas y adversidades. Por eso, el apóstol insta: 
“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Hebreos 12:3). 

Piense un poco en lo que Jesús tuvo que enfrentar para salvarlo de la muerte eterna. Así como la flor de harina era amasada y presentada delante del Señor en la Fiesta de las Primicias, él fue “molido por nuestros pecados” (Isaías 53:5). 
Así como la ofrenda debía ser agradable al Señor, la ofrenda de Jesús como Cordero de Dios también agradó al Padre y fue suficiente para nuestra redención (Isaías 53:10). Como Primicia, él fue presentado primero, a fin de que fuéramos aceptados (Levítico 23:11). Por medio de Cristo, somos aceptados delante de Dios, tenemos acceso a él. Antes, éramos pecadores en rebelión, ahora somos reconciliados por una cruz puesta entre el cielo y la tierra (Romanos 5:1-11). 

Ya éramos amados cuando éramos enemigos de Dios. Ahora, en Cristo, somos más que aceptados y abrazados en el reino del Padre, así como el hijo o la hija que se había alejado y vuelve a casa. Por lo tanto, si Jesús fue aceptado, nosotros también lo somos. Dios lo acepta. El cronómetro divino es perfecto. En el año en el que Cristo dio su vida por nosotros, su resurrección ocurre exactamente en el día de la ofrenda de la gavilla mecida, en la Fiesta de las Primicias (Mateo 28:1,6). 

Los planes de Dios son perfectos. El siempre actúa en el momento correcto. De esa forma actuó a lo largo de la historia sagrada y así él actúa en nuestra vida. Si usted está escuchando este mensaje hoy, es porque esta es la hora, éste es el momento en el que usted debe oír, porque usted también necesita de Dios. Sin él, usted no tiene esperanza de un futuro mejor. Solamente en él usted encontrará el perdón y la transformación que tanto necesita para vivir. 

Los que creen en Jesús y ponen su fe enteramente en él, no se desesperan ante la muerte, pues saben que Cristo fue las primicias. La muerte de Cristo fue algo tan poderoso que, en el exacto momento en que él dio su último suspiro en la cruz, hubo personas que resucitaron en Jerusalén: “la tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron” (Mateo 27:51,52). 

Aquellos resucitados fueron trofeos de victoria de Jesús sobre la muerte y eran solo una muestra, las primicias, de la gran cosecha de salvos que vendrá. En Apocalipsis, la segunda venida de Jesús está representada como una vasta cosecha en todo el planeta. Él es descrito, simbólicamente, con una hoz en su mano para con ella cosechar a la humanidad, trayendo salvación y juicio a la Tierra (Apocalipsis 14:14-16). 

Pregunta de transición: ¿Cómo la resurrección de Jesús se relaciona con la resurrección de todos los salvos? 

3. ESPERANZA DE VIDA ETERNA 

Al resucitar, Jesús obtuvo una victoria definitiva sobre Satanás y la muerte. No debemos tener miedo, pues aquel que nos ama y dio su vida por nosotros tiene las llaves de la muerte y el sepulcro (Apocalipsis 1:18). De su resurrección depende la de todos los hijos de Dios. Conforme argumenta el apóstol Pablo, si él no hubiera resucitado, nuestra fe y predicación serían vanas, sin provecho alguno (1 Corintios 15:13, 14). 

Felizmente, no es así. Cristo resucitó, vive reina y vendrá a buscarnos. “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Corintios 15:23). Todos los salvos miran con esperanza, como Marta, hacia la resurrección en el día final (Juan 11:24). Pablo tenía esa esperanza y estaba seguro de que recibiría la corona de la vida en ocasión del regreso de Jesús (2 Timoteo 4:8). Gracias a la resurrección de Cristo, podemos tener esperanza de reencontrarnos con seres queridos que perdimos y de recibir finalmente la vida eterna. Él es nuestra esperanza. Jesús mismo prometió: 

“No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28-29). 

Todos los salvos serán resucitados por él en el día de su regreso y entonces recibirán la recompensa eterna por la ofrenda de salvación que Cristo hizo en la cruz por nosotros (Apocalipsis 22:12). El espíritu festivo de las celebraciones del antiguo Israel representa la alegría que sentimos por la salvación que Dios nos ofrece en Jesús. Tenemos la dulce esperanza, la certeza del perdón y la plena confianza ante el futuro. En Jesús, tenemos la esperanza de vida eterna. 

CONCLUSIÓN 

Imagine qué maravilloso será el gran reencuentro de los salvos cuando Jesús regrese. Será una ocasión gloriosa, cuando todos serán reunidos en familia y jamás se separarán. Todo eso, gracias al extraordinario amor de Jesús, su muerte y resurrección en nuestro favor. ¡Alabado sea su santo nombre! Él es nuestra primicia. 

LLAMADO 

“La gran controversia está llegando a su final. Cada informe de calamidad que ocurre en el mar o en la tierra es un testimonio del hecho de que el fin de todas las cosas está por sobrevenir. Las guerras y los rumores de guerras así lo declaran. El Señor viene. Oímos los pasos de un Dios que se acerca” (MSV 226).

Piense por un momento en el sacrificio de Jesús. Piense en cuántas dificultades tuvo que enfrentar para salvarlo. El pecado es mortal y nos separa de Dios. Solamente en Cristo somos aceptados por el Padre. Entregue hoy su vida. Abandone sus pecados. Necesita aceptar a Cristo para ser perdonado por Dios y vivir para siempre en su reino. Jesús lo llama. ¿Cuál es su decisión? 
Cuando un hijo regresa a los brazos del Padre, ¡hay una gran fiesta!

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