George Miller era un visionario alemán que se sintió lamado por Dios para abrir un orfanato para niños necesitados de Bristol, Inglaterra. Cuando Dios lo llamó para esa tarea desafiante, no tenía dinero, comida para alimentar a los huérfanos hambrientos y ninguna tierra para construir el orfanato. George Miller tenía sólo un bien precioso: fe en la disposición de Dios para responder a la oración y en su capacidad de satisfacer las necesidades de sus hijos. Miller fue guiado y energizado por una promesa bíblica: “Pídele y recibirás” (Juan 16:24).
Permaneciendo en la promesa del Dios inmutable, Miller oró. Él oró por tierra y Dios la proveyó. Oró por dinero y Dios proveyó. Él sabía que Dios era capaz de hacer grandes cosas. Y luego tuvo más de mil huérfanos bajo sus cuidados.
Fue una tarea gigantesca proporcionar alimentos, ropa y necesidades de la vida a esos niños. Lo que hizo la tarea aún más difícil fue la política de Miller de nunca revelar sus necesidades, pero creía que si conversaba con Dios, Él impresionaría a alguien para suplir la necesidad específica. ¡Qué fe increíble!
En su diario de oración, Miller narra un episodio sobre cuando no había desayuno para alimentar a los niños. Él pidió a los niños que tomaran sus lugares a la mesa y confiadamente agradeció a Dios por proporcionarles un desayuno saludable. ¡Al final de la oración, un golpe fuerte en la puerta anunció la llegada de un panadero con una carreta de pan fresco!
De acuerdo con Miller, cuidar de los huérfanos era el resultado de algo mayor. Él confesó que la principal razón por la cual él se involucró en este ministerio fue para probar a la generación moderna e incrédula que Dios puede suplir nuestras necesidades diarias en respuesta a la oración, si creemos y obedecemos su voluntad.
Cuando Jesús vio el paso del tiempo hasta la última generación, Él se preguntó en voz alta: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”, Lucas 18:8. Aunque la incredulidad era predominante en el tiempo de Jesús, predijo con exactitud que habría una alarmante falta de fe en los últimos días de la historia de la Tierra.
UNA CRISIS DE FE
Un padre trajo a su hijo poseído por demonios hasta Jesús, pero no creyó plenamente que Él pudiera curar. En su diálogo con el Salvador él introdujo un elemento de duda.
Jesús lo reprendió por su incredulidad y el hombre gritó: “Creo, me ayuda en mi incredulidad”, Marcos 9:24. Como Abraham en la saga sobre Agar e Ismael, no creemos muchas veces que Dios puede ser confiable para mantener Sus promesas a nosotros.
Aunque Él haya repetidamente dicho que suplirá nuestras carencias, el gran pecado de ser independiente y tratar de ser autosuficiente nos atormenta.
¡Limitamos nuestro pensamiento al proceso matemático de sustracción olvidando que nuestro Dios está especializado en multiplicación! Pensamos que si damos pasaremos a ser pobres. No podemos obligarnos a confiar en Él para satisfacer nuestras necesidades cuando no Lo colocamos en primer lugar. ¡Cuántas bendiciones perdemos al aferrarnos a la miseria que tenemos!
Dios nos llama para volver a Él con confianza infantil. Él nos desafía a creer que es capaz de hacer todo lo que prometió.
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”, Efesios 3:20.
La Biblia registra historias de fieles y las bendiciones resultantes de su fidelidad. La historia de la viuda de Sarepta es un ejemplo. Su fidelidad ejemplar es citada por el Maestro en Su poderoso sermón.
“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón”, Lucas 4: 25-26.
El hecho de que esa mujer no era ni siquiera una israelita la hace quedarse de pie en las crónicas de la fe. Jesús la escogió como una lección objetiva de fidelidad.
LA BENDICIÓN DE LA MAYORDOMÍA FIEL
La viuda de Sarepta observo en vano al cielo en busca de lluvia Su corazón estaba pesado cuando ella reconoció los primeros signos de hambre en su hijo En cierta mañana, lo que más temía sucedió. Había suficiente harina y aceite para hacer una comida más.
Ella continuaba esperando que algún milagro cambiase su situación, pero los dioses de Sidón eran imprevisibles y no confiables. Con el corazón pesado ella salió de la ciudad para recoger algunas astillas y cocinar su última comida.
Perdida en pensamientos, un hombre la llamó pidiéndole un vaso de agua. Dar agua a un extraño con sed no fue problema. No amenazaba su sustento, pero cuando fue a buscar el agua para el profeta Elías, su próximo pedido la detuvo abruptamente. “Ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano”, 1 Reyes 17:11.
Elías había ido para allá después de recibir órdenes expresas del Señor. Habiendo entregado la noticia que no llovería en Acab, Dios ordenó que Elías se escondiera en el arroyo de Querit. Y mientras él estaba allí, fiel a la promesa de Dios.
"Los cuervos le traían pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía del arroyo” 1 Reyes 17:6.
Cuando la corriente de agua se secó, Dios dijo al profeta:
“Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y quédate allí; he aquí He dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
Entonces él se levantó a la puerta de la ciudad, vio a una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y la llamó, diciendo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba”, 1 Reyes 17:9-10.
PIDIENDO LO IMPOSIBLE
Elías pide lo imposible y la viuda busca explicar la situación Dios no envió a Elías a alguien con recursos, sino a una viuda pobre. Esta es una reprensión para nosotros que disculpamos nuestra negativa a dar a Dios bajo el pretexto de que estamos teniendo terribles dificultades económicas.
“Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan asado; tengo solamente un puñado de harina en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; ahora recogía dos leños, para entrar, prepararlo para mi hijo y para mi, para que lo comamos, y nos dejemos morir”, 1 Reyes 17:12.
Usando la terminología: “Vive Jehová tu Dios”, ella está haciendo un juramento para decir la verdad. Lo que la viuda expresa es la realidad de su situación. Ella todavía está operando a partir de las matemáticas de la substracción.
“Elías le dijo: No tengas temor; vé, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta asada debajo de la ceniza, y tráemela; después harás para ti y para tu hijo Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.” 1 Reyes 17:13,14.
Mientras Elías hablaba, la viuda empezó a ver las limitaciones de su sustracción matemática y decidió abrazar la aritmética de multiplicación del cielo Ella realmente vio el camino de Dios como el camino para salir de su desesperada situación.
PRUEBA DE FE
Elena de White declara de la siguiente manera poderosa sobre la viuda:
“No podría haberse exigido mayor prueba de fe Hasta entonces la viuda había tratado a todos los forasteros con bondad y generosidad En ese momento, sin tener en cuenta los sufrimientos que pudiesen resultar para ella y su hijo, y confiando en que el Dios de Israel supliría todas sus necesidades, dio esta prueba suprema de hospitalidad obrando “como le dijo Elías”. CSMC, 166.
En la conclusión, ella dice:
“La viuda de Sarepta compartió el poco alimento con Elías; y en cambio su vida fue conservada y la de su hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición. Él no ha cambiado. Hoy Su poder no es menor que en los días de Elías.” CSMC, 166.
El diagnóstico de Elías sobre la viuda es un ejemplo para nosotros. Una razón por la cual muchos de nosotros no damos nuestros diezmos y ofrendas es porque estamos paralizados por el miedo. Todavía abrazamos la aritmética de la sustracción.
Estamos convencidos de que si damos diezmos y ofrendas ciertamente llegaremos a la ruina financiera, pues difícilmente tenemos suficiente para sobrevivir. A medida que analizamos nuestros gastos y las comparamos con nuestra pequeña renta, el miedo nos
toma.
Cuando un “profeta” nos desafía a poner a Dios en primer lugar, cuestionamos ¡cómo vamos a sobrevivir! Necesitamos expulsar nuestro miedo y con fe pedir a Dios que nos ayude graciosamente a evitar la aritmética terrestre y temporal de la sustracción y abrazar la aritmética celestial y eterna de la multiplicación.
LA ARITMÉTICA DE LA MULTIPLICACIÓN
Cuando la viuda decidió poner a Dios en primer lugar, ella experimentó tres bendiciones:
La primera bendición fue la provisión diaria de comida para ella y su familia:
“Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, ella, y su casa, por muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías.”, 1 Reyes 17:15-16.
Cuando ella colocó a Dios en primer lugar Él multiplicó sus recursos limitados. Cuando ella eligió negarse a sí misma por el amor de Dios su vida fue sostenida.
La segunda bendición fue la resurrección milagrosa de su hijo algún tiempo después.
Dios ha realizado un raro milagro para recompensar su fidelidad.
La mayor bendición de todas fue el despertar del conocimiento del Dios de Israel. Las palabras de la viuda para Elías revelaron esta experiencia:
“Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.” 1 Reyes 17:24.
Tener una experiencia con Dios es la mayor bendición que puede ser concedida a un ser humano.
Jesús dijo:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado.” Juan 17:3.
CONCLUSIÓN
Estas bendiciones surgieron porque la viuda decidió poner a Dios en primer lugar. A su manera, ella atendió a las palabras de Jesús:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33.
Como la viuda, Dios nos bendecirá.
¿Debemos seguir abrazando la aritmética estrecha de la sustracción, o vamos
a alcanzar y abrazar la nueva matemática de multiplicación que nos inicia en una aventura gloriosa con Dios?
La viuda de Sarepta tenía la marca de la fidelidad.
¿Usted desea tenerla también?
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