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Richard Sabuin
El era el hijo favorito de su padre ... Aun como hombre joven tenía sueños extraños; y más extraño aún, tenía el don de interpretar sueños. Este don de ver lo que estaba por suceder en el futuro y los favores especiales que le mostraba su padre, encendieron la llama de los celos y la envidia entre sus hermanos.
Su padre le dio un abrigo colorido y caro para marcar algo especial en la vida del joven, un regalo que dio aún más envidia a sus hermanos. Pero sus celos y desconfianza no desviarían el enfoque de la vida de este joven, ni disminuirían su fe perdurable en el Dios de sus padres.
Su nombre era José. Cuando tenía 17 años, su padre lo envió a una misión: ir a buscar a sus hermanos, quienes habían estado fuera de casa por un tiempo inusualmente largo cuidando los rebaños de la familia.
Sus hermanos envidiosos lo vieron venir, y conspiraron para deshacerse de él: El complot atravesó varios giros, llevando a José al mercado de esclavos de Egipto, y luego a la casa de Potifar (Génesis 37 y 38). Allí, aunque el apuesto joven era perseguido día tras día por la esposa de Potifar, prevaleció la máxima lealtad de José a su Dios, pero también esa lealtad lo llevó a la cárcel.
Aproximadamente 13 años después, durante los cuales José resistió el sufrimiento y se enfrentó a muchas tentaciones, pero permaneció fiel a su herencia y al llamado de Dios en esa tierra extranjera ―fue elevado a una posición de autoridad y poder en Egipto, cercana solamente a la de Faraón (Génesis 41:39), quien otorgó esta recompensa porque José interpretó con éxito los sueños que habían perturbado al rey (Génesis 41:14-46).
Poniendo su confianza en Dios para proporcionar guía y liderazgo para ayudarlo a dirigir los asuntos de Egipto en tiempos de prosperidad y adversidad, José administró la vasta nación de Egipto y se elevó a las mayores alturas del poder y la administración. Veintidós años después de haber dejado su hogar, después de soportar años de traición, injusticia y tentación, José fue vindicado y reunido con su padre y el resto de su familia, quienes vivieron juntos durante los siguientes 17 años.
Los años de favoritismo no corrompieron a José. Los años de sufrimiento no debilitaron su fe. Los años de poder y prosperidad no lo convirtieron en una fuerza egocéntrica.
¡NO YO, SINO DIOS!
Cuando Faraón convocó a José ante su trono, pidiéndole que interpretara los sueños perturbadores del rey, reconoció que había algo distinto acerca de José: “Me he enterado de que, cuando tú oyes un sueño, eres capaz de interpretarlo” (Génesis 41:15, NVI).
José se apresuró a interponerse y aclarar las cosas: este no era un momento para la auto promoción o el auto reconocimiento. José transformó el elogio del faraón ―de que había algo superior acerca del intelecto del joven hebreo― en una oportunidad para ser testigo del Dios de su fe y de la historia: “No está en mí”, dijo José; “Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón”. (Génesis 41:16, RV60).
Las palabras del Faraón eran todas acerca de José. Pero en su respuesta al reconocimiento de Faraón, José no se elevó a sí mismo. Podría haber aceptado esas palabras y disfrutado del reconocimiento que acababa de recibir de la máxima autoridad de Egipto. En cambio, José dijo: “No puedo interpretar sus sueños . . . pero Dios le dará la respuesta a Faraón”. Cuando Faraón dijo: “Nadie más que tú”, José respondió, “No yo, sino Dios”.
Para José, Dios era la fuente del conocimiento, y el éxito venía de Él. La Escritura presenta esta idea claramente al contar la historia de José: “el Señor estaba con José y las cosas le salían muy bien” (Génesis 39:2).
Esta idea aparece varias veces: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano. Así halló José gracia en sus ojos” (v. 3-4, RV60); “el Señor estaba con José y hacía prosperar todo lo que él hacía” (v 23). Por lo tanto, para José, caminar con Dios era el secreto del éxito. Él afirmó que Dios es quien desvela los misterios y hace grandes cosas. Al mayordomo José le dijo: “¿Acaso no es Dios quien da la interpretación?” (Génesis 40:8). Al rey le dijo: “Dios le ha anunciado lo que está por hacer” (Génesis 41:25; cf. v. 28), y “Dios ha resuelto firmemente hacer esto, y lo llevará a cabo muy pronto” (Génesis 41:32).
¡NO TU, SINO DIOS!
Si estar de pie ante Faraón y estar siendo investido de autoridad sobre Egipto podía ser la mejor experiencia de la carrera de José, tal vez su experiencia más baja fue cuando sus hermanos lo empujaron a una cisterna seca (Génesis 37:24). Ser calumniado por la esposa de Potifar y luego olvidado por el mayordomo también puede haber sido amargo para José, pero estas indignidades no fueron infligidas a él por su familia.
El ser vendido a esclavitud por sus propios hermanos se alzó como paradigma de odio y traición. Sus hermanos entendieron lo que esa traición le hizo a José.
Más tarde, reconocieron: “Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso” (42:21). José mismo no vio que ser vendido a Egipto iba a ser parte del plan de Dios en el cumplimiento de sus propios sueños.
Al momento que José fue llevado a Egipto por los comerciantes, sus sueños no habían sido explicados ni cumplidos. En los sueños del mayordomo, el panadero y el faraón, José pudo ver indicios del cumplimiento final de los sueños. Pero sus dos sueños carecían de cualquier simbolismo relacionado con el tiempo. Las 11 estrellas (Génesis 37:9) no representaban 11 años como fue el caso con el sueño del faraón de siete espigas que representaban siete años de prosperidad en Egipto (Génesis 41:26). José tenía una idea acerca de cuando el mayordomo, el panadero, y el faraón verían el cumplimiento de sus sueños, pero no tenía ni idea de cuándo o cómo se cumplirían sus sueños.
Fue recién cuando sus hermanos vinieron a Egipto para comprar comida que “en ese momento se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos” (Génesis 42:9). A José le llevó 22 años entender el significado de sus sueños y verlos concretarse. Durante esos largos años, José caminó por fe en Dios, porque “la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Cuando José reveló su identidad a sus hermanos, “ellos estaban tan pasmados que no atinaban a contestarle” (Génesis 45:3). Ese podría haber sido un buen momento para que José se vengara de sus hermanos, pero tenía una perspectiva diferente de lo que había sucedido 22 años antes.
Reconociendo el fluir de la historia desde la perspectiva divina, dijo: “Fue Dios quien me envió aquí, y no ustedes” (Génesis 45:8). Escuchamos a José dándole crédito repetidamente a Dios por los eventos: ¡No yo (o no tú), sino Dios! Su experiencia con Dios le había dado una perspectiva nueva y transformadora sobre su experiencia de vida. Por un lado, cuando fue elogiado por el Faraón y tentado a llevarse la gloria, la respuesta fue simple: “¡No yo, sino Dios!”. Por otro lado, a pesar del recuerdo de las obras despiadadas de sus hermanos, él fue capaz de decir: “¡No ustedes, sino Dios!”
UNA VIDA DE MISIÓN
José veía su vida como comprometida con una misión. La misión de Dios. El estar de pie ante el faraón era, sin duda, una experiencia única en la vida, una que José podría haber utilizado para ventaja personal —un palacio nuevo, una vida de prosperidad garantizada, o un futuro asegurado para la familia nómade de su padre.
Pero José estaba hecho de fibras más sólidas y expresó una fuerte fe en el movimiento de Dios en los asuntos de la humanidad. Así que aprovechó la oportunidad de presentarse ante Faraón y convertir ese momento en un testimonio de su Dios.
El testimonio dio fruto. Al final de la conversación entre José y Faraón, el rey reconoció que era Dios quien le había revelado el significado de sus sueños a José (Génesis 41:39). Faraón comenzó su respuesta a José diciendo que “ninguno sino tú” puede interpretar el sueño, pero al final de la conversación, el Faraón testificó: “Dios te ha revelado todo esto” (vs. 39). Elena White comentó: “El rey reconoció públicamente que gracias a la misericordiosa intervención del Dios de José, Egipto gozaba de abundancia mientras otras naciones estaban pereciendo de hambre”.
La perspectiva de José orientada a la misión, es obvia en su respuesta a sus hermanos asustados: “Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas” (Génesis 45:5).
La inspiración presenta una transición de “vender” a “enviar”, una perspectiva de cambio de vida. Veintidós años antes, José pensó que había sido vendido como esclavo para toda la vida, sin conocer lo que le esperaba.
Pero ahora, se daba cuenta que era Dios quien lo había enviado. En la conversación entre José y sus hermanos, la palabra “mandar, enviar” (del hebreo Shalach), se menciona al menos tres veces (Génesis 45:5, 7, 8), siendo José enviado por Dios. José también dijo: “Me ha hecho” (hebreo sum o sim, “poner, colocar, establecer” Génesis 45:8, 9). Con los verbos “enviar” y “hacer/ poner/establecer”, hay un énfasis estructural en la respuesta de José a sus hermanos (Génesis 45:3-13), que Dios lo había enviado a Egipto como misionero:
A. “Fue Dios quien me mandó delante” (v. 5)
B. “Dios me envió delante” (v. 7)
C. “Fue Dios....y no ustedes” (v. 8)
B’. “Dios . . . . me ha puesto” (v. 8)
A’. “Dios me ha hecho” (v. 9)
Además de presentar a Dios a los egipcios de este modo, José se dio cuenta que Dios lo había enviado a preservar las vidas de su pueblo elegido. José procuró hacer entender y aceptar a su familia y a todos nosotros, que Dios tiene un propósito al permitir que lo que nos ocurre a lo largo de la trayectoria de la vida: “fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas” (Génesis 45:5; cf. v. 7) —¡Un verdadero espíritu de misión! Dios primero, Dios siempre.
“¿Cómo pudo José dar tal ejemplo de firmeza de carácter, rectitud y sabiduría? En sus primeros años había seguido el deber antes que su inclinación; y la integridad, la confianza sencilla y la disposición noble del joven fructificaron en las acciones del hombre. Una vida sencilla y pura había favorecido el desarrollo vigoroso de las facultades tanto físicas como intelectuales. La comunión con Dios mediante sus obras y el estudio de las grandes verdades confiadas a los herederos de la fe habían elevado y ennoblecido su naturaleza espiritual al ampliar y fortalecer su mente como ningún otro estudio pudo haberlo hecho. La atención fiel al deber en toda posición, desde la más baja hasta la más elevada, había educado todas sus facultades para el más alto servicio. El que vive de acuerdo con la voluntad del Creador adquiere con ello el desarrollo más positivo y noble de su carácter”.
COMO JOSÉ, ASÍ SOMOS
La vida de José es un libro de lecciones infalible de que Dios tiene un propósito especial para nuestras vidas —nos ha enviado donde sea que estemos ahora para un propósito salvífico. Cuando reconocemos el propósito misional de Dios, nuestras vidas siempre estarán enfocadas en Él —Él será el centro de nuestras vidas. Con este espíritu, para cada experiencia gozosa y satisfactoria en nuestras vidas, podemos decir: “¡No yo, sino Dios!” Además, para cada situación amarga y desesperanzadora en nuestras vidas, no necesitamos culpar a los demás, sino podemos decir: “¡No tú, sino Dios!
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