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John Wesley Taylor V
Con Dios moldeando tu vida en una travesía magnífica, puedes hacer de ese recorrido uno de valor, belleza, dignidad y amor.
La vida es un viaje. Pero no todos los viajes son iguales.
Hace algún tiempo, tenía un congreso programado en Portugal. Nuestra hija, Carolyn, dijo: “Papá, sabes, España no está tan lejos de Portugal, y siempre he querido conocer Andalucía, al sur de España. Lugares como Sevilla, Granada y la Alhambra. ¿Crees que podría ir contigo y luego podríamos hacer un viaje corto?”. ¡Era una idea magnífica!
Después del congreso, alquilamos un automóvil y nos dirigimos a Sevilla, una de nuestras primeras paradas. Al llegar allí, sin embargo, nos encontramos con un increíble laberinto de calles y callejones. Nuestra pensión estaba ubicada en el corazón histórico de la ciudad, en un pequeño hotel familiar. ¿Cómo la encontraríamos?
¡Era hora de encender el GPS! Así que ingresamos la dirección, y el GPS trazó el recorrido. Y lo que vimos fue increíble —una ruta muy tortuosa, al parecer alrededor de diez veces más larga que el trayecto más directo (ver Figura 1). ¡Seguramente debía haber una ruta más eficiente! ¡Casi se podía navegar a la vista! Así que nos dispusimos a andar en línea recta.
Figura 1.
Rápidamente, sin embargo, nos encontramos con un problema importante. Las calles se hicieron tan estrechas que incluso nuestro vehículo compacto no podía atravesarlas. “Sabes, papá”, dijo Carolyn, “tal vez deberías confiar en el GPS”.
Así lo hicimos, y llegamos. De hecho, era un maravilloso lugar para estar. Y aprendimos una lección importante: El mejor camino no siempre es el más corto.
LA FORMA DEL RECORRIDO
En la Biblia, hay al menos tres ejemplos de formas de recorrido.
El primer ejemplo es el caso de José. Como hijo predilecto, es enviado por su padre a Siquem para chequear el negocio familiar (Génesis 37:14). Traicionado por sus hermanos, es vendido a traficantes de esclavos y llevado a Egipto (Génesis 37:28).
En Egipto, las habilidades y la fidelidad de José son reconocidas, al administrar el patrimonio de Potifar (Génesis 39:5, 6). Falsamente acusado, es encarcelado (Génesis 39:20). En la cárcel, el carcelero pronto pone a José a cargo de los prisioneros (Génesis 39:22). A pesar de haber interpretado el sueño del jefe de coperos, José sigue languideciendo en prisión, olvidado por aquel a quien había ayudado (Génesis 40:23). Presentado ante el Faraón, José propone un plan estratégico para evitar una crisis nacional (Génesis 41:34-36). Impresionado, el Faraón lo nombra como primer ministro de Egipto (Génesis 41:41). ¿Cómo graficarías el recorrido de José? Quizás una secuencia de colinas y valles profundos (ver Figura 2).
Ahora pasamos al caso de Moisés. A la edad de cuarenta años, Moisés se enfrenta a la injusticia interviniendo y matando a un capataz egipcio (Éxodo 2:11, 12). Al día siguiente, al descubrir que su acto se ha vuelto viral, huye a Madián (Éxodo 2:15).
Al llegar a Madián, Moisés defiende a las hijas de Jetro de una banda de intolerantes pastores (Éxodo 2:16-20).
Entonces permanece en Madián, cuidando los rebaños de Jetro durante los próximos cuarenta años (Hechos 7:23, 30).
De pie ante una zarza ardiente, Dios le ordena a Moisés que regrese a Egipto (Éxodo 3:1-10). Nuevamente en Egipto, libera a toda una nación de la esclavitud (Éxodo 12).
¿Cómo representarías el viaje de Moisés? Quizás no sea tan diferente a nuestro recorrido en Sevilla. Después de 40 años, Moisés está nuevamente casi donde comenzó (ver Figura 3).
La tercera instancia es el caso de Saulo, quien se convirtió́ en Pablo. Al principio encontramos a Saulo estudiando diligentemente con Gamaliel, un distinguido maestro de la ley (Hechos 5:34; 22:3). Después del apedreamiento de Esteban, Saulo va deteniendo a creyentes cristianos de casa en casa, arrastrándolos a la cárcel (Hechos 8:3).
Después de la experiencia del camino a Damasco, Saulo pasa tres días en quietud y soledad (Hechos 9:9). Con la vista restaurada, Pablo comienza a predicar enseguida en las sinagogas (Hechos 9:20, NVI).
Al ser advertido de un plan de asesinato, Pablo escapa a Arabia, donde pasa los siguientes tres años estudiando y reflexionando en tranquilidad (Gálatas 1:17,18). Siendo comisionado como apóstol por la iglesia en Antioquía, parte en una intensa serie de viajes misioneros (Hechos 13:2, 3).
¿Cómo visualizarías el recorrido de Pablo? Tal vez como un conjunto de giros y vueltas, alternando entre dos dimensiones aparentemente desconectadas: el estudio reflexivo y la actividad intensa (ver Figura 4).
José, Moisés y Pablo son evidencia de que el camino de la vida no siempre es el más directo.
LOS PELIGROS EN EL CAMINO
A veces tenemos una concepción idealizada de la travesía de nuestras vidas. Nos imaginamos conduciéndonos felizmente en pos de la puesta de sol. Pero en el camino hacia nuestro destino hay peligros. De hecho, Proverbios 4:26 dice: “Fíjate bien en donde pones los pies”.1
Ten en cuenta que cada vez que desobedecemos, el camino se hace más largo.
Hay al menos tres situaciones problemáticas. Tres escenarios difíciles que, curiosamente, David experimentó en su propia vida acerca de los cuales escribió.
El primer peligro es cuando el camino no es del todo claro. ¿Qué hacemos cuando el camino se vuelve confuso?
Estaba en Sabah, en la isla de Borneo, cuando decidí encarar el Monte Kinabalu, la montaña más alta del sudeste asiático. Mientras avanzaba con dificultad a través de la jungla, tuve una epifanía. ¡Necesitaba un guía!
David también llegó a esa conclusión. “Enséñame, oh Jehová, tu camino”, exclamó, “Y guíame por senda de rectitud” (Salmos 27:11, RV1960). Y Dios responde: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir” (Salmos 32:8, NVI).
Dios, entonces, es el Guía. Pero hay una condición: debemos confiar en el guía. Como dijo David, “En el día que temo” —cuando estoy confundido, cuando no sé qué hacer— “yo en ti confío” (Salmos 56:3, RV1960).
Hay un segundo peligro. A veces el camino se vuelve oscuro. ¿Qué debemos hacer cuando el camino se vuelve nebuloso? Sencillamente, necesitamos algo para iluminar el camino. David declaró: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero” (Salmos 119:105, NVI). Cuando el camino está oscuro, la Palabra es luz. Hay, por supuesto, una condición: para que ilumine nuestro camino, debemos estudiar la Palabra, que como un faro, nos guarda, nos protege de los peligros del camino; y como luces en nuestro camino, nos guiará con seguridad a nuestro destino.
Finalmente, existe peligro cuando la ruta se divide, cuando el camino se bifurca. ¿Qué podemos hacer cuando nos enfrentamos con estas decisiones difíciles, que pueden impactar dramáticamente nuestras vidas? “Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo»” (Isaías 30:21, NVI). Tal vez sea por eso que David dijo: “Que tu buen Espíritu me guíe” (Salmos 143:10, NVI).
Nuevamente, sin embargo, hay una condición. Debemos escuchar la voz del Espíritu de Dios, y debemos estar dispuestos a seguirla.
Al enfrentar los peligros del camino de la vida: Confía en Dios. Estudia la Palabra. Escucha la voz del Espíritu. Estos serán los salvoconductos para tu travesía.
PENSAMIENTOS PARA EL CAMINO
No todos los viajes tendrán la misma forma, pero todos tendrán un riesgo inherente. Aquí hay algunas ideas para un viaje exitoso.
Elige tu destino.
Para tener éxito en el recorrido de la vida, primero debemos elegir cuidadosamente nuestro destino.
Hace algún tiempo conocí a un vagabundo a orillas del río American en California. Era un auténtico vagabundo: ropa arrugada, barba descuidada y un cierto aroma que lo precedía.
“¿Hacia dónde te dirijes?”, le pregunté.
“No lo sé --respondió-- Solo deambulo”.
Un viaje, sin embargo, requiere un destino. Así que mira a largo plazo. ¿Adónde quiero estar dentro de un año? ¿En diez años?
Selecciona tu trayecto.
Una vez que hayas elegido tu destino, selecciona tu rumbo. Un viaje puede tener múltiples trayectos: menor cantidad de tiempo, distancia más corta, evitar los peajes, tomar la ruta panorámica. Todo depende de tu propósito. Así que piensa en el propósito de tu vida, y luego elige tu ruta.
Actualiza tu mapa.
Las condiciones cambian. Tal vez haya un nuevo puente atravesando la bahía y no es necesario dar toda la vuelta. Tal vez hay un embotellamiento, y tendrás que tomar una ruta alternativa.
No dependas solamente de una relación en el pasado remoto con Dios. Actualiza tu mapa cada día.
Comparte el viaje.
Lleva a alguien junto a ti. Tendrás experiencias y recuerdos compartidos. Y un compañero de viaje es particularmente valioso si él o ella conoce el camino. Eso es lo que Danelle Umstead descubrió.
Danelle es una esquiadora profesional. Y también es medallista. Pero ella no es medallista exclusiva. Verás, cuando Danelle se desliza por la pendiente, ella no puede ver. A los trece años, perdió toda la visión funcional de su ojo derecho debido a una condición degenerativa, la retinitis pigmentosa. A los veintisiete años perdió la visión central en su ojo izquierdo.
Danelle recuerda que parecía que su vida se desmoronaba día tras día. “Pasé mucho tiempo deprimida, sintiendo lástima de mí misma y sabiendo que no había una salida fácil. Durante este tiempo difícil, mi padre llama por teléfono un día y dice: ‘Nos vamos a esquiar’. Bajamos la montaña y mi vida cambió a partir de ese momento”.
Ocho años más tarde, esquiando en Taos, Nuevo México, Danelle conoció a Rob. “Desde el momento en que lo conocí supe que quería pasar el resto de mi vida con él”, dijo. Después de casarse, Rob se convirtió en su guía de tiempo completo.
Como guía de Danelle, Rob esquía delante de ella, dándole los comandos, utilizando auriculares bluetooth para comunicarse. Rob dice: “Mi trabajo es ser sus ojos.
Estoy básicamente pensando en voz alta y diciéndole todo lo que sucede. Si hago bien mi trabajo y le doy una buena descripción, ella puede tomar la iniciativa y realmente anticipar lo que viene. Si no hago bien mi trabajo, ella debe adivinarlo todo”.
“Es aterrador bajar todo el tiempo la montaña y no ser capaz de ver”, observa Danelle. “Llegamos a desarrollar hasta 112 km/h, por lo que confío 100 % en mi esposo”.
“Lo más importante entre nosotros es mantener el espacio realmente ajustado”, explica Rob. “Si nos separamos demasiado o si me adelanto demasiado, ella se pone a la defensiva en el esquí y luego la velocidad también disminuye. Entonces, la clave del éxito es que nos mantengamos cerca, y también con mucha comunicación”.
El trabajo en equipo ha dado sus frutos. En el 2010, Danelle y Rob ganaron dos medallas de bronce en los eventos de Descenso de Mujeres y Súper Combinados de Mujeres para los discapacitados visuales en los Juegos Paralímpicos de Invierno en Vancouver. En el 2014, obtuvieron otra medalla de bronce en el evento súper combinado en Sochi.
El esquí ha fortalecido su relación. “Hemos aprendido mucho a través del esquí. He aprendido a confiar. He aprendido a comunicarme”, dice Danelle. “Cada día es diferente. Cada pista es diferente. Nuestra comunicación cambia, el terreno cambia. Es atemorizante. Pero me gusta, y no querría hacerlo con ninguna otra persona”.
Un compañero de viaje es especialmente valioso si conoce el camino. Comparte tu viaje con Dios.
Sé consciente de tu entorno.
A veces el camino está bloqueado. El pavimento es resbaladizo. O un puente está fuera de servicio Es importante ser consciente del entorno. En la travesía de la vida, sé perceptivo de las necesidades de quienes te rodean. Y quizás lo más importante, mantén el sentido de a dónde te ubicas en la línea de tiempo de la historia.
Baja la velocidad.
Un automóvil me sobrepasó en una estrecha carretera de dos carriles, en una curva bastante peligrosa. Unos minutos más tarde, cuando llegué a una gasolinera, el conductor estaba saliendo de su coche. Y cuando me fui, todavía estaba allí, llenándolo.
Recuerda, no puedes saberlo todo o hacerlo todo de inmediato. Así que no te reprendas a ti mismo por lo que no lograste, por lo que no funcionó.
Baja la velocidad. . . . Modera tu ritmo . . . . ¡Llegarás!
Disfruta el viaje!
No esperes para ser feliz. “Si tan solo pudiera encontrar un trabajo . . . Si tan solo pudiera comprarme un coche . . . Si tan solo pudiera casarme . . . ”.
La felicidad no está justo más allá del horizonte.
De hecho, si esperas a experimentar plenitud sólo cuando hayas llegado a la cumbre, subirás la montaña solamente para ver otra montaña.
Ten en cuenta que un viaje es un proceso. Saborea el recorrido. Valora cada experiencia a lo largo del camino. ¡Y sé feliz hoy!
Manténte enfocado en el destino final.
Los marcadores de kilómetros, tales como obtener un título de grado o lograr una promoción en el trabajo, son importantes. Son indicadores de progreso. Entonces, ¡celebra los hitos! Un marcador de kilometraje, sin embargo, no es el destino final. Es más una parada de reabastecimiento, una oportunidad para recargarse.
Manténte centrado en tu objetivo final. Recuerda, el viaje no termina hasta que estés en casa. Sabrás que has llegado cuando escuches al Señor decir: “¡Bienvenido a casa! Este es el lugar que he preparado para ti” (ver Juan 14:1-3).
CONCLUSIÓN
La vida es una travesía sagrada. Estás en un camino, y desde aquí, solo puedes ir hacia adelante. Transforma la historia de tu vida en una travesía magnífica con Dios. Un recorrido de coraje, de belleza, de dignidad y de amor.
Como dice la Escritura, “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar”. (Proverbios 3:5, 6, NTV).
Entonces podrás declarar: “Me has dado a conocer el camino de la vida. ¡Tu presencia me ha llenado de alegría!” (Salmo 16:11).
La vida es un viaje. Dios es el Guía.
¡Confía en el Guía!
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