By Fabio Corrêa
Texto bíblico: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1Juan 5:12).
INTRODUCCIÓN
Felipe Henry, clérigo inglés del siglo XVII, dijo cierta vez:
“Nacimos de espaldas a Dios y al cielo, y de frente al pecado y al infierno, hasta que venga la gracia y nos convierta, haciéndonos dar media vuelta”.
Esto describe bien al pecador y a la experiencia por la cual tiene que pasar si quiere ser salvo.
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19).
Conversión y cambio, transformación, modificación, metamorfosis; todo eso significa volverse en dirección opuesta.
La conversión es, de hecho, un giro de 180 grados, esto es, empezar a caminar en sentido contrario.
Se le pidió a una joven que describiera su conversión. “Antes de convertirme yo era una pecadora que corría detrás del pecado. Ahora soy una pecadora que corre huyendo del pecado” dijo ella.
Esta joven dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección opuesta.
VERDAD CENTRAL La experiencia del nuevo nacimiento y conversión es la decisión más importante de la vida. Es fundamental para tener un corazón nuevo y recibir una vida nueva en Cristo.
I. RAZONES PARA UNA VIDA NUEVA.
La naturaleza pecaminosa.
Todos nacemos con una naturaleza pecadora, con la tendencia al mal y a la mentira. Es una lucha constante.
David dijo: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmos 51:5), y Pablo afirmó: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19).
Al entregarnos a Cristo, subyugamos esa naturaleza pecaminosa.
El pecado.
Desde que el ser humano se apartó de Dios y eligió el camino del mal, el pecado ha dominado al hombre. Pablo dijo: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Nada destruyó tanto al ser humano como esa semilla que fue plantada por el enemigo de Dios.
Las familias han sido destruidas, los matrimonios deshechos, hijos que se destruyen en las drogas, corrupción, violencia, inmoralidad. Todo eso es fruto del pecado, de esa separación de Dios.
Porque estamos condenados a muerte.
Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte […]”, muerte espiritual y muerte eterna. El hombre fue creado para vivir eternamente, sin embargo, luego del pecado, entró en el estado de muerte.
Muchas personas no viven más, están muertas, solo que no fueron enterradas, son muertas en vida. Hay necesidad de un nuevo nacimiento.
ILUSTRACIÓN
En una tierra donde los animales salvajes eran comunes, un habitante hizo una pequeña abertura en la puerta de su cabaña para que su perra y los cachorros pudieran encontrar refugio rápidamente cuando presintiesen algún peligro.
Cierto día, los cachorros estaban jugando con los huesos de un antílope, cuando la madre olió una hiena yendo en dirección a ellos. Todos los cachorros la siguieron rápidamente a la cabaña, con excepción de uno. Infelizmente, este no quiso dejar su hueso y, mientras la madre intentaba pasarlo por la abertura, la hiena lo agarró.
Hay muchos “huesos” (pecados) que nos mantienen lejos de Cristo (en la vieja vida). Puede ser el orgullo, la ambición egoísta, los vicios, algo malo que podemos pero no queremos arreglar, o incluso un espíritu vengativo.
Desprotegidos y apegados al pecado, somos prisioneros de Satanás e inducidos a profundizar en el mal.
Pablo nos advierte en Hebreos 12:1 “... despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia…”.
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro salvador, abandonamos lo que es mezquino, para ganar lo que es precioso.
II. ELEMENTOS PARA UNA NUEVA VIDA
La Palabra de Dios.
El Libro Sagrado ha ayudado a millares de personas a encontrarse con Cristo y a pasar por un nuevo nacimiento.
¿A cuántas personas conoce que estaban en tinieblas y a través de la Biblia encontraron la luz?
¿Cuántas estaban en la mentira y allí encontraron la verdad?
¿Cuántas estaban perdidas y fueron encontradas por el Señor Jesús? Su vida cambió y mejoró totalmente.
En Juan 15:3, Cristo afirma: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, y Salmos 119:9: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”.
La cruz de Cristo.
En la cruz, Cristo ofreció su vida para rescatarnos. Dios envió a su Hijo para morir en nuestro lugar. Pablo dice en Gálatas 2:20:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
Por medio de la cruz de Cristo uno de los ladrones fue regenerado en la cruz y murió siendo salvo en Jesús. Es por medio de la cruz que tenemos acceso a ese nuevo nacimiento, pues la sangre de Cristo nos redime de todo pecado.
El Espíritu Santo.
La regeneración, o el nuevo nacimiento, no es obra humana, es obra del Espíritu Santo. Cuando abrimos nuestro corazón a Dios, recibimos el Espíritu Santo para convencernos de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8).
La conversión es obra de la tercera persona de la divinidad, que abre la mente y el corazón del hombre, y permite que entendamos la Palabra de Dios y la necesidad de cambiar de vida. En Tito 3:5 leemos: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”.
Fe en Cristo.
El nuevo nacimiento requiere fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
Incluso esa fe es un don de Dios y debemos pedirle a Él que nos dé suficiente fe al punto de romper con nuestros valores equivocados, creencias erróneas y comportamiento depravado. A través de la fe podemos recibir un corazón nuevo, una vida nueva llena de gracia, amor y paz.
"Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír" Deuteronomio 29:5.
La visión natural y física puede ser excelente, pero el discernimiento espiritual, escaso. La visión espiritual es un don de Dios. Sin este don, el hombre es torpe de entendimiento... "La mente de la persona no regenerada no tiene la capacidad de apreciar y entender los valores espirituales. Pero cuando un hombre se vuelve con sinceridad, su vista espiritual será restaurada". 1CBA, 1070.
"De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios" Juan 3:3
ILUSTRACIÓN
El gran evangelista, Moody, un día ofreció su precioso reloj a los muchachos de su clase bíblica. Desconfiados, estos rechazaron el regalo. Finalmente, un niño de seis años extendió su mano, tomó el reloj y dijo:
- ¡Muchas gracias!”. Sin dudar un momento, Moody respondió:
- "No hay de qué. Espero que sea tan fiel en dar la hora como lo hizo conmigo". Los otros alumnos se sorprendieron.
- ¿Usted va a dejar que se quede con el reloj?”.
- ¿Por qué no? Se lo di porque creyó en mi oferta. Es de él, porque tuvo fe - respondió Moody.
Así como el reloj que Moody ofreció a los niños, las vestiduras blancas de Cristo pueden pertenecernos por el simple hecho de creer en las promesas de Dios y extender nuestra mano, aceptándolas por la fe. Jesús, a través de su muerte, se encarga de nuestro pasado tan lleno de errores y pecados. Debemos confesar y creer que Jesús los erradicará. Dios tomó todas las providencias a fin de pagar por nuestros pecados.
III. RESULTADOS DE UNA VIDA NUEVA.
Transformación.
Una reconfiguración de la mente, del corazón, de los gustos personales y del “yo”, ocurre cuando nos entregamos a Cristo y decidimos pasar por la experiencia de la conversión. Cristo le dijo a Nicodemo que tenía que nacer de nuevo (Juan 3:3), o sea, romper con todo lo malo y tener una nueva experiencia, una vida transformada por el Señor Jesús. Pablo afirma:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Adopción como hijos de Dios.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
Antes estábamos perdidos y éramos hijos de las tinieblas. Ahora que fuimos encontrados, somos hijos de la luz e hijos de Dios, y, como tales, tenemos todos los deberes, pero también todos los derechos de reivindicar sus bendiciones y una vida cristiana victoriosa. Cuando Cristo fue bautizado, oyó a Dios decir: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco”. Cuando nos entregamos a Jesús por medio del bautismo, pasamos a ser hijos e hijas de Dios.
El nombre en el Libro de la vida.
Apocalipsis 3:5 “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”.
Cuando nacemos de nuevo y nos entregamos a Cristo, continuamos con el mismo nombre aquí en la Tierra, sin embargo, nuestro nombre se escribe en el Libro de la vida que se encuentra en el cielo y cuando vayamos allí en la ocasión de la segunda venida de Jesús, tendremos un nombre nuevo.
ILUSTRACIÓN
Débora era una profesora del primer año de primaria en una escuela del interior de Minas Gerais, Brasil.
Cierta vez, ella estaba con sus alumnos viendo las fotos antiguas de su familia. En la foto, apareció un niño que tenía el cabello de color diferente de los otros hermanos de Débora. Los niños, curiosos, comenzaron a preguntar sobre el color de pelo del niño, su forma. Entonces una de las niñas tomó valor y dijo:
- ¿Es adoptado, verdad? Lo sé porque también soy adoptada y soy diferente de mis hermanos.- La profesora la miró y vio que había un aire de tristeza en los ojos de la pequeña. Entonces la profesora respondió:
- Mi niña, ¿qué crees que es ser adoptada? - A lo que la niña, con su simplicidad, respondió:
- No sé, yo solo sé que soy adoptada. -Entonces la profesora le dijo:
- Ser adoptada no es ser diferente. Ser adoptada es haber nacido también del amor de nuestros padres, solo que en lugar de crecer en la panza de la madre, se crece en el corazón de papá y mamá. - La niña sonrió, y entonces la profesora miró a los demás niños de la clase, y les dijo:
- Todos nosotros somos adoptados. -
Todos los niños se miraron asustados y la profesora continuó: Cuando nos entregamos a Cristo somos adoptados por el Padre celestial. Nacemos de nuevo del amor del Padre celestial, Él nos hace sus hijos e hijas Y se vuelve nuestro ABBA PADRE (papito)”.
CONCLUSIÓN
El pecado nos asedia siempre, pero es a través de Cristo crucificado y la fe en Él que podemos tener una vida transformada. Usted puede preguntarse: “¿qué se necesita hacer ahora para pasar por la conversión y recibir una vida nueva? Pablo nos aconseja:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Llamado
¿Quiere una experiencia nueva, viviendo al lado de Jesús y entregándose a Él completamente?
Ven ahora, Jesús te recibirá con los
brazos abiertos.
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