INTRODUCCIÓN
Oscar Chiquitin, es un habitante de Marília, en el interior de Sao Paulo, que se le presentó una gran oportunidad: comprar una notebook por solo 10 dólares. Él sabía que la notebook era robada, pero tenía que pensar rápido. ¿Será que dejaría pasar esa oportunidad? ¡Si él no la compraba otra persona la compraría!
Siguiendo ese pensamiento, Oscar sacó el dinero de su bolsillo y compró el producto del hurto, pero al contrario de lo que usted debe estar pensando, él le sacó una foto a la notebook y la colocó en Internet en busca del verdadero dueño.
“Pensé que sería importante hacer eso, porque el dueño de esa notebook podría no tener condiciones de comprar otra”. Dijo Oscar en la entrevista que le realizaron.
Esa historia revela la diferencia entre alguien que maldice la vida de otro, robándole lo que le pertenece, y alguien que bendice y gasta su dinero para devolver algo que pertenecía a otra persona.
Sin dudas Oscar fue una bendición en la vida del dueño de la notebook.
Ahora, ¿qué harían ustedes si estuvieran en el lugar de Oscar? ¿Se aprovecharían de la situación, o la usarían para bendecir la vida de otro?
Hoy vamos a hablar sobre la bendición y sobre el propósito de Dios para la vida de todos nosotros.
Génesis 12:1-4 describe uno de los llamados a un hombre que bendijo a mucha gente:
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa
de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán” (Génesis 12:1-4).
Abram recibió un llamado extraño, y respondió con obediencia. Hoy quiero reflexionar con ustedes sobre tres elementos de su vida descritos en ese texto: Su llamado, sus bendiciones y su respuesta. Vamos a comenzar por el llamado.
I. ABRAM RECIBIÓ UN LLAMADO
En el primer versículo del capítulo 12, leemos que Abram recibió un llamado, una orden: “¡Vete de tu tierra!”
¿Entienden la profundidad de ese mandado de Dios?
¡Vete de tu tierra! ¡Vete de tu zona de confort! ¡Vete de cerca de tus parientes! ¡Vete de la casa de tu padre! Y, a propósito, yo no te diré para dónde estamos yendo hasta que lleguemos allá.
Abram ni sabía dónde era esa tierra, ¡pero él obedeció y fue!
Otro detalle que Elena de White destaca es que “A fin de que Dios pudiese capacitarlo para su gran obra como depositario de los sagrados oráculos, Abrahán debía separarse de los compañeros de su niñez” (Patriarcas y profetas, pág. 118).
Abram necesitaba estar preparado. Por eso, el objetivo de su llamado fue evaluar su fe y separarlo para un propósito futuro especial.
Dios lo llamó para algo incierto, algo aparentemente sin sentido. ¿Qué harían ustedes si Dios los llamara?
Imaginen la escena, se despiertan en medio de la noche, y Dios les dice “Vete de tu ciudad, de la tierra de tus padres, coloca tus valijas en el auto y toma la ruta que te voy a mostrar dónde tienes que ir”. ¿Ustedes irían?
¿Tendrían el valor de decirles a sus familiares que están dejando todo para seguir un “llamado de Dios”?
Se necesita fe para aceptar y no racionalizar.
Leemos sobre los milagros que Dios hizo en la vida de Abram y quedamos impresionados, pensando: “¿Por qué no sucedió conmigo?”¿Saben por qué? ¡Porque ustedes no salen de su zona de confort!
Salgan de la mediocridad, acepten el llamado de Dios y les garantizo que ustedes verán, o mejor dicho, ustedes vivirán los milagros diarios de Dios.
Abram recibió un llamado. Un llamado incierto, confuso y hasta sin sentido, pero con Dios las cosas son así. Él toma las cosas locas del mundo para desarrollar en nosotros la fe. Cuando Dios les pide algo aparentemente extraño y sin sentido, acepten sin pensar dos veces, con seguridad tiene una bendición escondida por detrás de ese llamado.
II. ABRAM RECIBIÓ BENDICIONES
Génesis 12:2 continua: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.
Junto con el llamado, Abram recibió la promesa de tres bendiciones: Tierra, descendencia, y nombre conocido. Lo curioso es que la bendición solo se describe después que Dios le dice a Abram que vaya, o sea, para recibir la bendición, tiene que salir.
Para recibir las bendiciones y los milagros de Dios, primero tenemos aceptar el llamado. Dios tiene muchas promesas para darnos, pero para recibir esas promesas necesitamos creer que las dará.
Para recibir la bendición también necesito tener fe. ¿Ustedes sabían que dudar de Dios es pecado? ¡Sí! Romanos 14:23 dice:
“Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado”.
Cuando dudamos, indirectamente estamos diciendo que Dios no es suficientemente poderoso para cumplir lo que nos prometió, y eso es pecado.
¿Será que estamos dudando de las bendiciones que Dios tiene para darnos? ¿Será que estamos pecando en ese punto?
Abram recibió la orden de ser una bendición. Para recibir la bendición, él primero necesitaba ser bendición. Esa frase está en imperativo. Es una orden. Abram, serás bendición. ¡Es lo que Dios espera de nosotros también! Nada menos que seamos bendición para todos los que nos rodean.
Mark Russel hizo su tesis doctoral basada en un experimento en Tailandia. Invitó a voluntarios para un trabajo misionero en ese país y los dividió en dos grupos que llamó: “Bendecidores y “Convertidores”. Cada grupo tenía una misión diferente del otro. Un grupo tenía que bendecir, el otro tenía que convertir. El grupo que fue a bendecir llegó allá e hizo amistad con la gente, descubrió sus necesidades, jugó con ellos, hizo un trabajo lento y con el corazón abierto hacia la comunidad. Mientras tanto, el otro grupo, fue con el objetivo de solo evangelizar. Hizo conferencias, entregó folletos, carteles, y se dedicó a convertir a las personas que vivían en el barrio donde ellos estaban.
El resultado fue sorprendente: después de dos años, los “convertidores” tuvieron dos bautismos y los “bendecidores” tuvieron más de 100 bautismos. O sea, los “bendecidores” tuvieron 50 veces más chances de interacciones con el pueblo local que los “convertidores”.
Mark descubrió que cuando me propongo bendecir a alguien soy 50 veces más efectivo que si quiero evangelizar a esa persona. Es hasta extraño separar esas dos cosas ¿no? Porque cuando bendigo evangelizo, y ¿será que cuando voy a evangelizar también bendigo?
El versículo concluye diciendo: “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2, 3).
No solo sería bendecido, sino que todas las familias de la tierra también serían bendecidas por su intermedio. Somos bendecidos para bendecir!
Después de ese llamado y de esas declaraciones de bendición, ¿cuál fue la respuesta de Abraam
III. ABRAM OBEDECIÓ
Génesis 12:1-4 concluye: “Y se fue Abram como como Jehová le dijo, y Lot fue con
él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán”. Su respuesta al mandato no fue por palabra, sino por acción.
Hebreos 11:8 revela lo que motivó a Abram a obedecer. Ahí dice: “Por la fe, Abraham, siendo llamado, obedeció, para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió, sin saber a dónde iba”.
¿Qué capacitó a Abram a obedecer sin pensar dos veces? La fe que tenía en Dios.
La escritora Elena de White comenta:
“No fue una prueba ligera la que soportó Abrahán, ni tampoco era pequeño el
sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló en obedecer el llamamiento. Nada preguntó en cuanto a la tierra prometida. No averiguó si era feraz y de clima saludable, si los campos ofrecían paisajes agradables, o si habría oportunidad para acumular riquezas. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; el lugar más feliz de la
tierra para él era dónde Dios quería que estuviese” (Patriarcas y Profetas, pág. 118).
Y para ustedes que todavía no entendieron este mensaje, ella completa:
“Se les puede pedir que abandonen una carrera que promete riquezas, honores,
que dejen afables y provechosas amistades, y que se separen de sus parientes, para entrar en lo que parezca ser sólo un sendero de abnegación, trabajos y sacrificios.
Dios tiene una obra para ellos; pero una vida fácil y la influencia de las amistades y los parientes impediría el desarrollo de los rasgos esenciales para su realización.
Los llama para que se aparten de las influencias y los auxilios humanos, y les hace sentir la necesidad de su ayuda, y de depender sólo de Dios, para que él mismo pueda revelarse a ellos. ¿Quién está listo para renunciar a los planes que ha abrigado y a las relaciones familiares en cuanto le llame la Providencia? ¿Quién aceptará nuevas obligaciones y entrará en campos inexplorados para hacer la obra de Dios con buena voluntad y firmeza y contar sus pérdidas como ganancia por amor a Cristo?
El que haga esto tiene la fe de Abrahán, y compartirá con él el “sobremanera alto y
eterno peso de gloria”, con el cual no se puede comparar “lo que en este tiempo se padece” (2 Corintios 4:17; Romanos 8:18; Patriarcas y Profetas, pág. 119).
¡Abram obedeció! Él fue. ¿Y ustedes obedecen los llamados de Dios?
Cuando Dios nos saca de nuestra zona de confort, sabe que no será algo fácil para nosotros, pero también sabe que recibiremos muchas bendiciones si obedecemos su llamado. La actitud de Abram no fue impulsiva, fue inteligente. Abram ya conocía a Dios, tenía intimidad con él, eso hizo que su respuesta de obediencia fuera automática.
Otro detalle curioso es que Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando recibió la orden de Dios, lo que muestra que nunca es tarde para aceptar ese llamado.
A veces presentamos excusas: “ah, yo trabajo mucho, ah, soy muy joven, ah, mis hijos me necesitan” ¡Todas son excusas!
Un hombre de 75 años aceptó convertirse en un peregrino sin destino, y nosotros ponemos excusas para aceptar a Jesús y trabajar para él. ¡No puede ser!
A continuación comenzó una caminata de años por el desierto, con desafíos y
pruebas, pero no lo hicieron desistir. Abram no se detuvo hasta que colocó sus pies dentro de la tierra prometida por Dios. La fe solo está completa cuando resulta en obediencia. Obediencia que genera persistencia, que nos capacita a no desistir mientras no alcancemos el objetivo estipulado por nuestro Dios.
¿Y ustedes están obedeciendo el llamado de Dios para sus vidas?
CONCLUSIÓN
En un sermón presentado en el colegio de la Facultad Adventista de Minas Gerais,
Brasil, en el año 2015, el pastor Geraldo Beulke dijo a los estudiantes que estaban tristes porque se graduaban y dejarían atrás sus amigos de la Enseñanza Media, la siguiente frase: “Con Dios lo mejor está siempre por venir”.
Esa frase calmó el corazón de los estudiantes, y deja una gran lección para nosotros hoy.
Con Dios nuestra vida siempre mejora. Pueden venir problemas, podemos estar
en situaciones adversas, las cosas pueden ser difíciles, pero el que confía en Dios tendrá cada vez más su presencia en la vida, y por eso cada día será mejor que el anterior.
Abram vivió esa experiencia en su piel. Aceptó un llamado “extraño”, fue a
una vida incierta, pero llena de bendiciones y sorpresas de Dios. Nunca se olviden de esto: con Dios, lo mejor siempre está por venir.
Por eso, acepten el llamado que Jesús les hace hoy. Salgan de la zona de confort, salgan de la mediocridad, y sean una bendición para el mundo. Sean valientes para responder aunque no tengan el control completo de sus vidas, estén seguros de que Dios estará al volante.
LLAMADO
Quiero terminar este mensaje de hoy haciendo un llamado.
¿Hay alguien que quiere aceptar el llamado de Dios para su vida, sea cual fuera?
¿Alguien que quiere ser una bendición en su casa, la facultad, en el lugar de trabajo, donde quiera que esté?
¿Hay alguien que quiere vivir la vida increíble que Dios tiene planeada para cada uno de nosotros?
Acepten hoy ese llamado sean una bendición para otros y reciban la bendición de Dios.
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