INTRODUCCIÓN
Cuando pienso en restauración, a mi mente vienen imágenes de fotos antiguas, jarros rotos y por qué no, el tiempo perdido.
Sucede que existen prejuicios que jamás se recomponen, por ejemplo:
- El tiempo en el pasado que nunca regresará...
- Las palabras que se dijeron muchas veces sin pensar y que, como si se las arrojara al viento, es imposible volver a recoger.
- Tal vez recuerdos de una vida marcada por heridas y cicatrices que inundaron nuestra mente y nuestro cuerpo, que están allí en el fondo de nuestra alma como gigantes adormecidos.
- Quizás las tristes consecuencias de decisiones equivocadas.
- Como restaurar una vida con el recuerdo de un hijo único que se fue sin decir adiós.
Yo no sé cuál es el sentimiento que está teniendo ahora, pero al reflexionar un poco sobre este tema, me pongo triste al pensar en algunos episodios que me ocurrieron.
¿Cómo hablar de restauración donde el pecado domina y el sufrimiento prevalece?
Pero se me viene a la mente un versículo bíblico. Está en Romanos 5:20, y quisiera que usted abra su Biblia y lo lea conmigo: “…donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.
Comenzamos a hablar sobre pérdidas irreparables que todos ya hemos pasado alguna vez, pero con una perspectiva de restauración. ¿Cómo es esto? ¿Cómo podemos levantarnos de las cenizas?
Es exactamente de este contexto de restauración que, a pesar de que parece casi imposible, queremos hablar ahora.
Quiero hablarles de soluciones infalibles, del Dios de lo imposible, de la segunda oportunidad, del Dios de las nuevas oportunidades, del Dios que restaura por completo. ¿Cree usted en esta promesa? Diga “Amén, que así sea”.
ROMANOS 5:1
I – EN EL PRINCIPIO ÉRAMOS
La Biblia cuenta en Génesis 1:26-28 que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
Ser creados a imagen y semejanza de un Dios que tiene AMOR en su esencia. Jamás podremos negar ese alto privilegio.
Así vivían Adán y Eva en el paraíso; cuidaban los animales, disfrutaban de lo mejor de la tierra y tenían diariamente la oportunidad de encontrarse cara a cara con su Creador.
II – EL ALTO PRECIO DE LA PÉSIMA ELECCIÓN
A nuestros primeros padres, les dieron la opción de elegir obedecer o desobedecer a Dios.
¡Qué elección insensata! Eligieron desobedecer y, como consecuencia natural de esa elección, conocimos el pecado, y este hizo división entre Dios y nosotros.
“El ser humano fue creado para vivir en permanente compañerismo con su Creador, pero el pecado abrió un abismo entre ellos. Ese mismo día, cuando el Señor visitó a sus hijos, ellos se escondieron de la presencia del Padre, y no tuvieron más paz” (A. Bullón).
En nuestra triste condición de pecadores clamamos: “Mi corazón está herido, y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades; velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Salmos 102:4).
“Con la entrada del pecado, el carácter del Padre se desfiguró en sus hijos. Hoy vivimos lejos de él. Nos hemos hecho egoístas y malos, no tenemos paz y somos infelices” (A. Bullón).
III - RESTAURADOS PARA SIEMPRE
El cuadro de la humanidad caída es realmente degradante y terrible. Pero, frente a ese cuadro, Dios tiene una invitación para sus hijos. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
Esta invitación viene acompañada de una promesa de restauración.
“El ser humano separado de Dios no tiene paz, no es feliz. Se transformó en una caricatura de la perfección de Cristo, y el propósito de la redención es reconciliarlo con Dios, llevarlo de nuevo a su estado original, para que refleje nuevamente el carácter de Jesús” (A. Bullón).
Desgraciadamente, vivimos en una sociedad que dice honrar a Dios, pero no lo hace verdaderamente. Vea el llamado que Dios nos hace:
“ Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8).
“Dios desea el amor de sus hijos. No solamente una obediencia formal y exterior. Fuimos creados por un Dios de amor. Para vivir en amor y servir a Dios con amor. Pero el corazón humano, después de la entrada del pecado es egoísta y malo” (A. Bullón).
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).
Sabe, amigo (a)…Usted y yo solos no podemos hacer nada, pero hay un Dios que puede todo. Tenemos un Dios de nuevos comienzos, es el Dios de las segundas oportunidades.
“Cuando el corazón ha sido renovado por el Espíritu de Dios, el hecho se revela en la vida. Si bien no podemos hacer cosa alguna para cambiar nuestro corazón, ni para ponernos en armonía con Dios; si bien no debemos confiar para nada en nosotros mismos ni en nuestras buenas obras, nuestra vida demostrará si la gracia de Dios mora en nosotros. Se notará un cambio en el carácter, en las costumbres y ocupaciones. El contraste entre lo que eran antes y lo que son ahora será muy claro e inequívoco. El carácter se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecuten, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales en la vida diaria” (CC, 57).
CONCLUSIÓN
¿Desea usted reconocer sus limitaciones como un pobre pecador y ahora mismo hacer su entrega sin reservas, experimentando la verdadera restauración por medio de Aquel que nos amó incondicionalmente?
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