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La historia de una comunidad que utilizó sentimientos cariñosos y cálidos 

Se cuenta la historia de una comunidad de personas felices en donde no había violencia, sino solamente amor, gozo, fidelidad y paz. Cada uno tenía una suave bolsita con sentimientos de cariño y gozo que se les daba al nacer.

Cuando una persona introducía su mano en la bolsa, sacaba una sensación cálida y feliz, la que al dársele a una persona que estuviera pasando por una experiencia desagradable, la hacía sentir cómoda y feliz. La gente estaba siempre dando y recibiendo estas sensaciones y como siempre se daban gratis, nunca fue un problema tener suficientes de éstas. Siempre había en gran abundancia, así que la gente se sentía cómoda y feliz la mayor parte del tiempo. 

Cierto día, una bruja mala que hacía pomadas y pociones para la gente enferma, se enojó porque todos estaban muy felices y nadie le compraba sus productos. La bruja era muy inteligente y trazó un malvado plan. Una mañana, mientras dos jóvenes pasaban a su lado, fingió un desmayo y cuando los jóvenes le dieron una de estos sentimientos, dijo: 
- “Si siguen dando estos sentimientos pronto se les van a acabar y ya no les va a quedar ninguno. 

Ellos se sorprendieron y le preguntaron: 
- “¿Quieres decir que no hay uno de ellos en la bolsa cada vez que lo buscamos?” 
Ella les contestó: 
- “No, absolutamente no. Y una vez que se les acaben, ya no va a haber más”. 

Con esto la bruja desapareció, riendo a carcajadas. Los jóvenes lo tomaron muy a pecho y dejaron de darlos y recibirlos. Comenzaron a quejarse o a molestarse cuando otros los daban a los demás. Pronto cada uno comenzó a acapararlos y eventualmente dejaron de darlos. Como resultado, la gente comenzó a endurecerse y algunos murieron por falta de ellos. La comunidad se volvió violenta y había robos y crímenes como resultado. Ya no existía aquella comunidad tranquila y amante. 

Más y más la gente acudía a la bruja mala a comprar sus productos que no ofrecían amor, gozo, paz y bondad. Pasaron los años y esta comunidad se volvió aún más vil. Tim y Maggie, dos jóvenes, fueron a visitar a sus abuelos durante una vacación de verano y encontraron muchos de estos sentimientos escondidos en los guardarropas y preguntaron qué eran. Sus abuelos les contaron la historia de cómo aquellos tiempo se volvieron pesadillas, el juego de la culpa se volvió el deporte nacional, las comidas dependieron del sudor de la frente, el dar a luz se volvió extremadamente doloroso, las espinas y cardos llegaron a ser la vegetación natural, la violencia doméstica se volvió la orden del día, comenzaron el rechazo y abandono, surgieron los triángulos amorosos, se volvieron comunes el abuso de bebidas alcohólicas, tabaco, marihuana, cocaína, crack, heroína y otros tipos de drogas adictivas. El síndrome de abstinencia de tales sustancias se volvió un asunto mayor. 

Surgieron el odio, la malicia, las luchas internas, movimientos encubiertos y todo tipo de conductas antisociales. 

Respuesta a esta pandemia 
El Creador eligió no permanecer distante y permitir que la desesperanza, el desaliento y la destrucción llegaran a una escala que aún desconocemos. El apóstol Pablo describe la divina respuesta. Capta esa escena en Tito 2:11, 15:
“Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres, y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente, mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad. ¡Nadie te menosprecie!” 

Tito 2 se divide en dos partes: 
(1) los versículos 1-10 contienen varios imperativos formulados como serie de exhortaciones para un comportamiento cristiano, mientras que la parte 
(2) versículos 11-15, se refiere a realidades teológicas. En la parte de las realidades teológicas, el versículo 11 inicia esa serie de doctrinas o realidades teológicas con el uso de la voz griega “yάρ” (porque). Esta palabra hace la conexión entre lo que va a venir, con lo que lo precede, que son los imperativos en los versículos 1-10. 
En el versículo 11, Pablo se refiere a la manifestación de la gracia de Dios (έπεφάνη) y a ese acto que trae salvación a toda la gente. Usa la frase “la gracia de Dios” (ήχάρις τοΰ θεοΰ) 15 veces en sus escritos (Rom. 5:15; 1 Cor. 1:4; 3: 10; 15:10: 2 Cor. 1:12; 6:1; 8:1; 9:14; Gál. 2:21; Efe. 3: 2, 7; Col. 1: 6; 2 Tes. 1:12). 

¿Qué es gracia? 
La gracia divina se define siempre como el favor, la bondad y buena voluntad de Dios hacia su creación. 
George Knight dice en: New International Greek Commentary: 
“Gracia es la dimensión de actividad divina que capacita a Dios para confrontar la indiferencia y rebelión humanas con una inextinguible capacidad para perdonar y bendecir”. 
El Comentario Bíblico Adventista define así la gracia: 
“El abundante amor redentor de Dios que es manifestado a los pecadores”. 
Dice Elena G. White: 
“La gracia es un atributo de Dios mostrado hacia seres humanos que no la merecen. No la buscábamos, pero fue enviada a buscarnos” (My Life Today, cap. 4). 
El apóstol Pablo usa el término gracia como 
“Intención misericordiosa de Dios hacia la humanidad a través de la cual 
a) salva, 
b) instruye y 
c) capacita. 

En su discurso respecto a la gracia, en el versículo 11, hace tres declaraciones acerca de la salvación en relación a la gracia: 
(1) La gracia de Dios es la fuente de la salvación del hombre. 
(2) Esta salvación traída por gracia es una realidad histórica 
(3) La gracia ha hecho esta salvación universalmente disponible para todos los seres humanos. 

Consideraremos ahora estas tres declaraciones sobre la gracia. 

1. La gracia es la fuente de nuestra salvación 
Dice Pablo: “La gracia de Dios trae salvación…” Esto habla de la fuente de nuestra salvación. Sin la gracia, no hay posibilidad de ser salvos. En Efesios 2:8, dice el apóstol: 
“Porque por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino que es el don de Dios”. 

Cuando Adán y Eva pecaron en el Edén, la gracia fue en busca de ellos; Gén. 3:8 -11 dice: 
“Entonces oyeron el andar de Dios el Eterno, que se paseaba por el huerto a la brisa del atardecer. Y el hombre y su esposa se escondieron de su presencia entre los árboles del huerto. Pero Dios el Eterno, llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’ Y Adán respondió: ‘Oí tu andar por el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo. Y me escondí’. Dios le dijo: ‘¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol que te prohibí comer?’" 

Este texto hace obvio que después de que Adán y Eva pecaron, se escondieron de Dios. Esta es una consecuencia natural del pecado. Cuando los miembros de la iglesia adquieren compromisos ajenos o comienzan a sentirse atraídos por aquello que los distrae de las normas y prácticas espirituales, faltan a la iglesia. Asisten poco a la iglesia, ya no les interesa tanto participar activamente en los clubes de Aventureros o Conquistadores y otros programas de la iglesia y su presencia se vuelve ocasional y eventualmente no existente. Como Adán y Eva, van y se esconden. 
Dice el texto: “…oyeron el andar de Dios el Eterno, que se paseaba por el huerto”. Dios no cambió. Apareció de la misma manera de siempre – modulando los bien conocidos tonos de bondad, caminando en alguna forma visible, no corriendo apresuradamente, como alguien motivado por el enojo o la decepción. 
Se escondieron entre los árboles del huerto porque la vergüenza, el remordimiento, el temor y la culpa que no habían experimentado antes y que les eran extraños, confundían su mente. Esto los llevó a rehuir al Señor, a quien antes gustaban de dar la bienvenida. Cuán extraño que estando en la presencia de Dios, los culpables estaban buscando refugiarse de Dios. Pero él no los abandonó. Cuando huyeron de él, salió tras ellos preguntándoles: “¿Dónde están?” No desistió hasta que respondieron. ¡Esa es gracia! 

Aquí vemos que la gracia comienza por mostrarles a la pareja edénica su necesidad de un Salvador. Lo mismo vuelve a repetirse diariamente con los jóvenes de todo el mundo. 
Cuando salimos huyendo, la gracia sale a buscarnos. La gracia es persistente. Debemos responder afirmativamente o rechazarla, pero la gracia no nos deja solos. Para salvarnos del pecado y la culpa, la gracia demanda que primero reconozcamos nuestra debilidad, impotencia y necesidad de un Salvador. Sí, debemos reconocer nuestra condición caída. La oferta de la gracia no espera hasta que los seres humanos reconozcan sus necesidades. La gracia presenta su inconfundible e infatigable amor y carácter perfecto. Desafía a los seres humanos a contemplarla y compararse con ella para hacer su elección. Cuando vemos lo que somos en comparación con lo que llegaremos a ser, excepto que seamos testarudos, aceptamos este incomparable regalo llamado salvación. 
Hoy la Gracia les dice a los jóvenes que están huyendo, que se han vuelto espiritualmente indiferentes, enfocando su atención en los gozos y placeres de esta vida y son cautelosos en cuanto a los sacrificios que demanda el seguir a Cristo: “¡Sígueme, porque hay un gozo todavía más elevado!” 

Muchos jóvenes huyen del Señor por causa de la música, por los placeres de la intimidad sexual, el entretenimiento, las dificultades económicas, los logros intelectuales y académicos, las atracciones seculares, así como por la presión de padres, compañeros y otros. 
Algunos huyen por las acciones de algunos miembros de la iglesia. El Señor no dice, sigue a la multitud, sino “sígueme”. Por esa razón Jesús vino corriendo tras nosotros. 

Ilustración
Un salvavidas perdió su trabajo porque fue a una zona prohibida para la natación a rescatar a un hombre que se ahogaba. Sabía que no era parte de su descripción de trabajo salvar a alguien en dificultades fuera de la zona definida, pero el vio a un ser humano en dificultades, no una zona prohibida, y lo rescató. Dijo Hans LaRondell: 
“Los seres humanos fueron víctimas del engaño, pero cuando esto ocurrió, Dios ya estaba preparado para la emergencia.” 

Jesús vino y se hizo disponible para nuestro rescate y ahora nos pide que le demos nuestro corazón, nuestras manos, nuestros deseos y ser entero y nos salvará. Eso es lo que hace la gracia. ¡Es la fuente de nuestra salvación! 

2. La gracia es una realidad histórica 

Dice Pablo en Tito 2:11: “Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres”. Se refiere aquí a su aparición histórica en Cristo, que nos es comunicada en el evangelio. Tito 3: 3-6 dice: 
“Porque en otro tiempo, nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados, esclavos de diversas pasiones y placeres. Vivíamos en malicia y envidia. Éramos aborrecibles, aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo, que derramó en nosotros en abundancia, por Jesucristo nuestro Salvador”. ¡Jesús es la personificación de la gracia de Dios! 

En 1 Juan 1:14, el apóstol corrobora lo dicho por Pablo: 
“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad”. 

Al viajar por Israel hace algunos años, el guía, que era un judío, nos llevó al sitio de la Natividad y nos dijo que ahí había nacido Jesús. Nos llevó al río Jordán y dijo: “Este es el lugar donde fue bautizado”. Nos mostró la casa en Caná y dijo que era el lugar donde Jesús transformó el agua en vino. En Galilea nos mostró la zona donde Pedro caminó en el agua. En el jardín de Getsemaní nos llevó al lugar donde sudó sangre. Nos llevó a varios lugares, incluyendo la tumba y nos mostró que estaba vacía, diciendo que era el lugar donde había ocurrido la resurrección. Cuando terminó la gira nos dijo que no creía que ese Jesús del que nos había hablado era el Mesías. ¡Cuán patético! 

Como cristianos, creemos en las Escrituras. Creemos en el primer advenimiento del Mesías y la gracia que provee no es algo que sucederá en el futuro. 
El primer advenimiento de Cristo y su sacrificio que fue hecho para nuestra salvación es una realidad histórica. Nuestra expectativa ahora es la aparición gloriosa del Cristo, que vendrá de la misma manera que ascendió. Ese será el acto final de este lado del drama de la vida. 

Billy Graham y Charles Templeton fueron famosos evangelizadores y amigos en la década de los 1940. Los dos amigos por fin se apartaron. Templeton murió en el 2001, poco después de escribir el libro “Farewell to God”. Antes de morir, Templeton le dijo a Billy Graham: 
“No podemos seguir creyendo que Dios creó el mundo en seis días. Fue creado en millones de años”. Dijo también: “Creo que Jesús realmente vivió. Fue un hombre bueno y recto. Un gran ejemplo; pero no era el Hijo de Dios. Era el hijo de un hombre”. Templeton buscaba convicción intelectual. 
Por la fe, Billy Graham aceptó la historia de la Biblia. Templeton murió como ateo; Billy siguió llamado al mundo a venir a Cristo. 

Jóvenes, como adventistas del séptimo día, creemos en el Jesús histórico -¡no es un mito! 
Caminó en Palestina, fue a la cruz, murió por ti y por nosotros. Cristo vino a la zona bélica y confrontó los ataques y misiles del diablo. Los interceptó y triunfó sobre ellos. Sí. Vino a un mundo infestado de bandas criminales, pistoleros y evasores; los combatió y declaró que todo estaba terminado. ¡La batalla ha sido ganada! Eligió poner su vida en aparente muestra de derrota; sin embargo, a través de su acto intencional, ganó la victoria y la redención de la humanidad perdida y la esperanza de eterna restauración para todo el que lo acepte como su Salvador. 

3. La gracia hace la salvación disponible universalmente para todos 

Tito 2: 11 dice: 
“Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres”. 

Dijo Elena G. White: 
“Satanás se estaba regocijando de que había logrado degradar la imagen de Dios en la humanidad. Entonces vino Jesús a restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor. Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter que ha sido arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que habían dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer según el modelo divino el carácter que había sido mancillado, para hermosearlo con su propia gloria” (DTG 37). 

En Juan 3:16, Jesús declara quiénes son el blanco de su misión: “…todo aquel que en él cree…” Nadie queda fuera de este plan. Quienes no están incluidos son aquellos que eligen huir o correr de su gracia salvadora que se ofrece gratuitamente a todos. 
Su comisión inclusiva dada a sus discípulos, se encuentra en Mateo 28: 19, 20. 
"Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". 

El año pasado asistimos al Festival Laico con más de 1,500 obreros laicos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Mientras transcurría la reunión, entró un pastor de otra denominación. Nos dijo que había estado estudiando la Palabra del Señor y estaba satisfecho con la idea de que el sábado era el día del Señor y que debía observarlo. Dijo que desde los dos sábados anteriores él y los miembros de su iglesia estaban observando el sábado y adorando en ese día. Estaban listos para ser bautizados y ser aceptados en la iglesia adventista. 

Hace algún tiempo visitamos Indonesia en donde se nos dijo que en respuesta a la distribución del libro El conflicto de los siglos, más de 100 pastores de otra denominación habían aceptado el mensaje del advenimiento, se habían convertido en miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y estaban trabajando en traer a sus congregaciones. En el caso de algunos, sus congregaciones habían venido junto con ellos. Hay centenares de historias que pueden contarse acerca de cómo Dios está guiando a su pueblo a la iglesia adventista. Tenemos una misión universal, que es guiar a personas de toda clase y estatus a aceptar a Cristo como su Salvador personal. 

Sorprendentemente, en esta iglesia, cada año damos la bienvenida dentro de la feligresía de la misma, a más jóvenes que a personas de más edad. Agradecemos al Señor por la receptividad de aquellos que han aceptado el evangelio de Jesús. En Juan 10:10, dice Jesús: 
“El ladrón no viene sino a hurtar, matar y destruir”. Pero el propósito de él es dar a todos una vida rica y satisfactoria. La gracia que se hizo manifiesta trae salvación a todas las personas y esa es una realidad presente. Es dada a toda clase de personas, capacitándolas para vivir vidas verdaderamente rectas y gozosas. Cada uno tiene la oportunidad de regocijarse en la fe y en una relación satisfaciente con Cristo. Ni la raza, el color, la cultura, etnicidad, estatus social, trasfondo educacional, identidad nacional o cualquier otra clasificación humana, aleja a nadie de la salvación hecha disponible en Cristo. Niños, jóvenes y adultos pueden regocijarse de la misma manera porque todos están incluidos en el plan de salvación. 

La gracia enseña 

“Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres, y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente”. 

En este versículo, el apóstol Pablo hace que se personifique a la gracia. Podemos decir que viene con un doctorado en Divinidades de la Universidad de la Eternidad. 
Le da a la gracia capacidad intelectual, sabiduría, experiencia, autoridad, perfil académico, y estatus profesional. Le da a la gracia credencial de maestra, con un currículo específico –restringir algunos comportamientos y promover otros, declarando que: La gracia nos enseña a decir no a lo que es impío, con el matiz extra de “negación”, “renuncia” o de “abandonar”. 
La construcción de la frase da a entender que debemos negarnos continuamente (o ya nos hemos negado) a “lo impío y los deseos mundanos”, como condición para el blanco positivo al que somos llamados, a fin de que podamos vivir la vida cristiana. 

De acuerdo con Romanos 1:18; 11:26 y Judas 15, 18, debemos negarnos a la “impiedad” tanto en pensamiento como en acción. 1 Juan 2: 16, 17, habla de “los deseos que caracterizan al mundo”. En este contexto, “el mundo” es considerado como el ámbito de desobediencia a Dios y de pecado (Gál. 6:14). 
De acuerdo con Pablo, la gracia nos enseña a negarnos al principio base de “impiedad” y a sus muchas manifestaciones concretas, los “deseos mundanos”. Establece lo que es impiedad en Tito 1: 1-10, lo cual es la manifestación de una falta de amor hacia los demás, doctrina no sana, intemperancia, falsas acusaciones y habla condenatoria, entre otras cosas. La intención de la Gracia es crear personas santas y pías que dependan de Dios en medio de las fuerzas satánicas que se le oponen. 
La gracia enseña lecciones positivas sobre cómo vivir en control de sí mismos y en forma considerada. Eso significa que debemos vivir recta, honesta o píamente y estar conscientes de que nuestras acciones manifiestan la credibilidad del evangelio. Debemos vivir intencionalmente las demandas e instrucciones de la gracia. 
La gracia nos enseña y capacita para preocuparnos de tres importantes asuntos, como se indica en Tito 1:1: 
(1) Vivir rectamente consigo mismos ejerciendo control propio 
(2) Tener una relación correcta al tratar con otras personas. Dando sentimientos cariñosos y cálidos y compartiendo el evangelio con otros. Dijo Elena G. White: 

“Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero” (DTG 166). 
“Dios podría haber alcanzado su objeto de salvar a los pecadores, sin nuestra ayuda; pero a fin de que podamos desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar en su obra. A fin de entrar en su gozo—el gozo de ver almas redimidas por su sacrificio—debemos participar de sus labores en favor de su redención” (DTG 116). 

Para caminar muy cerca de Dios y tener una correcta relación de genuina piedad con él, debemos encontrar tiempo para la adoración personal y corporativa, estudiar la Palabra y orar. El gran objetivo de la gracia “…Mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo;” (Tito 2:13). 

La frase participial de este versículo nos llama a vivir “aguardando con expectativa” y “esperar con ansia” la venida de Cristo. Esto es lo que se llama la bendita esperanza. Es vivir a la expectativa de lo invisible, estando seguros, pero todavía sin ver realizadas las bendiciones espirituales que se poseerán en el futuro. Es esa “esperanza” que está “guardada en el cielo” para los cristianos (Col. 1:5); la gran herencia de vida eterna (Tito 1: 2; 3:7). Esta esperanza abarca la segunda venida de Cristo, la resurrección, la transformación de los creyentes y la glorificación de los santos en el reino de Dios. 

No perdamos nunca de vista el hecho de que estamos esperando el día cuando el Señor diga: “Este es mi pueblo, bienvenidos al gozo del hogar. Vivamos en preparación para ello, esperando la victoria, cuando Jesús venga como Rey de Reyes a liberarnos de la prisión de este mundo. 
La gracia nos llevará a casa…a la gloria. Gracia, sí, ¡maravillosa gracia de nuestro amante Señor!

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