By Alejandro Bullón
INTRODUCCIÓN
Vivimos en un momento de la historia de la humanidad en que muchos supuestos líderes religiosos deshonestos manchan la imagen de la religión. Muchos de ellos manipulan la fe de las personas para ganar dinero. Usan la doctrina del diezmo de manera distorsionada, lo que genera un malestar en la sociedad.
Sin embargo, el asunto del diezmo es serio y es divino. La devolución del diezmo tiene fundamento bíblico y es parte del plan de Dios para sus hijos en la Tierra. Para eso, el Señor instituyó normas en su Palabra de tal forma que pudiésemos entender bien los motivos por los cuales debemos diezmar.
El diezmo tiene origen en la mente divina. No es una invención humana. En el Antiguo Testamento el asunto del diezmo es tan claro que no fue necesario hablar mucho de él en el Nuevo Testamento. Solamente se repite algo que no está claro, o se explica algo que fue modificado, sin embargo, las veces que se menciona el diezmo en el Nuevo Testamento se da a entender que es algo que todos conocen muy bien.
Hoy veremos tres informaciones importantes respecto a este asunto: el origen de los diezmos, el destino de los diezmos, y la finalidad de los diezmos. Vamos a la Biblia entonces.
I - EL ORIGEN DE LA DOCTRINA DE LOS DIEZMOS
Como ya hablamos en la introducción de este tema, la idea de devolver el diezmo no surgió en la cabeza de un pastor u otro líder religioso cualquiera. Es una idea del propio Dios para los hombres.
Para entender la razón por la cual debemos participar de este acto de adoración, antes necesitamos comprender a quién pertenecen todas las cosas. Vamos a dejar que la Biblia hable. Abriremos la Palabra de Dios en dos versículos:
Hageo 2:8 y Job 41:11.
Estos textos nos ayudan a recordar que todo lo que tenemos pertenece a Dios.
Por eso la forma correcta de expresarnos acerca del acto de dezmar es “devolver”.
Solo estamos dando de vuelta en la mano del dueño (el Señor) algo que ya le pertenece.
Elena de White nos ayuda a entender mejor este asunto: “La mente, el corazón, la voluntad y los afectos pertenecen a Dios; y el dinero que poseemos es del Señor. Todo bien que recibimos y que disfrutamos es el resultado de la benevolencia divina. Dios es el magnánimo dador de todo bien, y él desea que el receptor reconozca la procedencia de esos dones que satisfacen toda necesidad del cuerpo y el alma” (CSMC, 77).
La Biblia es clara al enseñarnos que los bienes de los que disfrutamos en la Tierra son un regalo de Dios. Cuando separamos la parte que él pide, estamos reconociendo ese hecho. Leamos los próximos textos que nos ayudarán a concluir eso: Levítico 27:30 y Génesis 28.20-22.
Ambos textos declaran que devolver el diezmo tiene que ver con el reconocimiento de las bendiciones que recibimos del cielo. Por eso es que el diezmo no es un acto de “comprar a Dios”, pues fue Dios quien nos dio antes las bendiciones.
Nosotros, en reconocimiento, le devolvemos el 10%.
Elena de White amplía la visión al decir: “El diezmo de todo lo que poseemos es del Señor. Él se lo ha reservado para que sea empleado con propósitos religiosos. Es santo. En ninguna dispensación él ha aceptado menos que esto. Un descuido o una postergación de este deber provocará el desagrado divino. Si todos los cristianos profesos llevaran sus diezmos a Dios, su tesorería estaría llena” (CSMC 71).
Existe un objetivo espiritual en el acto de devolver el diezmo. Dios nos presenta ese objetivo en Deuteronomio 14:22 y 23. El Señor estableció el diezmo “para que aprendamos a temer al Señor”.
La palabra “temor” significa dar honra. No pasaremos la prueba de la vida si no aprendemos a honrar al Señor. “El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una gran bendición para el hombre. Vio que este sistema de beneficencia era precisamente lo que el hombre necesitaba” (CSMC, 72).
Los diezmos, por lo tanto, son una parte que devolvemos de todo lo que también pertenece a Dios.
II - EL DESTINO DE LOS DIEZMOS
Algunas personas, por no comprender bien la doctrina de los diezmos y ofrendas, destinan su diezmo para ayuda humanitaria, donación para instituciones de caridad, compra de alimento para gente carenciada, etc. Esas acciones son todas muy nobles, sin embargo, no deben ser realizadas con el dinero de los diezmos. Dios le dio un destino especial.
Considerando que todo lo que tenemos pertenece al Señor, es razonable que aceptemos que el “Dueño” verdadero diga cuál es el destino que Él quiere que sea dado a aquello que le pertenece. Dios también dejó orientaciones en su Palabra al respecto del destino de los diezmos.
Existe un texto bíblico muy importante al respecto del destino que debemos dar a los diezmos. Leamos Malaquías 3:10.
La “tesorería” era el depósito donde se guardaban los diezmos y las ofrendas que el pueblo de Israel devolvía. Hoy es la iglesia.
Elena de White orienta: “Asimismo el diezmo de nuestras entradas es “santo a Jehová”. El Nuevo Testamento no promulga de nuevo la ley del diezmo, como tampoco la del sábado, porque la validez de ambas se da por establecida y su profundo significado espiritual […] Mientras nosotros como pueblo procuramos firmemente dar a Dios el tiempo que él se ha reservado como suyo, ¿no le daremos también esa parte de nuestros recursos que él reclama?” (CSMC, 70, 71).
Es a la iglesia a donde debemos traer los diezmos. Así lo enseña la Biblia.
III - LA FINALIDAD DE LOS DIEZMOS
Se espera que el dueño de determinado objeto posea autonomía de determinar qué utilidad le dará a un referido objeto. Es algo natural y que se espera.
Cuando se trata del diezmo, ese pensamiento también es cierto. Dios, como dueño del diezmo, tiene autonomía para determinar la finalidad para la cual él planificó los recursos.
El siguiente texto nos ayuda a entender bien en qué debe ser empleado el diezmo. Leamos 1 Corintios 9:13, 14. Todos aquellos que viven exclusivamente de la predicación del evangelio deben ser sustentados por los recursos del diezmo.
A continuación, leemos algunos textos inspirados de Elena de White que nos ayudarán a confirmar la voluntad de Dios respecto a la finalidad que él determinó para los recursos del diezmo. Acompáñeme:
“Cuando Dios libró a Israel desde Egipto para que fuera un tesoro especial para él, le enseñó a dedicar el diezmo de sus posesiones al servicio del tabernáculo. Esto era una ofrenda especial dedicada a un trabajo especial. Todo lo que quedaba de sus bienes pertenecía a Dios y debía ser usado para su gloria. Pero el diezmo era apartado para el sostenimiento de los que ministraban en el santuario. Debía darse de las primicias de los productos agrícolas, y juntamente con los donativos y las ofrendas, proveía abundantes recursos para sostener el ministerio del Evangelio para ese tiempo” (CSMC, 76).
“Examine cada uno regularmente sus entradas, que son todas bendición de Dios, y ponga aparte el diezmo como fondo separado, que ha de ser sagrado para el Señor. Este fondo no debe emplearse en ningún caso para otro uso; sino que se ha de dedicar solamente a sostener al ministerio del Evangelio” (2JT, 562).
“Este plan fue trazado por el Señor Jesucristo mismo, quien dio su vida por la vida del mundo. El, que dejó los recintos celestiales, él, que dejó de lado su honor como Comandante de las huestes celestiales, él, que vistió su divinidad con la humanidad a fin de levantar a la raza caída, y él, que se empobreció por amor a nosotros para que por su pobreza fuésemos hechos ricos, ha hablado a los hombres, y en su sabiduría les ha presentado su propio plan para el sostenimiento de los que llevan el mensaje al mundo” (CSMC, 70).
Elena de White también nos ayuda a entender que los diezmos no deben ser utilizados para la manutención de ministerios independientes. Vea:
“Dios ha dado instrucciones especiales concernientes al empleo del diezmo. No es su propósito que su obra se vea estorbada por falta de recursos. Él ha explicado claramente nuestro deber en lo que concierne a estos puntos, a fin de que no se realice un trabajo casual y para que no se cometan errores. La porción que Dios se ha reservado no debe usarse para ningún otro propósito fuera del que él ha especificado. Que nadie se sienta libre para retener sus diezmos con el fin de usarlos según su propio juicio. No debe emplearse en caso de emergencia, ni como parezca conveniente, aun en cosas que conciernan a la obra de Dios” (CSMC, 106).
“Dios no requiere menos de nosotros de lo que exigía a su pueblo de la antigüedad. Los dones que nos da no son menores sino mayores que los que ofrecía al Israel antiguo. Su servicio requiere recursos económicos, y siempre los necesitará. La gran obra misionera en favor de la salvación de las almas debe proseguir avanzando. Mediante el diezmo, los donativos y las ofrendas, Dios ha establecido una amplia provisión para su obra. Se propone que el ministerio del Evangelio sea plenamente sustentado. Reclama el diezmo como suyo, y éste siempre debería considerarse como una reserva sagrada que debe colocarse en su tesorería para beneficio de su causa, para el adelanto de su obra, para enviar sus mensajeros a “los lugares más allá”, hasta los últimos rincones del mundo” (CSMC, 76).
Tal vez una duda pueda estar cruzando por su mente. ¿Qué se hace si los líderes usan mal el diezmo? ¿Debemos dejar de devolver el diezmo por causa de los administradores que lo utilizan mal? Veamos lo que dice la Biblia en 2 Corintios 5:10 y en Romanos 2:6, 8.
Nuestro deber para con Dios acaba en el momento de devolver a Dios aquello que es de Dios. A partir de ese momento comienza la responsabilidad de aquellos que administran el dinero sagrado. En el día final, cada uno dará cuentas a Dios de sus obras.
CONCLUSIÓN
Dios, como dueño de todo, tiene la prerrogativa de determinar la cantidad, el destino y la finalidad de los recursos del diezmo. Nuestra parte es someternos a su voluntad.
LLAMADO Y DECISIÓN
Reconociendo que Dios ha dejado instrucciones precisas acerca del uso correcto del sagrado diezmo, decido devolver el diezmo que le pertenece a Dios, en su casa, para los fines que él ha dispuesto en su Palabra.
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