INTRODUCCIÓN
Se dice que un joven le decía a un ministro evangélico que él creería en Dios cuando pudiera verlo. El ministro le preguntó:
—¿Joven, usted cree que su madre lo ama? El joven respondió:
—Yo no solamente creo, sino que yo sé que me ama. Entonces el ministro le preguntó si él podía ver el amor de su madre, si podía pesarlo, o medirlo. El joven contestó:
—Yo no puedo ver, ni pesar, ni medir el amor de mi madre; pero yo sé que me ama.
Entonces el ministro poniendo su mano amorosa sobre el hombro izquierdo del joven, le dijo:
— Joven, Dios es amor.
Enfoque principal: mostrar el pedido divino de amarnos los unos a los otros.
Proposición: El amor incondicional entre hermanos.
Motivación:
¿Qué es “amor”?
¿Qué implica amar a alguien?
¿Qué es más fácil, amar a los padres, hermanos de sangre, amigos, hermanos de iglesia o enemigos? ¿Cómo estamos como iglesia en cuanto al amor?
¿Es posible amar a nuestro prójimo como Dios nos ama?
Hoy, trataremos de responder estas preguntas.
I. EL AMOR DIVINO
1. Siempre se ha planteado esta pregunta, y muchas sugerencias existen. Desde señalar que simplemente es un sentimiento positivo hacia otra persona, hasta declarar que es un principio. Por supuesto, otros han preferido señalar que el amor es un principio que se siente.
2. ¿Qué es el amor? Creo que es una actitud incondicional y continua de afecto hacia los seres queridos, los que yerran y los posibles enemigos. El objetivo, al demostrar amor a los que yerran (incluyendo los enemigos), es la restauración.
“En esto conocerán todos, que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” Juan 13:35.
3. La Biblia presenta, básicamente, tres tipos de amor:
a. Amor incondicional (del griego “agape”). Es incondicional y restaurador.
b. Amor fraternal (del griego “philos”). Comúnmente entre seres humanos, que se refleja a través de buenas acciones y relaciones interpersonales.
c. Amor erótico (del griego “eros”). Siempre presentado entre esposos y en el ámbito sexual (puede leer el libro de Cantares).
4. De estas tres clases de amor, el Único que ha podido alcanzar el agape, es Dios. Él ha amado, ama y amará de manera incondicional, y siempre lo ha demostrado a través de sus acciones redentoras. Por ejemplo:
a. El ser humano se pierde, Dios lo busca.
b. El ser humano ofende a Dios, Él lo perdona.
c. El ser humano fue condenado a muerte, Dios lo substituyó (muriendo en la cruz y, luego, resucitando).
d. El ser humano se desvía, Él lo restaura.
e. El ser humano eligió ser esclavo del pecado, Dios decide librarlo.
f. El ser humano llora, Dios enjuga sus lágrimas.
g. El ser humano sufre por las consecuencias de sus errores, y Dios hace hasta lo imposible por ayudarlo a mejorar su situación.
5. La Escritura revela la esencia del amor únicamente a través de los actos de Dios a favor de los seres humanos. Desde ayudarlos en medio de los problemas hasta morir en la cruz por ellos, el Creador ha manifestado la máxima expresión del amor. Esto se evidencia en su muerte en la cruz.
6. Quizás, uno de los textos que más refleja el amor de Dios, es Romanos 5:8:
“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
7. Para algunos, posiblemente, la muerte de Cristo no sea tan trascendente; sin embargo, para nosotros sí lo es. Por una sencilla razón, Dios murió por una humanidad enemiga, la cual fue responsable de su muerte. ¿Quién osará morir por el malo? Dios fue el único.
8. Así, el Señor sintetizó en dos palabras el amor: entrega incondicional y restauración. Él, por amor, se entregó a sí mismo, con el propósito de restaurar a la humanidad caída.
II. EL MANDATO DE AMAR
1. Como acabamos de ver, Dios ama a todos. Y lo más impresionante, es que Él nos ordena imitarlo. Sin embargo, esto no es fácil. Probablemente, en muchos de nosotros ese ideal aún no se ha cumplido. Por ejemplo:
a. ¿Amamos a nuestros familiares?
Aparentemente, amar a nuestros seres queridos es fácil. No obstante, no lo es. Por ejemplo, el 90% de matrimonios no están bien. El divorcio y la separación son comunes. La avaricia ha provocado pleitos entre hermanos de sangre (si no, mire la actitud de muchos hermanos cuando, después de la muerte del padre o de la madre, discuten por motivo de la herencia). La enemistad ha crecido en gran manera (leamos Mateo 24:12; 2Timoteo 3:3).
b. ¿Amamos a nuestros amigos y enemigos?
Por supuesto, es menos difícil amar a un amigo que a un enemigo. Amar a alguien que nos hace bien, ayuda a retribuirle de la misma forma. No obstante, amar a nuestros enemigos, ha sido lo más difícil en nuestra sociedad. Pocos son los casos de personas que sí lo hacen. Lo que más se practica, es: “si te hace daño, devuélvele con la misma moneda” y “si te hace daño, perdónalo; pero, no le hables y mantén tu distancia”.
Penosamente, muchos de nosotros solo nos quedamos con “el amor al ser querido o amigo (a)”. Lo que más permea en nuestra sociedad, es el rencor u odio hacia las personas que nos hacen daño.
2. Como hijos de Dios, somos llamados a amar a nuestros familiares, amigos y a nuestros
enemigos. Leamos los siguientes textos:
“Y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios...” (Efesios 5:2).
“El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno” (Romanos 12:9).
“Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).
3. Estos textos revelan la voluntad divina en cuanto a nuestras relaciones.
Como cristianos, somos llamados a experimentar el amor, pero el amor divino (no necesariamente el philos). Dios desea que amemos a nuestro prójimo, tal y como Él nos ama a nosotros.
4. Él no solo quiere que tengamos buenas relaciones, sino que amemos a nuestro prójimo.
Si bien es cierto, yo puedo llevarme bien con mi jefe en el trabajo, esto no quiere decir que lo amo. El hecho de que yo no haga daño a nadie, tampoco garantiza la presencia del amor en mí.
Recién muestro amor cuando, por ejemplo, mi jefe está delicado de salud. ¿Cómo?
- Yendo a visitarlo al hospital y supliendo sus necesidades.
- Preocupándome para que se recupere lo más pronto. Pero, esto no queda aquí. La mayor expresión de amor que le puedo dar a aquel jefe, es:
- Llevándole a los pies de Cristo.
5. Repito, amar a alguien no quiere decir “no llevarse mal con él/ella”. Tampoco significa saludarle con una sonrisa.
Hay una serie de acciones que trasciende, desde suplir sus necesidades en los momentos más críticos, hasta darle un regalo por su cumpleaños, desde orar por él, hasta visitarlo en casa. No solo estar triste cuando él/ella esté en problemas, sino también mostrar empatía y simpatía.
6. Pero, aquí viene lo más difícil: amar a nuestros enemigos. Cristo fue muy enfático:
Aquellos que se consideran sus hijos, con solo amar a su ser querido o amigo, no estarían marcando la diferencia, ¡pues los gentiles también lo hacen! (Mateo 5:46). Él nos pide amar a nuestros enemigos. Ojo, no dice que solo “perdonemos” a quienes nos han hecho daño, Él ordena “amarlo”. Leamos los siguientes textos:
“Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues” (Lucas 6:28-29).
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
7. Difícil, ¿verdad? ¿Cómo (¡y porqué!) amar a la persona que nos hizo tanto daño? ¿Amar a quien nos arrebató nestro bien más preciado? ¿Amar a la persona que me ofendió? ¡Sí! Dios pide todo eso. Y lo más paradójico, es que Él te pide que tú tomes la iniciativa.
8. ¿Qué tenemos que hacer para amar a nuestro enemigo? Como dice la Escritura:
(1) Ora por Él y pide a Dios que lo bendiga;
(2) Perdónalo de todo corazón; y
(3) Planifica hacer obras de bien en favor del que te maltrató (si ves que necesita dinero, dáselo. Si necesita apoyo moral, visítalo. Si percibes que tiene problemas de salud, acompáñalo al hospital. Cuando sea su cumpleaños, cómprale una torta. Invítale a comer, etc.).
9. Sé que es difícil hacer todo esto. A las justas amamos a nuestros seres queridos, y hasta se nos es difícil. Sea cual fuere tus preguntas y argumentos, Dios te pide amar a los que te hicieron daño. Y, aunque suene extraño, al final, el principal beneficiado serás tú (el ofendido).
10. Finalmente, el amor es parte del fruto del Espíritu. Leamos: “Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad” (Gálatas 5:22).
Es bueno recordarlo diariamente. ¿Por qué? Porque para amar, es menester recibir el apoyo del Espíritu Santo; que Él produzca el amor en mi vida. Elena de White tiene razón, al declarar que “Esta es la tarea que nos ha sido dada; pero no puede realizarse sin ayuda continua de Jesús, decisión resuelta, propósito inquebrantable, vigilancia continua y oración incesante”.
Más adelante, señaló: “Bajo su influencia, el egoísta se vuelve abnegado, porque tal es el carácter de Cristo”.
III. AMANDO A LOS HERMANOS DE IGLESIA
1. Aunque parezca mentira, muchos de nosotros, como hermanos en la fe, tendemos a no mostrar amor a nuestro hermano de iglesia. Esto se evidencia por una serie de acciones y omisiones comunes entre nosotros. Por ejemplo:
a. Nos visitamos muy poco los unos a los otros.
b. Cuando un hermano (a) no asistió al templo el último sábado, muchos no nos percatamos de ello. Difícil que lo visitemos inmediatamente (peor aún si la iglesia es numerosa).
c. Cuando alguien es disciplinado —ya sea por censura o exclusión—, varios no tenemos una actitud empática con el recién disciplinado.
d. Hay hermanos con mucho resentimiento en contra de otros hermanos. A veces, hay enemistades aun entre familias. Pasan los años, se ven cada sábado; pero, no tratan de llevarse bien.
e. Cuando hay hermanos (as) delicados de salud, difícilmente los visitamos.
f. Muy poco compartimos el “pan” con los hermanos que más necesitan.
2. Suena paradójico; pero, nos cuesta amar a nuestro hermano(a) de iglesia.
Hay un nivel de legalismo muy elevado, que se centra más en nuestra salvación, y no se preocupa de la vida y la salvación de los hermanos (as) de iglesia. Esta actitud ha producido serios problemas en nuestro entorno, lo cual Dios no aprueba. Elena White declaró:
“Pero introducir en la casa de Dios sentimientos duros contra los individuos... es una manera de trabajar que... hace más daño que bien”.
3. ¿Cuál es el pedido divino?
“Debemos extirpar los rasgos naturales desagradables que nos hacen diferentes de Jesús”. Leamos también lo siguiente:
“Y que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros” (1 Tesalonicenses 3:12).
“Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos” (Juan 17.26).
“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Juan 15:9).
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mateo 18:15).
4. Cuéntase que el rey de Prusia, al visitar una escuela rural, cuando los niños habían dicho que toda cosa pertenece a uno de los tres reinos: mineral, vegetal o animal, les preguntó:
—Y yo, ¿a cuál reino pertenezco?
Los niños no hallaban cómo contestar a esta pregunta; pero una graciosa niña resolvió la dificultad contestando:
—Vos pertenecéis al reino de Dios.
El rey quedó muy contento con la viveza de la niña y profundamente emocionado por la verdad que ella había expresado.
5. Pertenecemos al reino de Dios, debemos vivir como corresponde a ciudadanos del reino de Dios. Según estos textos, Dios anhela que haya amor en la iglesia; pero, un amor como Él tiene por nosotros. Él desea, que amemos a quienes se equivocan.
Si bien es cierto, un cristiano, no está libre de errar. Y justo para eso estamos nosotros, para apoyar a quien cae. No estamos para condenarlo ni rechazarlo, sino para ser empáticos con él. Si lo hacemos, nos convertiremos en agentes de restauración, dirigidos por el Espíritu.
Es trascendente lo que Elena White declaró:
“Si veis que ellos no satisfacen los requerimientos de la Palabra de Dios, no los condenéis; si ellos os provocan, no respondáis de la misma manera. Cuando se dicen cosas exasperantes, no dejéis que la inquietud domine vuestra alma. Veis en otras muchas cosas que parecen malas, y queréis corregirlas. Comenzáis en vuestra propia fuerza a trabajar por una reforma; pero no la emprendéis de la debida manera. Debéis trabajar por los que yerran con un corazón subyugado, enternecido por el Espíritu de Dios, y dejar que el Señor obre por vosotros como agentes”.
6. Suponiendo que aquel hermano no desea ser restaurado, ¿Qué podríamos hacer?
Dejarlo todo en las manos de Dios.
“Seguid las indicaciones de su Palabra, y confiad el resultado a su sabiduría. Habiendo hecho todo lo que podíais para salvar a vuestro hermano, dejad de acongojaros, y atended con calma otros deberes apremiantes. Ya no es más vuestro asunto, sino el de Dios”.
7. El Creador también, pide que nos mostremos afecto los unos a los otros. Si un hermano(a) no acude al templo el sábado, en ese mismo día debemos visitarlo. Si alguien está pasando por alguna enfermedad, no esperemos que se agrave la situación, o que el pastor o anciano lo visite, sino que nosotros mismos debiéramos ir y ayudarle.
8. Asimismo, somos llamados a perdonar; a no guardar resentimiento; a servir juntos y gozosos al Creador. Si alguien me ofendió, debo ir y visitarlo. No para reclamarle, sino para restaurarle y reconciliarnos. Luego de perdonarlo, procuraré ayudarlo cuantas veces sea necesario. El amor debe ser evidente en nuestra iglesia y en mi vida.
“Busquemos la unidad, cultivemos el amor y la conformidad con Cristo en todas las cosas”.
“Si se soportan bien, desarrollan en el carácter virtudes como las de Cristo, y distinguen al cristiano del mundano”.
9. Mostrando nuestra unidad en Cristo, amándonos los unos a los otros, daremos el mejor testimonio. No solo eso, se dará evidencia de que el Espíritu mora en nosotros:
“Si se soportan mansamente injurias e insultos, si se responde a ellos con contestaciones amables, y a los actos de opresión con la bondad, se dan evidencias de que el Espíritu de Cristo mora en el corazón, y de que fluye la savia de la Vid viviente por los pámpanos”.
CONCLUSIÓN
1. Dios ama de manera incondicional al ser humano, y eso se revela en sus acciones redentoras, con el propósito de restaurarlo.
2. Como hijos de Dios, somos llamados a amar a nuestro prójimo.
3. El Señor desea que el amor sea experimentado por todos los creyentes. Incondicionalidad y restauración deben estar siempre presentes en la iglesia.
LLAMADO
En esta mañana, Dios te invita a experimentar el amor (agape). De seguro que tu experiencia cristiana o estilo de vida, será gratificante. No hay nada mejor que vivir en armonía, apoyándonos los unos a los otros; mostrando preocupación mutua.
¿Deseas comenzar a amar?
¿Crees que es necesario, en esta mañana, perdonar a quien te hizo daño? Si es así, Dios está obrando en ti. Escucha su voz, y decídete ser una persona amante, que busca la paz y la restauración de todos.
Oremos.
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