"Ven y ve" es una frase que a todos nos resulta familiar:
Los ojos son probablemente los órganos más activos del cuerpo humano, pero también son los más peligrosos. ¿Por qué? Porque lo que vemos infl uye sobre nuestro pensamiento, nuestro carácter y todo nuestro ser. Y lo más importante de todo es que nuestra forma de ver influye en nuestra relación con Cristo. Como está escrito en Proverbios 23:7: «Porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él».
Después de llegar a ser seguidor de Cristo, Felipe llamó a Natanael, y le expresó lo que nos dice Juan 1: 45, 46: «Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret».
¡Lo hemos hallado! Pero el prejuicio de Natanael lo llevó a exclamar: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe no se puso a discutir con él, sino que le extendió una maravillosa invitación: «Ven y ve». ¿De qué manera miramos? ¿Estamos mirando a un mar de lágrimas causado por la aflicción? ¿No somos capaces de ver más allá de la negra noche de opresión? ¿Estamos mirando a la montaña de prejuicios que se levanta ante nosotros? ¿Estamos mirando nuestra justicia propia? ¿Estamos siendo jueces de nosotros mismos? ¿Estamos mirando a los demás con orgullo denominacional? ¿Nos dedicamos a mirar al Jesús histórico pero nos olvidamos del Cristo viviente?
Cuando recibimos la invitación de ir a ver, deberíamos hacerlo…
- Despojados de prejuicios,
- Despojados de nuestra justicia propia,
- Despojados del yo.
Elena G. de White escribió: «Si Natanael hubiera confiado en los rabinos para ser dirigido, nunca habría hallado a Jesús. Viendo y juzgando por sí mismo, fue como llegó a ser discípulo. Así sucede hoy día en el caso de muchos a quienes los prejuicios apartan de lo bueno. ¡Cuán diferentes serían los resultados si ellos quisieran venir y ver!» (El Deseado de todas las gentes, p. 114).
No podemos enviar a otros para que vean por nosotros. No podemos apoyarnos en la experiencia de otra persona. Necesitamos ir y ver por nosotros mismos. Cuán diferentes serían las cosas si tú, al igual que Natanael, estudiaras por tu cuenta la Palabra de Dios y oraras para que el Espíritu Santo te iluminara, y él, que vio a Natanael debajo de la higuera, también te viera a ti.
«Muchos sienten que les falta la fe, y por lo tanto permanecen lejos de Cristo. Confíen estas almas desamparadas e indignas en la misericordia de su Salvador compasivo. No se miren a sí mismas, sino a Cristo. El que sanó al enfermo y echó fuera los demonios cuando estaba entre los
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