RÍNDETE
Juan 13: 1-28
Grupos pequeños
Infórmanos
Di: Formen grupos de dos en dos – dos hombre o dos mujeres.
Pregúntense uno al otro:
¿Cómo te va con tu TASCD?
¿Qué hiciste con el desafío de fe de anoche?
Vinculación
Di: Comenta las siguientes preguntas con la persona que tienes a tu lado: Piensa en dos cosas que tengas y aprecies mucho. (Pausa). ¿Cuál es más importante para ti? ¿Cuál dejarías por la otra? ¿Por qué? Coméntalo por dos minutos con la persona que tienes al lado.
Piensa en esto
Todos ustedes han mencionado dos cosas muy importantes para cada uno. Aun cuando valoras mucho ambas, todavía una de ellas tiene más importancia que la otra. Estás dispuesto a dejar lo de “menos” valor por lo más valioso. Esta noche vamos a hablar acerca de rendir o dejar a un lado cualquier cosa que esté entre tú y Dios
Introducción
Imagina esta escena en Jerusalén durante la Pascua.
Doce hombres eufóricos caminaban apresuradamente por las estrechas calles de la ciudad. Sus pensamientos daban vueltas vertiginosamente en su mente. Estaban fuera de sí. Había sido una gran semana. Jesús finalmente estaba mostrando un poco de sentido común. Ese mismo día, había entrado en Jerusalén sobre un pollino y la gente cantaba y lo alababa. Los discípulos habían caminado a su lado, gloriándose en ese recibimiento de la gente.
Esto era simplemente el primer paso. Muy pronto todos coronarían a Jesús como rey. Entonces guiaría a todos en una revuelta en contra de los romanos que terminaría en poder, riquezas y fama. Jesús les había pedido a los discípulos que prepararan un sitio para comer la Pascua esa noche. Tal vez sería una reunión secreta. Tal vez se decidirían posiciones y rangos para el nuevo reino.
Muy pronto, el inevitable argumento comenzó de nuevo: “Yo me voy a sentar a su derecha”, dijo casualmente Santiago a Juan. “¡No –yo!”, objetó Juan. “Todos debieran entender”, dijo Pedro, “que yo soy el único que realmente hace las cosas entre nosotros. Jesús sabe que puede contar conmigo como su segundo en comando”. Y en unos cuantos minutos, todos los discípulos estaban enfrascados en una discusión acalorada.
Los discípulos se apresuraron a entrar y se acomodaron en los asientos. Continuaron riñendo durante la cena, aun después de que Jesús había llegado. Pedro estaba arguyendo en alta voz con Tomás, cuando se hizo un silencio y la atención de todos se volvió a Jesús. Jesús se levantó, se inclinó y arrodilló delante de cada uno con un recipiente con agua. Sorprendidos y temerosos, los discípulos observaron con horror mientras Jesús asumía el papel de un siervo y les lavaba los pies. ¿Qué estaba pasando?
La historia continúa en Juan 13: 1-17. Vamos a buscarla y a enfocar nuestra atención en los primeros cinco versículos:
Mensaje
Cuando los primeros discípulos llegaron al aposento alto, probablemente estaban todavía discutiendo. Era algo que hacían frecuentemente. Su atención estaba dirigida hacia el reino que pensaban que Jesús iba pronto a recibir y en las posiciones de poder que pensaban que ellos recibirían. Era generalmente un siervo, lo más bajo entre lo bajo, quien lavaba los pies de los invitados antes del banquete. Todos los discípulos eran probablemente demasiado orgullosos como para ofrecerse voluntariamente a rebajarse a la tarea servil de lavar los pies unos de otros. Sin embargo, a Jesús no le importó. Se humilló a sí mismo y les lavó esos sucios pies.
Lee Juan 13:6-11.
Pedro se avergonzó de ver a Jesús haciendo aquello que él era demasiado orgulloso para hacer. No entendía que lo que Jesús estaba haciendo era algo más que la tarea misma. Jesús deseaba darles un ejemplo de amor y servicio por los demás. Los pies de los discípulos estaban sucios, pero Jesús deseaba limpiarles más que simplemente los pies. Deseaba limpiarles su corazón, todavía lleno de egoísmo, orgullo y deseo de estar a la diestra de un rey poderoso. Pedro casi rechaza este don. Tenemos que reconocer, que a menos que Jesús limpie totalmente nuestro corazón, no tenemos parte con él. No pertenecemos realmente a él hasta que nos deshacemos de nosotros mismos y lo rendimos a él.
Lee Juan 13:12-17.
Si queremos ser como Jesús, debemos estar dispuestos a servirle. Jesús nos mostró el ejemplo perfecto de amor abnegado. Él es infinitamente más de lo que somos nosotros; sin embargo, se rebajó a la posición de siervo. ¿Qué nos dice eso acerca de nosotros? Él nos invita a seguir su ejemplo y a hacer lo mismo. Este cambio de corazón ocurre solamente cuando nos rendimos totalmente a él.
¿Qué significa realmente el rendirse? ¿En qué forma nos afecta? [Lee Lucas 9: 23 - 25]
En este pasaje, Jesús hace muy claro que debemos negarnos a nosotros mismos, lo cual tiene un significado completamente diferente para cada persona. Negarse a sí mismo significa decirle “no te conozco” a los deseos de este mundo. Debes estar dispuesto a entregarle todo a Jesús y reconocerte a ti mismo en él.
Menciona también que debemos tomar nuestra cruz como él lo hizo. Si el sufrimiento, la persecución y las dificultades nos siguen al entregarnos a Dios, debemos regocijarnos porque estamos sufriendo como lo hizo Cristo. Si estás tratando de “salvar tu vida” al procurar riquezas, popularidad, poder o fama, esto solamente dará como resultado perder la vida más importante a la que podemos aspirar: La vida eterna en Cristo Jesús. El obtener las cosas que ofrece este mundo es solamente temporal, pero la vida en Jesús dura para siempre. Perder tu vida significa entrega total a Cristo, olvidando tus propios planes y siguiéndolo a dondequiera que te guíe. El mundo puede considerarte loco, o ignorante, pero Jesús te considera su hijo.
Santiago 4:7-10 nos ayuda a comprender mejor por qué necesitamos rendirnos a él y qué significa eso para nosotros.
Lee Santiago 4:7.
¿Has tenido alguna vez un hábito que has tratado y tratado de romper, pero que parecía que no podías hacerlo? Este versículo es alentador porque nos muestra que Jesús es más fuerte que Satanás. Cuando le rendimos a Dios todas nuestras fuerzas, nos da el poder de resistir a Satanás y sus tentaciones. Nos ayuda a volverle la espalda al pecado y a pertenecer totalmente a él.
Lee Santiago 4:8-12.
En incontables ocasiones hemos pecado y hecho cosas que sabemos que son incorrectas. Necesitamos desesperadamente que Dios limpie nuestro corazón y cambie nuestra mente. Para hacerlo, debemos admitir nuestros defectos y rendir a él nuestro pecado y todo lo que somos. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, se humilló a sí mismo para servir a otros. Y nos llama a hacer lo mismo. Al humillarnos diariamente delante de él, él nos elevará. Entre más cerca estemos de Dios, más nos pareceremos a él.
Dios tiene muchas más promesas de esperanza con las cuales alentar nuestro corazón. Una de ellas se encuentra en Ezequiel 36:25-27. Lee Ezequiel 36:25-27.
Todos estos versículos se refieren a la importancia de rendir nuestra vida a Dios. Este pasaje nos habla de las promesas de Dios para nosotros cuando nos rendimos a él. El Espíritu Santo limpiará nuestro corazón y llenará los espacios vacíos con él mismo. Dios nos promete llenarnos con su Espíritu y darnos también el deseo de seguir su voluntad.
El rendir nuestra vida a Jesucristo lleva a una amistad y un compañerismo con él más allá de nuestra imaginación. Un corazón rendido a él es un corazón lleno de paz y gozo. Es un corazón que te guía a una vida de servicio más allá de tus sueños más remotos.
En El camino a Cristo, 47, 48, Elena G. White comenta: “El Redentor del mundo acepta a los hombres tales como son, con todas sus necesidades, imperfecciones y debilidades… No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estará bajo el dominio del Espíritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarán en él y vuestros pensamientos se pondrán en armonía con él”.
¿Qué significa esto? Cuando le entregamos todo a Jesús, aun cuando somos tan imperfectos, él hará por nosotros lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos. Él nos cambiará y nos hará como él.
Deseo darte la oportunidad en los siguientes dos minutos para que le preguntes a Dios lo siguiente: ¿Cuáles son los sitios pedregosos en mi corazón? ¿Qué hay en mi vida que necesite rendirlo a ti?
[Espera dos minutos]
Si deseas rendirle esos planes a Jesús, te invito a tomar la *hoja de papel y el lápiz que ha sido distribuido. Anota ese asunto que Dios ha puesto en tu corazón y trae al frente esa hoja para ser arrojada fuera. Al hacerlo, ora en tu corazón y dile a Dios: “Señor, te amo más que esto. Te entrego __________________ y te pido que tomes el control de mi vida entera”
[En vez de papel y lápiz, se pueden usar otros objetos, tales como piedras, hojas, etc.]
[Cuando todos hayan regresado a sus asientos, continúa diciendo:]
Escuchamos con frecuencia acerca de un método particular que usan los isleños para capturar simios. Buscan un coco, le hacen una abertura y colocan dentro una cantidad de arroz. Lo colocan entonces donde se ven monos con frecuencia. Escondidos detrás de los árboles o arbustos, los cazadores se recuestan y esperan. De pronto aparece el mono. Al ver el arroz, chilla emocionado e introduce la mano dentro de la abertura esperando adueñarse del arroz. Cierra entonces el puño para sujetarlo y trata de sacar el arroz para poder disfrutarlo. Desafortunadamente la abertura del coco no es lo suficientemente grande para la mano del mono y el arroz. El mono trata repetidamente de sacarlo fuera del coco, pero no puede. Mientras chilla enojado, no percibe a los cazadores detrás de él que arrojan un saco sobre él y lo capturan.
Amigos, tal vez la historia nos haga reír. ¿Cómo es que el mono no puede tener mejor juicio? ¿Por qué simplemente no deja atrás el arroz? Me pregunto cuántas veces nosotros hacemos lo mismo. Nos aferramos de cosas tan insignificantes para Dios como el puñado de arroz nos parece a nosotros. Estas cosas pueden ser hábitos, actitudes, rencillas, o cosas materiales de este mundo. Parecen tan importantes, pero al final nos distraen y alejan de Dios.
Esta noche hemos estado hablando de rendición. Para mí, rendirse significa _____________. [Favor de insertar una historia o decir lo que significa para ti esa palabra].
Con frecuencia, el mundo nos brinda el concepto equivocado de que rendirse es un signo de debilidad. Pensamos en personas que simplemente se rinden sin esfuerzo. Pero no es así con Dios. Cuando nos rendimos a él, ¡este acto es una señal de fortaleza! Dios es más grande y fuerte de lo que te has imaginado. No hay mejor Persona a la cual someter tu vida. [Jeremías 29: 11].
¿Y tú? ¿Estás dispuesto a entregarle tu vida a Dios? ¿Estás listo para someter todo a su plan y propósitos? Si tu respuesta es un sí, te invito a hacerlo ahora mismo al ponernos de pie para orar.
DISCUSIÓN DE GRUPO PEQUEÑO
Oren juntos en el grupo pequeño antes de comenzar.
- Lee Juan 6:35, 14: 27 y 13: 6 -9.
- ¿Por qué me debo rendir a Dios?
- ¿Cómo me rindo a él?
- ¿Qué te enseña la entrega de Pedro a Jesús, acerca de rendir totalmente tu vida a Cristo?
- ¿Qué significa para ti rendirse? ¿Cómo le explicarías “rendirse a Dios” a un amigo o familiar no cristiano?
- ¿Qué ocurre si rindo verdaderamente mi vida a Dios?
- ¿Cómo cambiaría mi vida?
- ¿Qué cambiaría en mi relación con Dios?
- ¿En qué forma soy llamado para servir a otros?
- ¿En qué forma mi entrega completa a Dios afecta la manera en que sirvo a mi familia, amigos, aquellos que no me simpatizan y a mi comunidad?
- Lee Lucas 9: 23 – 25.
- ¿Qué simboliza para ti la cruz?
- ¿Qué debes abandonar para tomar tu cruz?
- ¿Qué significa seguir verdaderamente a Jesús?
- ¿Qué dice este texto en cuanto a las prioridades?
Desafío de fe
Programa una cita con Dios.
Lee Génesis 12:1-9. Considera la historia de Abrahán – la saga de un hombre que verdaderamente sabía lo que significaba rendirse.
Junta tus manos ante Dios y ofrécele tu vida en entrega total.
Ora porque Dios te ayude a deshacerte de todo lo que te aleja de él. Pídele que lo reemplace con algo que anhela darte.
Para finalizar
Termina con una oración. Ora por la persona que está a tu lado. Pregúntale por qué quiere que se ore específicamente y ora también porque acepte el desafío de fe de hoy. Ora por su caminar espiritual con Dios y por cualquier problema por el que pueda estar pasando. Entonces terminaremos con una oración en grupo.
Ora porque Dios ayude a la persona por la que oras a rendir voluntariamente a Dios cualquier cosa que haya entre ella y Dios. Dentro de los mini grupos de dos o tres personas, invita a que hagan peticiones de oración y oren juntos por las luchas de cada uno y por el desafío de fe de esta noche. Pide a Dios que bendiga a cada persona mientras lo explora a él.
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