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Edison Choque
Quiero hacer una oración para pedir la santa presencia de Dios guiando este momento de reflexión en su Palabra.
“Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos” Proverbios 23:26
Unos años atrás yo quería agradar a mi novia, así que decidí comprar algo que podría gustarle mucho, compré una caja de bombones. Cuando me presenté en la puerta de su casa estaba ansioso de ver su reacción. Apenas abrió la puerta le ofrecí el regalo, pero cuando lo tomó en sus manos no había aquel entusiasmo que yo esperaba, no había nada de brillo en sus ojos, simplemente los dejó encima de la mesa.
Al día siguiente, cuando volví; y la primera cosa que quería saber era si los bombones permanecían en el mismo lugar, y allí estaban, la caja estaba intacta. Yo me pregunté, ¿qué pasó?
Se suponía que tenía que alegrarse, se suponía que aquel presente tenía que causarle algún entusiasmo, pero ella fue indiferente. No soporte más y me atreví a preguntarle si le había gustado lo que le regalé, ella fue sincera y me dijo que los bombones no le agradaban. ¡Qué decepción! ¡Cómo no supe antes! Y todavía seleccioné los más caros.
Podemos estar dando a Dios muchas cosas pero no exactamente lo que más desea y, ¿sabes qué es lo que Él más desea? A ti mismo. Sí, a ti. Por eso la Biblia dice: “Dame hijo mío tu corazón” Proverbios 23:26.
Dios también tiene poder para concedernos muchas dádivas. Por ejemplo: salud, protección, hijos, una familia, etc. Pero la mejor de todas las dádivas es Él mismo. (Juan 3:16)
También, podemos ofrecer a Dios nuestros recursos, servicio, dones, etc., pero el mejor ofrecimiento somos nosotros mismos.
Pienso, por ejemplo, en la experiencia de Pedro con Jesús. Al final, Jesús le hizo una pregunta crucial: Pedro, ¿me amas?
Pedro respondió tres veces que sí. Entonces, Jesús le dijo lo que tendría que hacer. Pero realmente lo que más quería Jesús era su amor.
Un tiempo atrás mi esposa y yo tuvimos un periodo turbulento. Muchos compromisos, viajes, visitas en la casa, poco tiempo para nosotros. Así que, en determinado momento ella me hizo sentar y me dijo:
- Quiero pasar el día contigo, los dos solos - Fue extraño pero como tenía muchos compromisos presenté una contra oferta y una contra propuesta. Le dije:
- Que tal pasar la mañana cada uno desempeñando sus tareas y después nos encontramos para almorzar.- Inmediatamente ella replicó:
- Nada de eso, basta de trabajo, basta de encuentros sólo para almorzar. Vamos a pasar el día juntos.
De modo que pasamos el día juntos y no hicimos nada extraordinario, simplemente paseamos, caminamos, almorzamos, conversamos un poco de todo, eso era todo lo que ella quería.
Creo que habría estado más feliz si aquel día yo hubiese llevado el desayuno a la cama, algunos masajes a los pies, algunas rosas de regalo y su chocolate preferido. Pero fue un día perfecto.
Tal vez, estoy hablando para un esposo que piensa que, está haciendo lo mejor, que está dando lo mejor, provee el alimento para la casa y trabaja duro para sostener a la familia.
Pero tal vez, lo que más quiere su hijo, es su presencia, que juegue con él, que apenas esté presente en el partido de fútbol. Ellos te quieren a ti por encima de cualquier otra cosa.
En cierto sentido la historia de la Biblia es el relato de un único deseo de Dios querer estar con sus criaturas.
Cada mañana, cada tarde, Dios aparecía en el jardín del Edén y les preguntaba:
- ¿Adán, cómo estás? ¿Cómo estás, Eva? Vamos a caminar, cuéntenme qué cosa no han visto, quiero mostrarles al pavo real.- Ese momento era el encuentro de la criatura con su Creador, era el placer de estar junto a ellos.
Después del pecado, Dios no cambió. Leemos en las Escrituras que Dios anduvo con Enoc y Noé, estuvo al lado de Abraham e Isaac, también con José en la prisión. Llegó a formar una nación entera para que pudiese tener un pueblo con el cual estar.
En Éxodo 29:45 y 46, Dios dijo:
“Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios”.
Dios no se dio por satisfecho y dijo:
“Descenderé hasta la tierra, viviré en medio de ellos”.
Finalmente, nació el esperado Mesías y le pusieron el nombre de Emanuel, que significa: "Dios con nosotros."
Escogió doce discípulos para que estuviesen con Él (Mar. 3:14).
Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Juan 14:23).
El alma solitaria es pobre, el alma que está con Dios es rica.
La razón por la cual Dios te hizo es porque quiere estar contigo. La razón por la cual creó a la familia es porque quiere estar con la familia.
Es como si cada día Dios te dijera: “Me gustaría pasar el día contigo” y, graciosamente, nosotros le hacemos una contrapropuesta.
Un día después de caminar con Dios, descubrimos que no queremos que se vaya, queremos que se quede para siempre. Hay un vínculo de amor natural.
Cuanto más tiempo paso con Dios, más lo conoceré, más lo amaré.
En algunos lugares se mide la riqueza de un hombre por los bienes que posee.
La riqueza de un ser humano, la riqueza de una familia, no está en las cosas que posee, sino en la persona que es.
Si Dios está en tu vida, si Dios está en tu familia, realmente eres una persona rica, de una familia rica.
Por eso, estamos comenzando esta semana especial para la familia, enfatizando lo primero. Dios con la familia, Dios en la familia.
Una familia es rica, cuando Dios está allí.
Por eso la esperanza de las familias hoy no es esperar algo, sino esperar a alguien.
El que espera algo tarde o temprano se frustrará, el que espera en el Señor es bienaventurado. Su dicha es verdadera.
La gran pregunta es: ¿Dónde está nuestra mayor inversión como personas, cómo familias?
Hay cosas que son temporales, hay cosas que son eternas.
Todo pasará, solo existe una cosa en esta sala que no es temporal.
Personas sabias construyen la vida en torno de lo que es eterno, los bienes materiales son apenas temporales.
Se aproxima el día en que nuestro plan de jubilación y nuestro extracto bancario serán irrelevantes. Los títulos en nuestro currículo no impresionarán más a nadie. Nadie sabrá qué ropas colgadas hay en nuestro armario o qué carro tenemos en nuestro garaje. No estoy diciendo que no vale, estoy diciendo que no es lo más importante.
Sólo restará el amor. Lo que fue hecho por amor a Dios permanecerá para siempre.
¿Qué dice la Biblia acerca de lo que podrás llevar para el cielo?
Hebreos 2:13 dice que, cuando nos presentemos delante de Dios, podremos decir como Jesús:
“He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.
No llevaremos nada, sólo a nuestros hijos, nuestra familia, nuestros hijos en la fe.
Dios proyectó en la mente del ser humano eternidad. Dios quiere vivir con nosotros eternamente.
Quiero invitarte a tomar una decisión. Dios quiere estar con nosotros todos los días y una de las maneras, es la de aceptar vivir juntos en la práctica del culto familiar. Allí nos encontramos con Dios para decirle bienvenido a nuestra familia, no es apenas una práctica más, una lectura más, un rito más, es esencialmente el encuentro de la familia con Dios.
Dios quiere vivir en tu vida, Dios quiere vivir en tu hogar, necesitamos separar intencionalmente un tiempo, cada día para pedirle a Dios que venga a pasar el día con nosotros.
Es posible que en la agenda diaria de tu vida y la de tu familia no está como prioridad buscar a Dios, no se trata de una palabra común cuando decimos “Yo si creo en Dios, incluso cada día me encomiendo a Él”. Es más que eso.
Dios desea que podamos experimentar lo que declara Proverbios 23:26:
“Dame hijo mío tu corazón...”.
El texto bíblico expresa el mayor deseo de Dios, y es que le podamos entregar nuestro corazón, nuestros pensamientos, anhelos y planes. ¿Por qué?
Cada uno de nosotros corremos el riesgo de fracasar, cometer errores que nos lleven a lamentar por nuestras decisiones.
Él desea dirigir nuestra vida y quiere darnos lo mejor para nuestra familia. Su anhelo es que seamos felices, pero la decisión esta en nosotros.
Recuerda lo que más quiere Dios es estar contigo.
¿Quieres decirle a Dios entra a mi hogar y te entrego mi vida, mis planes y mis anhelos?
A pesar de nuestras imperfecciones Dios puede darnos un hogar feliz.
LLAMADO Y ORACIÓN FINAL
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