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Alejandro Bullón
"Yo, el Señor, no cambio. Por eso vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros–dice el Señor Todopoderoso- Y dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?" Malaquías 3:6-7
Hay muchos pensamientos interesantes en este texto.
El otro día una señora me decía:
- Parece que yo tengo una maldición en mi vida, nada me da resultado, o será que soy consciente de que estoy caminando en caminos de pecado. Yo estoy en la iglesia todos los sábados, soy fiel al Señor guardando el sábado, devolviéndole el sagrado diezmo que le pertenece a él, pero parece que tengo una maldición. Ahora, cuando leo en Malaquías dice: si yo soy el, él abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendición sobre mí; ahora yo soy fiel ¿dónde están las bendiciones? Sólo veo maldición, nada me da resultado, veo la gente de afuera, no tienen a Dios, no aman a Dios, no respetan a Dios, no quieren saber nada con Dios y son gente millonaria, tienen mansiones, tienen casas, tienen todo.
Interesante, lo que esta señora decía.
Tal vez, después de estudiar el mensaje de esta noche, entendamos lo que sucede con ella.
En primer lugar, no te preocupes cuando la gente que no conoce a Dios, que no teme a Dios, prospera.
No te preocupes porque hay gente que no quiere saber nada con Dios y sin embargo tienen millones en el banco, tienen mansiones, tienen todo, porque las riquezas de este mundo también están en las manos del diablo y él a quien quiere se las da.
Por eso, hay gente que no quiere saber nada con Dios y tienen dinero.
En el desierto de la tentación, el diablo se atrevió a decirle al propio Señor Jesucristo, al Creador de los cielos y la tierra, al verdadero y real dueño del universo entero le dijo: “Todo esto te daré (mostrándole las riquezas del mundo) si postrado me adoras”.
El diablo también puede dar muchas cosas, pero no me digas que las riquezas, que los millones, que las mansiones, son bendiciones.
El diablo te puede dar cosas materiales en abundancia y cuanto quieras, pero hay algo que no te puede dar, y eso se llama paz, porque para darte paz, el diablo tendría que tener paz, pero no la tiene.
Y ¿Cómo te puede dar lo que no tiene?
Los millones y millones no te sirven de nada cuando no tienes paz en el corazón
Por eso grandes hombres millonarios, empresarios, famosos, artistas se suicidan, se matan, caen en el alcoholismo y finalmente acaban con todo ¿Por qué?
Tienen todo, gloria, fama y poder, pero no tienen paz, porque la paz, solo te la puede dar Dios.
Ahora viene la pregunta ¿Por qué estoy en la iglesia y no tengo paz?
Estoy en la iglesia, cumplo todo, sigo todo, guardo todo y es como si tuviera la sensación de que estoy perdido, es como si tuviera la sensación de que de nada vale lo que estoy haciendo porque al final de cuentas me voy a perder, no tienes seguridad de la salvación. ¿Por qué?
Pensemos un poco en el pueblo de Israel en los días de Malaquías.
Nadie podría decir que no eran buenos miembros de Iglesia. Malaquías no está predicando a israelitas que salieron de la Iglesia, les está predicando a israelitas que todos los sábados iban a la Iglesia y que todos los sábados y todos días llevaban sus sacrificios, sus ofrendas, cumplían con el ritual, con la liturgia, colocaban sus emociones en lo que hacían, lloran, pero sienten que estás vacíos, sienten que les falta algo.
Entonces, viene Dios y explica tres cosas que las vamos a explicar esta noche.
En primer lugar, si quieres una nueva vida, si quieres una nueva visión de la vida, si quieres llegar en la noche, respirar tres veces y dormir tranquilo; entonces, en primer lugar tienes que entender el primer pensamiento del texto que dice: Porque yo Jehová no cambio...
Él no está hablando de su existencia.
Y la segunda frase da la razón, porque si yo cambiara, ustedes hijos de Jacob habrían sido consumidos hace mucho tiempo.
Ahora olvídense de los hijos de Jacob y pensemos en la Iglesia de nuestros días, yo no cambio dice Dios, porque si yo cambiara, hace rato que habrías muerto, perdido, acabado para siempre, sin esperanza. Pero yo no cambio.
No está hablando de su existencia, está hablando de su amor, de la esencia de su ser. Es por amor, es porque te ama; que, a pesar de que vives como vives no estás acabado, no estás perdido, no estás destruido, porque él te ama, él te espera.
Oh querido, nunca entenderás porque con palabras humanas no hay cómo entender.
Les dije el otro día que si hay algo difícil de hacer, es convencer al ser humano que Dios lo ama. Porque el ser humano cuando piensa en el amor de Dios, inmediatamente piensa en su comportamiento, en su conducta y piensa: ¿Cómo Dios puede amarme si estoy haciendo esto?
Nadie sabe, nadie me ve, pero yo sé que en el fondo estoy haciendo esto, entonces ¿Cómo puede amarme Dios?
Y cuando algo me va mal y sé que estoy haciendo algo mal, cuando nadie me ve, inmediatamente pienso “es el castigo de Dios.”
Pero Dios viene esta noche y te dice: “Hijo eso no es verdad, Yo soy Dios, soy eterno, yo soy amor, mi amor es eterno, mi amor no se acaba, yo te espero” y aquí viene el asunto.
Tal vez, en esta vida alguien ya se cansó de amarte, alguien, ya se cansó de darte oportunidades, ese alguien puede ser tu esposa, tu esposo, pueden ser tus padres, alguien ya se cansó de ti.
El otro día un muchacho me decía: "Pastor ya nadie confía en mí, yo no le echo la culpa a los otros, yo sé que no valgo, ni yo confío en mí mismo, no quiero levantar la cabeza y no quiero prometerle nada a Dios, porque ni yo mismo confío en mí."
Hoy en el nombre de Dios te digo algo: los seres humanos pueden llegar a no confiar más en tí, pueden llegar a dejar de amarte, pueden haber perdido las esperanzas contigo, pueden mirarte y decir:
- “No, para ese ya no hay más esperanza”.
Nosotros los seres humanos somos rápidos para apuntar con el dedo y decir: “Eso es bueno, eso es malo; en ese confia, en ese otro no; ni lo pienso, no me lo imagino”; así, son los seres humanos.
Pero hoy, quiero decirte que no escuches mi voz humana y quisiera que escuches la voz de Dios que te dice: “Hijo, yo no cambio, con amor eterno te he amado y te prolongo mi misericordia, y aunque nadie cree en ti, aunque tú mismo hayas perdido la confianza en ti; Él te dice: yo te amo y es por eso que te hablo, y es por eso que te dejé escrito el mensaje de Malaquías porque yo no he perdido la esperanza contigo, entonces despierta hijo y regresa a mi amor”.
2. Ahora, el segundo pensamiento dice así:
“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros –dice el Señor Todopoderoso-. Y dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?"
Trata de entender lo que Dios está diciendo: "Tú, te apartaste de mis leyes, de mi Palabra; yo te digo: vuelve a mí, ¿Qué es lo que Dios te está diciendo?
Que, cuando te apartas de las leyes de Dios, te estás apartando de él, cuando te apartas de la Palabra de Dios, te estás apartando de él.
Él podría decir desde los días de vuestros padres os apartaste de mis leyes, volved a mis leyes, a mis enseñanzas, a mi palabra; pero no dice eso, porque quiere que entiendas que la ley es el reflejo de su carácter, que su Palabra es él mismo; que viene a ti, en forma de consejo.
En el principio era la palabra y la palabra era con Dios y la palabra era Dios y esa Palabra se hizo carne y vino y habitó entre nosotros y vimos la gloria de Dios.
Por lo tanto, cuando rechazas la Palabra de Dios, estás rechazando al Señor Jesucristo, cuando cierras tus oídos a las enseñanzas divinas, estás cerrando tus oídos al Señor Jesucristo, y cuando lees en Apocalipsis: “He aquí yo estoy a la puerta llamando a tu corazón”.
¡Qué fácil es mistificar las cosas! qué fácil y emocionarte es cerrar los ojos y decir: - “Oh Señor no te voy a dejar a la intemperie, no te voy a dejar afuera en el frío, entra a mi corazón. Señor aquí estoy, entra”.- ¡Eso no es vida cristiana, querido!
Si quieres que entre Jesús a tu corazón, vuelve tus ojos a la Palabra, es la Palabra la que está tocando la puerta de tu corazón, no caigas en el misticismo de decir “Oh Señor entra a mi vida”. ¿Y la Palabra?
No le haces caso, no la estudias, no la lees, no la aplicas en tu vida, pero emocionado clamas Señor entra a mi corazón.
No. La vida cristiana no es así, es vida práctica, es vida real, vuelve tus ojos a sus caminos, a las leyes, a los mandamientos, a la Palabra, no discutas, no racionalices, ni apliques tu lógica humana, porque la lógica divina no tiene nada que ver con la lógica humana.
A veces los principios divinos parecen obsoletos, anticuados, pasados de moda. Pero, estas afuera sufriendo, desesperado, no sabes qué hacer, así como aquella señora me dice: “Pero pastor yo estoy en la iglesia, yo cumplo todo, yo guardo todo, pero me siento vacía”.
No te puedes sentir vacío cuando estás en Cristo, cuando estás en su Palabra, jamás te vas a sentir vacío.
Mira lo que dice el texto de Malaquías 3:6-7:
“Yo, el Señor, no cambio. Por eso vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos...”; porque no cambio, porque soy amor, porque te espero, porque tengo paciencia, porque yo creo en ti, aunque nadie crea.
“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes,... os habéis apartado de mí, me habéis dejado, os habéis ido, os habéis marchado, me habéis abandonado.
Meditemos un poco en la palabra APARTARSE.
Ya lo dije la otra noche, aquí está Jesús, él es el camino.
¿Quieres tomar decisiones correctas que te lleven a donde quieres llegar sin perderte por allí? Ven a Jesús, él es el camino.
¿Qué es ir a Jesús?
Ven a su Palabra, recibe su Palabra en tu corazón, escucha su Palabra, presta atención a su Palabra.
¿Quieres andar en la penumbra, en la oscuridad, en la verdad, en la media verdad, en la verdad relativa que el humanismo ha inventado?
¿O quieres tener certidumbre, convicción, seguridad de lo que crees y a dónde vas? Ven a Jesús, él es la Verdad, ven a su Palabra, recibe su Palabra en tu corazón y deja que te encamine por los caminos de la vida, él es la Vida.
¿Quieres tener una vida plena, despertar cada mañana con alegría de vivir? ¿Cantar?
Un día encontré a un muchacho tetrapléjico del cuello hacia abajo, no se movía, estaba en una silla de ruedas, era rebelde, contumaz, se reía de la fe de sus padres.
Un día sufrió un accidente y quedó así, se fracturó el cráneo, estuvo entre la vida y la muerte. Cuando salió, estaba condenado a una cama, ni siquiera a una silla de ruedas, sino a una cama para el resto de la vida.
Yo prediqué en un teatro de ópera y cuando terminé fui al camarín. Y cuando se abrió la puerta (ya me habían contado la historia), el muchacho entra agrediéndome, agredía a sus padres, agredía al pastor, a los jóvenes de la iglesia que lo visitaban, agredía a todo el mundo, estaba resentido con Dios, insultaba a Dios. Entonces, le dije:
- “Pero hijo, tienes que confiar en Dios, él sabe lo que hace”.- ¡Para qué le dije eso!
Comenzó a insultar a Dios pero con palabras soeces y con algunos términos que me incomodaron y le dije:
- “¿Cuál es tu problema?”. Él dijo:
- “¿Cuál es mi problema? ¡Mírame!”. Le digo:
- “El hecho de que no puedes moverte no es problema”. Él me respondió:
- “¿Ah no? Entonces ¿quieres cambiarte de lugar conmigo?”
- “No”- le respondí- pero tu problema no es que no puedas moverte. Tu problema es que tu corazón está lleno de veneno. Deja que Jesús saque el veneno de tu corazón.
- ¿Qué te hicieron tus padres? Ellos te cuidan, tú no puedes ni alimentarte, no puedes mover los brazos, tus padres te cuidan como a un niño, con todo amor y los agredes, los insultas, eres malcriado
- ¿Qué te hizo Dios? ¿Él te empujó? No, tú caíste porque quisiste, estabas ebrio.
Continuó agrediéndome y les gritó a sus padres diciéndoles que lo sacaran de allí, que no quería verme y se fue.
Siete años después volví a esa ciudad y prediqué en ese mismo teatro.
Cuando terminé de predicar, fui al camarín y cuando la puerta se abrió, entra la cama de nuevo, yo me levanté y me preparé para enfrentar a la fiera. Él acostado me dice:
- “Pastor, no se mueva que no le haré nada”.
Venía con una sonrisa, ojos brillantes, rostro alegre y me dice:
- “Pastor, yo vine solo para pedirle perdón porque la última vez que usted estuvo aquí, yo fui malcriado y usted me dijo cosas que yo nunca quise oír, pero tenía que oírlas, porque todos me acariciaban la cabeza y me decían: ¡pobrecito¡ ¡pobrecito! Usted fue el único que me dijo: mira, qué te hicieron, tú te hiciste, quién te hizo. Pastor yo lo odié ese día. Y esa noche por primera vez en mi vida, oré, pero oré para que Dios lo dejase a usted como a mí, para ver si así usted era capaz de entenderme, pero su voz sonaba en mi oído y me decía: tu problema no es tu cuerpo, tu problema es tu corazón lleno de veneno y eso me perturbó un año prácticamente y una noche no pude más y grité y lloré y lloré y le dije: ‘Dios mío, perdóname, no te pido que me cures, no te pido que me hagas caminar, te pido que arranques el veneno de mi corazón, que saques el odio de mi vida, haz un milagro en mí. Pero pastor, lloré y lloré horas y dormí. A la mañana siguiente, me desperté y escuché que los pajaritos cantaban, pastor los pajaritos cantaban todos los días pero yo no los oía. Miré por la ventana y el sol entraba y había árboles verdes, lindos. Pastor allí estaban los árboles siempre, pero yo no los veía. Entonces levanté los ojos al cielo y dije: Señor gracias, estoy vivo, soy parapléjico, no puedo moverme, pero estoy vivo”.
A esto me refiero querido: ¡VIDA!
Pero para tener esa vida tienes que estar en Cristo que es la vida.
Pero, eso de estar en Cristo no es romanticismo, no es misticismo, no son palabras bonitas.
Es decir “Señor, estoy en ti”. Es lo que David dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, he comido tu palabra, la he asimilado”.
Jesucristo quiere entrar en tu vida, te ama.
¿Tú crees que él quiere que tomes decisiones equivocadas como muchas de las decisiones que has tomado en la vida; que te han herido?
¿Cargas cicatrices?
Ojalá fueran en el cuerpo, pero cargas cicatrices en el alma que, aunque son cicatrices, de vez en cuando sangran, porque la herida nunca cerró.
Puede ser que alguien te haya dicho o hecho algo, pero estás todos los sábados en la iglesia y no eres feliz.
Porque cuando te apartas de Dios, ¿Sabes lo que sucede?
Al apartarte de la Vida entras en el territorio de la muerte, no es una muerte inmediata, allá vas a morir, pero hasta allá hay un camino largo que se llama camino de condenación.
Al apartarte de la vida entras en el caos existencial, tus sentimientos se distorsionan, tus valores se colocan cabeza abajo, comienzas a llamar bien al mal, y mal al bien, no te entiendes, vives confundido y llega un momento en que te desprecias a mismo, no te aceptas.
Ahora, si tú no te aceptas a mismo, ¿cómo aceptarás al que está a tu lado? Llámese esa persona, esposa, esposo, suegra, padre, hijo, cuñado...
Por eso peleas con todo el mundo y en ese afán de defenderte y de protegerte porque el mundo en que vives es malo; te vuelves soberbio, orgulloso, terco, nadie te convence, cuando tienes una convicción te cierras, tienes miedo de decir perdón, me equivoqué, tienes miedo de abrir tu corazón y pedir perdón, y no eres feliz, pero el sábado estás sentado en la iglesia y te preguntas ¿por qué no soy feliz? Es que estás destruido por dentro.
Tu cabeza te dice “lleva la ovejita al santuario”, pero antes de llevarla, miras al corral y buscas la más débil, defectuosa y la llevas a Dios y le dices, “pero Señor estoy cumpliendo, te estoy devolviendo lo que es tuyo.”
Entonces, Dios te dice: “Pero me estás trayendo la oveja, ciega, la oveja coja, preséntale esa a tu rey, a ver si te la acepta, entonces ¿Por qué tengo que aceptarte?”.
¿Alguien te dijo que no puedes tener cargo en la iglesia si no eres fiel en el diezmo?
Entonces, como te gusta el poder, como te gusta ser líder; de paso, he encontrado a gente que no quiere soltar el cargo de anciano, pasan años y años y pobres de quienes no lo quieran reelegir.
Entonces, para tener el cargo, como nadie puede tener un cargo de liderazgo sin devolver el diezmo, ¿Qué haces?
Llevas la oveja sin pata y tú sabes que eso no es el diezmo, ¿Para qué lo haces? ¿A quién piensas engañar?
¿A los hombres? Sí, ¿Pero tu salvación depende de ellos? No.
Él (Dios) lo está viendo todo y mueve la cabeza y te dice: “Hijo ¿qué es lo que quieres? ¿Crees que yo no te estoy viendo? ¿Crees que yo no sé?”.
Y Dios no está triste porque no le has traído el diezmo completo.
Querido, para Dios el dinero no es problema, ah ¿no es problema? ¿Y con qué vamos a construir el templo?
No te preocupes, Dios mañana puede traer una manada de cuervos trayendo un millón de dólares en el pico de cada uno.
Dios es Dios, no estoy mistificando la vida cristiana, yo sé lo que estoy diciendo, Dios es Dios.
Entonces, Dios no mueve la cabeza con tristeza y dice “no me estás trayendo el diezmo, no vamos a poder realizar los proyectos de evangelismo. Querido ¿vas a bajar a Dios a ese nivel?
3. Entonces: ¿Por qué Dios está preocupado?
Porque no eres feliz, porque tú no puedes dormir en la noche, porque te sientes perdido y de qué te sirve toda la esperanza linda y todos los mensajes lindos; si, en el fondo de tu corazón no eres completo, y como Dios te ama, te dice: “hijo ven, ven, entrégate”.
Pero hay algo terrible, el pueblo. Cuando Dios le dice: Volveis a mí y yo me volveré a vosotros, el pueblo dice: ¿Pero En qué hemos de volvermos?
¿Cuál es la pregunta que el pueblo le hace a Dios y qué responde?
¿Por qué tenemos que volvernos Señor? No entiendo lo que me dices. ¿Por qué podrías decirme vuelve?
Lo entiendo si estuviera fuera de la iglesia; pero, yo no estoy fuera, yo estoy en la iglesia, tengo cargos... Y Jesús te dice vuelve.
¿Por qué tengo que volver?
Esa pregunta se repite varias veces. ¿Por qué dices que me amas? ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? ¿En qué te hemos cansado? ¿En qué te hemos fallado? ¿Por qué nos pides que volvamos?
Ese pueblo tenía dos opciones o era muy sincero y tan inocente que no se daba cuenta lo que estaba haciendo. O era un pueblo que estaba entrando en los caminos oscuros y turbulentos del pecado contra el Espíritu Santo, donde ya no entiendes la verdad, ya no entiendes lo que Dios te dice, ya no escuchas la voz de Dios. Estás en la iglesia pero ya nadie te convence.
Por eso, Dios dice: “Mandaré antes del fin a mi mensajero Elías, con el espíritu y el poder de Elías; pero a veces, ni así, llegas a la conclusión de que no es suficiente solo con estar en la iglesia formalmente, sino que Dios tiene que hacer una revolución en tu vida.
Ve a tu casa hoy sabiendo que Dios te ama, que eres precioso para Dios, que aunque nadie te crea, Dios te cree. Ve esta noche a tu casa y dile Señor, líbrame de caer en el pecado contra el Espíritu Santo, líbrame de endurecer mi corazón a tal punto de pensar que está todo bien. ¡Abre mi cabeza y mi corazón, muéstrame Señor!
En este momento quiero hacer una invitación a la iglesia.
Si tú quieres, hoy, una vez más, dile al Señor “Gracias por ser el Dios eterno, el Dios de amor. Gracias por creer en mí, gracias por seguir confiando en mí, gracias por nunca perder la esperanza en mí, sácame de la monotonía, de la tibieza; despiértame, sacúdeme, devuélveme la alegría de haberte conocido un día, aviva el fuego en mi corazón”.
Si quieres decirle eso a Jesús, oremos juntos.
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