Cuando emigré a Australia en septiembre de 1981, recibí buenos consejos de amigos emigrante bien intencionados que habían llegado al condado antes que yo.
Me sugirieron que debía procurarme un empleo inmediatamente – cualquier empleo – y que no debía ser muy exigente ni difícil en este respecto, ya que mi prioridad era alcanzar cierta medida de independencia financiera. Escuché el consejo, y les dejé saber a mis amigos y a los miembros de mi iglesia que estaba disponible para hacer cualquier tipo trabajo.
Muy poco tiempo después, mi reciente amigo Kevin se me acercó después del culto y me dijo que él era gerente de producción y que había una vacante donde él trabajaba, y que yo podía tener ese empleo, si quería. Inmediatamente acepté la oferta, y sentí la necesidad de preguntarle acerca de la naturaleza del trabajo, a causa del consejo que había recibido. Lo único que pregunté fue dónde era el trabajo, cuándo podía comenzar y a qué hora tendía que estar allí para comenzar.
Inmediatamente me respondió: “El lunes a las 5:00 de la mañana.”
Yo pensé que era un chiste, y esperé a que me dijera que estaba bromeando; pero me preguntó si yo tenía auto, y yo no tenía. Ya que el pasaba para trabajar por donde yo vivía, él me propuso recogerme. Me dijo que como gerente de producción, él debía estar allí a las 4:30 a. m., de modo que me recogería a las 4:00 de la madrugada. Me dijo que trajera ropa para cambiarme. Me sentí atrapado, pero era demasiado tarde como para obviar el compromiso.
Era a mediados del invierno, de modo que me abrigué con mi abrigo de US$10.00 de la tienda de ropa de segunda mano [St. Vincent de Paul] mientras esperaba ser recogido bajo un farol de la calle. Pronto llegamos al lugar de trabajo. Era el Mercado Flemington – un almacén de distribución de frutas y vegetales. Al llegar, Kevin me explicó brevemente el trabajo. Yo era el nuevo empacador en la línea de papas.
El gerente de producción
Enormes cajones industriales de papas sucias se volcaban sobre la correa de distribución. Se lavaban y se cepillaban, se pesaban y se empacaban en paquetes plásticos de 5 kilos, y se sellaban automáticamente.
Estos paquetes de 5 kilos llegaban a una mesa rotativa donde una señora hábilmente enfundaba cinco paquetes en una funda de papel grande; y entonces me tocaba a mí.
Yo tenía que levantar la gran funda de 25 kilos (más de 57 libras) y colocarla en otra correa conectada a la máquina de coser; en el momento preciso, apretar un pedal para coser las bolsas, y acomodar 40 de ellas en una paleta de carga. Con un gato hidráulico especializado, tenía que llevar la paleta de carga a la parte posterior del almacén y correr nuevamente para reiniciar el proceso. Al regresar, había como 15 fundas llenas, con las que tenía que ponerme al día. No había manera de detener las máquinas (a veces yo oraba para que se rompiera alguna máquina). Ése era mi trabajo.
Cuando sonó la campara de las 10 de la mañana para un receso, yo apenas podía caminar, ni mover mis brazos – simplemente apoyé mi cabeza sobre la mesa del comedor y me quejaba en gruñidos ininteligibles.
Al llegar a casa aquella tarde, mi esposa apenas me reconocía. Inmediatamente me ordenó que renunciara. Yo no iba a renunciar. Hubiera sido muy humillante, después de haber anunciado que haría ‘cualquier cosa’.
Después de un mes en el trabajo, mi amigo Kevin me dijo que había mucho trabajo, y que si estaba dispuesto a hacer algunas horas extra – dos horas diarias. Yo estaba dolorido, pero estuve de acuerdo. Una vez más, un par de semanas después, me dijo que el negocio iba muy bien, y me preguntó si yo podría venir a trabajar los domingos. Nuevamente le dije que sí. Ya para este tiempo, mi amigo Kevin ya no me recogía. Yo tomaba el tren, y nunca llegaba tarde.
¿Pueden ustedes adivinar qué día de la semana yo creía que era el mejor?
(Que la congregación adivine.)
¿El sábado?
Sí, en cierta manera era el sábado, porque yo podía descansar.
Pero debo confesar que había otro día de la semana que era realmente excitante – era el jueves – el día de pago. Debido a lo arduo del trabajo y a las largas horas, era siempre excitante ver cuán abultado venía el paquetito del pago.
Yo estaba dispuesto a hacer aquel trabajo arduo durante aquellas largas horas, y aún a sacrificarme del descanso y de estar con la familia aún los domingos por la recompensa del día de pago.
Así es como trabaja la sociedad – mientras más trabajas, más pago recibes. Recibes lo que mereces, lo que te ganas.
En términos generales, así es como funciona la vida; hay un sentido general de justicia y de equidad.
Hay leyes que gobiernan, que rigen nuestra sociedad.
– Si vivimos dentro de los parámetros de esas leyes, generalmente estamos bien. Si hacemos lo correcto, recibimos la recompensa. Si hacemos las cosas equivocadas, recibimos las consecuencias.
Usted se aplica en la escuela, estudia bien y pasa los exámenes. Si no se prepara bien, por más que ore mucho antes del examen, fracasa.
Si usted se excede del límite de velocidad, o si cruza la intersección con la luz roja, se convierte en una celebridad, se hace famoso,-- le toman fotos, y a veces hasta las publican.
Usted siega lo que siembra; eso es la justicia, eso es la equidad.
Y cuando se trata de la vida religiosa, se aplica el mismo principio.
La salvación en otras religiones del mundo
Según el hinduismo, hay cuatro vías o caminos a “Moksha” o a “la salvación” – cuando la mente humana se libra del ciclo de la vida y se une a Dios.
El camino de la acción – usted observa las ceremonias, las tareas y los ritos religiosos.
El camino del conocimiento – usted adquiere un conocimiento completo del universo.
El camino de la devoción – usted ejecuta las ceremonias de adoración.
El camino real – la práctica de la meditación y las técnicas del yoga.
Según el budismo, se alcanza el bienaventurado estado de nirvana a través del Noble Camino Octagonal.
1. El entendimiento correcto,
2. La resolución correcta,
3. La expresión correcta,
4. La acción correcta,
5. La ocupación correcta,
6. El esfuerzo correcto,
7. La contemplación correcta
8. La meditación correcta.
Según el Islam, la salvación es un acto de malabarismo.
La salvación se basa en una combinación de la gracia de Alá y las obras de los musulmanes. En el día del juicio, si las obras buenas que ha hecho el musulmán sobrepasan las obras malas que ha hecho, y si es la voluntad de Alá, él podría ser perdonado de todos sus pecados y entrar al paraíso.
Lo bueno que ha hecho, cancela lo malo que ha hecho.
Si hace un peregrinaje a La Meca, se pone a su cuenta un gran crédito en los libros del cielo.
Si muere como un mártir, defendiendo la fe, tiene acceso directo al cielo.
La salvación en la fe cristiana
¿Y qué sucede con el Cristianismo? ¿Qué tiene que decir Jesús en cuanto a cómo entramos al reino de Dios, a cómo heredamos la vida eterna?
Un joven vino a donde se encontraba Jesús con esa preocupación. Vino a donde Jesús con la pregunta del millón de dólares. Es una de las historias más famosas y más agridulces de los Evangelios.
“Entonces se acercó uno y le dijo: —‘Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?’” (Mateo 19:16)
Al juntar las narrativas de Mateo, Marcos y Lucas, descubrimos que este hombre era joven, rico y exitoso – era un gobernante en su comunidad. ¿Por qué alguien así se interesaría en la vida eterna, o en el reino de Dios? Él lo tenía todo ¿no?
Marcos nos dice que Jesús estaba saliendo de un lugar determinado cuando este hombre joven llegó corriendo y cayó de rodillas ante Jesús públicamente.
¿Cuán desesperado pareciera haber estado? Le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (véase Marcos 10:17)
Debemos entender que la vida eterna no comienza con la segunda venida de Jesús; la clase de vida eterna, la calidad eterna de la vida con paz, contentamiento, gozo y servicio con propósito comienza hoy, aquí y ahora, en anticipación a la gloriosa segunda venida del Salvador Jesús.
Ni las riquezas, ni la posición, ni el poder pueden darnos eso; ni aún la religión, porque este hombre era religioso, y profesaba haber observado estrictamente todos los requerimientos de la ley desde que era un niño.
El encuentro con este hombre joven, rico, exitoso, religioso era uno lleno de promesa:
1. Había venido con la pregunta correcta.
2. Había venido con la actitud correcta.
3. Había venido a la persona correcta.
4. Había venido en el momento correcto.
Todo estaba listo para que la historia tuviera una conclusión feliz.
“¿Qué cosa buena puedo hacer para heredar la vida eterna?” “¿Qué me falta?”
Se estaba acercando a la vida eterna como el hindú, como el budista, como el mahometano, en términos de cosas buenas que hacer. Él estaba buscando algo más que pudiera hacer.
“Entonces Jesús lo miró con amor, y le dijo: ‘Una cosa te falta’” (Marcos 10:21 pp)
“CONFÍA EN MÍ.”
La respuesta de Jesús podría resumirse en esta contundente aseveración: “Confía en mí”.
-“Colócame primero en tu vida. Para poder salvarte, yo no puedo ser “una cosa más en tu vida.”
-Has construido tu vida alrededor de la adquisición de riquezas y de posición y de acciones religiosas. Estas cosas ahora definen tu existencia. Reconoces que esto no satisface las profundas ansias de tu corazón. Has venido a pedirme que añada una cosa más a tu lista de ‘cosas que hacer.’ Pero tienes que buscar primero el Reino de Dios. Confía en mí.”
El joven prendió su calculadora, ágilmente hizo unos cálculos rápidos y precisos, y cuando vio el número debajo de la línea, dice la Biblia que “se apenó”, que su rostro decayó. Aquello le iba a costar demasiado.
Con toda su desesperación, con todo su cumplimiento de la ley, con todo el amor que Jesús pudo extenderle, se fue, triste y perdido, sin salvación. No podía poner a Jesús en primer lugar. No podía poner su vida en las manos de Jesús. No pudo cantar el himno final: ‘Salvador a ti me rindo’ (HA261). Y se fue triste, perdido y sin aceptar su salvación.
Los discípulos que presenciaron este encuentro estaban confusos, y abordaron a Jesús sobre el tema. Porque si este tipo, que parecía ser el primero en la la para entrar al Reino de Dios, no pudo entrar, entonces ¿quién podría entrar? No pudieron menos que, espantados, hacerle la pregunta a su Maestro: “Entonces, ¿quién podrá ser salvo?” (Marcos 10:26 up)
“Jesús los miró y les dijo: ‘Para los hombres es imposible. Para Dios no. Para Dios todo es posible.” (Marcos 10:27) Y Jesús concluyó la discusión del tema con la sentencia: “Pero muchos primeros serán últimos, y últimos, primeros.” (Marcos 10:31).
Recuerda esta frase porque volveremos a ella.
Como para que entendieran, Jesús los lleva de vuelta al Mercado Flemington, de vuelta al almacén, de vuelta a las estaciones de trabajo. Y nos da una parábola ofensiva en la que el comienzo del día del juicio final se compara con una escena del día de pago. Allí se cambia completamente, se daña el concepto humano de ‘más trabajo es igual a más dinero’, por lo cual se le ha llamado a esta parábola, “La parábola del Dios injusto.”
Jesús responde con una parábola llena de sorpresas
Mateo 20:1-2
“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Convino con ellos en pagarles un denario al día, y los envió a su viña.” (Mateo 20:1-2)
Aquí está el encuentro entre los ricos y los pobres. El terrateniente rico sale temprano en la mañana al mercado, donde se han reunido los pobres a esperar para ver de dónde vendrá la comida de ese día para ellos y para sus familias. Son obreros diarios, esperando que se les ofrezca el trabajo de un día por el salario de un día.
El terrateniente rico es sabio. Él ha salido temprano, después de haber hecho su tarea, después de haber calculado cuántos obreros va a necesitar para hacer el trabajo del día.
Él recluta, y antes de que salgan para su viña, entran en ciertas negociaciones, y llegan a acordar el salario que les va a pagar por un día de trabajo – un ‘denario’ [de donde tenemos en español la palabra ‘dinero’] por un día de trabajo, que era un pago generoso en aquel tiempo.
Eran las 6:00 de la mañana, y cuando llegan a la viña, fresco aún el día, cada uno toma su canasta, se la ciñe a la espalda como si fuera una mochila moderna, y comienzan el día de trabajo.
Y tres horas más tarde, a las nueve de la mañana, el terrateniente nos sorprende.
Mateo 20:3-5
“Volvió a salir cerca de la hora tercera del día (las nueve), y vio en la plaza otros desocupados. Les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que es justo’. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de la hora sexta y de la novena (a medio día y a media tarde) e hizo lo mismo.” (Mateo 20:3-5)
Es la tercera hora del día. Son las nueve de la mañana.
El propósito del terrateniente esta vez no es reclutar obreros. Él es un administrador sabio, Él tiene un plan de trabajo, y ya las negociaciones con los obreros de han realizado. El texto nos dice que Él salió, y que al salir, vio que otros estaban sentados allí que no habían sido contratados para trabajar. Pero este terrateniente es diferente.
A Él no lo motiva sacar ventaja ni ganancia de la nómina. En cambio lo mueve a compasión la condición de necesidad de los que no están empleados, de los que no están haciendo nada, de los que no tienen trabajo.
Ahora bien, estos obreros no tienen derecho a que se les pague un día entero de trabajo. Esta vez no hay negociación. Ellos saben que sus derechos han sido limitados. Ya han perdido tres horas de trabajo. Pero el terrateniente les dice: “Confíen en mí. – Yo les voy a pagar lo que es justo.” Así que el nuevo grupo de obreros salieron para la viña sin negociación de salario, pero comenzaron a trabajar.
Imagínese a usted mismo, que es un trabajador recio, acostumbrado a trabajar para ganarse su salario bien ganado. Y usted comienza a trabajar a las 6:00 de la mañana. Al salir el sol, usted comienza a sudar, subiendo las lomas, cargando el canasto, que se va haciendo pesado. De pronto, usted ve a todo un nuevo grupo de obreros que comienza a trabajar como comenzó usted hace tres horas. ¿Qué pensaría usted de ellos? Probablemente que ellos no toman su trabajo tan en serio como usted. Es como sucede en la iglesia. Usted está allí al inicio de la escuela sabática, participando en el servicio de cantos, siempre a tiempo. Para el relato misionero, llegan algunos más, un poco tarde.
Pero han transcurrido tres horas más. Y el terrateniente vuelve a sorprendernos.
Mateo 20:5
Salió otra vez cerca de la hora sexta y de la novena (a medio día y a media tarde) e hizo lo mismo.” (Mateo 20:5)
Es la sexta hora del día. (Las 12:00 del medio día.)... Es la novena hora (Son las 3:00 de la tarde).
Movido por su compasión y por la necesidad de la gente pobre, el terrateniente sigue reclutando obreros para su viña. Es como si se hubiera afectado su mente. Ya no está pensando en su plan de trabajo. Ahora lo motivan las consideraciones de las personas que no tienen alimento en su casa para sus hijos esta noche. No se hace ninguna mención del pago por su trabajo, ni por parte del terrateniente ni por parte de los obreros recién contratados. El terrateniente no deja de pensar en las necesidades de los pobres, en detrimento de sus propias necesidades, de sus propias ganancias, de su propio negocio.
Recuerde que usted es el trabajador concienzudo. Usted es de los que ha estado trabajando desde las seis de la mañana, desde antes de que saliera bien el sol. ¿Qué está pensando usted acerca de los que llegaron a trabajar a la hora de la comida del medio día? ¿Y qué está pensando usted acerca de los que llegaron a trabajar a las tres de la tarde, cerca de la hora de salida? ¿Y qué de los que llegan a la iglesia para la lección de la Escuela Sabática? ¡¿Y de los que llegan a la hora del Sermón?! ¿Qué le parece a usted de estos ‘hermanos’?
Como si no hubiéramos tenido suficientes sorpresas, esto ya se pasa de la raya. Esto se está haciendo ridículo.
Mateo 20:6-7
“Volvió a salir cerca de la hora undécima (a las 5:00 de la tarde, una hora antes de ponerse el sol.) Halló a otros allí, y les dijo: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día sin trabajar?’ Dijeron: ‘Porque nadie nos contrató.’ Les dijo: ‘Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo’.” (Mateo 20:6-7)
Esto es absolutamente ridículo. ¿A la hora undécima? ¿Reclutar a alguien a las 5:00 de la tarde, para salir a las 6:00 de la tarde; para una hora de trabajo?
Ahora, el terrateniente entabla una conversación con los obreros ociosos: Él quiere saber por qué han estado allí todo el día sin trabajar. Pareciera que el terrateniente los ha visto desde por la mañana. Cada vez que volvía, estaban allí, y a las cinco de la tarde, todavía estaban allí. La respuesta de ellos es muy reveladora. Dicen ellos: “Porque nadie nos ha contratado.” ¿No eran aptos para ser empleados?
Los pasaba por alto cada terrateniente que venía a buscar obreros. Sí tenían a su favor el hecho de que no se desanimaron, sino que permanecieron allí, por si acaso, y eran ya las cinco de la tarde. Quizá venga alguien que necesite que le limpien el patio, o que le busque una novilla extraviada. Pero allí estaban a las cinco de la tarde, esperando su momento, tomándose el riesgo de no conseguir nada, y de volver a la casa con las manos vacías, habiendo hecho el ridículo del día.
Éste era un escenario perfecto para este terrateniente, que durante todo el día había estado acumulando sorpresa sobre sorpresa sobre sus empleados. Este terrateniente tenía la habilidad de aparecerse cuando más lo necesitaba la gente, cuando todo estaba a punto de resquebrajarse, de perderse las esperanzas. Así que este nuevo grupo de trabajadores también fue invitado a que fuera a trabajar a la viña, y hacia allá se encaminó.
Éstos son semejantes a los que llegan para cantar el himno nal, y se quedan para el ‘pot-luck’ o para el almuerzo que se prepara para las visitas. ¿Qué pensaría usted de estos?
Para cuando llegan a la viña, se les dan las instrucciones, y toman y se acomodan las canastas, ya es hora se terminar de trabajar. Suena la campana. Ha terminado la tarea del día. Ya llegado la hora de recibir el pago por el trabajo del día.
¡PERO AÚN EN ESTE MOMENTO, EL TERRATENIENTE NO HA TERMINADO DE SORPRENDERNOS!
Mateo 20:8
“Al atardecer, el Señor de la viña dijo a su mayordomo: ‘Llama a los obreros el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’.” (Mateo 20:8)
Todos los obreros están en la fila; los más cansados, los que más habían trabajado, al frente, al principio de la línea. Pero el terrateniente da instrucciones al mayordomo para que los reorganice. Éste da las órdenes: “Por favor, los que empezaron a las seis de la mañana, deben pasar al final de la fila, y los que acaban de llegar, al principio.”
El terrateniente está organizando la línea como en un semicírculo, de tal manera que lo que va a ocurrir sea transparente, y visible a todos. Esta distribución de los jornales, este veredicto, este juicio final, si queremos, será de hecho manifiesto para que todos lo puedan ver y atestiguarlo.
Obviamente los obreros que más han trabajado no están satisfechos, pero piensan y razonan entre sí que el terrateniente no quiere que los obreros que acaban de llegar se sientan avergonzados porque han de recibir apenas un puñadito de moneditas pequeñitas por su trabajo, y no quiere que se sientan envidiosos cuando vean que los que han trabajado más duro reciban el salario completo de su día de trabajo.
Más sorpresas de parte del terrateniente.
Mateo 20:9
“Vinieron los que habían ido cerca de la hora undécima, y cada uno recibió un denario.” (Mateo 20:9)
¡Los obreros que acababan de llegar recibieron un denario, el pago de un día entero de trabajo!
Están confundidos. Y probablemente se están alejando de allí a toda prisa, pensando que el pagador seguramente ha cometido algún error. Los obreros más trabajadores se ríen de ellos, pensando que quieren escaparse a causa de su vergüenza por la insignificancia de sus pagos, y preguntan: “¿Cuánto te pagaron?”
El primero no se atreve contestar; el segundo, sin levantar la vista, levanta un dedo. Los que más trabajaron se ríen a mandíbula batiente, casi fuera de control, a causa de la risa, y vuelven a preguntar: “¿Un pondio?” (Un ‘pondio’ es una duodécima parte [1/12] de un denario; el equivalente al salario normal de una hora de trabajo.). Pero se escucha la respuesta a esta última pregunta: “¡No! ¡Un denario!”
- “¿Un denario? ¿Un denario por una hora de trabajo?”
De inmediato, los que han trabajado más, comienzan a revisar el cálculo de lo que piensan que se han ganado. Si una hora equivale a un denario, entonces doce horas de trabajo equivalen a doce denarios. Comienza la esta en la misma viña. Están planificando comprarse sandalias nuevas, túnicas nuevas, unas vacaciones para la familia...
Mateo 20:10pp
“Cuando vinieron los primeros, pensaron que habrían de recibir más... (Mateo 20:10a)
Pero el resto del versículo nos trae la primera sorpresa desagradable de la historia.
Mateo 20:10up-12
“...pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al recibirlo, murmuraron contra el señor [contra el terrateniente]. Dijeron: ‘Estos últimos trabajaron una sola hora, y los igualaste a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día.’” (Mateo 20:10up-12)
Cuando el pagador colocó un denario en las manos del primer trabajador que había trabajado el día entero, y dijo: “Siguiente”, nadie se movió. Comienzan a levantar un murmullo, como el murmurar del trueno, y exigen que llamen al terrateniente. “¿Cómo se atreve usted a hacer esto? ¿Cómo se atreve a tratarnos, a los obreros más trabajadores, como a los vagos, que trabajaron solamente una hora? Esto es sumamente ofensivo, e injusto.”
Mateo 20:13-16
“Y Él respondió a uno [al primero] de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Si quiero dar a este último como a ti, ¿no puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia, porque soy bueno?’ Así los últimos serán primeros, y los primeros últimos.” (Mateo 20:13-16)
¿Se acuerdan de este dicho? El joven rico se veía a sí mismo como el PRIMERO, y terminó siendo el último. Los obreros de la undécima hora se veían a sí mismos como los ÚLTIMOS, y llegaron a ser los PRIMEROS.
¿De qué se trata esto?
¿Qué hubiera hecho usted de haber sido uno de los trabajadores que más trabajaron en aquella viña aquel día?
¿Qué hubiera hecho yo?
¿Qué hice yo en el Mercado Flemington?
Esta historia es una verdadera piedra de tropiezo para nuestro sentido de justicia. Desde esta perspectiva es un verdadero escándalo!
Por regla general, en las parábolas, el Rey, el Maestro, el Dueño, el Terrateniente no es otro sino el mismo Jesús, Dios mismo. Así que la pregunta queda como: “¿Es injusto Dios?”
¿QUÉ QUIERE ENSEÑARNOS ESTA HISTORIA?
La clave de esta historia se encuentra en la misma introducción de la parábola:
“El Reino de los Cielos es semejante a ...”
Esta historia no es acerca de trabajo real ni de pago real; es acerca de la entrada al Reino de Dios hoy, y acerca del juicio final [investigador] de Dios.
La entrada al reino de Dios no se trata acerca de cuántas buenas obras hayamos hecho; es un regalo de Dios. Es la manera de Dios de proveer o de darnos la vida eterna.
La eternidad es un regalo de Dios a todos los hijos de Dios de la raza humana que no se la merecen.
La gracia, la maravillosa gracia de Dios, es la enseñanza de esta historia. Ninguno es merecedor de tan grande suma como un denario por un día de trabajo. Es otorgado por la generosidad del Terrateniente a aquellos que se dan cuenta que no han traído nada a la mesa de negociación de la salvación, excepto su profunda necesidad de la gracia de Dios.
La gracia les parece ser más aceptable a los que están en la plaza o en el mercado a las 5:00 de la tarde, y que tienen un profundo sentido de su falta de capacidad para ser empleados. Porque todos hemos pecado, y nos hemos quedados cortos para alcanzar la gloria de Dios (cf.: Romanos 3:23).
En ese sentido, Dios es injusto en cuanto concierne a otorgar la vida eterna ...
Si ser justo significa darnos o tratarnos como cada uno merecemos, ¿cómo nos iría a nosotros si Dios nos diera conforme a:
Nuestras promesas rotas
La dureza de nuestros corazones
Nuestra insensibilidad hacia las necesidades de los demás
Nuestros prejuicios, nuestro orgullo.
Nuestros pensamientos y motivaciones impuros.
Nuestra envidia y celos
SÍ – Dios es ‘injusto’ – ¡y debemos regocijarnos de esa ‘injusticia’! Porque Él no nos trata como nosotros merecemos ser tratados.
Salmos 103:8-13
“Compasivo y clemente es el Señor, lento para enojarse, y grande en amor. No siempre reprende, ni guarda el enojo para siempre.
No nos trata como merecen nuestras iniquidades, ni nos paga conforme a nuestros pecados.
Como es más alto el cielo que la tierra, así de grande es su inmenso amor hacia quien lo reverencia.
Cuando dista el oriente del occidente, tanto alejó de nosotros nuestros pecados.
Como el padre se compadece de sus hijos, el Señor se compadece de los que lo reverencian.”
Isaías 53:5, 6
“Pero Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos sanados. Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se desvió por su camino, pero el Señor cargó sobre Él el pecado de todos nosotros.”
Efesios 2:8-9
“Porque por gracia habéis sido salvos por la fe. Y esto no proviene de nosotros, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe.”
El Deseado de Todas las Gentes, página 16:
“Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. “Por su llaga fuimos nosotros curados””
Hemos pecado.
Estamos en bancarrota espiritual.
Cristo murió como sustituto nuestro.
Tenemos que creerlo, que admitirlo, que aceptarlo, y que confiar en ello.
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creyeron en su Nombre, les dio el derecho (el poder) se ser hijos de Dios. Estos nacieron, no de sangre, ni por el impulso de la carne, ni por el deseo de un varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
El resultado es una transformación espiritual por el Espíritu Santo.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron, todo es nuevo. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. Porque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no atribuyendo a los hombres sus pecados. Y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
(2 Corintios 5:17-19)
“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios. Decía: ‘el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. ¡Arrepentíos, y creed al evangelio’.” (Marcos 1:14-15)
Conclusión
(Inserte aquí su experiencia personal, o utilice la historia de Blondin)
Se cuenta la historia de Blondín, un malabarista francés, que caminaba sobre una cuerda. Él anunció que iba a extender un cable sobre la garganta de las Cataratas del Niágara, desde el Canadá hasta Los Estados Unidos, y que caminaría sobre él. A ambos lados se reunieron grandes multitudes, y la prensa.
Al cruzar la primera vez, las multitudes le aplaudieron y vitorearon, y decían que él era el más grande malabarista. Entonces Blondin tomó una bicicleta especial, que tenía una ranura particular en las ruedas, y pedaleó hasta el otro lado. Una vez más las multitudes encantadas con él, repetían su nombre en sonsonete. Entonces Blondin tomó una carretilla, y la empujó a través del cable sobre las Cataratas.
Esta vez, las multitudes se volvieron como locas, y decían que no había nada que él no pudiera hacer. Blondin entonces pidió silencio, y preguntó si ellos pensaban que él podía cruzar el cable sobre las Cataratas con una persona sentada en la carretilla. Exaltados, gritaban que no había duda de que él podía realizar la hazaña. Entonces Blondín, pidiendo silencio nuevamente, solicitó un voluntario. Pero no hubo quién se sentara en su carretilla para ser cruzado al otro lado.
En la persona de Jesús, el Reino de Dios se ha acercado a nosotros; está a las puertas.
Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “Está al alcance -- ¡Arrepentíos y creed! – YO les voy a llevar al otro lado. Les ofrezco gracia, perdón, una nueva clase de vida con propósito en el presente, y como su Abogado en el Juicio Final, un Reino glorioso y eterno cuando YO vuelva muy pronto a llevar a mi pueblo a casa.”
Llamado
¿QUÉ LES IMPIDE EL CAMINO? ¿QUÉ LES PROHÍBE ENTRAR AL REINO DE DIOS HOY?
Comentarios
Publicar un comentario