Esta es una semana bendecida porque estamos enfocados en Jesús y su sacrificio de rescate realizado en la cruz. Dios me envió predicarle a usted las buenas nuevas de la salvación.
Soy un ser humano, pero la Palabra es de Dios. Y ciertamente él tiene un mensaje para usted en esta noche. El Espíritu Santo tocará su vida y usted será transformado.
El primer versículo de hoy está en Apocalipsis 12:7-12.
Hay una enseñanza clara en la Biblia: el gran conflicto cósmico iniciado en el Cielo y transportado a la Tierra alcanzó su clímax en la cruz del Calvario.
Allí, Miguel, el Hijo de Dios, tomó mi lugar y su lugar. Murió por nosotros en pago por nuestro rescate.
Veamos Mateo 20:28
"Porque el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."
La palabra rescate (del griego lutrón) se usaba en los papiros en referencia a un esclavo redimido. Es una referencia clara al aspecto substitutivo del sacrificio de Cristo.
Por eso, ahora pertenecemos a Dios en Cristo Jesús, lo cual se tornó, de parte de Dios, sabiduría, justicia, santificación y redención.
EN LA CRUZ VINO LA SALVACIÓN DE NUESTRO DIOS
Apocalipsis 12 describe el gran conflicto iniciado en el Cielo y su desenlace en la cruz.
Este capítulo habla de dos expulsiones de Lucifer: la física y la moral. Inicialmente, allá en el Cielo, el gran rebelde trabajó con engaño y sutileza contra la Ley de Dios, pero después cambió a una rebelión más abierta contra el gobierno de Dios.
Satanás es simbolizado por un depredador terrible, un dragón. Su naturaleza pura y santa se corrompió, volviéndose irreversiblemente perverso.
Entonces, hubo guerra en el Cielo.
De un lado, Miguel y sus ángeles. Del otro, Satanás y sus ángeles. Pero Miguel y sus ángeles prevalecieron. Satanás y sus ángeles fueron expulsados del Cielo y encontraron lugar y refugio en el planeta Tierra.
En la Tierra, Satanás se alegró de provocar la caída del hombre. Instaló su cuartel general en este mundo reclamando este planeta como su propiedad y los seres humanos como sus súbditos. Satanás pasó a presentar a Dios ante el Universo como un Dios justo, pero inclemente. Deseaba abolir su Ley, porque la aplicación de ella exigiría la muerte del pecador, excluyendo la misericordia. Esas fueron acusaciones muy graves.
Imagine una balanza antigua de dos platos. En uno de los platos está escrito justicia y en el otro, misericordia.
¿Sabe que hacía Satanás antes de la cruz? Él desequilibraba la balanza.
Levantaba lo más alto posible el plato de la justicia y eso dejaba allá abajo el plato de la misericordia. Su discurso era: “Dios es justo. Por eso me expulsó del Cielo. No es bueno, porque no puede perdonar al pecador. Por eso su Ley debe ser abolida”. Esa fue la tesis que Satanás intentó probar con la caída de Adán y Eva. Ellos pecaron. Y también fueron expulsados.
Para salvar al perdido y reivindicar el carácter de Dios ante el Universo, el propio Miguel, el Hijo de Dios, asumió la misión de venir a la Tierra a pagar nuestro rescate y morir en nuestro lugar. Por lo tanto, nuestra salvación y nuestro rescate no son una transacción entre Dios y el Diablo, sino entre la misericordia y la justicia de Dios.
Leamos el Salmo 85:10.
"La misericordia y le verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron"
Aquí vemos que Dios hace que su justicia y su misericordia se besen. Esta es su naturaleza. El servicio de sacrificio instituido después de la caída enseñaba esta verdad. Dios odiaba y castigaba el pecado, pero misericordiosamente proveía redención al pecador.
El cordero muerto en lugar del pecador era el evangelio en símbolos. El propiciatorio sobre el arca de la Ley de Dios también revelaba su carácter pues allí la justicia y la misericordia se besaban.
Pero el mayor revelador del carácter de Dios fue Jesús. Él vino a hacer el bien. Vea a Jesús ejerciendo misericordia sin anular la Ley de Dios al decir a la mujer pecadora: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11).
Especialmente, vea a Jesús clavado en la cruz, pagando el precio de nuestro rescate, orando por sus asesinos y por todo pecador: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Eso es amor verdadero, amor que no anula la justicia, sino ama hasta la muerte del pecador.
Apocalipsis 12:10 se cumplió en la cruz. Juan oyó una gran voz del Cielo que decía: “Ahora ha venido la salvación”.
Debemos entender la salvación como un proceso. La expiación es lo que Dios hace para salvarnos. La expiación fue prometida en los corderos sacrificados en lugar del pecador.
Pero en la cruz fue provisto el sacrificio expiatorio perfecto. Sólo recibimos los beneficios de su muerte sustitutiva cuando aceptamos a Jesucristo como Señor y Salvador. En el Santuario celestial, Jesús aplica sus méritos en nuestro favor concediéndonos el perdón de nuestros pecados.
Así, Pablo dijo: “Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús” (Romanos 3:26, NVI).
Y nosotros también podemos decir con él: Ahora pertenecemos a Dios en Cristo Jesús, el cual se volvió de parte de Dios, sabiduría, justicia, santificación y redención (1 Corintios 1:30).
¿Puede usted decir esto de corazón? ¿Ya entregó su corazón a Cristo? ¿Ya aceptó este intercambio y salvación tan grande?
EN LA CRUZ LLEGARON EL PODER Y EL REINO DE NUESTRO DIOS
En la cruz también vinieron el poder y el reino de nuestro Dios. Ante todo el Universo, Satanás fue desenmascarado. Su tesis era falsa.
Quedó demostrado claramente que Dios es amor. Su amor es la unión perfecta de su justicia y su misericordia. Él nunca anula la justicia y se sacrifica para salvar al pecador.
En la cruz, Satanás fue derrotado y expulsado moralmente del Universo. Y en la cruz, el Hijo de Dios estableció el reino de la gracia.
Se cuenta que un capitán de un barco estaba muy enfermo, al borde de la muerte. Y había en su embarcación un joven cristiano. El capitán le pidió al joven que le leyera alguna porción de la Biblia. Entonces el joven leyó las palabras de Isaías 53:5:
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Luego, el joven le pidió al capitán: “Capitán, ¿puedo leer este versículo a mi manera preferida?”. “Sí, léalo”, fue la respuesta. Entonces el joven leyó:
“Mas él herido fue por las rebeliones de William Plat, molido por los pecados de William Plat; el castigo de la paz de William Plat fue sobre él, y por su llaga William Plat fue curado”.
A continuación, el capitán solicitó que William Plat leyera el mismo texto, pero colocara su nombre.
Entonces leyó: “Mas él herido fue por las rebeliones del capitán Colt, molido por los pecados del capitán Colt; el castigo de la paz del capitán Colt fue sobre él, y por su llaga el capitán Colt fue curado”.
El evangelio es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree.
¿Siente usted en su corazón gratitud a Jesucristo, el Hijo de Dios por haber tomado su lugar en la cruz?
¿Siente tristeza porque sus pecados llevaron al Hijo de Dios a aquella muerte tan cruel?
¿Siente que la única manera de agradecer es entregarle su corazón a Jesús y arrepentirse de sus pecados?
¿Puede usted decir: “Ahora pertenezco a Dios en Cristo Jesús, el cual se volvió de parte de Dios para mí, sabiduría, justicia, santificación y redención”?
EN LA CRUZ LLEGÓ LA AUTORIDAD DE CRISTO
Después de su resurrección, Jesús les declaró a sus discípulos:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” Mateo 28:18.
Eso significa que el rescate fue eficaz, porque el sacrificio de Cristo es suficiente para salvar a toda la humanidad.
Sin embargo, hay un problema, no de parte de Dios sino del hombre. Aunque el sacrificio de Cristo sea suficiente para salvar a todos, el rescate no es eficiente en todos, porque algunos lo rechazan.
No nos engañamos con la herejía del universalismo de que al final todos irán salvos al Cielo. Dios no obliga a nadie. Es un acto de amor excluir del Cielo a aquellos que no lo desean.
Jesús tiene toda la autoridad para salvarme, pero debo querer ser salvo.
Si el pecador lo deja, Jesús lo salvará perfectamente. Y entonces también podrá decir: Ahora pertenezco a Dios en Cristo Jesús, el cual se volvió de parte de Dios para mí, sabiduría, justicia, santificación y redención.
CONCLUSIÓN
Amigo, en la cruz llegó la salvación de nuestro Dios. En la cruz llegaron el poder y el reino de nuestro Dios. En la cruz llegó la autoridad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Cuando era pastor en la ciudad de São Leopoldo, Rio Grande del Sur, conocí a una señora llamada Alice.
En la puerta de la iglesia, ella me contó que todavía no era adventista del séptimo día. Había asistido a una serie de conferencias en el estado de Paraná, pero no tomó su decisión.
Vi que ella tenía el Himnario Adventista, y me pidió una Biblia. Un día la visité y le regalé una Biblia. Leí la Palabra de Dios con ella, oré por ella e hice un llamado para que ella le entregara su vida a Cristo a través del santo bautismo.
Ella aceptó y fijamos el evento para la primera oportunidad que estuviera disponible. Llegó el día y había varios candidatos para el reino de Dios, pero doña Alice no apareció en la iglesia. Pasados algunos días, la visité, pero su semblante no era el mismo. Parecía perturbada e incómoda.
Noté que se esforzaba para que yo no tocara el asunto del bautismo. Pero, después de que ella hablara mucho sobre varios temas, yo le pregunté: “¿Y el bautismo, doña Alice?”. Ella respondió:
- “¡Ah, pastor! Yo todavía tomo café”. Entonces, yo le dije: “Doña Alice, no deje que eso le impida entregarse a Jesús. ¡Abandónelo!”.
Leí la Biblia con ella. Apelé a su corazón para no postergar su decisión. Y ella dijo:
- “Pastor: yo me voy a bautizar. Sé que estoy jugando con Dios. Deseo una vida nueva”.
A su pedido, fijamos una nueva fecha para su bautismo.
Había personas para ser bautizadas, ¿pero sabe lo que sucedió? Doña Alice nuevamente no apareció. Entonces, pasaron unos dos meses y recibí la triste noticia de que algunos días después de aquella ceremonia bautismal, cuando Alice estaba en la casa de un pariente, tomó un poco de vino, su presión se disparó y mientras sujetaba el vaso junto a la mesa, falleció.
Hasta hoy siento tristeza porque no tomó la decisión de ser salvada por Cristo
Amigo, acepte a Cristo ahora. Hoy es el día de la salvación. No existe otro día. Ayer ya pasó. El mañana no existe. Su tiempo de gracia es aquí y ahora.
En Apocalipsis 3:20, Jesús es representado como estando a la puerta del corazón y pide entrada. El picaporte está del lado de adentro. Sólo usted puede abrir.
¿Quiere abrir su corazón y dejar entrar a Jesús?
¿Desea tomar su decisión ahora?
¿Desea pasar de la muerte a la vida y decir: “Ahora pertenezco a Dios en Cristo Jesús, el cual se volvió de parte de Dios para mí sabiduría, justicia, santificación y redención”?
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. ¿La ingratitud es pecado? ¿Por qué?
2. Al ver la cruz, ¿Cómo manifestar gratitud al Señor Jesucristo?
3. ¿Qué peligros existen en postergar la decisión de aceptar a Cristo y ser bautizado?
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