Una de las cosas que les fascinan a las personas de todas las épocas son las historias. A todos les gusta escuchar, leer o ver una buena historia.
En general, las historias nos hacen reflexionar, reír y hasta llorar. Podríamos decir que el poder de las historias está en su capacidad de tocar simultáneamente nuestra mente y nuestras emociones.
Cuando los autores de los evangelios decidieron redactar un texto para contarles a las personas quién es Jesús, ellos decidieron reunir algunas historias sobre él.
Al oír esas historias, aprendemos que Jesús es nuestro único Salvador y aprendemos eso no solo con nuestra mente, sino también con nuestro corazón.
Es interesante notar que los evangelios no solo cuentan historias, sino que también combinan historias. En realidad, la combinación de historias profundiza todavía más la reflexión mental y las emociones despertadas en nosotros en la lectura de los evangelios.
En el mensaje de hoy vamos a explorar una combinación de dos historias que nos ayudará a conocer mejor la persona de Jesucristo como nuestro Salvador, el Autor del Rescate.
A esta combinación la llamaremos “La historia de dos hijas” (Marcos 5:21-43), que sigue un formato de sándwich.
En general, un sándwich está compuesto por dos mitades de un pan que contiene en el medio algún tipo de relleno.
Imagine que la primera mitad del pan está en los versículos 21 al 24, la segunda mitad del versículo 35 al 43 y el relleno del 25 al 34. En otras palabras, dos partes de una historia (la hija de Jairo) son intercaladas por otra historia (la mujer con flujo de sangre).
Vamos a observar cada parte de este sándwich y después vamos a saborearlo por completo. Al final, este sándwich tiene sabor de salvación.
LA HISTORIA DE LA HIJA DE JAIRO: PARTE 1
Marcos 5:21-24 dice:
"Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban."
La historia comienza con Jesús rodeado de una gran multitud (5:21).
De repente, se acerca alguien que no es cualquier persona.
Él no es parte de la multitud y tiene nombre: Jairo (5:22).
No solo eso, también tiene una posición: uno de los principales de la sinagoga (5:22).
Es un líder religioso destacado, tiene una alta posición social y probablemente una buena condición económica.
Sin embargo, nada de eso hizo que el acercamiento de Jairo a Jesús estuviera caracterizado por protocolos sociales.
Sin rodeos y sin etiqueta, el destacado líder se arrodilló a los pies de Jesús y, con insistencia, le rogó que fuera a ver a su hijita (5:23).
La urgencia de la situación eliminó cualquier intento de protocolo. Esa hija necesitaba salvación (5:23).
¿Qué sería la salvación en ese contexto?
De forma simple, VIDA (5:23).
La hija de Jairo estaba amenazada por la muerte. Necesitaba ser curada para continuar viviendo. La insistencia de Jairo parece indicar que su hija realmente necesitaba de un Salvador.
Aunque Jairo tuviera una buena condición socioeconómica, Jesús era la única alternativa para a su hijita.
La reacción de Jesús (“Fue, pues, con él” 5:24) revela que él se compadeció de la hija de Jairo. Pero la historia que viene a continuación parece sugerir que Jesús no compartía el mismo sentido de urgencia que Jairo.
LA HISTORIA DE LA MUJER CON FLUJO DE SANGRE
Marcos 5:24-34 dice:
"Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, pero que lejos de mejorar había gastado todo lo que tenía, sin ningún resultado.
Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.»
Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad.
Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?»
Sus discípulos le dijeron: «Estás viendo que la multitud te apretuja, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién había hecho eso.
Entonces la mujer, que sabía lo que en ella había ocurrido, con temor y temblor se acercó y, arrodillándose delante de él, le dijo toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad."
De modo similar al comienzo de la historia sobre la hija de Jairo (5:21), la segunda historia –la historia de la mujer con flujo de sangre– es presentada por la presencia de una gran multitud (5:24).
Pero si en la primera historia la multitud es mencionada en un sentido de diferenciación, en la segunda se la menciona en términos de identificación.
En la primera historia, la multitud y Jairo son dos cosas diferentes (Jairo no es parte de la multitud).
En la segunda, la multitud y la mujer son la misma cosa (la mujer es parte de la multitud).
Por lo menos, esa era la intención de la mujer. Ella no tenía la pretensión de ser identificada. Ella deseaba apenas tocar la vestimenta de Jesús, por atrás, estando escondida en medio de la multitud (5:27-28). Para ella, eso sería suficiente para ser curada (5:28).
De hecho, su creencia era correcta. Eso fue suficiente para curarla (5:29).
Sin embargo, lo que no se pudo concretar fue su intención de anonimato. Jesús insistió en romper ese anonimato y demostrarle a ella y a todos que su toque de fe, fue notado (5:30-32).
Podríamos enumerar por lo menos tres razones por las cuales Jesús tuvo esa actitud:
1. Para demostrar que ella no fue curada por medio de un toque mágico, sino por una persona (“poder que había salido de él” 5:30);
2. Para Jesús el Salvador, ella no era meramente una persona cualquiera más en medio de la multitud;
3. El Salvador no deseaba solo curarla físicamente, sino salvarla de forma integral.
Vamos a reflexionar un poco sobre las dos últimas razones. El contexto de la narración sugiere que esa mujer era una más en la multitud.
A diferencia de Jairo, ella no era llamada por un nombre (5:22, 25) ni poseía patrimonio financiero (5:26) o estatus social.
Para los discípulos (5:31) y para ella también (5:27-28), no tendría sentido que Jesús preguntara “¿Quién me ha tocado?” (5:30-31).
Después de todo, la multitud le comprimía (5:24b) y le apretaba (5:31). Con rigor a la verdad, innumerables personas le tocaban. Pero Jesús fue capaz de reconocer un toque especial, que no meramente tropezaba, sino que buscaba cura y salvación.
Si la multitud había presenciado a Jairo postrándose delante de Jesús para suplicar salvación (5:22), Jesús provocó ahí una situación en la cual la multitud presenció a la mujer postrándose delante de él para testificar la experiencia de la salvación (5:33).
A diferencia de Jairo, ella no tenía condiciones ni el valor de pedirle algo a Jesús. Como su enfermedad involucraba flujo de sangre, ella era una agente de contaminación que no debería entrar en contacto con personas.
Por eso, ella se escondió en medio de la multitud en una actitud ambigua de desesperación y fe para obtener la cura de Aquel que era su única alternativa, ya que su situación sólo empeoraba y los médicos nada podían hacer (5:26).
Curiosamente, Jesús la llamó “Hija” (5:34), y ese hecho sugiere paralelos muy interesantes con la hija de la otra historia, la hijita de Jairo (5:23, 35):
- Las dos son, obviamente, mujeres (una adulta y otra niña);
- Las dos son llamadas por el término “hija” (5:34-35);
- Las dos hijas son marcadas por el número 12. A la vez que la hija de Jairo tenía 12 años de edad (5:42), la hija de la otra historia vivió 12 años de sufrimiento y lucha (5:26-26);
- Las dos hijas no tienen nombre en la historia.
Aunque las dos hijas no tengan un nombre en la historia, hay una diferencia notoria entre ambas. Mientras la hija de 12 años no tiene nombre en la narración, ella tiene un nombre por ella. Jairo, el jefe de la sinagoga, tiene plenas condiciones para buscar ayuda para ella.
Por otro lado, la hija adulta de 12 años de enfermedad no tiene ningún nombre por ella.
Aparentemente, ella es un número más en la multitud de los que sufren. Pero no para Jesús. Así como la hija de Jairo, esa mujer tenía un padre, un Padre divino que cuidaba de ella.
Eso nos lleva a la tercera razón por la cual Jesús insistió en romper el anonimato de esa mujer en medio de la multitud: como Padre divino, el Salvador no deseaba solo curarla físicamente, sino salvarla de forma integral.
Es interesante notar que al traer vida a la hija de Jairo en la segunda parte de la historia (5:42-43), Jesús pidió reserva en relación a ese milagro.
Ese pedido aparece en la conclusión de varias curaciones de Jesús (vea Marcos 1:44; 7:36; 8:26).
Pero para esa mujer, él insistió en hacer público el milagro para volverlo más que una curación física.
Es verdad, el principal problema era la enfermedad de 12 años que sólo empeoraba (5:25-26). Pero al contrario de la hija de Jairo, ella también tenía problemas financieros (5:26), estaba prácticamente excluida de la sociedad, no tenía a nadie de su lado y, tal vez, muchos hasta cuestionaban su vida espiritual.
A una mujer curada, pero “temiendo y temblando” que no quería la publicidad de lo ocurrido (5:33), Jesús le aseguró que, como “hija,” ella estaba salva y curada. Además de eso, él elogió su actitud de fe (5:34).
Por otro lado, además de haber recibido una prueba del cuidado divino, ese acto público la reintegró a la sociedad.
El Salvador le aseguró no solo la curación física, como también su curación emocional, social y espiritual. Esta es la experiencia de salvación integral.
En relación a la mujer que tenía flujo de sangre, percibimos una actitud maravillosa de Jesucristo, el gran Salvador. Pero, ¿qué decir de la hija de Jairo? La mujer estaba muy feliz. ¿Y Jairo?
LA HISTORIA DE LA HIJA DE JAIRO: PARTE 2
Marcos 5:35 al 43 continúa:
"Mientras estaba todavía hablando, vinieron de casa del oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?
Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo al oficial de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que nadie fuera con El sino sólo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. Fueron a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho. Y entrando les dijo: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de Él.
Pero Él, echando fuera a todos, tomó consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con Él, y entró donde estaba la niña. Y tomando a la niña por la mano, le dijo: Talita cum (que traducido significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!). Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento se quedaron completamente atónitos. Entonces, les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña."
Volvamos a pensar en esta historia desde la perspectiva de Jairo. En la situación de urgencia.
¿Por qué Jesús buscó a alguien que le tocó en medio de la multitud?
La mujer que estaba enferma hacía 12 años, ¿no podría esperar un día más?
Al final, ella era solo una mujer sin nombre. ¿Por qué hacer esperar al jefe de la sinagoga?
Jesús fue el Salvador suficiente para la mujer, pero, ¿sería él también suficiente para la hijita de Jairo?
Al comienzo de la segunda parte de la historia de la hija de Jairo parece sugerir una respuesta negativa para esa última pregunta. La otra hija (en comparación con la hija de 5:34), la hija de Jairo había muerto (5:35).
Si la situación de publicidad causada por Jesús llevó a la mujer a quedar atemorizada (5:33); ahora, la aparente demora, causada por Jesús llevó a Jairo al temor.
Pero si Jesús tranquilizó a la mujer al enfatizar su fe (5:34), luego le pidió a Jairo creyese solamente y no se atemorizase (5:36).
La mujer había esperado por 12 años. ¿Podría Jairo esperar algunos instantes? Pero ¿esperar y creer exactamente en qué? Si la hija ya estaba muerta.
El mismo énfasis que se le dio a la mujer ahora se le dio a Jairo. Ellos no debían meramente creer en la salvación y cura. Debían creer en la Persona del Salvador. Solo Él es suficiente cuando todo se vuelve insuficiente.
El poder salvador no se encuentra en un toque mágico en la vestimenta (5:28) o en la imposición de manos (5:23), sino en la Persona del Salvador.
¿Podría Jairo creer en la suficiencia de Cristo?
El Salvador que miró la aflicción de una hija que sufría hacía 12 años era suficiente para ver la aflicción extrema de un padre que perdió a su querida hijita.
Al contrario de todas las expectativas (5:38, 40), Jesús no cuidó solo de su hija adulta (5:24-34), sino también de la hijita de 12 años. A ella la resucitó (5:42).
CONCLUSIÓN
En este sándwich (o combinación de historias) sobre dos hijas aprendemos con la mente y el corazón sobre la persona de Jesucristo.
Este sándwich tiene el sabor maravilloso de salvación. De hecho, el término griego para curación y salvación en estas historias es lo mismo, lo que indica que al salvarnos Jesús quiere darnos vida. ¿Desea conocer a este Salvador?
Él cuida de sus hijos e hijas, sean ellos ricos o pobres, socialmente reconocidos o anónimos, jóvenes o adultos, con buena familia o sin nadie de su lado.
Por más difícil que sea su situación, él es suficiente cuando todo se hace insuficiente.
Él está hablando ahora a su corazón: “No temas, cree solamente” (5:36).
Oiga su llamado y reciba su poderosa salvación, ¡porque él es el Autor del rescate!
PREGUNTAS PARA DIÁLOGO
1. ¿Qué podemos aprender sobre la salvación al notar que las expresiones cura y salvación en Marcos 5:21-43 parten de la misma palabra en griego?
¿Cómo podemos pensar sobre una salvación que incluye el cuerpo, el bienestar físico?
2. Sobre la base de la historia de las dos hijas en Marcos 5:21-43, ¿Qué significa hablar sobre la suficiencia de Cristo como Salvador?
3. ¿Cómo se relaciona la historia de las dos hijas en Marcos 5:21-43 con su historia con Jesucristo, nuestro Salvador?
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