Dos vecinas vivían en pie de guerra. No podían encontrarse en la calle porque seguro se armaba pelea.
Después de un tiempo, doña María descubrió el verdadero valor de la amistad y decidió que haría las paces con doña Clotilde.
Al encontrarse en la calle, muy humildemente, doña María dijo: “Mi querida Clotilde, hemos estado con estas diferencias por muchos años y ni siquiera tenemos un motivo. Le propongo que hagamos las paces y vivamos como dos buenas y viejas amigas”.
A doña Clotilde le extrañó la actitud de la vieja rival y dijo que pensaría en el asunto. Por el camino fue razonando... “Doña María no me engaña. Está tramando algo, pero no se lo haré fácil. Le enviaré un regalo para ver su reacción”.
Al llegar a casa preparó una bella cesta de regalos, la cubrió con un lindo papel, pero la llenó de estiércol de vaca. Pensó así: “Me encantaría verle la cara a doña María al recibir este ‘maravilloso’ regalo. Veremos si le gusta”.
Mandó a la empleada a llevar el regalo a la casa de la rival con una nota: “Acepto su propuesta de paz y, para sellar nuestro compromiso, le envío este lindo presente”. A Doña María le extrañó el regalo, pero no se exaltó. Pensó: “¿Qué está proponiendo ella con esto? ¿No estamos haciendo las paces? Bien, no le des importancia”.
Algunas semanas después doña Clotilde recibió en su puerta una linda cesta de regalos cubierta con un bello papel. “Es la venganza de esa pesada de María. ¿Qué será lo que me preparó?”, pensó.
Fue grande su sorpresa al abrir la cesta y ver un lindo arreglo de las flores más bellas que podían existir en un jardín y una tarjeta con el siguiente mensaje: “Estas flores es lo que le ofrezco como prueba de mi amistad. Fueron cultivadas con el estiércol que usted me envió y que proporcionó excelente abono para mi jardín”.
Vivir en pie de guerra con las personas era algo impensable antes del pecado. En el cielo había armonía y felicidad plena. Pero, ¿qué ocurrió?
Sobre eso reflexionaremos en esta oportunidad.
ANTES DE LA CAÍDA
Los físicos consideran que existen cuatro fuerzas principales en el Universo: la gravedad, el electromagnetismo, las fuerzas nucleares débiles y las fuerzas nucleares fuertes.
Esperan algún día poder formular una teoría que explique las cuatro fuerzas como aspectos diferentes de una gran fuerza uni cada y unánime.
En realidad, muchos dirían que este es el principal objetivo de la física: encontrar una fuerza que explique todas las demás. Pero, para descubrir esa quinta fuerza no se debe buscar en las disciplinas comunes dictadas en las universidades modernas, sino en el libro antiguo, la Sagrada Escritura.
Este libro relata la forma como Dios creó el Universo, haciendo de este una unidad completamente integrada que funcionaba de modo interconectado. Las galaxias, los sistemas y los planetas funcionaban a través de una unidad plena, porque Dios creó como él es, él es una unidad perfecta (Deuteronomio 6:4).
El elemento integrador que vinculaba todo el Universo es la fuerza que buscan los físicos para explicar todas las otras, y en la Biblia se revela como el Amor.
Es difícil para la mente humana captar cómo funcionaba el Universo de esta manera, porque lo que vemos y percibimos hoy es solo fragmentario. Esta fuerza, el Amor, desconocido hoy por muchos, en algún tiempo y fue el responsable por la integración y perfección del Universo, gravitando en torno de un sólo centro de atracción, Dios, porque Dios es Amor. Juan destaca que “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).
Ese elemento cohesivo permitió la existencia de la perfecta unidad y armonía, porque el componente fundamental estaba presente desde la esencia del átomo hasta los más magníficos astros del Universo.
Mientras todos los seres creados reconocían su lealtad y amor, había armonía, unidad y cohesión perfecta en el Universo. En las palabras de Elena de White: “Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz; y la hermosa tierra no tenía, al salir de la mano del Creador, mancha de decadencia, ni sombra de maldición. La transgresión de la ley de Dios, de la ley de amor, fue lo que trajo consigo dolor y muerte”.
Entre tanto, el surgimiento de un ser creado por Dios que pretende ser igual a Dios (Isaías 14:14), destrozó la armonía del Universo, fragmentándolo, dejando de existir un centro de cohesión, el amor de Dios, dando origen a otros centros de convergencia establecidos por Satanás y sus ángeles (Ezequiel 28:12-18).
El ansia de poder resultó en una “guerra en el cielo” (Apocalipsis 12:7, NVI), y, al engañar a Adán y a Eva a través del árbol prohibido en el Edén, Satanás trajo esa ideología a la Tierra.
CONSECUENCIA
El pecado sacó a Dios del centro, y llevó a cada ser humano a ser un centro en sí mismo.
El ser humano considera que las cosas deben girar en torno de sí, que es una célula independiente, que funciona como un fragmento, vive para sí mismo, y lucha por sí mismo. Su naturaleza se volvió antagónica al elemento creado por Dios para integrarse y armonizarse al Universo. Ser y querer ser el centro del Universo es una actitud que está grabada en los genes de cada ser que llega a este mundo (Salmo 51:5; Génesis 3:4).
Existe una rama de la filosofía llamada el egoísmo ético que enseña que cada persona debe cuidar de sus propios intereses y olvidar los intereses de los demás, a no ser que el interés de los demás contribuya a sus intereses.
Esa ideología es completamente opuesta a la filosofía del cielo, en la cual las voces están “en armonía”. “Nunca se hacen daño unos a otros.
Los príncipes del cielo, los potentados de este poderoso reino, sólo son rivales en el bien, en buscar la felicidad y el gozo mutuos. El mayor allí es el menor en autoestima, y el menor es el mayor en su gratitud y en su riqueza de amor”.
La fragmentación, consecuencia del rechazo de la ley de amor que mantenía unido al Universo, no se la observa sólo en la esfera humana. Se puede ver testimonio de ella en el reino animal y hasta en la naturaleza inanimada, de modo que sus efectos se posan sobre todos los seres, tanto sobre los inteligentes como sobre los irracionales (Romanos 8:19). Ej.: los animales se matan unos a otros para satisfacer sus deseos y necesidades.
Sin embargo, el resquicio de la necesidad imperativa de crear una unidad completamente integrada –semejante a la responsable por el funcionamiento perfecto de las galaxias, sistemas y planetas, por intermedio de la cohesión de la ley de amor – puede observarse a través de lo que vemos a nuestro alrededor. Los líderes de nuestro planeta establecen leyes. Cada país instituye leyes jerárquicas. En la cima están las leyes que provienen del gobierno nacional, obligatorias para todos los que residen en el país. Después, las leyes estatales que atañen a los habitantes de determinados territorios; seguidamente, las leyes municipales, que gobiernan territorios aun menores: ciudades, distritos y familias.
En una ciudad tenemos el semáforo, las direcciones en que debe fluir el tránsito, los lugares correctos para estacionar, etc. Eso puede ser apreciado en los diferentes extractos de la sociedad.
A pesar de la consciencia de que esas leyes apuntan al bienestar de cada individuo en forma particular, la obediencia a las leyes persiste por escaso tiempo, a semejanza de lo que ocurrió con Satanás y sus ángeles y después con Adán y Eva. Las leyes son rechazadas por muchos, los cuales se denominan autónomos, creando leyes para sí mismos.
Entretanto, las leyes establecidas por la fuerza como medio de unificación y cohesión por los que gobiernan este planeta dan resultado por algún tiempo.
Pero, la fuerza no es el elemento ideal para originar armonía y unidad; tampoco es el elemento ideal alrededor del cual gravitan los demás elementos y producen la unidad.
Piense por un instante en estas preguntas: ¿Es inusual en el día a día encontrarse con acontecimientos en que seres humanos viven por sí mismos, buscando ser el centro y revelando un profundo egoísmo? ¿O eso es una realidad que usted ve constantemente, independientemente de nacionalidad, raza o color? En lo íntimo de su ser, ¿no tiene la tentación de ser el centro de todo?
Si usted es sincero, responderá afirmativamente, porque sucede así con todos.
Pablo declara: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Pero no se desespere. Así como para el apóstol Pablo hubo una luz al final del túnel, también existe una luz para usted y para mí.
SOLUCIÓN
Para enfrentar este desafío entra en escena la Sagrada Escritura, para revelarnos que un día irrumpió en el Universo un Ser, que no era un fragmento, porque los fragmentos son resultados del pecado.
Él era Dios hecho carne (Juan 1:14); era una unidad indivisible, porque en él el hombre y Dios fueron integrados y unificados (1 Timoteo 3:16). Por otro lado, en él hubo una perfecta armoní
a y unidad con el Padre (Zacarías 6:13). Ese Ser fue la primera criatura que no fue un fragmento, sino que entró en la esfera de la fragmentación, haciéndose en sí mismo, en un nuevo núcleo alrededor del cual los fragmentos originados por el pecado pueden nuevamente ser agrupados, restableciendo de este modo la unidad y armonía que existió en el Universo.
En este Ser, el amor es tan intenso que el apóstol Juan lo compara con un imán que, al ser levantado de la tierra, atraería a todos a sí mismo (Juan 3:14, 15; 12:32). ¿Quién es ese Ser?
¡Es Jesucristo! No existe otro nombre debajo de los cielos que haya atraído tanto a la humanidad (Filipenses 2:9-11), agrupando a las personas con un sólo propósito, como el nombre de Cristo (Efesios 2:11-22).
El apóstol Pablo afirma que Dios nos reveló el misterio de su voluntad según su beneplácito que propusiera en Cristo hacer converger [...] todas las cosas, tanto las de los cielos como las de la Tierra; [...] resucitándolo de entre los muertos y haciéndolo sentar a su derecha en los lugares celestiales, encima de todo principado, potestad, poder, dominio y de todo nombre que se pueda referir no sólo en el siglo presente, sino también en el venidero (Efesios 1:9, 10, 20, 21).
Elena de White enfatiza que él es el único capaz de crear esta convergencia nuevamente, uniendo tanto las cosas del Cielo como las de la Tierra y ofrecer seguridad a los integrantes del Universo. Ella afirma lo siguiente:
La seguridad de los ángeles también depende de los sufrimientos del Hijo de Dios; por eso le ofrecen honor y gloria. Es mediante la e cacia de la cruz, que los ángeles son guardados contra la apostasía. Sin la cruz, no estarían más seguros de lo que lo estaban los ángeles antes de la caída de Satanás. La perfección angélica falló en el cielo; la perfección humana falló en el Edén... El plan de salvación, que muestra el amor y la justicia de Dios, pro- vee la eterna salvaguardia contra la rebelión en los mundos no caídos... La muerte de Cristo en la cruz del Calvario es nuestra única esperanza en este mundo, y será nuestro tema en el mundo venidero.
La Divinidad tiene como objetivo rescatar y reconciliar consigo a cada ser humano. Y quiere hacer eso a través de la quinta fuerza que los físicos buscan en vano, la fuerza del amor, amor que mantuvo todo el Universo en armonía antes de la entrada del pecado. Sobre ese amor,
Elena de White escribió:
La luz que resplandece de la cruz revela el amor de Dios. Su amor nos atrae a él. Si no resistimos esta atracción, seremos conducidos al pie de la cruz arrepentidos por los pecados que cruci caron al Salvador. Entonces el Espíritu de Dios produce por medio de la fe una nueva vida en el alma. Los pensamientos y los deseos se sujetan en obediencia a la voluntad de Cristo. El corazón y la mente son creados de nuevo a la imagen de Aquel que obra en nosotros para someter todas las cosas a sí. Entonces la ley de Dios queda escrita en la mente y el corazón, y podemos decir con Cristo: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Salmo 40:8).
CONCLUSIÓN
Querido hermano y amigo, después de tomar consciencia sobre la situación real del Universo antes del rescate y del elemento que lo mantuvo unido:
¿Usted apreciaría ser atraído por ese elemento que conservó el Universo en perfecta armonía?
¿Desearía que la quinta fuerza que muchos de la ciencia no logran descubrir, porque fueron cegados por el dios de este siglo (2 Corintios 4:4), alcanzase y permease su vida, haciéndose un elemento aglutinador en las manos de Dios?
¿Le gustaría ser parte de aquellos que quieren vivir en consonancia con el Rey del Universo, apoyando su plan de unir todas las cosas del Cielo y de la Tierra en torno de Aquel que es el verdadero centro de gravitación, la fuente del amor?
Si ese fuera su deseo, entregue su vida a Dios. ¡Solamente él puede poner armonía en su corazón y poner armonía en su familia!
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
¿Cómo el pecado puede haber surgido en un ambiente donde todo era perfecto?
¿Por qué Dios no eliminó el mal enseguida después de su surgimiento? ¿No habría sido mejor que Dios eliminara a los transgresores y comenzar todo de nuevo?
¿Qué hace a Dios amar tanto a la humanidad si todos los seres humanos somos pecadores?
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