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No se turbe vuestro corazón


By
Jean Paulsen

"No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar; vendré otra vez, os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" Juan 14:1-3.

La familia adventista alrededor del mundo lo conoce de memoria. 
Representa nuestra esperanza de una manera muy concisa y poderosa. 
Es un pasaje en el que el Señor mismo hace una promesa a su pueblo y le asegura que será cumplida. través de ella, Jesús aún nos habla a nosotros y nos anima con palabras de esperanza mientras transitamos nuestro peregrinaje cristiano. 
Las palabras de esperanza presentes en el pasaje son necesarias hoy más que nunca para la raza humana. Vivimos en una era de comunicación veloz y constante en la que las palabras juegan un papel central. La mayor parte del tiempo, los medios de comunicación comparten con nosotros palabras de muerte y sufrimiento. 
Pero el mundo necesita una voz de esperanza y consuelo. Y porque Jesús nos dio palabras de esperanza, nosotros deberíamos ser esa voz.

San Juan 14:1-3 contiene el contraste fundamental entre la partida y el arribo, o la separación y la reunión. Está cargado de emociones: de amistad, amor, miedo, expectación y de ansiedad por la separación.
Pero, además, encontramos en dicho texto la exhortación de mantener viva la esperanza, la espera del regreso de Cristo. Jesús intentaba consolar a los discípulos por medio de palabras de esperanza y valor: 
"No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros".

"Cuán alentadoras deberían ser estas palabras para nosotros. Piensa en la obra que Cristo está realizando ahora en el cielo al preparar mansiones para sus hijos" (Elena G. de White, Sermons and Talks, t. 2, p. 145).
Exhorto a cada creyente a leer este texto de Juan. Me gustaría que fuera leído en la privacidad de nuestra meditación personal, en el contexto de nuestro culto familiar, en la reunión de los santos para el servicio de adoración. Escuchémoslo juntos y dejemos que el poder vivificante de la Palabra nos impacte y renueve nuestra expectativa del pronto regreso de Cristo.

No se turbe vuestro corazón
Las palabras son cápsulas llenas de significado. Nos resultan muy útiles cuando tratamos de compartir con los demás aquello a lo que ningún otro fuera de nosotros mismos tiene acceso, es decir, nuestros pensamientos.
También van acompañadas de sentimientos y emociones. Las palabras pueden infundir ánimo, pueden enriquecer, o incluso provocar dolor a los demás, según cómo las utilicemos. 
La palabra que ofende no es una palabra verdadera, sino una distorsión de la intención original que Dios tuvo al concedernos el lenguaje. En un mundo pecaminoso, las palabras de esperanza llenan la vida de significado y de sentimientos de gozo. Al conocer la situación desesperada de la humanidad caída, Jesús nos trajo palabras de esperanza, que realmente necesitábamos. 
En Juan 14:1-3 encontramos este tipo de palabras, que provienen de los labios del Salvador. Sus palabras de esperanza comienzan con una exhortación: 'No se turbe vuestro corazón".

Esperanza y exhortación
Las exhortaciones dirigidas a nuestro bienestar son de gran valor para nuestra vida espiritual. De hecho, la Biblia es en gran medida un compendio de exhortaciones que tocan prácticamente cada aspecto de nuestras vidas. Pueden modelar nuestro carácter y crear barreras protectoras para disfrutar una relación adecuada con los demás y con nuestro Señor Jesucristo. Contribuyen a definir la naturaleza y la calidad de nuestro futuro.
Las exhortaciones presuponen que hay peligros que evitar y valores que abrazar e incorporar.
Las exhortaciones también presuponen que somos criaturas con libre albedrío. 
La exhortación apunta a motivarnos a tomar las decisiones correctas, a elegir lo bueno y evitar lo malo.
Una exhortación en el momento adecuado, si es aceptada, podría hacer que nuestras vidas fueran más tranquilas.
Así que Jesús exhortó a sus discípulos en el momento justo, con el fin de guiarlos y ayudarles a entender la naturaleza de la vida cristiana. Era el momento adecuado porque él anticipó que su partida podría ser una experiencia dolorosa para ellos.
Las exhortaciones son anticipatorias por naturaleza. Es decir, se basan en la habilidad del exhortador de anticipar los peligros y dar consejo apropiado para evitarlos.
Jesús sabía muy bien lo que sus discípulos y sus futuros seguidores iban a enfrentar en el mundo. Su captura y su muerte resultarían en un tiempo de prueba para ellos. Su ausencia iba a ser una amenaza para su fe en él.
Pero, la exhortación de Jesús también está dirigida a todos nosotros, porque también vivimos en la presencia del Señor ausente, en un mundo de incertidumbre y confusión que amenaza constantemente nuestro compromiso con él. 
Lo único que el mundo nos ofrece es agonía: "En el mundo tendréis aflicción" Juan 16:33. 
Esto lo sabemos por experiencia personal y por medio de la observación de la vida humana sobre este planeta. El mundo no puede ofrecernos otra cosa que problemas.
El "mundo" que nuestro querido Salvador está describiendo es el mundo de la raza humana en rebelión contra él y contra su Padre. Su pueblo existe en medio de este mundo, pero existe en un estado de constante expectativa, anticipando la irrupción de la presencia gloriosa del Salvador resucitado y glorificado en el escenario de la historia humana.
Esperanza como libertad de aflicción
La exhortación de Jesús tiene una orientación pedagógica. Es decir, busca enseñar a sus seguidores la manera de vivir entre el momento de su partida y el momento de su regreso. Por lo tanto. debemos escuchar cuidadosamente sus palabras de esperanza expresadas en forma de exhortación.

"No se turbe vuestro corazón". Jesús se interesa por nuestro bienestar emocional. 
Nuestrase emociones son importantes para él, porque desde la creación son parte de nuestro ser. Es cierto que han sido corrompidas por el pecado y que, como consecuencia, tienden a controlar la naturaleza humana a tal punto que a menudo los seres humanos actúan en formas totalmente irracionales. Pero Jesús nos dice que nuestras emociones pueden ser controladas: "No se turbe..."
En el contexto de este pasaje, resulta claro que este control es posible gracias a la palabra de esperanza que él ha compartido con nosotros en su muerte, su ascensión y su pronto regreso.
Nuestros corazones podrían turbarse en un mundo de problemas, pero Jesús nos dice que ese no debe ser nuestro caso. En este pasaje en particular, turbarse significa estar agitado, perturbado, inquieto.

En la Palabra de Dios, el corazón es el centro mismo de nuestro ser, el lugar donde reflexionamos, analizamos y tomamos decisiones. Es el centro de nuestra personalidad. Si ese núcleo se encuentra en estado de agitación, el resultado será una vida desorientada, a la deriva, sin ancla ni un destino final.
Esta exhortación se refiere a una condición humana muy seria, que debemos evitar quienes hemos encontrado en Cristo el centro de nuestra vida.
El verbo "turbar'' tiende a describir el resultado de la obra o la influencia de un poder externo sobre un objeto determinado. Por ejemplo, cuando las aguas son perturbadas o agitadas por alguna fuerza externa (véase Juan 5:7). 
Jesús nos está diciendo que no debemos permitir que las circunstancias externas de la vida, en este mundo de pecado y rebelión, determinen la manera en que debemos vivir.
En medio de la desorientación, la intranquilidad y el desorden, debemos mantenernos anclados a la palabra de esperanza en Cristo. Esta es la verdadera paz.
Aunque en el mundo experimentamos aflicción, Cristo dijo: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz" Juan 16:33. 
Él es la única fuente de paz. Según las Escrituras, la paz es mucho más que la ausencia de guerra. La vida de quien tiene paz opera como Dios desea que opere. Significa que nuestro ser está completo, bien, totalmente integrado o reintegrado a una unidad indivisible con Dios por medio de Cristo. ¡Jesús ha reordenado los fragmentos de nuestras vidas, nos ha sanado y nos ha hecho íntegros! Estamos en paz con él y con los demás seres humanos que nos rodean. En consecuencia, él puede miramos y exhortarnos, diciendo: 
"No se turbe vuestro corazón por lo que vean e incluso puedan experimentar en el mundo. Manténganse unidos a Dios a través de mí; no estén confundidos o desorientados; porque en mí han encontrado un futuro glorioso, una esperanza magnífica".

Fundamento de la palabra que da esperanza
La palabra de esperanza está arraigada en la muerte salvadora de Jesús. 
De hecho, sus palabras de exhortación que hemos estado leyendo poseen significado solamente en la medida en que estén conectadas con la muerte de Cristo por nosotros. 

Para responder a la pregunta: 
¿Por qué no debo perturbarme? 
Jesús no provee una respuesta psicológica, como "porque esto es bueno para tu salud mental", aun si resultara una respuesta útil. Él va más profundo que eso y dice: "Porque yo fui turbado por ti". ¡Y lo fue!

Anticipando la experiencia dramática de la cruz, Jesús les dijo a sus discípulos: "Ahora está turbada mi alma; ¿y que diré?... Padre, glorifica tu nombre" Juan 12:27, 28. 
¡Qué maravilloso amor! Aquel que nos exhorta diciendo: "No se turbe vuestro corazón". dijo a los discípulos: "Está turbada mi alma". 
Tomó lo que era nuestro, para liberarnos de ello. 
Tomó sobre sí mismo nuestra inquietud, nuestra agitación de espíritu, nuestra confusión interior basada en nuestro sentimiento de separación de él. y los experimentó plenamente en una separación total y real de su Padre.
Ahora observa a sus discípulos y les dice: "Mi partida no es una separación real, porque hemos estado unidos el uno al otro con cuerdas indestructibles de amor. Esta separación no es como la que yo voy a experimentar en la cruz. 
Por lo tanto, no se turbe vuestro corazón; dejen que mi corazón se turbe por ustedes". 
Por su sacrificio podemos disfrutar una vida de descanso y paz en él, una vida de unión con Dios por medio de él.

Pero la palabra de esperanza, expresada en la forma de una exhortación, está basada no solamente en la muerte expiatoria de Jesús sino también en la promesa de la venida del Espíritu Santo luego de la partida del Salvador. 
En cierto sentido, la partida de Jesús no era una ausencia o una separación real de nosotros. El Señor ausente sigue siendo el Señor presente en la vida de cada creyente y en la vida de la iglesia. Él no abandonó su iglesia sino que escogió morar en ella por medio del Espíritu. El espíritu es "otro Consolador" que lo representa a él (Juan 14:16). 

Con la venida del Espíritu, Jesús mismo viene a nosotros; "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (vers.18). 
Por medio de él, Jesús continúa exhortando y guiando a su iglesia (vers. 26). 
El Espíritu "hace eficaz lo que ha sido realizado por el Redentor del mundo" DTG, 625.

A lo largo de la historia cristiana, Cristo ha sido nuestro representante ante el Padre como nuestro Sumo Sacerdote, mientras se hace enteramente presente en la iglesia por medio de la obra misteriosa y efectiva del Espíritu. 
Por lo tanto: "¡No se turbe vuestro corazón!" Él aún está con nosotros y estará con nosotros "hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).

Habrá un fin
Por último, la palabra de esperanza, expresada en forma de exhortación, se basa en el hecho de que la separación tendrá un fin. 

La exhortación se nutre del suelo fértil de la esperanza cristiana. Sin esta esperanza, la exhortación carece de contenido significativo e incluso podría acarrear consigo el veneno mortal del legalismo. 
En otras palabras, la esperanza adventista le da valor significativo a la exhortación de Jesús para nosotros. La separación física de nuestro Señor tiene limitaciones temporales. 
En la tribulación no tiene ningún sentido decirles a las personas que no se turben, a menos que haya una promesa que implique el fin de la fuente de tribulación y el poder necesario para lograrlo. 
Esto sucederá en el momento en que nuestra esperanza cristiana se manifieste en la aparición gloriosa de nuestro Salvador y Señor. 
Nuestra esperanza tiene un impacto directo en la calidad de vida que tenemos ahora, mientras aguardamos "la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13).
Continuemos nuestro peregrinaje de esperanza con corazones tranquilos y sin tribulación, descansando en Cristo.



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