LOS HERREROS DE ISRAEL
De acuerdo con el diccionario, “herrero” es uno que labra el hierro, el que le da forma calentándolo en las llamas de la fragua. En la antigüedad, los herreros se dedicaban, mayoritariamente, a forjar el metal para la fabricación de armas de guerra e implementos de labranza de la tierra.
Es interesante notar que, en una parte de la historia del pueblo de Israel, los hebreos no tenían fraguas ni herreros; en cambio sus enemigos, los filisteos, sí.
“En toda la tierra de Israel no se hallaba herrero, porque los filisteos habían dicho: ‘para que los hebreos no hagan espada o lanza’. Por lo cual todos los hijos de Israel tenían que acudir a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz.
El precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones, y la tercera parte de un ciclo por afilar las hachas y componer las aguijadas. Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o un lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían. Mientras tanto, un destacamento de los filisteos avanzó hasta el paso de Micmas.”
¿En qué se parece el relato histórico de Israel enfrentando a los filisteos con la Iglesia actual frente a sus enemigos? ¿Qué aplicación espiritual y educativa podemos extraer de los versículos leídos?
La iglesia de Dios está en batalla, el enemigo ha actualizado sus armas, y se ha provisto de suficientes “herreros”. ¿Los tiene el pueblo de Dios?
A continuación destacaremos cuatro aspectos cruciales sobre la necesidad de herreros en el pueblo de Dios:
SIN HERREROS EL PUEBLO DE DIOS QUEDA A MERCED DE SUS ENEMIGOS
1 Samuel 13:19
“...en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero, porque los filisteos habían dicho: ‘para que los hebreos no hagan espada o lanza’”
Los filisteos, enemigos permanentes de los israelitas, habían mantenido una astuta política para mantener desarmados a los hebreos: no habían permitido que los israelitas tuvieran sus propios herreros de tal manera que no pudiesen fabricar sus propias armas con las cuales defenderse o combatir.
En la época del Israel bíblico, los herreros eran los encargados de producir las herramientas de combate más efectivas, para alcanzar la victoria en el campo de batalla.
En la actualidad, el pueblo de Dios está amenazado por varios frentes de modernos “filisteos”. Las nuevas tecnologías (que no son malas en sí mismas, pero que traen consigo varios peligros), amenazan a las nuevas generaciones del pueblo de Dios, que son nuestros hijos.
Por dar un ejemplo: la Internet, que contiene una cantidad extraordinaria de información, pero que trae el peligro subyacente de la pornografía y una innumerable gama de violencia en varias formas. A lo que hay que añadir (y los especialistas destacan) de que se trata de un medio masivo de comunicación de muy fácil acceso.
Hoy, la forma como se encara la guerra ha cambiado. Básicamente, la batalla es en el campo ideológico, es decir el de la mente, y el enemigo del pueblo de Dios intenta, con todas sus fuerzas, ganar esta batalla.
"La similitud que existe entre un terreno sin cultivar y una mente sin preparación es asombrosa. Los niños y los jóvenes ya tienen en sus mentes y corazones semillas corrompidas, listas para brotar y producir su cosecha de perversión; y se requiere el mayor cuidado y atención para cultivar y abastecer la mente con las preciosas semillas de la verdad bíblica" 3MCP, 23.
Por eso, los herreros modernos son aquellos que son formados para producir las mejores herramientas intelectuales y prácticas que puedan combatir con eficacia los constantes asaltos del enemigo.
EL PUEBLO DE DIOS PAGA UN ALTO PRECIO POR NO TENER SUS PROPIOS HERREROS
1 Samuel 13:20, 21
“Por lo cual todos los hijos de Israel tenían que acudir a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz” (v. 20)
La eficacia para el combate estaba disminuida porque los israelitas no tenían un lugar donde producir sus propias herramientas, y pagaban un precio demasiado alto para poder afilar sus obsoletas herramientas, ya fueran de guerra o de trabajo.
Si no produjésemos nuestras propias herramientas, aquellas que son apropiadas para el combate moderno con el enemigo, entonces seríamos una iglesia condenada al fracaso. Ningún ejército permite que el enemigo fragüe sus armas. Todo ejército tiene sus propias herrerías y sus propios forjadores para producir el elemento indispensable para sostenerse en pie en el combate.
Así como Israel, por la carencia de afiladores, tenía que viajar hasta territorio enemigo para afilar sus herramientas, la iglesia, o mejor dicho, algunos segmentos de la iglesia, equivocadamente han incursionado, a veces, en territorio enemigo para afilar sus herramientas de combate y de labranza de la tierra.
Es incomprensible que existan padres en el Israel moderno, que es la iglesia adventista, que prefieran seguir utilizando la fragua de la mundanalidad, la superficialidad y la mediocridad espiritual ofrecida por el enemigo, para moldear el metal precioso del carácter de sus hijos, en los atrayentes recintos de las herrerías enemigas modernas.
Aunque hay aspectos similares en relación con el pasado, existe una diferencia fundamental: hoy el pueblo de Dios tiene herrerías (llámense colegios, escuelas, universidades) donde moldear el metal precioso del carácter de sus hijos. Pero, inexplicablemente, hay padres que prefieren enviarlos a otras “herrerías”, donde, en vez de darle forma al precioso metal del carácter, lo deformarán hasta transformarlo en una burda representación del carácter de quien opera estas herrerías, que no es otro que el enemigo de Dios.
EL PUEBLO DE DIOS DESARMADO A LA HORA DE LA BATALLA POR LA FALTA DE HERREROS
1 Samuel 13:22
Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o un lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían.
Por falta de previsión, el pueblo de Dios se vio desprovisto de armas. No había herreros; no había armas. Era una situación crítica y delicada, pues era evidente que en esas circunstancias no podían combatir contra los aguerridos filisteos provistos de armas de hierro.
De esta manera la Biblia destaca el avance del enemigo por falta de herreros.
La Iglesia hoy día está en batalla campal y el enemigo está avanzando: mundanalidad versus santidad; superficialidad versus estilo de vida integral; subjetivismo posmoderno versus objetividad bíblica; manipulación electrónica de la mente versus enseñanza de la verdad; mediocridad versus excelencia. ¿Quién proporcionará las herramientas? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? La respuesta se encuentra en la siguiente y última parte del sermón.
NECESITAMOS HERREROS PARA GANAR LA BATALLA CONTRA EL ENEMIGO
El rey Saúl nunca pudo expulsar del todo a los filisteos, porque no fue fiel a Dios. Sin embargo, el Señor proveyó para David de hombres que pudieran fabricar las armas que él necesitaba para enfrentar con eficacia a sus enemigos
1 Crónicas 12:24, 37
Hoy también el Señor requiere de hombres y mujeres dispuestos a aprender el oficio de herreros. Usando la figura del herrero, queremos aplicarla a quienes son formados en las modernas herrerías del pueblo de Dios: las instituciones educativas adventistas.
Hoy, cuando el enemigo avanza en diferentes frentes, es preciso formar una nueva generación de herreros, capaces y bien dispuestos para hacer frente a las cada vez más sofisticadas formas de ataque del enemigo.
La guarnición del enemigo tiene como aliadas a las instituciones educativas seculares, que están impregnadas de la influencia mundana y que, con una aparente oferta más ventajosa, están procurando debilitar y seducir las fuerzas jóvenes de la iglesia.
Dios, que levantó esta iglesia profética para dar un mensaje de amonestación a un mundo que perece, también ha establecido el sistema educacional que ha sido probado como una salvaguardia para las nuevas generaciones que nacen dentro o que llegan a nuestra iglesia y que se constituirán, queramos o no, en los futuros líderes de este movimiento profético.
Hoy, más que nunca, necesitamos de hombres y mujeres que sean pensadores y no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres. Hombres y mujeres que sean amos y no esclavos de las circunstancias, que posean amplitud de mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus convicciones (Ed, 15).
¿Dónde los encontraremos? ¿Dónde forjaremos esa clase de individuos? No podemos darnos el lujo de equivocarnos. No podemos pensar ilusoriamente que el enemigo forjará a nuestros hijos en sus herrerías (instituciones educativas seculares) sin pasarnos la factura.
Solo hay un lugar donde podemos llevar a nuestros hijos con la confianza de que serán formados en los sólidos principios de la Palabra de Dios: las instituciones educativas adventistas.
Podemos dar gracias a Dios por el sistema educacional adventista, el cual se constituye en una salvaguardia y ciudad de refugio para nuestros niños y jóvenes, proveyéndoles las mejores herramientas para asegurarse el éxito en esta vida y en la eternidad.
CONCLUSIÓN
No pretendemos que la educación adventista sea perfecta en su ejecución, pero es perfecta en su concepción, porque fue concebida en la mente divina. Obviamente, aspiramos a continuar construyendo y mejorando sobre las experiencias y, seguramente, algunos errores del pasado. Pero estamos decididamente empeñados en ofrecer, por medio de la educación adventista, un futuro dinámico, donde nuestros hijos abran sus mentes y puedan ser dirigidos a la Fuente de la Verdad.
Si no queremos que las nuevas generaciones se pierdan o que el pueblo de Dios perezca por falta de conocimiento y que “los filisteos” avancen, estamos a tiempo para forjar y apoyar nuestro sistema educativo, que forma a los líderes que llevarán adelante esta iglesia y la misión que le ha sido encomendada por Dios: la predicación del mensaje de salvación en vista del inminente retorno de nuestro Salvador.
Que no se diga, en esta parte final de la historia humana, que entre nosotros no se halla un “herrero” debidamente preparado. Por eso, somos llamados a capacitar, entrenar y formar las nuevas generaciones para llevar adelante la mayor empresa de este mundo: la preparación de un pueblo para el encuentro con Dios.
LLAMADO
¿Hay algún padre o madre en esta mañana que quiere cooperar con el cielo en el propósito divino de impartir a sus hijos una educación que moldeará su carácter en armonía con el Creador?
¿Hay algún niño o joven que quiere asegurar su futuro recibiendo la mejor educación que le brindará su pasaporte al éxito en esta vida y la eternidad?
Si es así, le pido que se ponga de pie para que oremos juntos por el propósito elevado que Dios tiene para su vida.
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